La crisis en Ucrania derivada de la grosera intervención de la Federación Rusa en los asuntos internos de esa nación y el uso de sus fuerzas militares para su desestabilización, han traído, entre otras consecuencias, una suerte de despertar en algunos líderes europeos acerca del peligro que representa una resurgente Rusia y sus ansias de expansión. Si bien podría decirse que este despabilamiento ha sido más bien tímido, el mismo puede abrir las puertas para una recomposición de la estructura militar europea, y como mínimo, estimamos, de su Política Común de Seguridad y Defensa, la cual ha tenido más fracasos que éxitos, siendo su principal “logro” la participación activa del viejo continente, bajo la bandera comunitaria, en misiones de mantenimiento de la paz.
En ese orden de ideas, las acciones de Moscú hacia Ucrania también han abierto la puerta para que pueda concretarse una mayor cooperación entre los países del Mar Báltico hasta el Mar Negro, especialmente en materia de defensa y energía. Si es el caso que Polonia y Rumania, los dos países más grandes de la región, deciden seguir una estructura de alianza más estrecha, otros países pequeños de la zona podrían emular tal ejemplo. Uno de los elementos, si bien no el más importante, que frena la integración europea en el ámbito militar viene dado porque la mayoría de los países de Europa Central y Oriental están más bien interesados en construir relaciones bilaterales con Estados Unidos que con sus pares y con la propia Bruselas, además una sustancial inversión extranjera en las áreas de energía y de la defensa serían elementos necesarios para que cualquier alianza de esa naturaleza funcione.
Tal situación deriva como resultado que necesariamente los Estados Unidos tendrán que desempeñar un papel político muy significativo para que pueda desarrollarse una alianza de cohesión en la región.
Los acontecimientos en Ucrania han tenido un gran impacto político y emocional en Europa Central y Oriental. Países como Estonia en el mar Báltico y Bulgaria en el mar Negro tienen poderosas -históricas- razones para estar preocupados por una Rusia que cada vez más se comporta como el guapetón del barrio de la región.
A veces el desarrollo de las alianzas militares, más aun en esta época de paz, tienden a construirse muy lentamente, al menos desde la óptica de los observadores externos, pero gracias a Putin, tanto a Bruselas como a las capitales de los países nombrados no les queda otra alternativa que desarrollar rápidamente tales alianzas, así como potenciar sus aparatos bélicos, visto que los estrategas americanos ya están cansados de poner sobre los hombros de sus contribuyentes la protección de Europa.
Leopoldo E. Colmenares G.
Centro Latinoamericano de Estudios de Seguridad
Universidad “Simón Bolívar”