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Robar

Quemar, destruir, robar, saquear

VAYA USTED A SABER QUÉ misterioso sino se la instalado a esta gente en el alma para que la ruina del país les genere un pervertido disfrute, una inocultada satisfacción. Son como la mala mujer de la historia del rey Salomón que prefería la muerte del niño antes que entregarlo a su verdadera madre. Se les ha metido en la cabeza que lo que no ha de ser de ellos, no será de nadie, que su apropiación del país es irreversible, que la soberanía popular les pertenece, al punto que poco importan ya las convicciones de su dueño originario, ni su vida, ni su suerte.

Prefieren ver a Venezuela borrada del mapa de las naciones, vuelta desierto y tierra arrasada, antes que propiciar los cambios que la gran mayoría del país reclama con urgencia y en cuyo reclamo se va, literalmente, la vida.

Quemar, destruir, robar, saquear, son las palabras que mejor definen sus acciones. La creatividad e inteligencia que les falta para el buen gobierno, la tienen con creces para darle el rienda suelta a las más diversas maneras de convertir en escombros el destino de millones de seres humanos. No dan puntada sin hilo, distinguen perfectamente aquello que tiene fuerza de símbolo, de lo que no.

Quemaron y saquearon la Escuela de estudios políticos de la UCV, nuestra “casa que vence la sombra”. Pocas veces en nuestra historia, como en estos tiempos, ha estado tan claro cuál es la sombra a vencer. Cuando don Manuel García-Pelayo funda los estudios de ciencia política, lo hace con la finalidad de separar los estudios sobre política del ámbito de lo jurídico, poniendo de manifiesto que hay un terreno fecundo para el estudio de la política más allá de lo normativo. La política como actividad propia del ser humano puede ser estudiada con rigor científico.

Era común en nuestra EEPA (Escuela de estudios políticos y administrativos) la discusión acerca de si nuestros estudios constituían una ciencia, en el estricto sentido de la palabra. Propiciamos sobre el tema debates entre los profesores que queríamos y admirábamos y que tenían posiciones encontradas frente al tema. Viene a la memoria un inolvidable debate entre los profesores Juan Carlos Rey y Pedro Martínez. La comprensión  filosofía política nos persuadía de que la política, sin el concurso de la ética, sin un profundo sentido espiritual de compromiso, servicio, justicia, termina fomentando las peores perversiones. Nos graduamos pensando que el cuadro del buen y mal gobierno de Lorenzetti en Siena, al que el maestro García-Pelayo dedica también alguna reflexión, tenía -como sigue teniendo- plena vigencia.

No es casual pues que se queme la Escuela de estudios políticos y que se saqueen sus espacios. Es la idea de la política lo que se está incendiando en Venezuela desde hace tiempo. Los últimos presidentes de la Federación de centros universitarios han salido de nuestra escuela. Nuestros estudiantes efectivamente saben ganar elecciones y saben hacerlo con convicciones e ideas. Eso -es verdad- los hace peligrosos, no solo a ellos, sino al espacio que los forma.

La destrucción de la educación, en todos los sentidos, la formal y la cívica es una de las peores secuelas que dejará este terrible “huracán revolucionario”. Ya no les basta con ahogar financieramente a las universidades insumisas, es menester incendiar sus espacios, borrar todo vestigio de vida civilizada.

Pobres ignorantes, tan estrechos de miras, tan pobres de espíritu que no saben que lo que queman y destruyen es el futuro de sus propios hijos.

 

@laureanomar

El octavo, no mentirás, por Armando Martini Pietri

EL MANDAMIENTO QUE CIERTOS POLÍTICOS NO CONOCEN, aunque haya sido dictado por el mismo Dios. Que seguramente aprendieron en un caletre de catecismo cuando eran niños –también tuvieron años de inocencia y bondad- pero rápidamente lo dejaron fuera de sus prioridades.

La dificultad se presenta porque también es profundamente humano. Se puede ser más o menos, comprensivo con el tan vituperado sexto del decálogo, no fornicarás, ¡es tan humano enamorarse, excitarse, estimularse, pensar en sexo y hasta dejarse arrastrar por él! Cercano está ese precepto u orden superior, originalmente expresado de manera machista como era hace miles de años, “no desearás la mujer de tu prójimo” pero hoy habría que agregar “ni el hombre de tu prójima” o, dada la libertad al punto que algunas iglesias y legislaciones aceptan como legítimas las parejas de un mismo género, habría quizás que transformar el mandamiento en algo como “no desearás la pareja de tu prójimo”.

