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Vanessa Senior

Despido de Vanessa Senior refuerza debate sobre censura del gobierno en Venezuela

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Tras presentar un vídeo polémico en  las redes sociales, la comediante y actriz venezolana Vanessa Senior fue despedida el pasado 8 de julio del canal de televisión I, medio en que el laboraba desde hace varios años. Ese mismo día, también se le prohibió presentar su espectáculo en el teatro municipal de Valencia » Vanessadas», programado para el mes de agosto.

A través de su cuenta en Snapchat, la humorista expresó  «Ya no me verán más en el canal. Por supuesto, fui despedida. Me voy con muy buenas relaciones con los empleados, quienes han sido una familia. La conversación fue bastante amena, no podía ser de otra manera, pues no me voy a enemistar con las personas que simplemente están cumpliendo órdenes», dijo.

«Es una falta de respeto para mi público de Valencia pues el Teatro municipal de Valencia ya hasta había cobrado algunas entradas. No me quieren dejar trabajar», publicó en su cuenta.

«Pues yo no hice nada malo. Y si supuestamente este Gobierno apoya el trabajo de los venezolanos conmigo no están dando el mejor ejemplo»,  expresó Senior.

Según la comediante, el canal decidió despedirla afirmando: “Las razones son obvias y ellos reciben ordenes y deben obedecer”.

La humorista y actriz venezolana difundió el pasado 6 de julio un video en las cadenas de farmacias Farmatodo, en donde realizó un reclamo sobre la  posibilidad de adquirir cuatro pastas de dientes. Al escuchar la negativa del personal, Senior protagonizó un altercado que pone en tela de juicio la regulación de los productos básicos en Venezuela, producto de la agudización de la escasez . El vídeo provocó polémicas reacciones entre la bancada opositora y oficialista.

Milagros Socorro: «Esta arbieritrariedad reforza la necesidad de crear canales alternativos»

El 10 de julio, la periodista Milagros Socorro publicó un artículo de opinión en el que califica como «arbitraria»  la decisión de Canal I en despedir a la comediante venezolana y expresó que el video de Senior «expresa la ira que experimentamos todos ante las dificultades de conseguir productos de primera necesidad».

«Tanto lo logró que el gobierno la mandó a sacar de trabajo. Ese también causa indignación . Eso también debe denunciarse. Por los canales que sea. Ya Senior tiene la pauta de su próximo video. Por suerte, nadie será obligado a verlo, ni se financiará con dinero de los contribuyentes. Ni podrá convocar a expropiaciones ni linchamientos. Será como los otros, una voz que ha encontrado un canal que nadie le podrá clausurar y donde nadie podrá botar», cita el texto.

 

Vanessa Senior en Farmatodo por Carolina Jaimes Branger

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Por muchas vías me llegó el video de Vanessa Senior protestando en Farmatodo por no poder comprar cuatro tubos de pasta de dientes en vez de dos.

Todas las veces que me llegó, las personas la apoyaban con comentarios de “así se habla”, “¡qué bien dicho!”, “hacen falta más personas así”, “necesitamos más de esta actitud y no la pasividad y la pusilanimidad que muchos está demostrando”…

Me siento identificada con el fondo de la protesta de Vanessa. Me siento identificada con su rabia. Me siento identificada con su desazón. Es increíble que en un país petrolero hayamos llegado a estos niveles de racionamiento y escasez y que bajemos la cabeza y lo aceptemos como algo normal.  Como ella, creo que hay que quejarse. Aceptar como normal lo que no es normal es una manera de adaptarse al caos. De resignarse. La desesperanza aprendida es lo peor que puede pasarle a un pueblo, porque termina aceptando todo. Y cuando digo “todo”, significa “todo”. Ahí está Corea del Norte donde el monstruo que manda decide hasta los cortes de pelo que les permite a sus mandados. ¿Que no vamos a llegar a eso? ¡Ya hemos llegado –y aceptado- a muchas cosas que jamás pensamos que sucederían en Venezuela

Sin embargo,  no puedo sentirme identificada con la forma de la protesta de Vanessa y menos hacia quienes la dirigió. Ella literalmente apabulló a la cajera y a la encargada del Farmatodo donde estaba, quienes por cierto dieron una muestra de autocontrol y educación dignas de alabar. ¿Acaso son ellas las culpables de la situación? ¡Son empleadas que dignamente ejercían sus funciones! Lo más seguro es que si pudieran, también gritarían a los cuatro vientos la indignación que produce el no poder comprar la cantidad de pastas de dientes que uno quiera, como hacía antes.

