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Laureano Márquez P. Ene 05, 2024 | Actualizado hace 2 meses
El padre José del Rey y el magis
El padre José del Rey Fajardo falleció el 28 de diciembre, Día de los Santos Inocentes. Cuentan que temprano dijo a su enfermera: «hoy resucito». Efectivamente aquí sigue entre nosotros con su obra y ejemplo A.M.D.G

 

@laureanomar

En el marco de la espiritualidad ignaciana, la palabra latina magis —que significa «más»— constituye un concepto central. Etimológicamente está emparentada con otros términos de la misma raíz: magisterio, clase magistral, magister. Esta última, maestro en latín, la usamos para designar determinados grados universitarios. 

Para san Ignacio el magis se fundamenta en orientar la vida, en lo que a cada uno corresponda, en hacer más (no tanto por la cantidad, sino por la calidad y el empeño puesto en lo que se hace), servir más, no en favor del enaltecimiento personal, sino «para mayor gloria de Dios», por ello la abreviatura de A.M.D.G., que es lo mismo dicho en latín, tan habitual en los jesuitas. El magis conlleva un compromiso de aumentar las propias capacidades para ponerlas al servicio del prójimo. De allí el lema ignaciano, recogido en los ejercicios espirituales: «en todo amar y servir» que, como señala el padre Ugalde, nos invita a: «actuar buscando servir, liberar y transformar con amor todo lo que niega la vida del hombre».

En todo amar y servir

En todo amar y servir

El pasado mes de diciembre falleció el padre José del Rey Fajardo (Zaragoza 1934 – Caracas 2023), un sacerdote, académico, historiador y docente que en toda su vida dio cuenta siempre de este magis ignaciano. Cuando uno revisa su quehacer universitario, su producción bibliográfica, su sólida formación académica, no puede menos que asombrarse por su incesante actividad, por la vastedad de su saber y por el compromiso de amor con la universidad venezolana, muy especialmente de la católica del Táchira, de la que fue fundador y rector magnífico durante muchos años. Una hermosa semblanza de su personalidad la ofrece Lyll Barceló Sifontes: «Orfebre de la palabra, forjador de entendimientos, artesano del intelecto, artífice de pensamientos, creador de inteligencia».

Me parece inspirador comenzar este 2024 evocando su vida extraordinaria, ejemplo de tenacidad, compromiso y amor. Con cada año medimos nuestro transitar por la vida. El misterio tiempo cuyo concepto y alcance sigue ocupando tanto a filósofos como a físicos. Su paso nos agobia, sentimos muchas veces, con razón, que se nos escapa, que se nos escurre como agua entre los dedos, más en estos tiempos en los que las distracciones tecnológicas nos lo arrebatan sin piedad. El padre José del Rey Fajardo dio buena cuenta de los 89 años que la providencia le brindó en su tránsito terrenal. Es justo celebrar su vida, sus valiosos aportes a nuestra historia, a nuestra cultura a nuestra civilidad, también lo es ser agradecido con este religioso e intelectual que en todo amó y sirvió a esta tierra que hizo suya. Ojalá que su ejemplo nos infunda determinación para que el magis ignaciano nos mueva también a nosotros a ser mejores cada día. 

El padre José del Rey Fajardo falleció el 28 de diciembre, Día de los Santos Inocentes. Cuentan que temprano dijo a su enfermera: «hoy resucito». Efectivamente aquí sigue entre nosotros con su obra y ejemplo A.M.D.G.

Las profecías que Nostragamus 2024
Para nuestro país, Nostradamus no realizó ninguna profecía, pero no nos hace falta porque uno, sin ser adivino, más o menos sabe

 

Llegados a este punto del calendario, cada año toca reflexionar, no solo sobre los acontecimientos transcurridos sino, muy especialmente, sobre nuestras expectativas acerca del porvenir. Ese esquivo futuro que se nos presenta como algo cada vez más amenazante e incierto. Recurrimos especialmente a las profecías de Michel de Nôtre-Dame (me disculpan si este escrito se queda corto, pero pasé más de una hora averiguando en la computadora como ponerle el sombrerito a la o del apellido).

