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Multinacionales reducen cartera de productos en Venezuela por si tienen que partir

LA GIGANTE DE PRODUCTOS DE CONSUMO MASIVO Unilever comercializa en todo el mundo desde mayonesa hasta artículos de limpieza. Pero en Venezuela sólo vende helados.

En su planta cercana a la ciudad de Valencia, alguna vez la capital industrial del país, Unilever produjo en julio un 5 por ciento del volumen de helado que elaboraba mensualmente el año pasado bajo la marca Tío Rico, dijeron un trabajador y dos fuentes del sector empresarial conocedoras del negocio.

“Hasta el 2017 se sacaban unos 800 listones de helado mensual. Ahora en el 2018, no se sacan más de 40 listones al mes”, comentó el empleado bajo condición de anonimato por temor a represalias, aclarando que un listón equivale a mil litros.

En visitas recientes a las dos fábricas que aún producen helado Tío Rico, una de ellas bajo contrato con Unilever, se observaron pocas señales de trabajadores o camiones partiendo con mercancía.

Como Unilever, otras compañías globales multimarcas también están reduciendo al mínimo su oferta en una nación que sufre una recesión con hiperinflación, y aceleran los planes y estrategias para facilitar un posible cierre, coincidieron media docena de fuentes, entre hombres de negocios y consultores.

Unilever, que años atrás producía localmente pasta dental o y jabón, dijo que su producción sigue “en línea con lo que el actual mercado demanda”, que está enfocada en fortalecer la división de helados y “reafirman su permanencia en el país”.

Hoy en Venezuela el sueldo mínimo de menos de un dólar no alcanza para comprar un pote de helado Tío Rico de 920 gramos.

Con la orden del presidente venezolano Nicolás Maduro de subir 60 veces el salario mínimo en septiembre y pagar mayores impuestos, el escenario se ha complicado aún más para el sector privado. Muchas empresas analizan, según las fuentes, si absorber el costo de las medidas o bajar las cortinas.

“Las compañías transnacionales no están metiendo plata en Venezuela, las que se quedan es porque han logrado encontrar equilibrios de ingeniería financiera para sostenerse y surfear”, dijo Luis Vicente León, un economista que asesora a grandes empresas y dirige la firma local Datanálisis.

“Pero si las desequilibras de manera severa lo más probable es que veas mayores empresas saliendo del mercado”, agregó.

Las severas restricciones para importar materia prima y las tensiones cada vez más fuertes con un gobierno que sigue regulando precios bajo una inflación que el FMI calcula será del millón por ciento este año, empujaron a gigantes globales a dejar de vender en el país decenas de marcas famosas y mantenerse casi paralizadas por si tienen que partir.

Ford desde julio optó por producir un único modelo de camioneta en su planta local, denunció Eliécer Cohen, un representante sindical que teme el cierre definitivo, mientras muchos trabajadores que ensamblaban otros vehículos y camiones se mantienen en sus casas con un salario básico.

En 2016, esa planta ensamblaba media docena de modelos.

Ford confirmó que este año vienen produciendo solo la camioneta Explorer para “adaptarse a las condiciones locales” y enfrentar la “disminución significativa” de la demanda. Pero dijeron no tener planes de abandonar el país.

«Como en un congelador»

A pesar de que empresas extranjeras en el último año han estado achicando su operación a niveles récord, siguen con las puertas abiertas para no perder permisos y licencias difíciles de tramitar, dijo Juan Rafalli, asesor de grandes compañías.

“Lo que hacen es reducirse (…), quedarse como en un congelador”, sostuvo el abogado.

La unidad local de Johnson & Johnson, que fabrica productos de cuidado personal, lleva más de un año elaborando sólo protectores diarios en el país, después de dejar de producir de hisopos y toallas sanitarias por falta de materia prima, dijo un sindicalista bajo anonimato.

La empresa no respondió a una solicitud de información.