No es verdad, Vanessa, que por una caja se pueden pasar cuatro pastas de dientes a la vez. Ya la cadena de farmacias programó los límites que por cada compra tiene derecho cada ciudadano. Porque si no hacen eso, el gobierno puede llegar hasta a expropiarles las tiendas. Ya lo han hecho con otras cadenas y como anti-Midas, a todo lo que le han echado mano lo han vuelto leña. Y encima, han llegado a poner presos a sus directivos como “castigos ejemplarizantes” de lo que solo ellos tienen la culpa.  Claro, tienen que buscar chivos expiatorios.

Vanessa, tal vez a ti te resulte muy fácil decir que “todos debemos protestar” sin ponerte en los zapatos del otro. Quienes dependen de sus sueldos para vivir tienen muy poco margen de queja. Dejar un hogar sin un sueldo es cosa de meditarla más de dos veces. ¿Que es una perversidad del gobierno? ¡Ciertamente lo es! Pero no creo justo acosar a unas empleadas para manifestar la ira y la desazón que produce una situación de la que ellas también son víctimas (y quizás hasta se sintieron identificadas con la queja.

El gobierno ha sido un experto en eso de tratar de anular las protestas. En las empresas donde tienen manipulados a los sindicatos les hacen saber a los obreros que si no se pliegan a sus órdenes, les van a quitar todas las misiones, prebendas y promesas futuras, amén de que se cerciorarán de que quienes no acaten sus decisiones, no vuelvan a emplearse. Es muy cuesta arriba enfrentársele de frente a un régimen que tiene secuestrados todos los poderes y los usa para chantajear.

Pero por fortuna protestar no es solamente armar un escándalo en una tienda y decir todas las groserías que a uno se le pasen por la cabeza. Protestar puede ser, por ejemplo, convencer a algún indeciso de ir a votar. Llevar a votar a unos ancianos que desean hacerlo, pero que no tienen cómo movilizarse. Aprovechar las colas para hacer proselitismo político.

Esa rabia que sientes, Vanessa, te aseguro que la sentimos todos. Redirecciónala hacia los causantes. Si se volvió viral tu protesta en Farmatodo, imagínate el éxito que tendrás si la haces en Miraflores…

 

@cjaimesb

Gonzalo Himiob Jul 05, 2015 | Actualizado hace 9 años
Rabia Por Gonzalo Himiob Santomé

 

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Dos mujeres, completamente distintas la una de la otra, nos movieron el piso esta semana, y lo hicieron desde la rabia. Creo que es importante que nos detengamos un poco en ello.

Vanessa Senior, actriz y humorista venezolana, no pudo más. Estalló y públicamente mostró su descontento, algunos creen que fue solo por no poder comprar cuatro pastas de dientes, pero no, ahí hubo mucho más que eso. Es verdad, se mostró grosera, hiriente, irónica, dejó que fuego y víboras saltarán incontrolables de su boca, la pagó con quienes no debía o, siendo más pragmáticos, con quienes no tenían en ese momento el poder para cambiar las cosas ni son los verdaderos responsables de sus pesares; pero tras la forma de expresión, que puede gustar o no, eso no viene al caso, se intuye un fondo mucho más denso. Detrás de sus duras palabras se intuye un océano de ira contenida en el que, es hora de que lo aceptemos, navegamos desde hace tiempo todos los que vivimos en este país.

Otra mujer, María Lourdes Afiuni, hizo también lo suyo. Rompió su silencio, ora ante el estrado, dejándose grabar en el lance y poniendo durante casi una hora los puntos sobre las íes de su furia contra las que ya han sido, contra ella, las miles de gotas incontenibles que han derramado los mil vasos de su paciencia… y de la nuestra. Su lenguaje, menos procaz que el de Vanessa, pero igualmente directo y sin coloretes, tampoco dejó lugar a duda alguna: Carga en su alma el peso de una rabia infinita con la que (ojalá prestasen atención los que pueden llegar a ser sus destinatarios finales, me refiero a los de su ira y a los de la nuestra como pueblo) no se juega. No solo le han robado su libertad, durante mucho más tiempo que el que sería posible si ya hubiese sido condenada por varios de los delitos por los que la acusan, ahora han tratado de arrebatarle su más íntima dignidad, poniendo su firma y su nombre donde ella jamás los colocó. No lo permitió, sin embargo. La mentira es la misma, lo dejó claro, sea que se diga en Venezuela o en Suiza, lo que pasa es que allá no cierran los ojos antes de mirar.

