Vivienda: Un tema favorable de campaña
Escribo estas líneas mientras veo lo que ocurre con las invasiones realizadas en la madrugada en el Municipio Chacao. Un grupo de venezolanos claramente vinculados al PSUV procedieron a tomar varios terrenos de esta localidad caraqueña. Fiel a su principio de cambiar todo semánticamente, los medios oficiales denominan a esto como una “ocupación pacífica”, aunque queda perfectamente claro de qué se trata. Todo esto no ocurre por casualidad ni de modo aislado. Las invasiones han ocurrido tan sólo a horas de que Chávez promulgara un decreto con fuerza de ley de “emergencia para viviendas y terrenos urbanos”. Esta es una de principales las aristas de un tema que ha colocado quien dirige el Gobierno en el centro de la discusión: la vivienda.
Aún antes de la calamidad provocada por las lluvias, ya el propio Jefe de Estado había iniciado su ofensiva en este particular: anunció claramente que se tomaba personalmente el tema de la vivienda y que él mismo lo iba a resolver. Paso seguido vimos como se tomaron medidas para afectar desarrollo habitacionales –principalmente destinados a venezolanos de clase media– sobre todo focalizados en el área metropolitana de Caracas. No es de extrañarse que otras situaciones similares hayan acaecido o sucedan pronto en las principales ciudades del país.
El Plan
Como el gobierno nacional actúa casi siempre orquestadamente, desde entonces vemos una campaña televisiva en la que se nos muestra a ciudadanos estafados y se intenta mostrar a una “mafia de constructores”. Aunque es posible que haya elementos verosímiles en esas denuncias, el fin ulterior de estas comunicaciones es por supuesto, legitimar medidas radicales por parte del sector oficial. Después ocurrieron las lluvias y el tema adquirió una nueva dimensión al ser rebasada la capacidad de respuesta gubernamental en los refugios. Chávez conecta los temas y como buen militar, se coloca a la ofensiva: promete cientos de miles de vivienda en este 2.011, pide que se le identifiquen galpones y terrenos baldíos para expropiar y aprueba decretos –con su flamante Ley Habilitante– para hablarle a otro segmento: a los excluidos que no han podido tener acceso a la vivienda.
Hasta acá parece un plan bastante atractivo desde la óptica política.
Ese plan oficial, en mi criterio tiene dos grandes vertientes, tal como si se tratase de una tenaza: 1) por un lado empujar todo el peso del Estado para en lo posible construir algunas viviendas en sitios estratégicos (luego nos referiremos a esto) y por el otro, 2) usar los “caminos oscuros” como lo son las expropiaciones y la promoción de las invasiones para proveer otras viviendas –seguramente más que las primeras– por vías ilegítimas. Es una manera de radicalizarse en un tema en el que a los electores de estratos bajos se les hace una oferta muy clara: “a ti también te puede tocar tu casa, no importa cómo. Lo importante es que te la vamos a dar”. Así que, en el fondo, es un tema electoral en el que Chávez se intenta posicionar favorablemente.
No me extraña que la segunda variante sea la más utilizada. Está en la naturaleza de este gobierno. Pero tiene un gran “pero”: no hay casa para tanta gente, sin que antes se produzca una sólida reacción social por los atropellos.
Un tema de campaña
Sin embargo, es también el propio Presidente quien ayuda a definir muy claramente un tema de la campaña electoral presidencial en ciernes que puede constituirse como una gran vulnerabilidad. Es el riesgo que asume y quizás peca por exceso de confianza. Asumirse como el único responsable de un tema –algo por cierto, muy poco frecuente en él, pues suele desligar los temas gubernamentales de su figura personal– es una vara para ser medido en algo concretísimo y eso en una campaña política, con la historia que ya conocemos, es sumamente peligroso. Ya sabemos que en más de una década es éste el gobierno que menos ha hecho en la materia, pero ahora hay una diferencia muy importante: en el 2.012 sí podrá ser usado claramente en su contra, por supuesto, si se construye un marco favorable.
Perceptualmente, el tema nunca ha sido uno de los fuertes en materia de evaluación de la opinión pública: aunque hace unos años quienes juzgaban su desempeño como positivo (probablemente asociado a lo logrado por la Ley de Política Habitacional), desde hace ya bastante tiempo los venezolanos reprueban lo que hace el gobierno en esta área de política pública. Ahí están las encuestas que reflejan con gran claridad. Todos los intentos que domingo a domingo vemos en un show en el que se presentan casas uruguayas, bielorrusas, chinas o de cualquier otro país, no ha cambiado esta tendencia. Por el contrario, se mantiene incólume: son más quienes piensan que el gobierno hace poco o nada por ayudar a los venezolanos en materia de vivienda. Chávez elige ese terreno para intentar cambiar esa percepción y ahí puede sufrir una gran derrota política.
Construir un marco favorable
Para derrotarlo en esta materia hace falta una fuerza política que entienda primero de qué se trata el juego y que no se quede solamente en condenar las medidas ilegales. Hacer acusaciones sobre los abusos es una obligación, por supuesto, pero no es suficiente. Es en el sutil juego de las percepciones y el de la comunicación política donde es preciso propinarle una derrota clara a Chávez.
Hasta ahora, sólo he podido ver condenas y llamados al respeto de la propiedad privada. De vuelta, estoy de acuerdo con hacer esto, pero hay que ir más allá. ¿Qué propongo? Pues aplicar otra tenaza. ¿Cómo?
Por un lado, aplicar estrictamente una política de contraloría a cada anuncio oficial realizado y verificar sus alcances. Hay que hacer evidente los fracasos e inclusive los anuncios fantasmas que se hacen desde el poder. Esto requiere un proceso inteligente de monitoreo, investigación y obviamente, de comunicación. Es el mismísimo Chávez quien lo ha hecho más fácil: ha hablado de fechas para entregas, pues es preciso demostrar cómo esas promesas se quedaron sólo en eso.
Por otro lado, es necesario proponer, proponer y proponer. No me cansaré de sugerirlo. Las fuerzas alternativas deben presentarle al país su propuesta y visión de cómo resolverá –una vez instalado en el Poder– este acuciante problema. Es el sector opositor quien sí está en la cómoda posición de prometer, pero debe hacerlo de manera inteligente y constructiva. ¿Cuál es y será su política de vivienda? ¿De qué forma contrasta con lo que adelanta el gobierno? Por ejemplo, anunciar un Plan en el que se trazará una gran alianza con el sector privado y bancario sería algo muy interesante y claramente diferenciado de lo que hoy se hace desde Miraflores.
Hay otro punto obvio en esta discusión: ¿Cómo contener las invasiones promovidas desde el poder? Pues la organización social es el único camino, comunidad por comunidad. Si hay algo que está dispuesto a defender el venezolano es su propiedad, lo que desde el día uno se constituye como un claro límite cultural a este trasnochado experimento que se nos propone. Sólo cuando el gobierno siente que hay una fuerza que lo contiene, es cuando desiste –aunque sea temporalmente– de sus propósitos.
Volviendo al argumento principal: si se opera orquestada y organizadamente para desmontar las mentiras y ofrecer un camino distinto, este terreno puede significar para el oficialismo un Waterloo. Ahí está la oportunidad.
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