El drama de la prostitución infantil a la sombra de los estadios del Mundial
En las doce ciudades que serán sede de los partidos del Mundial de Fútbol de Brasil 2014, el gobierno ha invertido miles de millones de dólares en la construcción y renovación de los estadios de fútbol.
Pero a pocas cuadras de estas magníficas construcciones -que serán escenario de esperados partidos y la vitrina de Brasil para el mundo- están las favelas donde la miseria, el hambre, el narcotráfico y la drogadicción han generado una prostitución infantil rampante.
No hay una cifra oficial, pero se estima que centenares de miles de niñas y niños -algunos de sólo 10 años- son explotados en el mercado sexual, obligados por las circunstancias, amenazados por proxenetas o atrapados en esa realidad para satisfacer su drogadicción.
El gobierno ha lanzado programas de “pacificación” para limpiar las favelas de las pandillas y los narcotraficantes, y dice haber iniciado programas de capacitación de unidades de protección de la niñez para hacerle frente a ese flagelo.
Además ha destinado unos US$8 millones de reales (unos US$3,3 millones) para luchar contra la prostitución infantil en las sedes mundialistas.
Sin embargo, críticos y activistas alegan que esta inversión social no se compara con el exorbitante costo para preparar el Mundial y que no hay políticas públicas coherentes para combatir un problema que -se anticipa- aumentará con el inicio del torneo de fútbol y la llegada de numerosos turistas sexuales convencidos de que podrán actuar con impunidad.
“Fábrica de prostitución”
Las comunidades marginadas en Brasil están atrapadas en un círculo vicioso de pobreza, violencia y drogas, la “fábrica donde comienza la prostitución”, le explica a la BBC, Andrew Fanstone, miembro de Iris Global, un proyecto de asistencia en las favelas.
“Muchos de los niños ven a sus familiares involucrados en ese negocio. Madres y abuelas recurriendo a la prostitución. Se vuelve una manera de vida, se normaliza”, dice Fanstone.
En Recife, por ejemplo, una pujante ciudad costera en el noreste del país, se calcula que uno de cada cuatro menores se prostituye.
Esa normalización es lo más alarmante para Liliam Sá, presidenta de la primera comisión parlamentaria sobre la niñez explotada, que viajó a las doce ciudades sedes del Mundial durante sus investigaciones.
“Lo que hemos visto en nuestros viajes nos dejó estupefactos, porque la explotación sexual y el turismo sexual son visibles en Brasil de forma endémica y creciente”.
La diputada Sá es severa con el gobierno, pues dice que no ha instituido políticas reales de inspección y prevención. También critica a las fuerzas del orden por su indiferencia, si no complicidad, con el problema.
“Descubrí que la propia policía encubre a estos explotadores, los proxenetas, que pulula la impunidad y también hay una falta de supervisión de parte del estamento judicial”, le comenta a la BBC.
La policía niega estas acusaciones y asegura que está dedicando muchos recursos y efectivos a combatir la prostitución infantil.
En lo que sí parece haber acuerdo es en el temor de que, con la llegada del Mundial, el problema de los niños y adolescentes que venden sexo podría exacerbarse.
“Vamos a recibir a millones de turistas en todo Brasil, algunos de los cuales vendrán acá con una idea preconcebida sobre el país que les fue vendida: que el sexo con menores es fácil”, advierte Sá.
“Este tipo de explotación sexual es una cruel manera de arrebatarle a un menor su niñez y sus sueños”, concluye la parlamentaria. “Son vidas perdidas”.
La BBC conversó con tres menores atrapados en esta realidad. A continuación, sus testimonios.
JOYCE, 14 años, Sao Paulo
Va a haber muchos jóvenes vendiendo sexo. Muchas de mis amigas salen a hacer eso. Niñas de 10, 11 años. Hasta niñas de nueve años están saliendo a ofrecer sexo por dinero.
“Piden sexo oral, esto y lo otro. Y uno termina haciéndolo debido a las drogas.”
Muchas cosas pueden sucederles a las niñas. Si no hacemos lo que nos piden, nos hacen cosas peores y la situación continúa.
Piden sexo oral, esto y lo otro. Y uno termina haciéndolo debido a las drogas.
Un hombre me golpeó (muestra una cicatriz), me hizo daño porque yo no quería hacer algo que me pidió.
Este no es un lugar para mí, quiero salir de aquí. Entre más rápido, mejor, para que no tenga que hacer esto más. Quiero mejorar mi vida, estudiar, seguir cursos y tener una vida normal”.
JOVEN (pidió anonimato), 14 años, Fortaleza, prostituido desde los 11 años
¿Cuántos programas (servicios) presto al día? Entre 10 y 20.
Me dedico a esto, en primer lugar, porque mi familia no me acepta. Segundo, porque mis amigos me impulsaron a hacerlo.
“Si algún día decido no hacer esto más, me matarán y eso será todo. Se acaba mi vida, se acaba mi éxito, todo se acaba”
Algunas veces no sé si voy a regresar con vida o si voy a morir aquí mismo. Me arrepiento de esta vida, pero ya no puedo echar para atrás.
Tengo tres cafetãos (proxenetas). Ellos lo saben todo, dónde vivo. Si no respondo, harán algo contra mi familia. Es como con los narcotraficantes, matan a toda la familia. Así que tengo que hacerlo, es mi vida.
Si algún día decido no hacer esto más, me matarán y eso será todo. Se acaba mi vida, se acaba mi éxito, todo se acaba.
La policía nos ve haciendo esto y ellos quieren un poco también. Se aprovechan porque soy un muchacho prostituido, somos menores y realmente no les importa: ‘Voy a hacerte esto y todo lo demás, y aquí está tu dinero y calla la boca’, nos dicen”.
Gabriela, 15 años, Copacabana, engañada con la promesa de un trabajo de mesera
Trabajaba de Posto 3 a Posto 4, cerca de los clubes nocturnos allá (señala las playas de Copacabana).
“Llegó un momento en que me sentí hastiada, quería llorar todo el tiempo”
Allá, cerca de los clubes, hay gran cantidad de prostitutas. Todas muy hermosas.
Llegó un momento en que me sentí hastiada, quería llorar todo el tiempo.
Lo único en lo que pensaba era en encontrar a mi mamá. Que tenía que encontrar la manera de regresar a casa, tenía que escapar.
Cuando la vi no pensé que lloraría, pero llegué allá y abracé a mi mamá y lloré. Lloré mucho”.