 

Podrán oponerme que son situaciones distintas, que no puedo comparar a Vanessa con María Lourdes, e incluso alguien podrá hasta sentirse ofendido, creyendo equivocado que al nivelarlas en su arrebato, o mejor dicho, en las causas del mismo, mezclo peras con manzanas. También podría decirse que al ponerlas a las dos juntas en el mismo escenario coloco al mismo nivel a la grosería y al alegato. Pero no es así. Podría en mi descargo zanjar el tema sosteniendo, como lo hago, que no hay peor agresión o peor insulto que el de le negación continua de nuestra esencial humanidad, de nuestros más elementales derechos, que en Venezuela y desde el poder, tal agresión contra todo el que se atreva a oponerse es sistemática y premeditada, y que el que así actúa contra ti, sobre todo cuando lo hace amparado en la más absoluta impunidad, no merece precisamente flores; pero mi tema es el fondo, no la forma. El plato puede ser diferente, uno más digerible que el otro según se vea, pero los ingredientes de que disponen Vanessa y María Lourdes son los mismos. Es esa base común la que las hermana, y lo que es más importante la que las enlaza con todos nosotros, con los demás, porque a mí nadie que viva en esta nación, que dependa de su sueldo, que tenga que hacer piruetas para conseguirle los pañales a su bebé o para conseguir desodorante, o cualquiera que haya sido víctima de algún abuso o de la violencia del poder, me puede negar que más de una vez ha querido alzar la voz como lo hizo Vanessa o plantar la cara ante el oprobio, por cierto soltándole también una que otra y bien merecida palabrota, como lo hizo María Lourdes.

 

La rabia es peligrosa, pero no en todos los casos refleja desórdenes de personalidad. De los tres tipos de ira que distinguen los psicólogos, dos de ellos, los “episódicos” (en contraste con la denominada “ira recurrente”) están directamente vinculados a nuestra necesidad de supervivencia, y en todos existe un elemento común: La percepción de que se está siendo objeto de agresiones o de amenazas. El que expresa su enojo, su rabia, está mandando a los demás un mensaje directo: Se siente amenazado y así lo advierte a sus agresores. La ira, en estos casos, está unida al sentimiento de auto preservación que se activa cuando nos sentimos acorralados, cuando nos sentimos en grave peligro.

¿Quién no teme por su vida, por la de sus hijos, o por su destino, hoy por hoy, en Venezuela? ¿Quién no se siente acorralado y amenazado? ¿Quién no se despierta cada mañana a la espera de la mala nueva del día? ¿Quién no empieza la jornada sin saber si ese día llegará el pan a la mesa o si le tocará en suerte algún encuentro indeseado con el hampa desbordada? Solo unos pocos, muy pocos, y todos sabemos quiénes son. Años de divisiones forzadas, de recelos impuestos, de resentimientos inducidos, de pelea inclemente por la supervivencia, nos han convertido en un pueblo iracundo e irritable

La rabia entonces es, lamentablemente, uno de esos hilos que ahora nos vinculan, sea que la expresemos o no, porque ese es otro tema, y allí falló Vanessa al reclamarle al que le aplaudió que “él tampoco hacía nada”. La ira no es solo estallido, arrebato e insultos, la ira no es solamente reclamo airado, también es silencio, gesto desapercibido, pasividad aparente y hasta indiferencia deliberada. Si un mesonero escupe en la comida que te sirve con una sonrisa en los labios, porque siente que le faltaste el respeto, no lo hace esperando que te des cuenta de su acto. Lo mismo ocurre cuando es al pueblo al que se le ha fallado, sea porque jamás creíste en las mentiras que el poder vendía o porque el “heredero” está demostrando que nunca estuvo a la altura del compromiso asumido. No todos salimos a protestar, no todos escribimos o denunciamos, pero hay muchas formas de rechazar lo que está pasando, y como el pecado, la virtud también se expresa con acciones y con omisiones. La apatía también habla, el silencio también aturde. El que no me lo crea, pregúntele a los que dejaron al PSUV con los crespos hechos en sus primarias, poniendo en evidencia un fracaso electoral de proporciones épicas que ningún discurso ramplón ha podido ocultar.