Las multinacionales luchan para vender productos a clientes empobrecidos por el ritmo galopante de los precios, que amenaza con acelerarse con la reciente devaluación del 96 por ciento del bolívar y la esperada alza de la gasolina más barata del mundo.

El Gobierno no ofrece cifras de inflación ni menciona el fenómeno e insiste en discutir de forma privada con las empresas la fijación de precios bajo férreos mecanismos de controles que tiene desde hace años, indican las fuentes del sector privado.

Las únicas opciones son enfocarse en el 26 por ciento de los venezolanos que aún tiene poder de compra porque tiene ingresos en dólares, o tirar la toalla, según Datanálisis.

Maduro acusa a las multinacionales de participar en una “guerra económica” contra su gobierno y, al anunciar las primeras medidas de un nuevo plan económico a mediados de agosto, solo prometió dar ayuda a las pequeñas y medianas empresas para pagar sueldos por 90 días.

Discreta huida

Tres días antes de cesar sus operaciones en Venezuela en mayo, la compañía Kellogg producía solo tres de sus marcas de cereales y al cierre contaba con materia prima para cubrir algunas semanas más de producción, dijo uno de sus trabajadores.

Varios de sus gerentes fueron sorprendidos como la mayoría de la nómina con la decisión corporativa cuando llegaron a la planta y las puertas estaban cerradas con candado. El Gobierno tomó las instalaciones amparado en leyes locales y la empresa dijo que evaluaría acciones legales contra esa decisión.

Las empresas tratan de mantener sus planes sobre el cierre de sus operaciones estrictamente confidenciales y suelen dar poco o ningún aviso a sus empleados y proveedores para evitar maniobras del Gobierno, según dijeron cuatro fuentes, entre hombres de negocios y asesores.

Cuando Clorox Co y Kimberly Clark Corp partieron de Venezuela, sus directivos ya se habían ido del país, según fuentes sindicales.

La noticia de la salida de Kellogg agitó temores entre los empleados de firmas extranjeras que operan con mínima materia prima, la que alcanzan a comprar con sus ingresos locales luego que a muchas las casas matrices dejaron de financiarlas.

Kellogg era uno de los mayores clientes de Smurfit Kappa, que elabora empaques de cartón. En una de sus fábricas, Smurfit Kappa ordenó en julio vacaciones colectivas, una medida que tomó por sorpresa a 173 trabajadores.

Después de esa decisión, el Gobierno tomó la planta con militares en agosto. Ordenó reactivar la producción y bajar los precios, según el sindicalista Rafael Rangel. Dos gerentes fueron detenidos y la empresa refutó la acusación del Gobierno de haber subido sus precios un 2.300 por ciento.

El lunes, cerca de un centenar de trabajadores protestaron frente a la planta del fabricante de neumáticos Pirelli, después de haber llegado a trabajar y encontrarse con las puertas cerradas con candado, como ocurrió con Kellogg. Tres días después la planta acordó con empleados abrir la puerta, aunque sin materia prima para trabajar.

Hace unos tres años, Kraft delegó en 2015 a una empresa local la producción de apenas cuatro de sus marcas que se siguen elaborando de forma intermitente en Venezuela bajo una licencia, según confirmó la multinacional Mondelez Internacional.

“Esa es otra forma de huir”, dijo un asesor del sector privado.

Unilever buscó un apoyo parecido durante seis años encargando parte de la producción a la fabricante local de helados La Argentina, pero el contrato lo terminó hace más de un año según uno de los dueños de esa empresa, Víctor Salas. Solo una pequeña planta en Barquisimeto elabora sus helados de fruta.

En la antigua planta de Kraft en Valencia la compañía en algunos momentos ha producido solo los jugos Tang este año, dijo un miembro del sindicato que pidió reservar su nombre.

“Mondelez Venezuela continúa la producción de su portafolio basado en la materia prima disponible”, dijo en un correo una de las compañías más grandes de bocadillos y golosinas del mundo.

