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¡Dejemos la corredera, vamos bien! Por Orlando Viera-Blanco

Lo primero es enlistar los errores políticos que nos condujeron a este pandemónium. El primero (1992) cuando se le permitió a Hugo Chávez celebro-debutar con su por ahora en cadena

Han sido tortuosos 20 años del deterioro criminal que jamás experimentó sociedad alguna en Latinoamérica. Hemos tenido etapas más violentas como guerras civiles, dictaduras o guerrillas urbanas. Pero nunca la hambruna, el éxodo y la fechoría que alcanzamos hoy ¿Por qué?

Nuestras razones erróneas

Lo primero es enlistar los errores políticos que nos condujeron a este pandemónium. El primero (1992) cuando se le permitió a Hugo Chávez celebro-debutar con su por ahora en cadena de radio y televisión. Un país minado por la antipolítica y clientelismo pronto convirtió a Hugo Chávez en el nuevo mesías. El segundo otro gran error: La conjura contra Pérez desde los sillones de los notables… El tercer gazapo: el sobreseimiento de Rafael Caldera (1994) a HCHF, lo cual habilitó a Chávez para fuese candidato a la PDR en 1997… Una coalición entre Enrique Salas y el resto de los partidos, catapultó -ayudadito por los medios, intelectuales y empresarios- al “Tenientazo-Coronelote” de Sabaneta. Una historia acicalada por estas calles, el gendarme necesario y la obra de Carlos Rangel, Del buen salvaje al buen revolucionario, ilustró una épica caliche. Simpatías ingenuas y malsanas por doquier. Nacía un aprendiz de sable y caudillo que se autoproclamó bolivariano-revolucionario. ¡Hasta Olavarría le creyó…!

El golpista se hizo Presidente. La otrora CSJ le concedió el llamado a Constituyente (inexistente en la Constitución de 1961). ¿La otra seguidilla de infortunios?: El Kino electoral que eligió la Asamblea Constituyente; llamar a plebiscito [no previsto]; desmantelamiento del Estado; relanzamiento de una macrocomuna a la medida de Chávez; conversión de las FFAA en un brazo político; decreto de “emergencia económica” que habilitó más de 40 leyes ilegítimas; inicio de la cubanización y del apoderamiento del botín: Pdvsa. ¿Más? Llamar a un paro nacional inmolador sin reserva militar y política (2002); el golpe de estado del 11A/2002 donde Carmona se precipita y disuelve los “Poderes Públicos” y la clase política lo deja solo. ¿Común denominador de las pifias?: El síndrome de nuestra cultura política: “la cabra que salta pal’ monte… (Dixit Ruth Capriles). Eso no es conmigo, ese no es mi p…

En 2005 fuimos a un RR tolerando en nuestras narices un andamiaje electoral defraudatorio. Debutaba Smartmatic. “Minutos” más tarde, regalamos la AN… En 2006 Manuel Rosales es “elegido” como candidato presidencial de la oposición. Sólo un 40% de las máquinas se vigilaron [La cabra que salta…]. Era natural: Un candidato impuesto de arriba hacia abajo no contó con la lealtad de la militancia. En 2009-desunidos-Chávez mete de contrabando la reelección presidencial. Y en 2012 -enfermo y terminal- impone a Nicolás Maduro. Todo ocurre, mansamente…

Ganar y no cobrar

Capriles gana las elecciones de Abril 2013. Pero arruga (Confesión de parte). En 2014 Leopoldo López comete otro error: Le cree a Cabello, se entrega y jura que el pueblo le sacará de la cárcel. La salida se convierte en un salto caótico a la anarquía, la confusión y la fragmentación del liderazgo. Se pisa el peine del diálogo con elevadísimas expectativas de un desenlace pacífico, democrático y constitucional. Se desmorona la protesta. Surge la MUD. Emerge el consenso táctico. Gracias a una agenda cohesionada se logran 112 escaños en la AN (2016).

Instalada la nueva AN comienzan los saboteos internos que impiden la eficacia en la toma de decisiones. Nos doblamos y nos partimos. Temprano llegan las sentencias del TSJ de Maduro anulando curules, el poder de censura de la AN y la Ley de Amnistía. Se decreta el abandono de cargo de Maduro y la designación de nuevos Magistrados del TSJ. Es tarde. Estalla la protesta de 2017 reeditando el formato de descoordinación y desconexión con las masas populares 2014. Vamos a un referéndum ciudadano el 16 de Julio 2017 [sin músculo ejecutorio] y de pronto, el bombazo: Una Asamblea Nacional Constituyente agarra a todos fuera de base. La convocatoria electoral nos divide. Nadie sabe cómo tragar ninguno de los dos caminos. Ni papeletas ni 350. Todos a la lona (puff!)…como condoritos…

Unidad, prudencia y outsider

Llegamos a 2019 fracturados, divididos e invadidos de un radicalismo normativo en una oposición que pasa del realpolitic. Expira el término de Maduro. Surge la tesis de la usurpación de poder. Nadie apostaba que un joven político imprevisible, modesto y disciplinado inspirara nuevamente a la gente. Los “tartufos” no se hicieron esperar: ¡Que se juramente y se ponga la banda! Y el muchacho les contestó con humildad: “Ya va, bájale dos, no puedo solo…”. Sencillo. Suave. Suficiente para que reemergiera la luz, la emoción, la confianza.