El reto está convertir la rabia, la de Vanessa, la de María Lourdes, la de todos nosotros, en una fuerza constructiva. Desencadenarla sin más, dejarla rodar sin control ni mesura, puede terminar muy mal. Tampoco le sirve al poder negar su realidad, mostrando en su ceguera su mayor debilidad. No decaer es clave, comprender que la carrera es de resistencia, no de velocidad, es primordial. El monstruo existe y es poderoso, pero no invencible. Allí está el voto, por mencionar solo una forma de lucha pacífica, como herramienta válida para reafirmarnos contra la amenaza y la barbarie y para probarle al mundo, y a nosotros mismos, que somos mucho más que rabia contenida.

 

@HimiobSantome

Jul 02, 2015 | Actualizado hace 9 años
Vanessa Vota por Juan Manuel Raffalli

Votar

 

V[/dropcapanessa protesta, protesta fuerte. Es valiente. Está indignada y con toda razón. No comparto su estilo ni su verbo, pero tiene razón. Cuando el poder limita la vida a la gente común y en especial sus hábitos de consumo, se pierde no solo la calidad de vida sino la libertad plena. El derecho a la reacción, ese que práctica Vanessa y que el constitucionalista clásico Maurice Hauriou denominó el derecho a la rebelión, es consustancial al ser humano, es casi ateniente al derecho natural, es la sociedad misma tomando su cauce y ejerciendo sus derechos.

Sin embrago protestar no basta, lo crucial es la efectividad de la protesta y ello depende de a quién dirigirla y cómo hacerlo. El empleado que despacha en el mostrador no tiene culpa ni decide, solo sigue órdenes internas. El establecimiento comercial tampoco. La Superintendencia de Defensa de los Derechos Socioeconómicos (Sundde), está facultada amplia y abusivamente para incidir en las condiciones de comercialización de los bienes y servicios, es decir para determinar puntualmente mediante un acto administrativo dirigido a la Farmacia, cuántos tubos de pasta de diente puede comparar Vanessa. Pero no hay dudas, la Ley de Precios Justos que le da esa potestad y la forma cómo se ejercen los controles, terminan por vulnerar nuestros derechos constitucionales y por eso Vanessa tiene pleno derecho a protestar, como de alguna manera hago desde estas tribunas mientras estén abiertas y disponibles.

En efecto, la Constitución dispone en su artículo más incumplido que es el 117, que los venezolanos tenemos derecho al acceso constante y permanente a bienes y servicios de calidad y así debe asegurarlo la ley. A no durarlo si eso se cumpliera, Vanessa no estaría por allí celular en mano y gritos en cuello quejándose de lo que se ha convertido el abastecimiento de un hogar en este pobre país petrolero. Pero Vanessa a veces toma otra cara y otro estilo de vida y le da por protestar con un gesto o una acción distinta, digamos que lanzando mangos.

Las encuestas son claras, mucha gente piensa como Vanessa, podríamos decir que ocho de cada diez venezolanos son Vanessa en potencia, solo que no protestan de la misma manera ni tienen las mismas posibilidades o el valor para hacerlo como ella.

Llegamos entonces al tuétano de esta entrega. ¿Cuál es la vía más efectiva, homogénea, contundente y segura para protestar? el voto. Es una conquista de la humanidad votar para elegir y también para protestar. Digamos que el “voto castigo” es un acto pleno de inteligencia civilizada. Lo mejor de todo es que el voto castigo va directo al target, no falla, no golpea a quienes no son responsables del desastre sino a quienes tienen que asumir su responsabilidad política. No causa daños colaterales ni injusticias

Las elecciones parlamentarias nos concitarán en una protesta colectiva puntual y simultánea, pacífica y muy efectiva. Desde una nueva Asamblea Nacional, por ejemplo, se podrá interpelar a los Ministros sobre el desabastecimiento y sobre los controles. Podrán los Diputados opositores preguntar e increpar como lo hace Vanessa, pero no a un dependiente sino directamente a los responsables del desastre económico. Se imaginan a Vanessa en la Asamblea preguntándole al Presidente de la Sundee o al viceministro de la Suprema Felicidad, ¿por qué carajo no puedo comprar cuatro tubos de pasta de dientes? Vota Vanessa. O mucho más efectivo aún, se imaginan crear leyes para la inversión, el progreso y la seguridad jurídica que permitan que P&G o Colgate dupliquen su producción, Vanessa podría comparar tubos y tubos, como antes. Ni hablar de leyes de amnistía para los presos e investigaciones sobre escándalos de corrupción.

Me parece magnífico que Vanessa proteste y que mucha gente lo haga. Pero no podemos olvidar la consigna es  “calle y voto”.  El 6-D todos seremos Vanessa pero detrás del cartón y apretando el botón. El cambio se siente, Vanessa vota.

 

@juanraffalli

El Nacional