En modo zombi: multinacionales trabajan a medias en Venezuela

Ford

Celso Núñez, un empleado de la planta de Ford en Venezuela desde hace 21 años, esperó diez meses un llamado para volver a la ensambladora donde armaba camiones de carga.

La convocatoria para trabajar unos días llegó en septiembre pero en el ínterin, y percibiendo sólo 50.000 bolívares semanales (unos 2 dólares a la tasa del mercado paralelo), hizo mudanzas con su desgastada camioneta del 2011 en la ciudad industrial de Valencia e intentó revender materiales de construcción para llegar a fin de mes.

Como él, miles de empleados de transnacionales como Fiat Chrysler (FCA) o Nestlé en Venezuela esperan meses y hasta años por la reactivación de decenas de fábricas que parecen muertos vivientes: detenidas o trabajando al mínimo por falta de materia prima, en medio de la profunda escasez y recesión económica que sufre el país petrolero.

Así, unas 150 multinacionales que permanecen en el país han minimizado su presencia ante el deterioro económico del país.

Para seguir a flote, han reducido sus portafolios o se enfocan en presentaciones más baratas y fáciles de fabricar, operando en modo de supervivencia, según dijeron a Reuters sindicatos, gremios y los portavoces de las firmas globales.

Y es que para muchas firmas salir del país tampoco parece una opción viable. Huir de Venezuela implicaría tener que rematar los bienes o dejarlos abandonados, como hicieron grandes empresas como Clorox o Kimberly-Clark, algo especialmente doloroso para marcas que durante décadas construyeron su presencia en el mercado.

Por eso es normal ver escenas como las de la planta de FCA en Valencia, a dos horas de Caracas, donde hay camionetas semiensambladas acumulando polvo a la espera de alguna pieza faltante, como parabrisas o retrovisores, de acuerdo con una veintena de empleados parados en la puerta de la ensambladora.

 De armar 10.286 unidades en el 2010, la planta pasó a producir cero el año pasado. En lo que va del año sacó unos 150 autos a la calle, mientras el 60 por ciento de su plantilla se queda en casa, según trabajadores y líderes sindicales.

“Lo que nos plantean los directivos es que la intención de la empresa no es irse. Es más difícil reiniciar un negocio nuevamente desde cero que mantenerse y aguantar todo este vendaval de situaciones”, reflexionó Henry Ospina, del sindicato de FCA. “Pero la inquietud está”.

A comer a la fábrica

Aunque se sienten “pseudoempleados”, los trabajadores de las multinacionales al menos se las ven mejor que los venezolanos que, sin empleo, luchan por conseguir algo de los escasos alimentos y medicinas que importa el país.

Según los últimos datos oficiales disponibles, hasta abril del 2016 la mitad de la población activa estaba desempleada, o trabajaba de manera informal en oficios como el de taxista o como cuentapropistas.

Los empleados que se mantienen en sus puestos cobran cerca del 20 por ciento de lo que ganaban y no producen bonos u horas extras. Algunos van a los comedores de las plantas detenidas para tomar almuerzos pagados por las firmas, que intentan mantenerse en pie a la espera de tiempos mejores.

La cafetería de FCA, por ejemplo, abre para brindar almuerzos diarios a 60 de sus 800 trabajadores más necesitados, en un país dónde siete de cada diez personas dijeron haber perdido al menos 8 kilos de peso en un año, según el más reciente sondeo hecho por universidades privadas en 2016.

“Este año he trabajado 6 días”, confesó Pedro Rodríguez, de 44 años, otro empleado con más de dos décadas en FCA. “Pero he venido más veces para ir al comedor, porque es un plato de comida que me estoy ahorrando en la casa”.

“Hay compañeros que dejan de comer la mitad de la comida de aquí y se la llevan a su casa”, dijo en su uniforme con las siglas de la planta.