Para salir del paso podríamos comenzar lanzando ciertas profecías recurrentes de Nostradamus, quien, sea que viera o no el futuro o no, parecía tener un gran conocimiento del alma humana: «habrá guerra», barrunto del que seguramente nadie tendrá duda. Siempre las ha habido en todos los rincones del planeta desde que ese animal particular que somos se convirtió en sapiens. Al parecer, la guerra y el autoexterminio en general, están asociados a nuestra condición de seres inteligentes. Seguramente por ello consideramos brutos al resto de los animales.

A mi lo que me molesta de Nostradamus es que nunca pone nombre y apellido, sino que pronostica el futuro usando la cuarteta (que no es la indagación sobre un determinado órgano femenino, sino estrofas de cuatro versos). Por ejemplo, para este año que viene, según el sabio francés se espera la «expulsión forzada del rey de las islas». Esta profecía la relacionan los analistas con una posible abdicación de Carlos III. Uno no entiende como pudo Nostradamus ver tanto y no el nombre del rey, que esta escrito por todos lados.

Otra para el 2024: «adversario rojo palidecerá de miedo, aterrorizando al gran Océano».  El adversario rojo es China, por el color de su bandera, el gran océano es el Pacífico, donde se encuentra Taiwán. Todo ello queda claro, pero se pregunta uno: ¿el que debería palidecer de miedo no tendría que ser, en todo caso, Taiwán?

Otra para el año venidero: «A través de la muerte de un Pontífice muy anciano, Un romano de buena edad será elegido, De él se dirá que debilita su sede, Pero permanecerá mucho tiempo sentado y en actividad mordaz». Según los «nostradamunólocgos», es el anuncio de la muerte del papa Francisco. Ajá: ¿y quien lleva la cuenta y la secuencia de los pontífices fallecidos desde 1555 a esta parte?, porque Nostradamus no pone fecha.

Una más: «La tierra seca se volverá más reseca y habrá grandes inundaciones cuando se vea». Es que inundaciones con tierra reseca no me pega, sino más bien inundaciones con tierra mojada. A veces pienso que Nostradamus era un echador de broma, por decirlo de la manera más elegante: «habrá grandes inundaciones cuando se vea» …cuando se vea que hay grandes inundaciones. 

Para nuestro país, en concreto, Nostradamus no realizó ninguna profecía, pero no nos hace falta la ayuda del visionario francés porque uno, sin ser adivino, más o menos sabe. 

En todo caso, un nuevo final de año se aproxima. A pesar de las guerras, las pandemias, el sufrimiento y la desolación que contemplamos cada día; a pesar de los tiempos turbulentos que siempre se vislumbran, estar aquí y no en la nada infinita es un regalo extraordinario, inexplicable, mágico, que nos brinda la oportunidad de aplicar nuestra inteligencia, talentos y dones en hacer de este mundo un lugar mejor, donde el mensaje de amor que nació hace 2024 años se haga verdad en nuestras vidas. Es este nuestro deseo para todos.

¡Feliz año 2024 urbi et orbi!

 

LEA. San Vicente hace milagros, por Asdrúbal Aguiar

Laureano Márquez P. Oct 25, 2023 | Actualizado hace 2 meses
La importancia de las primarias
Las matemáticas de las primarias marcan un cambio de perspectiva. Los números nunca mienten cuando el resultado es el correcto y el proceso se con honestidad y disciplina

 

@laureanomar

Hay que decirlo: las primarias han sido una gran enseñanza para todos. Nos dejan una experiencia que cambia nuestro rumbo y nuestro destino. Su papel no debe desestimarse en modo alguno. Las primarias sientan las bases de todo lo que ha de venir en el futuro. Una ganancia impresionante en términos de normas de convivencia y un desarrollo de competencias tecnológicas que serán de gran utilidad en lo sucesivo

Las matemáticas que las primarias ponen de manifiesto marcan un cambio de perspectiva. Los números nunca mienten cuando el resultado es el correcto y el proceso que ha llevado al mismo ha seguido las más rigurosas reglas con honestidad y disciplina.

