Aumentaron los robos pero la gente no los denuncia
Aumentaron los robos pero la gente no los denuncia

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La disminución de denuncias de los robos genéricos es producto de la creencia en las víctimas de que acudir a los cuerpos de seguridad no les servirá para nada, afirmó el director de Polimiranda Elisio Guzmán

 

Javier Ignacio Mayorca

@javiermayorca

 

La avenida La Colina es una de esas vías donde la gente ya no se aventura a salir ni muy temprano ni muy tarde. Marbelys, una empleada doméstica, creyó que a la 1:00 pm del lunes 11 de julio podría salir con tranquilidad a pasear a los perros del apartamento donde labora.

Cuando estaba frente al colegio Henry Clay, a pocos metros del edificio, fue sometida por un hombre armado que rápidamente la obligó a subir al inmueble. De nada valió que a esa hora el tránsito fuese intenso en la calle que comunica a las urbanizaciones Guaicay con Vizcaya, en el municipio Baruta. Nadie advirtió que un robo estaba en progreso.

Una vez en el apartamento la mujer fue maniatada. El antisocial solitario cargó una laptop, cuatro tabletas, prendas y algunos euros guardados allí para cualquier contingencia.

Doce horas después, en la urbanización Iberoamericana ubicada en el kilómetro 14 de la vía a El Junquito, una familia vivió su peor pesadilla. Dos antisociales lograron abrir con sigilo la puerta de la vivienda donde las dos víctimas dormían. Cuando despertaron estaban apuntadas por las pistolas. Inútil resistirse.

En este asalto, los antisociales llegaron a pie y huyeron en un Toyota Corolla modelo 2007 atiborrado con los enseres del inmueble. El vehículo también pertenece a las víctimas.

Los robos genéricos se multiplican en todas partes del país. Estos delitos se diferencian de los hurtos en que los perpetradores ejercen métodos violentos contra otras personas para apoderarse de los bienes. En los hurtos, en cambio, prevalece la destreza.

“Ha habido un incremento de la acción delictiva sobre la propiedad y las viviendas”, señaló el consultor y vicepresidente del capítulo Caracas de la Sociedad Americana de Seguridad Industrial (Asis) Alberto Ray.

Indicó que aunque el hurto sigue preponderando los robos se han incrementado.

“Tiende a haber más violencia. Las armas, las joyas y los dólares son los elementos más buscados. Cosas pequeñas. Y las cosas más grandes que tienen un valor de cambio importante son llevados en los vehículos de las propias viviendas”, explicó.

Cifras de la policía judicial conocidas extraoficialmente revelan que durante los primeros tres meses de 2016 fueron denunciados 7.212 robos genéricos en todo el país.

Esto implica que todos los días el cuerpo de investigación recibe ochenta denuncias de este delito. Más de tres cada hora. Los estados donde más denuncias de robos fueron recibidas por la policía judicial en el primer trimestre del año fueron Distrito Capital (790), Carabobo (770), Miranda (703), Aragua (676) y Anzoátegui (509).

Durante ese mismo lapso en 2015 fueron recibidas 7.381 denuncias de robo genérico en Venezuela. Esto pareciera indicar una disminución de la actividad criminal en aproximadamente 2,3% con respecto al año pasado.

Pero hay evidencias de que la estadística no está reflejando adecuadamente lo que ocurre en las calles.

 

Más casos, menos denuncias

 

 

Según Ray, en el país el hampa se apodera de aproximadamente 3.000 teléfonos celulares todos los días. En tres jornadas ya rebasarían el total procesado para todo un trimestre por Cicpc. La cifra se conoce gracias a las solicitudes de desincorporación o bloqueo de líneas formuladas ante las operadoras telefónicas por los propietarios legítimos o usuarios de esos aparatos.

El director de la policía del estado Miranda, comisario general Elisio Guzmán, está convencido junto con Ray de que los robos van en aumento pero la gente no los notifica formalmente.

Explicó que los homicidios en su mayoría están asociados a los delitos contra la propiedad. La gente es atacada cuando se interpone de alguna manera entre el antisocial y su objetivo. Este dato permite entender por qué los crímenes contra las personas aumentaron en la región 6% durante el primer semestre del año.

