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Alejandro Armas Jul 29, 2016 | Actualizado hace 2 semanas
La revolución del trabajo forzoso

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El martes de esta semana la atención del país estuvo concentrada todo el día en lo que ocurría entre las esquinas de Pajaritos y La Palma del centro de la celebrada capital. Se esperaba un pronunciamiento por parte de las autoridades del CNE que confirmara algún avance en el proceso para que se concrete el evento político deseado por mucho más de la mitad del país, según encuestas: el referéndum revocatorio. Se puso el sol y no hubo ningún anuncio de esta naturaleza. Solo un frío “todavía no estamos listos para hablar” publicado en la página web del organismo.

Debido a esto no fue sino hasta la mañana siguiente cuando el grueso de la población se enteró de una Resolución del Ministerio del Trabajo con contenidos francamente siniestros. El Gobierno creó un régimen laboral especial de obligatorio cumplimiento, por el cual podrá exigir que trabajadores de empresas públicas, privadas y mixtas se desincorporen de sus empleos por hasta cuatro meses y se dediquen durante ese lapso a tareas del sector agroalimentario que, a juicio del Ejecutivo, necesiten manos extra para aumentar su productividad a niveles satisfactorios.

Rápidamente se desató un caudal de reacciones de temor y furia entre quienes se imaginaron a sí mismos en un futuro próximo privados de sus actividades económicas de siempre y enviados a cortar caña de azúcar en alguna zona rural cerca de El Tocuyo, a conducir ganado por las llanuras apureñas, etc.  No alimentaré estas visiones por tratarse de una medida cuyas implicaciones prácticas, más allá de lo que diga un papel, están por verse. Pero sí opino que entre todos los disparates y abusos del Gobierno, este es uno de los más graves.

A todas luces se trata de una orden de la que nadie saldrá beneficiado. Veamos por parte. ¿Qué pasará con las empresas cuyo personal sea requerido? La resolución no establece límites al número de empleados que podrá ser solicitado a cada una. Es un hecho reconocido que muchas compañías, incluyendo las dedicadas a la producción de alimentos (aquellas a las que es más probable que les hayan puesto el ojo para este reclutamiento), ya están operando en situación crítica, debido, entre otras cosas, a la falta de materia prima y otros insumos. Si a esto se añade la cesión de una buena parte de su fuerza humana, su producción podría terminar de desplomarse, con el resultado de una mayor escasez de los bienes que elaboren. Tal vez algunas no sobrevivan tal situación, y el personal ausente pudiera hallar a su regreso que su empleador original ha desaparecido.

Todavía más trágico es el papel escrito para el trabajador en esta obra. Escoger la actividad económica deseada, la que se juzgue más conveniente, y en el lugar más conveniente, es un derecho que no puede ser arrebatado. Lo contrario resulta aberrante, deshumanizante. No lo veo defendible desde ninguna filosofía que no haya sido sepultada por la historia. Evidentemente viola las libertades individuales. En efecto, todos los liberales que conozco no tardaron en condenar airadamente la resolución. La cosa tampoco parece que tenga sustento en el marxismo, ya que es otra forma de cortar el vínculo entre el trabajador y el trabajo que le satisface realizar, otra manera de alienación.

Ideologías aparte, la medida contravendría las garantías contenidas en la legislación que el propio chavismo se atribuye como su logro social, desde la Constitución hasta la Ley del Trabajo, así como convenios internacionales suscritos por la República. La Convención 29 de la Organización Internacional del Trabajo define como trabajo forzoso “todo aquel exigido a un individuo bajo la amenaza de una pena cualquiera, y para el cual dicho individuo no se ofrece voluntariamente”. La resolución no habla de castigos para quienes no se sometan a ella. Pero el texto dice claramente que es un régimen obligatorio, y se sobreentiende que faltar a obligaciones dictadas por el Estado conlleva penas.