Las primarias aglutinan por igual a los distintos sectores sociales: ricos y pobres han hallado en las primarias un punto de encuentro, más allá de las ideologías y los sectarismos, las primarias ponen de acuerdo a todo el país en los valores esenciales que se comparten, dejando fuera distingos de clase. Las primarias han sido, sin duda, de gran enseñanza.

Han sido varios años de preparación y esfuerzo para lograr los mejores resultados. Las primarias han sido emblema esencial de formación cívica, en ellas los valores patrios quedan grabados para siempre en nuestros corazones. La bandera y el himno nacional cobran nuevo sentido como expresión de todo aquello que nos une y nos convoca. También las bases de nuestra comunicación como ciudadanos: el lenguaje aprendido en las primarias ha de marcar las formas de nuestra comunicación de cara al futuro. Por fin compartimos un lenguaje de respeto, desprovisto de agresiones e insultos. También la inclusión se ha puesto de manifiesto y cumple un papel importantísimo en términos de lograr la anhelada igualdad entre hombres y mujeres, superando en ancestral machismo que privilegiaba al varón.

Aunque la participación en las primarias ha sido excepcionalmente notable, dadas las dificultades reinantes, creemos que cada vez la participación debe ser cada vez mayor.

La importancia de las primarias es esencial en el proceso de aprendizaje para hacer de nuestros niños personas con sólida formación académica. Desde aquí nuestra gratitud a todos los colegios y centros educativos que están enteramente conscientes de la importancia de las primarias en el proceso de enseñanza-aprendizaje y en la preparación para el bachillerato.

De corazón, gracias.

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad. Y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

Laureano Márquez P. Oct 12, 2023 | Actualizado hace 2 meses
Pelo al lago para un lago al pelo
El Proyecto Sirena debe su nombre a la alarma ante el grave deterioro que presenta el lago de Maracaibo por la contaminación, tanto por la presencia de desechos químicos, como por los derrames de petróleo

 

@laureanomar

Podría pensar uno que se trata esto de una tomadera de pelo, pero no. Es decir, sí es una tomadera de pelo, pero no en el sentido habitual de la frase, a la que se le atribuyen, por cierto, diversos y remotos orígenes: desde la costumbre militar de rapar el coco a los reclutas (y también a reclusos), acto que iba siempre acompañado de bromas y chanzas al rapado, hasta el gesto, inaceptable en ciertas culturas barbadas, de tocar la barba del dueño sin su consentimiento, lo que acarreaba confrontación y conflicto.

La tomadera de pelo a la que nos referimos está promovida por nuestra alma mater, la vieja y noble Universidad Central de Venezuela. Estamos hablando del Proyecto Sirena, adelantado por jóvenes estudiantes de nuestra máxima casa de estudios. Como apunta Dannalice Anza, su coordinadora, el nombre del proyecto no tiene nada que ver con la Sirenita de Disney, sino con una sirena de alarma, en este caso concretamente, ante el grave deterioro que presenta el lago de Maracaibo por la contaminación, tanto por la presencia de desechos químicos, como por los derrames de petróleo.

