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Violencia: Testimonios Médicos

Médicos

Nota de prensa: “Un grupo de estudiantes (…) fue reprimido a golpes por Polisotillo (Anzoátegui). Siete estudiantes fueron detenidos y liberados luego de varias horas. Uno de los liberados tiene fractura de brazo, pierna y costillas”.

Médicos de varias clínicas coinciden al informarme que han atendido a varios heridos –quince, me dice uno de ellos– en los días de las últimas manifestaciones. La gran mayoría presentan los mismos síntomas: rotura de costillas, brazos y piernas. Parece una pauta de conducta represiva establecida y sistemáticamente ejecutada. Un conocedor de métodos represivos me asegura que eso se hace para impedir que el agredido pueda moverse y por tanto huir. Hay, pues, una violencia represiva conscientemente programada de la que los profesionales de la salud son testigos. ¿Defensa del orden público o más bien otra cosa? ¿Excesos o proyecto intencionado? Deduzca el lector.

Violencia es violencia, común o política que sea. Va mucho más allá del hecho mismo, la víctima y el victimario concretos. Una mirada médica desvela su complejidad. “Como médico –me escribe un amigo– quiero compartir algunas consideraciones sobre el manejo hospitalario de los hechos violentos que me preocupan desde hace varios años. Lo primero es que no hay un protocolo oficial para el manejo de estos casos. Daré algunos ejemplos para explicarme mejor. Si llega un fallecido a la morgue que haya sido víctima de la violencia, se le practica la autopsia de ley y se entrega el cadáver a los familiares. Pero no está prevista ninguna intervención ni asistencia psicosocial a los familiares de la víctima. Si llega un herido por arma de fuego, blanca u objeto contundente, se le opera muy bien, muy probablemente se le salva la vida, pero no se hace de rutina una consulta con el médico forense o toxicología forense, ni se le hace evaluación psiquiátrica o psicológica y tampoco de trabajo social a pesar del enorme trauma por el que termina de pasar esa persona. Para hablar con seriedad del tema, en el ambiente hospitalario debería existir toda una estructura para atender a estos pacientes y sus familiares, para tratar y prevenir las secuelas de la violencia. Además, un buen examen forense de un herido o fallecido, puede determinar si el sujeto disparó o a qué distancia recibió el disparo. El tatuaje de pólvora de un disparo no es el mismo a diez cm de distancia que a un metro o diez mt, tampoco es igual la mancha de sangre y eso debería ser parte de la rutina de un herido, pero no le corresponde hacerlo al cirujano sino al médico forense. También debería ser de rutina el examen toxicológico así como la historia social y la exploración psiquiátrica de cada caso. Pero eso no se hace ni en público ni en privado y es muy importante tanto desde el punto de vista curativo y preventivo como legal. Son ideas sueltas, pero las quiero compartir contigo y tus lectores”.

Los que nos hemos visto y nos vemos implicados en el angustioso problema de esta violencia desenfrenada, antes criminal común y ahora también política, sabemos lo muy complejo que es y la manera excesivamente simplista en que ha sido y es abordado tanto por el Estado y sus instituciones como por la misma sociedad civil y sus organizaciones. No será excesivo insistir en que hay que tratarlo con una amplia acumulación, sistematización, integración e intercomunicación de los más variados conocimientos, con una detenida, serena y acuciosa planificación libre de prejuicios, de dogmas tanto ideológicos como supuestamente científicos, para concebir y ordenar los medios adecuados al fin de obtener la paz y seguridad que todos hoy y mañana necesitamos.

Alejandro Moreno

El Nacional

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Nota de prensa: “Un grupo de estudiantes (…) fue reprimido a golpes por Polisotillo (Anzoátegui). Siete estudiantes fueron detenidos y liberados luego de varias horas. Uno de los liberados tiene fractura de brazo, pierna y costillas”.

Médicos de varias clínicas coinciden al informarme que han atendido a varios heridos –quince, me dice uno de ellos– en los días de las últimas manifestaciones. La gran mayoría presentan los mismos síntomas: rotura de costillas, brazos y piernas. Parece una pauta de conducta represiva establecida y sistemáticamente ejecutada. Un conocedor de métodos represivos me asegura que eso se hace para impedir que el agredido pueda moverse y por tanto huir. Hay, pues, una violencia represiva conscientemente programada de la que los profesionales de la salud son testigos. ¿Defensa del orden público o más bien otra cosa? ¿Excesos o proyecto intencionado? Deduzca el lector.

Violencia es violencia, común o política que sea. Va mucho más allá del hecho mismo, la víctima y el victimario concretos. Una mirada médica desvela su complejidad. “Como médico –me escribe un amigo– quiero compartir algunas consideraciones sobre el manejo hospitalario de los hechos violentos que me preocupan desde hace varios años. Lo primero es que no hay un protocolo oficial para el manejo de estos casos. Daré algunos ejemplos para explicarme mejor. Si llega un fallecido a la morgue que haya sido víctima de la violencia, se le practica la autopsia de ley y se entrega el cadáver a los familiares. Pero no está prevista ninguna intervención ni asistencia psicosocial a los familiares de la víctima. Si llega un herido por arma de fuego, blanca u objeto contundente, se le opera muy bien, muy probablemente se le salva la vida, pero no se hace de rutina una consulta con el médico forense o toxicología forense, ni se le hace evaluación psiquiátrica o psicológica y tampoco de trabajo social a pesar del enorme trauma por el que termina de pasar esa persona. Para hablar con seriedad del tema, en el ambiente hospitalario debería existir toda una estructura para atender a estos pacientes y sus familiares, para tratar y prevenir las secuelas de la violencia. Además, un buen examen forense de un herido o fallecido, puede determinar si el sujeto disparó o a qué distancia recibió el disparo. El tatuaje de pólvora de un disparo no es el mismo a diez cm de distancia que a un metro o diez mt, tampoco es igual la mancha de sangre y eso debería ser parte de la rutina de un herido, pero no le corresponde hacerlo al cirujano sino al médico forense. También debería ser de rutina el examen toxicológico así como la historia social y la exploración psiquiátrica de cada caso. Pero eso no se hace ni en público ni en privado y es muy importante tanto desde el punto de vista curativo y preventivo como legal. Son ideas sueltas, pero las quiero compartir contigo y tus lectores”.

Los que nos hemos visto y nos vemos implicados en el angustioso problema de esta violencia desenfrenada, antes criminal común y ahora también política, sabemos lo muy complejo que es y la manera excesivamente simplista en que ha sido y es abordado tanto por el Estado y sus instituciones como por la misma sociedad civil y sus organizaciones. No será excesivo insistir en que hay que tratarlo con una amplia acumulación, sistematización, integración e intercomunicación de los más variados conocimientos, con una detenida, serena y acuciosa planificación libre de prejuicios, de dogmas tanto ideológicos como supuestamente científicos, para concebir y ordenar los medios adecuados al fin de obtener la paz y seguridad que todos hoy y mañana necesitamos.

Alejandro Moreno

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