Los errores cometidos son previsibles: Desagregación, divisionismo, presidencialismo, prepotencia, inmediatismo e improvisación. Es tiempo de unidad, patriotismo, humildad, disciplina y planificación. La justicia se aplicará al restituir la república. No al revés. Los Cabildos Abiertos son maravillosos. Nacionales, locales, no capitalinos. Hay que surfear la ola con el pueblo. Eso es la política. “Defensiva en la ausencia, ofensiva en la abundancia”. La soberbia es mala consejera, y la única forma que la cabra no salte otra vez pal’ monte, es dejando la corredera… Falta poco. ¡Vamos bien!

 

@ovierablanco

Decálogo del Perdedor por Antonio José Monagas

Ajedrez

 

Un sabio proverbio sagrado, reza así: “El que guarde su boca y su lengua, su alma guarda sus angustias”. Su lectura incita a tener la prudencia y la discreción como recursos de virtud con los cuales el hombre, sometido a los trajines de la vida, puede evitar sucumbir a los embates que lo acosan y fustigan. Pero en política, no se observa tal cuidado. Y de hacerlo, es meramente casual o alevosamente intencionado. Las ofensas van de la mano con humillaciones hasta llegar al punto donde resultan quebrados los esfuerzos por impedir que despunten como justificativos de cualquier exabrupto. En todo caso, es ese el momento donde se contraponen realidades y expectativas. A pesar de los intentos por aferrarse a valores de respeto y tolerancia pues sólo quedan en eso: simples intentos.

Estas situaciones se hacen más crudas, cuando se vive en medio de prácticas políticas que sólo rinden pleitesía a la impunidad de la cual se engancha el autoritarismo. Éste sirve de guión a esquemas ideológicos que buscan arrimarse a objetivos cuya confusa proyección, hace adosarlos a propuestas egoístas, sectarias y sañudas. Así sucede, precisamente, porque se exasperan las condiciones que preceden y presiden las crisis que agobian a colectivos, sociedades y naciones por completo. O sea, fungen como barricadas contra la razón, la libertad y la democracia.

El problema representado por las controversias de un gobierno déspota, se traduce en decisiones desmandadas que sólo tienen como propósito establecer vías de imposición a sus objetivos. Mejor dicho, a las majaderías inspiradas en el absurdo culto no sólo a personalidades. También a vetustos esquemas de poder, pues de su aplicación depende el modo de asfixiar política y moralmente a quienes se resisten a tales intimidaciones. Es exactamente el problema que atosiga a Venezuela como resultado de una práctica política basada en postulados económicos, políticos y sociales desquiciados por obsoletos y desarraigados por inconsistentes.

El alto gobierno venezolano, está empeñado en continuar trazando líneas de acción que sólo tienden a acentuar la crisis de Estado que repuntó a través de la caída de los precios del petróleo. Particularmente, a consecuencia de la obstinación que caracteriza el estilo de gobierno seguido. Estilo éste avivado, también, por la obcecación, el resentimiento y la codicia de poder.

Justamente, advertir tan atrafagado modo de pretender ordenar el funcionamiento del país, tanto como alcanzar un nivel de gobernanza acorde con el objetivo de salir adelante entre las dificultades propias del desarrollo, hace inferir que, para ello, el régimen contó con un libreto que pautó las medidas necesarias y suficientes para subvertir y desarreglar el sistema democrático establecido constitucionalmente.

En otras palabras, el alto gobierno siguió la ruta trazada por premisas dirigidas, no precisamente a restablecer el orden constitucional pautado de cara a garantizar la preeminencia de un Estado democrático y social de Justicia y de Derecho. Nada de eso. Por lo contrario. La idea giró siempre, y aún sigue girando, alrededor del concepto político (mal definido) de “revolución”. Es decir, de todo aquello planteado en torno a proposiciones dirigidas a sembrar los mayores problemas posibles. De esa forma, Venezuela se convirtió en escenario cuyos protagonistas no fueron ni el pueblo, ni la soberanía, ni la integridad territorial. Tampoco, la autodeterminación nacional. Mucho menos, la independencia, la autonomía, la libertad, los derechos humanos o el pluralismo político. Valores éstos adosados al respeto, la ética, la ciudadanía y la moralidad.

Por lo que pareciera inferirse del significado aducido de “revolución”, el alto gobierno prefirió acometer acciones que incitaran la descomposición de la institucionalidad democrática mediante la exacerbación de la burocratización, la institucionalización de la impunidad, la oficialización del abuso como criterio y praxis de gobierno y el establecimiento de una mayor ineficiencia y mejor ineficacia. Y en fin, todo lo que ordena la normativa del hombre mediocre que bien puede alcanzar al fracasado toda vez que se reconoce asimismo mucho antes de quedar atrapado en el lodazal del infortunio. De hecho, su actitud se apega al decálogo que dicta postulados invitándolo a mantenerse testarudo ante ideas distintas de la suya. Postulados estos que lo llaman a actuar con desaforo, tanto como a comportarse con altanería a fin de hacerse pasar por el más preparado para la siguiente confrontación de la cual sabe que saldrá nuevamente derrotado. Que entienda la necesidad de asumir actitudes groseras que manifiesten indisposición para colaborar o ceder ante otra causa que difiera de la propia. Que a sabiendas de sus ineptitudes, se empeñe en tomar decisiones que de seguro serán contraproducentes. Que emprenda acciones cargadas de resentimiento, odio y sed de venganza. Estos son algunos de los criterios que sigue el politiquero para superponerse a las circunstancias y salir revolcado. Son pues razones que justifican los desastres que se dan toda vez que quien los infunde se ciñen al perverso Decálogo del Perdedor.

@ajmonagas