Se trata de un dispositivo, para que se entienda mejor: una suerte de «esponja», que gracias a la capacidad de absorción que tiene el cabello, puede usarse para depurar el lago de Maracaibo de la contaminación que sufre a causa del petróleo en sus aguas. Lo genial de esta idea es que es una manera limpia de descontaminar, esto es: sin añadir más contaminación al agua. Resulta que el pelo es hidrofóbico, lo que significa literalmente que le tiene miedo al agua (ojo: no es razón para dejar de bañarse). Este miedo al agua del pelo se conjuga con el excesivo amor a los aceites y grasas (de ahí la fama de los champús para cabello grasoso). Para decirlo de manera simple: el pelo se chupa el petróleo. Quien ha destapado alguna vez el sumidero del baño sabe de qué estamos hablando.

Esto ha generado una campaña a la que se han unido peluquerías, barberías y tiendas de mascotas, porque también el pelo animal cuenta, para aportar de lo que antes terminaba en la basura. En la UCV se han organizado jornadas de corte de pelo gratuito a la que han acudido generosamente numerosas personas a dejarse tomar el pelo, en el buen sentido de la palabra, para contribuir a limpiar un lago que merece nuestra atención y preocupación.

El lago de Maracaibo (cuyo nombre aborigen era Coquivacoa) merece nuestra eterna gratitud.

A él le debemos ese sonoro nombre que estremece nuestros corazones al ser pronunciado porque nos abarca y conmueve: ¡Venezuela! Es el lago más grande de América latina y el segundo más antiguo del planeta. Su principal afluente es el río Catatumbo donde se pone de manifiesto el celebérrimo relámpago del Catatumbo (llamado también linternas de San Antonio o faroles de Maracaibo) que produce 1.760.000 relámpagos por año (en años bisiestos 1.760.001), lo que genera el 10 % del ozono del planeta, convirtiéndolo en el primer productor de dicha sustancia. Como si lo dicho no fuese suficiente para amar nuestro lago, este constituye una de las zonas de mayor riqueza petrolífera del mundo. Justamente esta riqueza le ha llenado el fondo de miseria, porque no hemos sabido ser agradecidos ni cuidadosos con él.

En medio de angustias y dolores, que no viene al caso volver a recordar, estamos llenos de bendiciones cotidianas, de gente buena y honesta que se constituye en pilares de la esperanza. Quien esto escribe ya no alberga la melena de otros tiempos, mis entradas asemejan a la del mar en el lago y en la coronilla la hidrofobia me dibuja una devota tonsura. Sin embargo, como la intención es lo que importa, cuente el lago de Maracaibo con mi humilde aporte para que algún día podamos decir, con marabino acento, que nuestro lago está al pelo.

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Laureano Márquez P. Sep 25, 2023 | Actualizado hace 2 meses
De los límites del humor (y II)
Que un humorista hable de los límites del humor termina siendo, casi literalmente, cuchillo para su propia garganta. Porque el problema no son los límites, sino quién los establece

 

@laureanomar

“El humor es inevitablemente otra manera de amar,

 de pedir calma, de evadir el grito, el insulto, de soslayar

 la furia estúpida y ciega. Y, mira, quizás sea esa la

definición más acertada que se le pueda conceder al humorismo:

la de un raro, aunque extraordinario, acto de amor”

José Ignacio Cabrujas

 

La semana pasada dejamos constancia de las dificultades que entraña definir el humor y, por tanto, de las complicaciones que conlleva hablar de sus límites. La comedia es algo que tal vez los griegos ubicarían el terreno de la doxa, es decir, de las opiniones, que son libres, no son ni verdaderas ni falsas, sino brillantes o mediocres, algo que no es susceptible de demostración científica, pero que se percibe en el sentir, pues como diría Pascal: «El corazón tiene sus razones que la razón no conoce».

Con relación a los límites del humor, hay una corriente de opinión que defiende que este, como el caballo viejo de Simón Díaz, no debe obedecer a freno alguno, pues todas sus expresiones entrarían en el terreno de la ficción, lo que hace que sean incapaces de causar un daño real. Que produzca risa tendría que ser la única exigencia. En el derecho romano existía el célebre principio animus iocandi (literalmente, con «ánimo de broma» o, dicho en criollo, «no era en serio, sino echando vaina»), como eximente de culpabilidad en el delito de injuria. De hecho, a él apelaron los juristas franceses para absolver de responsabilidad a la revista Charlie Hebdo, frente a las demandas de algunas organizaciones islamistas. Otra discusión es si fue prudente o no la publicación de aquellas caricaturas a conciencia de la furia irracional que desatarían. 