La industria venezolana está atravesando su peor momento en décadas. Miles de empresas han reducido su producción y al menos dos de cada 10 están paradas por falta de materiales o pedidos, según una encuesta de Conindustria, el principal gremio de fabricantes del país petrolero.

Y las que siguen en pie, operan a un tercio de su capacidad.

Como parte del esquema de subsistencia, las firmas también optan por reducir turnos, nóminas y los días que laboran, buscando estirar su poca materia prima.

“Este año no he producido, pero me han pagado el sueldo”, dijo Núñez, en su humilde casa usando su camisa azul con el logo de Ford, pues ese día de agosto fue citado a la fábrica a fin de conocer un plan para reactivar la producción de 50 camiones de un nuevo modelo.

Finalmente en septiembre se concretó una vuelta a la planta, para producir algunas unidades, pero solo trabajó siete días.

“Nos dijeron: si el vehículo es aceptado en el mercado se viene la producción y si no…”, explicó encogiéndose de hombros. “Ford me ha dado mucha estabilidad para ayudar a mi familia. Pero uno sabe que no es culpa de ellos, sino por la situación del país”, agregó el padre de dos hijos adolescentes.

Poco menos de una decena de firmas globales, como General Mills o la autopartista Dana, vendieron en el último año sus filiales venezolanas, mayormente a empresarios locales que, si bien no quedaron exentos de las dificultades, compraron activos baratos.

Pero, el Gobierno socialista de Nicolás Maduro sostiene que las firmas globales limitan de manera intencional su producción en medio de una “guerra económica” que libran sus adversarios.

Reuters solicitó comentarios al ministerio de Comunicación pero no obtuvo respuesta.

Indemnizando con neumáticos

Ford contó a Reuters que su planta de Valencia apenas había producido unos 400 autos hasta agosto -cuando en el 2012 ensamblaron 17.000 carros- con una fuerza de trabajo limitada y cientos de obreros en casa. Aún así, Ford “no tiene planes de dejar el país”, aclaró la empresa en un correo electrónico.

Buscando oxígeno, la automotriz estadounidense empezó en el 2015 a vender autos en dólares, una práctica permitida en el sector, que les servirían para comprar insumos sin pasar por el control de cambios.

Otras automotrices, como Fiat Chrysler (FCA) y Toyota, le siguieron, pero todas con resultados limitados: los venezolanos con acceso a miles de dólares al contado son pocos.

En los concesionarios, lujosas todoterreno se quedan esperando compradores. La destrucción de la economía de escala y los cuellos de botella en la importación de piezas elevan los precios hasta 20.000 dólares más que en otros países, haciendo de ese mercado uno aún más exclusivo.

La sobreoferta en las tiendas de autos, contrasta con los anaqueles vacíos de los supermercados.

Las firmas de alimentos también tienen que parar varias veces al año sus líneas de producción en espera de materia prima. La gigante de alimentos Nestlé a finales de septiembre detuvo su producción de colados de fruta para bebés porque no tenía envases de vidrios, dijo la empresa.

La firma agregó en un comunicado que a pesar de la suspensión seguirá pagando a sus trabajadores, aunque un representante del sindicato dijo a Reuters que el salario diario no era ni siquiera el equivalente a una botella de refresco.

El Gobierno de Maduro recortó el año pasado a la mitad las importaciones, reaccionando al fin de una mermante bonanza petrolera que según sus críticos, no supo administrar.

El mandatario alega que es víctima de un sabotaje de opositores y empresarios, en medio de una inflación anual que desde hace dos años se mantiene en tres dígitos y una parálisis económica, que devoran los salarios rápidamente.

El consumo, boyante hasta hace un lustro entre los venezolanos que gozaron de compras de vehículos, viajes y bienes de lujo financiados con divisas baratas, cayó un 15 por ciento en el 2016 y se espera que se contraiga otro 25 por ciento este año, según cifras de la firma local Ecoanalítica.

