Viaje al pasado o cómo se sintió una venezolana al hacer mercado en Cúcuta - Runrun
Viaje al pasado o cómo se sintió una venezolana al hacer mercado en Cúcuta

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Para la protagonista de esta historia, atravesar la frontera con Colombia fue toparse con un país similar al que tenía hace algunos años. Runrunes cuenta la jornada de una de las tachirenses que curzó el puente para poder comprar lo que aquí escasea

@loremelendez

Foto principal: @omairalabradorm

Diana Hernández había escuchado el runrun desde el sábado en la mañana: el gobierno reabriría el paso peatonal por la frontera con Colombia durante algunas horas luego de haberla mantenido cerrado por casi 11 meses. Ante el ruido, comenzó a preguntarle a varios uniformados hasta que un guardia nacional le aseguró que la apertura sí se haría. Sería al siguiente día, el domingo bien temprano.

Ante la certeza, la mujer de 27 años se preparó y acordó verse con una prima a las 7 de la mañana en las cercanías del puente Simón Bolívar, al final de la avenida Venezuela de San Antonio del Táchira, donde reside con su familia. La intención era irse a Cúcuta con efectivo -12.000 bolívares en su caso- para cambiarlo a peso y así comprar los productos básicos que lleva meses sin ver en los anaqueles de su pueblo, ni tampoco en los de San Cristóbal, la capital de su estado a donde viaja dos horas semanalmente para ver si puede conseguir algo de comer.

De esas ausencias de productos, Hernández sabe quizás más que muchos. Ella es una víctima directa de las fallas de abastecimiento. La farmacia en donde trabajaba cerró hace tres meses porque casi no tenía medicamentos para vender y porque la clausura de la frontera enfrió todo el comercio. Fueron esas faltas las que la dejaron sin empleo.

Viaje al pasado

Llegado el domingo, se llevó la sorpresa. Para pasar al otro lado tenía que hacer una cola de cuatro cuadras. Allí no sólo estaban su prima y sus vecinos, sino también gente que había viajado desde Rubio, Táriba y hasta de la misma San Cristóbal, gente que quería cruzar con la misma idea de ella.

En esa formación estuvo de pie durante hora y media y hubiese podido tardarse todavía más. Pero los ánimos empezaron a caldearse. Los guardias intentaron calmarlos al explicar que el paso era lento porque en Colombia las autoridades pedían muchos papeles para dejarlos ingresar. Pero nada menos cierto. Al cabo de un rato de quejas, parte de la cola rompió filas y salió corriendo a través del puente. Como las autoridades venezolanas no pusieron resistencia, el resto hizo lo mismo. La masa era incontenible. «Eran demasiados», comenta Hernández, quien pasó con el gentío. Al final, ese domingo, cruzaron 35.000 personas.

Cuando apenas estuvo en suelo colombiano, Hernández cambió su plata y obtuvo 30.000 pesos. Lo hizo en La Parada, el sector de comercios y casuchas que está justo al otro lado del puente. Creyó que era lo mejor hacerlo allí para evitarse colas en Cúcuta y poco después confirmó que así había sido. En el centro de las ciudad, algunas casas de cambio habían cerrado porque ya no tenían pesos. El alud de venezolanos que venía desde el otro lado, arrasó con ellos. Todos habían llegado a hacer compras.

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Foto de @rctvenlinea

«Es impresionante entrar a un supermercado y encontrar de todo. Yo quería en ese momento agarrar de todo, porque uno se queda pensando ‘guaooo, volví a la Venezuela que teníamos hace unos años'», cuenta Hernández, quien visitó tres establecimientos de alimentos: Los Montes, Éxito e Ideal. En el último entraron tantos compradores que, por un momento, las santamarías debieron bajarse para evitar que entraran más personas. Estaba abarrotado.

En los pasillos por donde Hernández caminó deslumbrada, se consiguió gente de su zona, pero también personas que se habían ido a estudiar a San Cristóbal, conocidos que llevaba años sin ver. Con ellos terminó reencontrándose en medio de la emoción que significó estar en un lugar en donde la escasez de su país no existía.

Compró 2 litros de aceite, uno de azúcar, otro de arroz, medio de lentejas, de caraotas negras y de frijol rojo. Cargó también con una panela de azúcar, una bolsa de harina de trigo, otra de harina de maíz; y medio kilo de cuchuco de maíz para hacer sopa. Se gastó casi los 30.000 pesos en su compra y, aunque no adquirió todo lo que tenía en su lista, se sintió contenta porque sí regresó con lo esencial. El resto del dinero le sirvió para pagar el transporte. La travesía, esa especie de viaje al pasado que hizo con sólo curzar un puente, duró seis horas.

«Este fue un día de satisfcción, de alegría. Gracias a Dios que se dieron las cosas y que se pudo comprar algo», apunta Hernández, quien también habla del abastecimiento insuficiente que se sufre en San Antonio, porque la comida que llega la compran unos pocos afortunados que duran días en colas. Señala también que la necesidad de comprar en Cúcuta era imperiosa. Aunque puede conseguir productor «bachaqueados», el costo de los mismos le parece inalcanzable. El aceite, por ejemplo, lo pagó en 1.400 bolívar por litro allá en Cúcuta. Los revendedores que conoce, venden exactamente lo mismo a 2.100 bolívares en su pueblo.

Para alguien que ha hecho viajes en vano a San Cristóbal para hacer mercado, el domingo fue memorable. Con lo que compró alimentará a los suyos por un ratico, al menos hasta que abran otra vez la frontera. La fe la tiene puesta en otro runrun, uno que dice que el puente lo abrirán cada 8 o 15 días para que los pobladores puedan hacer mercado en el país abastecido que está al otro lado.