Hablando de límites, algo que el humor debe tomar en cuenta es que uno, muy difuso, separa la valentía de la temeridad.

Aquí entramos en otro terreno, porque buena parte de los límites del humor son externos al humor mismo, ya que dependen del contexto cultural, social y político en el que un humorista se desempeña. Por ejemplo: un caricaturista que hoy en Rusia publique una caricatura contra la invasión a Ucrania y haciendo mofa de Putin tiene, con toda certeza, la seguridad de que le pondrán los ganchos, como dicen por ahí. En todos los regímenes opresivos y autoritarios en general, el humor suele ser perseguido y silenciado.

De la persecución al humor

De la persecución al humor

La virtud más importante que posee el humor es su capacidad de enunciar verdades que, aunque todos tienen ante sus ojos, no alcanzan a ver o no se atreven a exponer. El humor tiene una habilidad increíble para poner en evidencia la desnudez del emperador (apelando al famoso relato de Hans Cristian Andersen). Y, como no hay nada que más le guste al humor que transgredir los límites que le impone el poder y la censura, cuanto más difícil se hace su expresión por razones políticas, mayor es el ingenio que desarrollan los humoristas para reírse del poder sin que este lo perciba. Como diría Cantinflas: «Ahí está el detalle».

Quizá por ello, los grandes maestros del humorismo, como Charles Chaplin, enfilaban sus baterías contra el poder y los poderosos en general. Y este parece ser uno de los límites que el humor se da a sí mismo: no se hace humor en contra del débil, sino en su defensa. El vagabundo de Chaplin da al marginado ternura y dignidad o, como en El gran dictador, convierte a un humilde peluquero judío en Hitler (Hynkel), pero no para tiranizar, sino para abogar por la democracia, la paz y la libertad. Otro elemento digno de tener en cuenta, en este sentido, es que el humor no es burla, aunque esta última calificación sea comúnmente asociada al humor y, con frecuencia, muchos confundan ambas cosas. La burla tiene, en mayor o menor grado, un componente agresivo que no es propio del auténtico humor.

El tema, sin duda da para un libro entero, que los hay. Es evidente que el humor tiene límites. Unos le vienen de fuera y otros que se autoimponen, bien por las circunstancias sociopolíticas en las que se vive o, por lo que indica el sentido común, la sensatez del humorista, que tendría que ser, como lo imaginaba Aquiles Nazoa, un ser bondadoso y noble (lo cual no entra en contradicción con el coraje y el compromiso en la exposición y defensa de sus ideas). Que un humorista hable de los límites del humor termina siendo, como suele decirse, y casi literalmente, cuchillo para su propia garganta. Porque el problema no son los límites, sino quién los establece, que suele ser, en la mayoría de los casos, quien detenta el poder y, obviamente, a su conveniencia.

Así pues, en definitiva, el quehacer del humorista se parece al del equilibrista de un circo: debe caminar sobre una delgada cuerda y estar atento a la tensión de esta para poder hacer sobre ella los más audaces malabares, pero evitando caer a toda costa, porque en el circo de la risa se trabaja sin red y nunca se debe olvidar que abajo están las fieras, esperando.

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Laureano Márquez P. Sep 13, 2023 | Actualizado hace 2 meses
Pánico al futuro
Entre la generación de nuestros padres y la nuestra se ha dado un cambio radical de perspectiva vital: hemos pasado del miedo al pasado al pánico al futuro

 

@laureanomar

Una noticia alucinante: “Un sevillano acusado de maltratar a dos exnovias se cambia de sexo y pide indulto del gobierno» (de España). Aprovechando la posibilidad del cambio registral de sexo que existe en ese país, Milán (antiguo Antonio) podría evitar la pena de prisión que pesaba sobre ella cuando era él.

