El jefe recibe premio de periodismo en Argentina. Y se llena la boca. En Venezuela hay completa libertad de expresión. Estas cosas se oyen. Porque lo dice, y en el fondo, la sombra de Gadafi.
El subjefe, en Caracas, desde que es diputado, viene elaborando un extraño discurso.
Mejor dicho, desde la sesión aquella en que silenció a Julio Borges, Diosdado Cabello luce descabellado. Es tosco en las palabras. Nada sutil. Y claro, quién le puede creer que en el PSUV no hay patente de corso para los corruptos.
Tal vez lo áspero de su estilo entraña la misma realidad.
Un dirigente a quien le siguen preguntando si es millonario, si es el líder del chavismo sin Chávez, o si esconde testaferros, está obligado a hablar de esa manera. Y como siempre, como Hugo Chávez, como Rafael Ramírez, como Adán Chávez, como Acosta Carles y muchos otros, dirá lo mismo: que presenten las pruebas.
Ya el gobernador de Miranda, Henrique Capriles Radonsky las presentó. Pero el diputado, el sub-jefe de la revolución, se escurre en plan de víctima. Este fin de semana le declaró a La Verdad que es un perseguido político del gobernador. De pronto Chávez dirá lo mismo en el Sur: que es un perseguido de los medios venezolanos y por eso lo premian afuera.