Mujeres y hombres pierden fe, no en Dios, sino en que realmente exista, y se conocen algunos, aunque es de precisar que más de uno de ellos no es el Ser Supremo en quien no cree, sino en las diversas formas de interpretarlo. Y si no cree en Dios o en ninguna de las maneras de concebirlo, se entiende que no vaya a misa o al encuentro religioso semanal. Y tampoco, puede esperarse que se considere lo de “no usarás el nombre de Dios en vano” si no se considera aceptarlo como cierto aun sin pruebas irrefutables; no hay mucho que discutir sobre el asunto.

Hay mandamientos de origen divino que son profunda e íntimamente humanos, como “no matarás” o “no robarás”, o el de respetar a los padres, que, entre nosotros, reconozcámoslo, suele ser más hábito y buena costumbre que falla; no porque los venezolanos sean los mejores hijos del mundo, pero tampoco son los peores y, en general, al menos hay respeto general al anciano.

Robar es despojar de lo propio y ofende a Dios, pero aún más a los seres humanos, y no se trata sólo de la corrupción, que es un pecado generalizado, sino del hurto de todos los días, del atraco y arrebató, entrar silenciosos a casas y negocios a llevarse lo que no les pertenece. Es un pecado tan viejo como la humanidad, casi tanto como matar, ese “no matarás” que violó el mismo primer nieto de Dios, hijo de Adán, el Caín que mató a Abel.

Asaltar degrada al que roba y humilla al robado, pocos insultos más fuertes que “ladrón”, aunque tenga que ver con la pobreza y demás excusas, el ladrón es corrompido y corruptor, sea ratero de insignificancias o contratista de obras gubernamentales. Y el homicida, el asesino, quita algo aún más grande e irremplazable, la vida, presente y futuro. Dentro de matar están delitos colaterales, como encarcelar sin motivos legales, y por pensamientos diferentes, torturar, maltratar.

Hay un mandamiento que cualquiera puede cometer, pero que se ha hecho una especie de hábito automático, un vicio, una perversidad tan consuetudinaria que quienes pecan en su contra ni siquiera lo razonan, llegan al máximo de la indignidad, que es considerar la falta como acción natural, propia, incluso necesaria.

Prometer acciones para complacer a los ciudadanos sólo por ser habitantes de un país es mentir; pronunciar y difundir discursos ofreciendo felicidades, éxitos, beneficios que no se podrán cumplir, es mentir; platicar pensando primero en los intereses del dialogante, su grupo de acción y dialogar con esos intereses como guía y objetivo, es mentir no importa lo que se consiga. Asegurar triunfos que no se han conseguido y negar fracasos que han abrumado, es mentir, lanzar criptomonedas sin verdadero soporte, devaluar sin cambiar las normas de la economía, inventar nombres para la moneda buscando disimular su debilidad, ignorar la hiperinflación, escasez, carencia de medicinas alimentos y crisis humanitaria, es mentir; pactar con regímenes anti democráticos e injustos que esclavizan a sus pueblos, como Corea del Norte y Cuba, o que los engañan y arruinan como los nuevos de México y España o la tiranía orteguista en Nicaragua, es mentir descaradamente y con agravantes, como han sido mentiras todas las promesas, alardes, delirios e ignorancias de Chávez, Maduro y cortesanos militares, civiles conjuntamente con nobles contrarios.

Pero también es mentir lo que han hecho la mayoría de los políticos de los partidos venezolanos al menos desde la década de los 70s del siglo pasado -poniendo fechas sin entrar en prolongaciones históricas-, insistiendo que somos felices ciudadanos, habitantes y propietarios de un país cuantioso, donde el Estado administra la presunta riqueza repartiendo un poco a cada uno, lo cual ha sido permanentemente falso; vendiéndonos la democracia como un sistema en el cual todos tienen derechos mientras el mismo administrador gubernamental ha sido incapaz de distribuir agua potable, electricidad, gas doméstico, medicinas, despensas básicas, seguridad personal, pulcritud en el tesoro público nacional, estadal, municipal, y encima dando preferencia a esa nefasta figura del “compañero de partido” y “mi pana”, además de las corruptas complicidades familiares.

El desastre venezolano además del chavismo/castrismo/madurismo, es la serie de mentiras que lo llevaron al poder, y lo sostienen allí.

 

@ArmandoMartini