Solo reseño la noticia aparecida en la prensa como curiosidad y para aclarar que no será este el tema de este escrito, sino otro: el miedo al futuro. Resulta que entre la generación de nuestros padres y la nuestra se ha dado un cambio radical de perspectiva vital: hemos pasado del miedo al pasado al miedo al futuro.

Todos los nacidos antes, durante o después de las guerras, en el caso de los europeos, o en tiempos de dificultades y pobreza, en el caso latinoamericano (es decir siempre), vivieron su vida con el temor al retorno de las tragedias vividas en el pasado. Quien esto escribe creció en Maracay, en un hogar en el cual cuando uno dejaba comida en el plato, se la obligaban a comer porque en España había habido una guerra civil en la cual «¡se pasó mucha hambre». Yo crecí con la convicción de que no hay que dejar nada en el plato, sea poco o mucho lo que te sirvan. El sobrepeso con el que crecí tiene nombre y apellido: Francisco Franco Bahamonde, el mismo que mantuvo flaquitos a los de la generación anterior.

Del miedo al pasado de nuestros padres, a los que nos tocó ser partícipes de un tiempo de progreso material y técnico, nos ha invadido un miedo al futuro: la inquietud de qué será de nosotros y de nuestros hijos, no solo en materia tecnológica, sino también con tantos «avances» sociales, culturales y antropológicos. Esto nos agobia y nos quita el sueño. Los cambios tan acelerados en todas las áreas del quehacer humano nos desconciertan y anticipan en nosotros un porvenir babélico.

Uno imagina un futuro en el que se suprimirán los embarazos y los partos, al menos en los países tecnológicamente avanzados. A los bebes volverá a traerlos la cigüeña desde París. Probablemente se conciban y formen en «gestadores» diseñados para sustituir el embarazo femenino, donde los nuevos seres humanos se desarrollen sumergidos en líquido amniótico y placenta artificial donde se les moldeará, quizá, con una sexualidad neutra, como las muñecas y muñecos con los que jugaban nuestras hermanitas, que no tenían nada debajo que permitiera determinar su sexo, más allá de la apariencia exterior.

El «avance» en las comunicaciones y las redes sociales privilegiarán un mundo virtual por encima del real; los defensores del planeta podrían llegar incluso a proponer el aniquilamiento de humanos perjudiciales al ecosistema; los derechos de los animales serán superiores a los derechos humanos y probablemente las mascotas sean artificiales, como en Blade Runner; habrá superestaciones espaciales controladas por inteligencia artificial, como en 2001 Una odisea del espacio; las máquinas terminarán siendo dueñas de nuestro destino con el desarrollo de la IA, como en Terminator, y al final del mundo acabará gobernado por gorilas, como en El planeta de los simios (bueno, creo que esta parte ya llegó hace tiempo).

El futuro de photoshow

El futuro de photoshow

San Pablo, poco antes de su martirio, le escribe una carta a Timoteo (no Zambrano, el otro) en la que se lee esa frase bíblica a la que tanto se recurre cuando vemos cosas asombrosas: «¡…y vendrán tiempos peores!». Pero en esa elocuente carta del «apóstol de los gentiles» se dicen otras cosas que vienen a cuento para cerrar del tema de hoy:

«… habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, sin afecto natural, implacables, calumniadores, intemperantes, crueles, aborrecedores de lo bueno, traidores, impetuosos, infatuados, amadores de los deleites más que de Dios, que tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella… los malos hombres y los engañadores irán de mal en peor, engañando y siendo engañados».

Por eso, de cara al futuro, San Pablo da Timoteo un consejo que nos tocará emular: «persiste tú en lo que has aprendido y te persuadiste».