Imposibilitadas para reducir de forma sustancial su nómina, por la ley local que prohíbe los despidos, las empresas han empezado a ofrecer arreglos cada vez más descabellados a cambio de recibir renuncias voluntarias.

En FCA, por ejemplo, la oferta de liquidación viene acompañada de cuatro neumáticos. Consultada sobre su precaria situación, FCA dijo en un correo electrónico que hace “sus mejores esfuerzos para mantener la producción en niveles adecuados a la disponibilidad de insumos”, sin aportar detalles.

Pero hasta agosto, 23 trabajadores, muchos de ellos con el plan de emigrar, habían aceptado las ruedas para revenderlas en un país con una fuerte escasez de estos productos.

«No estamos ganando, ni perdiendo»

La planta de jabones de Colgate-Palmolive, está detenida desde febrero porque, según los trabajadores, la firma no cubre sus costos al producir barras de jabón a menos de 0,05 centavos de dólar, como le exige el Estado.

Desde hace años, el Gobierno fija los precios de productos como la leche y el jabón, que pierden vigencia rápido por la galopante inflación. También fija el tipo de cambio al que vende el dólar en un control de cambio cada vez menos funcional.

Hace poco, Colgate reinició su producción de pasta dental a precio regulado, empaquetada en cajas de cartón reciclado marrón para ahorrar costos. También descartó versiones infantiles o con blanqueador, reduciendo su portafolio de 300 productos a menos de una docena, dijo su representante sindical, Félix Bello.

La compañía estadounidense no respondió cuando Reuters le solicitó información.

Mientras tanto, empaques rojos similares a los de Colgate importados de China, con nombres como “Coigore” o “Connert”, se ofrecen en tiendas a precios 10 veces por encima del regulado.

Otra gigante del cuidado personal, Johnson & Johnson, solo produce protectores diarios femeninos en el país. Años atrás, fabricaba o importaba desde enjuague bucal y jabón hasta champú para bebés y cremas hidratantes.

Aún así, la multinacional acordó mantener el salario y los tres turnos de sus 157 empleados, aunque sólo operen tres de las siete líneas de producción de la factoría, dijo Jaime Guevara, un representante de su sindicato.

“Johnson & Johnson tiene una responsabilidad con nuestros empleados y la comunidad”, agregó una portavoz de la empresa.

Pero aunque haya firmas que siguen apostando a “esperar y ver”, no hay señales claras de que el gobierno de Maduro pueda mejorar las condiciones porque depende de una empresa petrolera en deterioro. En este contexto ha tenido que vender menos divisas, vitales para el flujo productivo de las empresas.

“Pensamos que en algún momento el país debería volver a la normalidad y ya entonces nosotros tendremos una planta armada”, dijo el gerente general de una firma estadounidense de productos químicos, que incluía limpiadores e insecticidas, y que pidió no ser identificado.

La empresa redujo drásticamente su gama de productos y sólo fabrica con materias primas locales, mientras sus trabajadores hacen labores de mantenimientos en la fábrica, como pintar las paredes o cortar la grama.

“No estamos ganando pero tampoco estamos perdiendo. Ni estamos pensando más en eso”, concluyó.

La sombra de General Motors

Pero los gerentes, dirigentes gremiales y sindicatos consultados coinciden en que estas estrategias para comprar tiempo podrían no ser sostenibles por más de dos años.

Y muchos usan la reciente salida de General Motors del país como su fábula con moraleja.

Si bien GM dejó de ensamblar vehículos en el 2015, apenas este año se retiró del todo. La fábrica está abandonada en la zona industrial de Valencia que tiene un 80 por ciento de sus plantas paradas, según el mayor gremio empresarial.

En una visita reciente de Reuters, un grupo de exobreros hacía una sopa en la entrada usando leña. Otros entrenaban a sus hijos en un campo de béisbol. La grama crecía indómita hasta las pantorrillas y el gimnasio albergaba nidos de palomas.

