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Laureano Márquez P. Abr 02, 2019 | Actualizado hace 1 mes
La salida pragmática

QUIEN SUSCRIBE NO ES ES PRAGMÁTICO. Es decir, no creo que la verdad de todos los postulados dependan de su utilidad práctica. Creo en la validez de ciertas verdades y de principios éticos y morales.

Ahora bien, dado que nuestra patria vive una tragedia de dimensiones colosales y si esta gente permanece en el poder quedaremos como Cartago (“que con fuego y con sal borró el latino”), me atrevo a proponer una salida pragmática urgente, de nulo fundamento ético y moral (advierto, puede detener su lectura aquí). A esta gente no es que  hay que facilitarles la salida, más aún, hay que hacérselas atractiva. En tal sentido propongo:

1- Acordar un sueldo vitalicio en dólares para la alta nomenclatura del régimen, de acuerdo a su estatus y nivel (o desnivel, como quieran verlo). El que quiera puede ir a Cuba o Rusia a vivir, pero si se sienten inseguros allí o quieren permanecer en el país, pueden quedarse en una urbanización especialmente designada sólo para ellos, donde no haya vecinos que hagan escraches, con parques y supermercados de productos importados con subsidios, escuelas privadas bilingues para sus hijos, etc. Dicha urbanización contará con vigilancia para su protección y todos los servicios, planta eléctrica para ahorrarles las penurias eléctricas que ellos mismos han producido. Garantía absoluta de que todos los fondos sustraídos a la nación permanecerán en su poder, de que nada les será confiscado.

2- A los miembros de los colectivos se le entregarán 100 mil dólares por cada arma devuelta y se garantizará para siempre su caja CLAP.

3- A los cubanos, rusos y chinos, plenos respeto a los derechos adquiridos sobre nuestra soberanía: a los chinos les interesa fundamentalmente cobrar, pues garantía de que se les pagará hasta el último céntimo. A los cubanos la seguridad  de que el suministro gratuito de petróleo continuará sine die e incluso en mejores condiciones, porque si se recupera la industria petrolera podría hasta mejorar. A los rusos sociedad en la explotación del oro con el Estado venezolano, con la única condición de que no asesinen a nuestra población autóctona. Negociar con ellos la progresiva salida de sus tropas en el país. Del G2 cubano, quedaría el mínimo personal indispensable para la defensa de sus intereses en el país.

4- A los militares: garantías de que todo lo sustraído permanecerá  en sus manos, sus propiedades intactas, haciendas, ganado, esposas catiras y todas esas cosas que a ellos les gustan. Un acuerdo con la institución armada para el progresivo desmantelamiento del negocio del narcotráfico y facilidades para el lavado y legalización de capitales. Se les asegurará un par de años más de impunidad en esa materia, una suerte de transición a una vida legal en la que todas sus marramucias del pasado quedarán condonadas (del verbo condonar, perdonar una pena o deuda).

Sé que después de esta propuesta, mis convicciones morales quedarán en entredicho ante los lectores. Pueden que algunos encuentren descabellada, maquiavélica, la propuesta e incluso me odien por este escrito, pero les digo algo de corazón: lo que acaban de leer constituiría para el chavismo una verdadera salida y para Venezuela, el mejor negocio de toda su historia.

 

@laureanomar

Derechos sin revés: La paz es un valor, un principio y un objetivo

 

La paz no sólo es la ausencia de conflictos. Tampoco es una abstracción. La paz es un derecho humano del que todas las personas, grupos y pueblos son titulares. Todos tienen derecho a vivir en paz, a una paz justa, sostenible y duradera, según lo proclama la Unesco.

La paz es un concepto amplio y positivo que abarca el derecho a ser educado en y para la paz; el derecho a la seguridad humana y a vivir en un entorno seguro y sano; el derecho al desarrollo y a un medio ambiente sostenible; el derecho a la desobediencia civil y a la objeción de conciencia frente a actividades que supongan amenazas contra la paz; el derecho a la resistencia contra la opresión de los regímenes que violan los derechos humanos; el derecho a exigir a todos los Estados un desarme general y completo; las libertades de pensamiento, opinión, expresión, conciencia y religión; el derecho al refugio; el derecho a emigrar y participar en los asuntos públicos del Estado en el que se resida; y el derecho a la justicia, a la verdad y a la reparación efectiva que asiste a las víctimas de violaciones de los derechos humanos.

El profesor de Derecho Internacional y expresidente de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, Héctor Gros Espiell (2005), en El derecho humano a la paz, señala que la paz también es una aspiración universal fundada en una idea común a todos los miembros de la especie humana. Es un valor, un principio y un objetivo que anida en la mente y en el corazón de todos los seres humanos.

En realidad, la cultura de paz trasciende los límites de los conflictos armados para hacerse extensiva en todos los espacios posibles: las escuelas y los lugares de trabajo del mundo entero, los parlamentos y las salas de prensa, las familias y los lugares de recreación.

Naciones Unidas también ha establecido que convivir en paz consiste en aceptar las diferencias y tener la capacidad de escuchar, reconocer, respetar y apreciar a los demás, así como vivir de forma pacífica y unida. Es un proceso positivo, dinámico y participativo en que se promueva el diálogo y se solucionen los conflictos en un espíritu de entendimiento y cooperación mutuos.

En efecto, la Asamblea General, al reconocer la necesidad de eliminar todas las formas de discriminación e intolerancia, en su resolución 72/130, declaró el 16 de mayo como el Día Internacional de la Convivencia en Paz, y enfatizó la importante función de la sociedad civil, incluidos el mundo académico y los grupos de voluntarios, en el fomento del diálogo entre religiones y culturas.

La Declaración del Milenio establece la importancia de propiciar sociedades pacíficas, justas e inclusivas que estén libres del temor y la violencia. No puede haber desarrollo sostenible sin paz, ni paz sin desarrollo sostenible, sostiene la ONU.

De acuerdo con la Unesco, la paz, el desarrollo y la democracia forman un triángulo interactivo. Los tres se requieren mutuamente. Sin democracia no hay desarrollo duradero: las disparidades se hacen insostenibles y se desemboca en la imposición y el dominio.

Además, la paz, en alianza con los derechos humanos, no podrá hacerse eco de discriminaciones, ni proponer nuevas formas de exclusión. No puede haber ganadores ni perdedores. Promueve la inclusión dentro de la sociedad y la reparación a las víctimas.  

Los derechos humanos y la paz son una convocatoria a pensar, hablar e idear formas más armónicas de convivencia y en ese ejercicio de imaginar sociedades más justas surge la cultura de la paz y su estrecha relación con los derechos humanos porque cuando se promueve la comprensión, el respeto y la solidaridad, en realidad se propicia el logro de una convivencia más justa, libre y respetuosa de la dignidad humana.

Todo eso depende de una tarea compleja que requiere el compromiso de las autoridades y el  apoyo de todos para generar cambios estructurales que faciliten la convivencia, el arreglo pacífico de los conflictos, el respeto y el entendimiento mutuo, la promoción de la democracia, la plena vigencia de los derechos humanos y las libertades, la construcción del diálogo, la negociación, la búsqueda de consenso, la promoción del desarrollo económico y social, la eliminación de toda forma de discriminación, entre otras muchas acciones.

La paz también persigue eliminar todas las manifestaciones de racismo, xenofobia, marginación, discriminación e intolerancia. Implica fortalecer la educación para la democracia, la responsabilidad cívica, el pensamiento crítico, la tolerancia y la solución no violenta de los conflictos.