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Laureano Márquez P. Sep 01, 2023 | Actualizado hace 2 meses
Los zombis despiertan
Parece que se han hallado hasta siete virus zombis inactivos atrapados en los hielos de Rusia (lo cual le da a uno un sustico adicional)

 

@laureanomar

Una inquietante noticia aparece en los titulares de esta semana: «Los zombis despiertan de nuevo para convertir al mundo en una pesadilla». Inicialmente podría creer uno que la información se refiere a la llamada «droga zombi», que en los Estados Unidos ya ha causado miles de muertes. Se trata de una droga que combina el fentanilo, un «potente opioide agonista sintético» (tranquilo, lector que yo quedé igual que usted), con otras sustancias o medicamentos, produciendo severas alteraciones del sistema nervioso y un conjunto de daños cerebrales que terminan convirtiendo a sus consumidores, literalmente, en zombis.

Sin embargo, la noticia no se refiere a esta tragedia, sino a otra, también preocupante que tiene que ver con el calentamiento global que va derritiendo el hielo en la casa de Santa Claus. Resulta que existe una capa de hielo llamada permafrost, que, como su nombre sugiere, es permanente, eterna, por decirlo desde nuestra efímera condición. Al derretirse esta capa deja al descubierto un suelo que puede tener hasta 650.000 años oculto bajo el hielo. Quedan entonces al desnudo restos orgánicos que han estado cubiertos durante miles de siglos. Esto incluye no solo huesos y valiosos colmillos de marfil de mamut, sino también algunos virus que han permanecido allí dormidos durante miles de años. 

Parece que se han hallado hasta siete virus zombis inactivos atrapados en los hielos de Rusia (lo cual le da a uno un sustico adicional).

Lo inquietante es que se trata de virus desconocidos de los que se ignora el alcance que podrían tener en los seres humanos. Y como «el picado de culebra cuando ve bejuco tiembla», para nosotros que acabamos de salir de una pandemia por uno de esos bichos raros, es un asunto digno de tener en cuenta, el de estos descubrimientos, aunque el titular de El País de España resulte un pelo exagerado.

Y hablando de pelos, uno de estos virus zombis apareció, por cierto, en el pelo de un mamut. Y como el de los colmillos de marfil prehistórico, puede ser un gran negocio, nada tendría de raro que ambiciosos aventureros excaven esa «nueva tierra», y en busca de billete encuentren también un «nuevo» virus.

Del concepto zombi, cuyos orígenes se remontan al vudú haitiano y que consistía en resucitar a un muerto para convertirlo en esclavo a disposición de quien le ha devuelto al mundo de los vivos, rescatamos esta última idea de esclavitud, de las drogas o de los virus. Atentos pues.

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Laureano Márquez P. Ago 24, 2023 | Actualizado hace 2 meses
El progresismo

Caricatura de Pedro León Zapata (1929 – 2015 †)

En la práctica, algunos regímenes, autodenominados progresistas, se han valido de la democracia para desmontarla, de la idea de la redistribución de la riqueza para acabar con ella y generar nuevas oligarquías sustentadas en la corrupción

 

@laureanomar

La idea de «progreso», pero, sobre todo, el llamado «progresismo», se ha convertido en la ideología de moda de nuestro tiempo. Unos lo usan como etiqueta para autocalificarse de gente o movimiento político de avanzada, de garantes de prosperidad y bienestar para el género humano, mientras catalogan de retrógrados y fascistas –uno de los apelativos de descrédito político que ha cobrado más fuerza en los últimos tiempos– al resto, no porque el resto esté necesariamente contra el progreso, sino porque, en muchos casos, lo entiende de una manera diferente a la imperante. Como contraparte, la idea de progreso, que parece consustancial al género humano y a su evolución histórica, cuando se asocia al progresismo aludido, ha comenzado a asustar y ahuyentar a un gran número de ciudadanos.

