El Esequibo y el peligro de una ola represiva nacionalista - Runrun
El Esequibo y el peligro de una ola represiva nacionalista
La acumulación de tensiones puede hacer combustión, y una ola represiva de intensidad variable podría desatarse en el oficialismo para hacerse valer ante determinados adversarios, en un país en el cual se tradicionalmente se esgrime de manera deportiva la acusación de traición a la patria

 

La agenda del reclamo sobre el Esequibo, que dormía en el sueño de los justos, ha regresado apuradamente al debate venezolano. La fomenta un gobierno que, si bien esta estable en el poder, atraviesa por un grave declive de popularidad, y, lo que es peor, por primera vez se ha quedado sin argumentos convocantes, sin contenido en torno a sus haberes y horizonte.

La ofensiva sobre el Esequibo, que se ha desarrollado con cierta eficacia, permite a Miraflores convocar a la sociedad nacional más allá de sus zonas de influencia naturales, para ejercer una rectoría en torno a una causa que se supone es sagrada, recuperando, además de un poco de vitaminas populares, algo de autorictas frente al país nacional.

No olvidemos que esta era una administración que, hace escasos tres años, había sido desconocida por una parte importante del país, luego del escamoteo a la Asamblea Nacional, una gravísima deriva caótica en la gobernabilidad y un colapso en los servicios públicos. Ahora tiene, además, la excusa perfecta para convocar al activismo nacionalista a la propia Fuerza Armada Nacional Bolivariana, para colocarlas a gravitar en torno un Nicolas Maduro liderizando la gesta.

Artistas, dueños de televisoras, iglesia, políticos disidentes de oposición, gobernadores en ejercicio, analistas políticos. Todos han sido convocados para invitar a sumarse a la causa. Mientras los poderes del Estado se articulan a la perfección para llenar la cita del referéndum de retórica e intentar dotarlo de contenido, algunos actores opositores se prestan con docilidad a la operación, repitiendo con enorme eficacia las consignas del gobierno, replicando su debate en las redes sociales, obrando en función de sus intereses, siempre afincados en la excusa de que esta es una exigencia en función del alto interés nacional.

Para muchos de ellos nunca ha sido problema el tiempo que el propio estado revolucionario había pasado soslayando el problema de la Guayana Esequiba, muy lejos de su foco de interés, al menos diez años, en los cuales Hugo Chávez era el presidente y Nicolas Maduro su canciller.

El prolongado descuido diplomático de Venezuela en la causa del Esequibo ha tomado de sorpresa a Caracas ahora que Guyana descubre petróleo en las zonas en disputa, convoca a multinacionales a explotarlo y deja sin contenido la operación de PetroCaribe. Caracas sabe que Guayana le lleva terreno en una comparecencia ante la Corte Internacional de Justicia.

Para el chavismo, la convocatoria y el proselitismo sobre el Esequibo será una oportunidad para calibrar la eficacia de algunos mecanismos de apalancamiento de simpatizantes, como el 1por10, evaluar el desempeño de los gobernadores y alcaldes, e intentar reposicionarse en la calle en torno a una causa que no tiene adversarios.

Mientras todo esto sucede, el gobierno de Maduro descarga argumentos para defenderse en un juicio ante la Corte Penal Internacional por Crímenes de Lesa Humanidad, y las opciones políticas de la oposición lucen crecidas frente al inquietante estancamiento del chavismo.

El achicamiento de opciones para el chavismo, su dificultad de poder exhibirse como una opción electoral consistente, cercado por la obra de su propia pluma firmante en Barbados, podría colocar a los mandos revolucionarios en la obligación de estimular una ola nacionalista en la cual se especule políticamente sobre el estudio de todas las opciones con Guayana, siempre invocando la existencia de una conjura imperialista. No tendría nada de raro que una crisis de este tenor escale, y que sea un elemento de intercambio en la esgrima pendiente, aun con la firma de Barbados, con la oposición venezolana y los Estados Unidos en 2024.

La acumulación de tensiones puede hacer combustión, y una ola represiva de intensidad variable podría desatarse en el oficialismo para hacerse valer ante determinados adversarios, en un país en el cual tradicionalmente se esgrime de manera bastante deportiva la acusación de traición a la patria.

A fin de cuentas, no es este un ensayo nuevo: diversas formas de autoritarismo militar en el pasado han invocado con frecuencia el presunto mandato sagrado de la patria, -en ocasiones, agitándolo de más- para monopolizar el escenario político y reconectar con la población. Desde la Guerra del Futbol, entre Honduras y el Salvador, en 1969, hasta la propia Guerra de las Malvinas, en 1982.

Es cierto que el liderazgo de la oposición -María Corina Machado, Leopoldo López, Andrés Velásquez- llevan tiempo con una posición fijada sobre el Esequibo, y rato enrostrándole a los gobiernos de Chávez y Maduro su dispersión en la estrategia diplomática para recuperarlo.

El arrebato nacionalista podría subir de volumen, y un gobierno descoordinado comenzar a cometer locuras juntando argumentos para judicializar incautos. Ojala estemos equivocados.