“Hay más gente robando debido al proceso de empobrecimiento que atraviesa el país, y eso empuja las cifras de homicidios”, señaló.

Sin embargo, como los robos sin muertos ni heridos no son denunciados, las estadísticas oficiales en ese renglón indican de manera errónea una disminución de la actividad criminal. En el caso de Miranda la merma de denuncias fue de 56%.

Las autoridades, por ejemplo, no conocen el caso padecido por Arianna el 6 de junio cuando salía de una panadería en El Bosque.

Crucé sentido oeste por la Av. Libertador. Iba con las bolsas en la mano. Ya en la cuadra de enfrente, y a unos metros del módulo policial de Polichacao, un motorizado se detuvo a mi lado: “Haz como que me conoces, dame las bolsas y el celular. Quédate quieta y no te mato”.

El asaltante guindó las bolsas a los lados del volante de la moto mientras exigía a la mujer que le entregara su celular.

“No iba a averiguar si estaba armado o no. Me robó mis Bs 5.000 en compras de alimentos y mi celular, que aunque no era de última generación, era mi celular. ¿Robar por hambre? Creo que fue más por miseria humana y quitarle en 30 segundos el dinero a los que trabajan duro. Ahora, meteré mis compras en una bolsa opaca, para que no vean qué llevo”, reflexionó.

Arianna no acudió a las policías. Solo se limitó a advertir los embates del hampa en esa zona mediante su cuenta twitter.

Guzmán aseguró que la omisión en la denuncia es común en las víctimas de todo el país. Por eso el ministro de Relaciones Interiores, mayor general Gustavo González, sostiene que los delitos han disminuido en 26%, cuando la realidad indicaría que las autoridades están recibiendo menos reportes.

“Otro factor es que la gente cree que el denunciar no servirá para nada, que perderá su tiempo”, afirmó el jefe policial.

 

Un golpe, varias víctimas

 

Para el director del Observatorio Venezolano de la Violencia, Roberto Briceño León “la situación económica de empobrecimiento ha incorporado a muchos amateurs al hurto y al robo”.

“La comisión de estos delitos no requiere de mayor destreza y organización. El delito depredador ha aumentado la desconfianza y la violencia interpersonal”, advirtió.

Briceño presentó los resultados de un estudio sobre la criminalidad en el transporte público urbano de cinco capitales de estado: San Cristóbal, Cumaná, Distrito Capital, Ciudad Bolívar y Barquisimeto.

Para obtener información se hicieron dinámicas de “grupos focales” en todas estas urbes durante abril y mayo.

Aunque no obtuvo una estadística rigurosa, los entrevistados señalaron que los asaltos al transporte público ocurren “a diario” en todas las líneas que prestan servicio en las cinco capitales. En cada caso, además, el número de víctimas es múltiple.

Una de las conclusiones del trabajo es que la denuncia con respecto a los asaltos ocurre solo cuando hay lesionados o muertos.

“Los choferes sienten que eso no conduce a nada. En general la decisión es no denunciar”, afirmó.

Cuando Briceño presentó este informe, las líneas del suroeste de Caracas estaban en un paro para protestar por el asesinato del conductor Juan José Camacaro.

Camacaro había sido secuestrado. El martes fue hallado su cadáver. Según Briceño han sido tres los profesionales del volante ultimados por el hampa durante la primera mitad de 2016.

En el transporte, en las calles o en las propias viviendas el Venezolano está siendo victimizado por delincuentes que Briceño llama “depredadores”, es decir, que buscan arrasar con lo que encuentren.

 

Intimidad vulnerada

 

Los delitos contra la propiedad, y en especial los robos, tienen múltiples efectos sobre las víctimas. Según Ray, “la gente se siente violada en su intimidad, abusada”.

“Las mujeres generalmente lo reportan como un acto de ultraje contra lo que les pertenece. Además, recuperar lo robado en una realidad como la que vivimos es muy complicado”, explicó.

En el caso del transporte público, se genera una dinámica de desconfianza mutua entre los usuarios y los conductores y de ellos hacia las autoridades que son percibidas como poco diligentes e ineficaces.

La desconfianza, indicó Briceño, se ha extendido hasta las mujeres. En los grupos focales se detectó que ellas también se están incorporando al delito. No importa si están embarazadas o acompañadas por niños.