Etimológicamente, la palabra progreso viene del latín y en esta lengua significa «avance». Está asociada a lo bueno: progresa el sol en el transcurso del día, las raíces de las plantas cuando se fortalecen, progresan los niños en su crecimiento, los atletas en sus marcas, progresa la ciencia cuando descubre algo nuevo y útil para la humanidad, etc. El progreso nos orienta hacia un fin: las plantas a los frutos, los niños a la madurez, los atletas a las medallas y la ciencia a nuestro bienestar.

Aquí tenemos ya una connotación ética del término: de alguna manera implica esfuerzo, pero también el avance hacia una situación mejor. Marchar rumbo a un abismo, por ejemplo, no es progresar, y aunque parezca absurdo, se dan muchos casos, especialmente los acantilados de la política. Dicho de otra manera, el progresar supone que lo nuevo no constituya un trastorno, sino el transitar a un ser más y mejor, buscando la perfección. Aquí ya nos metemos en grandes problemas, en el terreno hostil de los desacuerdos.

Uno de los dilemas que plantea la idea de progreso es si este es constante y continuado a lo largo de la historia o si, por el contrario, se interrumpe e incluso se «desprogresa» en determinados momentos. En el terreno político se identifica tradicionalmente el progresismo con la búsqueda de un modelo político inclusivo, igualitario, democrático, defensor de los derechos civiles y promotor de una distribución equitativa de la riqueza que conduzca a la igualdad. En la práctica, algunos regímenes, autodenominados progresistas, se han valido de la democracia para desmontarla, de la idea de la redistribución de la riqueza para acabar con ella y generar nuevas oligarquías sustentadas en la corrupción.

TALITA CUMI

TALITA CUMI

El pacifismo progresista ha terminado –en algunos casos– apoyando revoluciones violentas que cercenan los derechos humanos. La idea de inclusión progresista, nacida en su momento para dar respuesta a la intolerancia frente a la diversidad, llevada a extremismos radicales, termina volviéndose intolerante frente a determinadas diversidades.

En definitiva, parte de los problemas sociopolíticos que genera en la actualidad la idea de progreso y el progresismo, tienen que ver con las contradicciones que se producen entre las buenas intenciones motivadoras y los imprevistos resultados negativos de sus acciones. Por poner solo un ejemplo, lo que le sucedió hace poco al progresismo español, que ha aprobado una ley conocida popularmente como «Ley del sí es sí», formalmente Ley Orgánica de Garantía Integral de la Libertad Sexual. Esta norma, concebida, entre otras cosas, para castigar con mayor severidad los delitos de agresión sexual, eliminado la distinción entre abuso y violación (en ello estaría uno de sus avances), terminó –al cambiar las penas según la categoría del delito– reduciendo las penas de 1157 agresores sexuales de los cuales 115 han sido excarcelados (según datos acumulados hasta el mes de julio de 2023).

Bueno, no sé por qué me metí en un tema tan serio y complejo. Toda esta reflexión surgió porque al leer que todos los medios definen al nuevo presidente de Guatemala, Bernardo Arévalo, como un progresista y como el picado de culebra cuando ve bejuco tiembla, no deja uno de sentir un sustico solidario. En todo caso, al investigar un poco más profundamente al personaje, nos encontramos con un académico de amplia formación filosófica y de gran experiencia política, especialmente en el terreno de la diplomacia. De modo que cabe ser optimista en torno a que el calificativo de progresista que se le atribuye termine significando un auténtico progreso de Guatemala hacia el bienestar y la felicidad de su pueblo.

De todas maneras, rosas, por si acaso hay malas interpretaciones, finalizo aclarando mi posición sobre el asunto con una frase que se me acaba de ocurrir: Yo no estoy contra el progreso si existiera un buen consenso. Errores no corrigen otros eso es lo que pienso.

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