Hace pocas semanas la fabricante estadounidense de pinturas Axalta Coating Systems también cesó su producción en Venezuela por la “situación económica y política” del país, y despidió a sus sorprendidos empleados.

Otras firmas podrían tomar decisiones fundamentales pronto. FCA dijo en su más reciente informe de resultados financieros que, ante la “pérdida de control” que experimentan en su unidad de Venezuela, estarían considerando desconsolidarla de sus resultados globales.

Y para muchas marcas internacionales la desconsolidación ha sido el primer paso antes de partir, o en su defecto, vender.

“Ninguno está exento de lo que está sucediendo”, dijo Carlos Rodríguez, miembro del sindicato de Colgate-Palmolive. “Cuando veas las barbas de tu vecino arder, pon las tuyas en remojo”.

Multinacionales venden sus fábricas en remate a empresarios venezolanos

Kimberly-Clark

Después de casi 50 años de operar en Venezuela, en enero del 2015 la autopartista estadounidense Dana vendió sus fábricas en el centro del país a un grupo local, luego de que el ensamblaje de autos colapsara bajo el peso de la deprimida economía local.

Agotada por la severa crisis, con alta inflación y controles gubernamentales de cambio y precios, la multinacional terminó traspasando su negocio venezolano sin recibir pago alguno.

Como Dana, media docena de firmas globales, incluida la gigante estadounidense de alimentos General Mills, han vendido en los últimos meses sus filiales venezolanas, mayormente a empresarios locales que, si bien no quedan exentos de las dificultades, adquieren activos que se transan hasta por menos de la mitad de su valor en un mercado que esperan repunte.

En su reporte anual, Dana dijo que vendió su marca Danaven a Manufacturing and Logistics Solutions Ltd. «sin contraprestación», es decir, sin intercambio de dinero.

El nuevo comprador asumió las deudas que se apilaron por la compra de materia prima y firmó un acuerdo para adquirir partes y tecnología a la antigua casa matriz por cinco años, en una operación donde, como en la mayoría de las ventas, no se informó la identidad de los nuevos accionistas.

«Pero son venezolanos. Y ellos, como nosotros, creemos que este país tiene mucho potencial», dijo José Hernández, miembro de la junta directiva de Danaven, quien mantuvo su puesto.

«Después de 49 años acá, Dana no podía botar la empresa pero, considerando las deudas, los nuevos accionistas tampoco podían comprarla por todos los dólares del mundo», precisó.

Una seguidilla de devaluaciones de la moneda local, a la que calculaban sus activos, también debilitó la posición de Dana. Al cierre del 2014, la firma asumió una pérdida de 80 millones de dólares en el valor de sus activos, en un reflejo del golpe de la crisis venezolana en las transnacionales.

Pero podría haber sido peor: no todas las empresas logran mantenerse en pie hasta que llegue un comprador.

Gigantes como Clorox o Kimberly-Clark, al ver sus operaciones inviables, resolvieron abandonar sus plantas en el país en los últimos dos años.

La industria venezolana está atravesando su peor momento en décadas: miles de empresas trabajan muy por debajo de su capacidad instalada y, las que no, están totalmente detenidas.

«Una compañía que no está operando es un cadáver, y los buitres la merodean», dijo Juan Pablo Olalquiaga, presidente de Conindustria, el mayor gremio industrial privado del país.

«Se venden en remate»

Dada la situación, el sector privado prevé más ventas.

«Hay más multinacionales del sector alimentos negociando», dijo una fuente conocedora de las transacciones, sin revelar nombres de las firmas.

Al menos dos consultoras locales, que tampoco quisieron ser nombradas para no perjudicar a sus clientes, han multiplicado sus contratos para tasar empresas este año.

«En el 60 por ciento de los casos, lo hacen porque se lo está pidiendo un comprador potencial», dijo un consultor.

En los últimos dos años, firmas como la mayor fabricante de neumáticos del mundo, Bridgestone, la aseguradora Liberty Mutual, la danesa productora de alimentos EAC dueña de la marca de embutidos Plumrose, y la petrolera Harvest, también anunciaron que estaban en negociaciones para vender sus filiales en Venezuela.

Algunos procesos aún no han concluido formalmente pero avanzan en medio del agravamiento de la economía del país, que lidia con una difícil recesión y escasez de bienes básicos.

Una docena de fuentes que han estado cerca de las negociaciones aseguran que las gigantes globales están aceptando vender entre un 20 y un 50 por ciento por debajo del valor de su inversión en Venezuela para huir de lo que hasta hace pocos años era un paraíso del consumo.

«Ya pasamos a esa etapa en que las empresas se venden en remate», dijo un miembro del sector agroindustrial, con extenso conocimiento del área.

Reuters no pudo confirmar todos los precios de las transacciones, ni en los registros mercantiles de las firmas, ni en sus estados financieros, o a través de solicitudes. Las firmas locales se excusaron de dar información y las que cotizan en bolsa no lo hicieron porque muchas ya habían desconsolidado sus operaciones en el país.

A pesar de estar adquiriendo gangas, los compradores asumen pesados compromisos laborales y financieros, a la espera de que quede atrás la baja producción y contracción del consumo.

Hasta el 2014, Venezuela gozó de un ciclo de precios récord del petróleo, que se tradujo en un auge del consumo. Pero con la caída del barril de crudo, se agudizó la crisis económica que ya daba sus primeros pasos.

General Mills, dueña de la marca de jamón para untar Diablitos Underwood, un clásico para los venezolanos, detalló en su más reciente informe financiero que se transó 38 millones de dólares más barato que el valor de su negocio en el país.

La firma, que debió asumir pérdidas conforme ajustaba el valor de su negocio a las nuevas tasas de cambio oficiales, estuvo en negociaciones por más de nueve meses, afectando el precio de venta, dijeron dos fuentes conocedoras del proceso.

 

Puede leer el reportaje completo en Reuters

Conoce las 6 multinacionales que se han ido del país en este año

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Durante este primer semestre de 2016 Venezuela ha sido víctima de una situación económica insostenible que ha provocado que incluso las grandes compañías multinacionales optaran por simplemente salir, al no encontrar manera de mantener operaciones en el país. Conoce aquí las seis empresas multinacionales que han cerrado sus puertas en lo que va de año.

 

 

1. Kimberly Clark (Julio 2016)

 

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La empresa estadounidense se especializaba en la fabricación de productos de cuidado personal entre los que figuran: Kleenex, Scott, Huggies, Pull-Ups, Kotex y Depende cuya ausencia tendrá cierto impacto en el desabastecimiento en el país. La salida de esta empresa ha dejado a 921 personas sin empleo, según el gobierno de Venezuela, el cual además tiene planeado retomar la planta de producción y reactivarla.

 

2. General Mills (Marzo 2016)

 

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Otra empresa estadounidense que tenía en su haber negocios como Diablitos Underwood, Rico Jam y Frescarini. Su salida se debió a grandes pérdidas que alcanzaban los 7 mil millones de dólares en solo el primer trimestre de 2016, según se dio a conocer en el documento donde informaban su salida del país. La marca quedó en nuevas manos.

 

3. Lufthansa (Mayo 2016)

 

Lufthansa

 

La aerolínea alemana que ya tenía 45 años trabajando en el país explicó su salida en un comunicado: «Se toma esta acción en respuesta a las actuales dificultades económicas en Venezuela y al hecho de que Lufthansa es actualmente incapaz de cambiar sus ganancias en moneda local a dólares estadounidenses para transferirlas fuera del país». El gobierno venezolano sostenía una deuda, según la Asociación de Líneas Aéreas de Venezuela, con unas 24 aerolíneas que alcanzan US$ 3.700 millones aproximadamente.