Finalmente, el Gobierno, el propio autor de la resolución, tampoco puede esperar que se cumplan sus objetivos de aliviar con ella el severo malestar económico que aqueja al país. Todas las labores requieren cierta experticia para que se hagan bien. Cierto, la resolución plantea que las personas requeridas deberán contar con los conocimientos técnicos para la actividad específica.  Pero en ninguna parte detalla quién hará la evaluación pertinente, ni cómo. Cuestiones tan importantes dejadas en el aire.

Experiencias pasadas de trabajos forzosos no han llevado a nada bueno. Esto se debe a la mencionada falta de preparación, junto con el desaliento que implica toda acción resultante únicamente de la coerción por un tercero, más otros factores. Uno de los episodios más famosos fue el Gran Salto Adelante, política económica ordenada por Mao Zedong en China en 1958. Su propósito fue transformar al gigante asiático lo más pronto posible en una sociedad colectivizada y, al mismo tiempo, una potencia industrial capaz de hacer frente a las potencias occidentales con su odiado capitalismo y al rival rojo, la Unión Soviética. Para ello se requirió una movilización masiva de campesinos que se convirtieran en la fuerza humana que avivara las industrias, quedando atrás la cantidad necesaria de sus compañeros en las zonas rurales para producir desde comunas los alimentos necesarios para alimentar a las ciudades.

Los primeros resultados fueron impresionantes: China multiplicó sus cosechas de trigo y la elaboración de acero a niveles exorbitantes. Eso alentó a Mao a radicalizar el rumbo. Sin embargo, el campo rápidamente se agotó por el enorme esfuerzo exigido a sus habitantes. La producción de comida retrocedió. Se volteó la tortilla y los obreros industriales fueron obligados a ir al campo a cultivar. Por no tener formación agrícola, no fue mucho lo que pudieron hacer. Al final, como leí en un artículo de Ángel Alayón, la producción de granos cayó 15% entre 1958 y 1959, para luego caer 16% más durante los dos años siguientes. No hubo suficiente comida y cundió el hambre. Los cálculos varían, pero pocos dan como resultado menos de 20 millones de muertes por falta de alimentos.

No pretendo abusar de la posible analogía y proclamar como vidente que esto mismo es lo que va a pasar en Venezuela a partir de ahora. El punto es que la planificación absolutamente centralizada de la economía, máxime si dispone del destino de la fuerza laboral, no lleva a los resultados esperados. Pondré otro ejemplo, mucho menos dramático que el chino.

Consolidada la Revolución Cubana y a salvo de la amenaza militar estadounidense, llegó el momento para que el nuevo orden en la isla hiciera una proeza económica que demostrara lo acertado del camino escogido. Las autoridades lanzaron el plan de la zafra de los diez millones. La meta fue romper todos los récords y producir diez millones de toneladas de azúcar durante el año 1970. Todo el esfuerzo nacional fue concentrado en esta estrategia, y miles de personas fueron enviadas a trabajar machete en mano en los cañaverales. Es cierto que entre ellos hubo muchos genuinamente entusiasmados con lo que pensaron que sería una magna obra agrícola, parte de la épica revolucionaria. Pero también hubo montones de desplazados a la fuerza, bajo órdenes, incluyendo a estudiantes y militares. La hasta entonces función ganadera de tierras extensas fue sacrificada para el crecimiento de las plantaciones de caña. Industrias quedaron abandonadas, sin personal.

Al final se llegó a poco más de ocho millones de toneladas de azúcar. Aunque la cifra fue entonces impresionante, el costo para la nación fue demasiado alto, ya que buena parte del resto de la economía quedó desolado. Terminaron sin el chivo de los diez millones ni con el mecate.  Un texto de Eduardo Galeano recoge cómo Castro al menos fue capaz de admitir el fracaso ante una multitud desilusionada porque no se cumplió el objetivo. Sinceramente no veo a nuestro Gobierno actual, que tanto se jacta de su admiración por el envejecido barbudo, haciendo lo mismo, dado su magro historial de reconocimiento de fallas.

Así, pues, la jerarquía oficialista insiste en conducir a Venezuela por la senda del desastre. Y ahora que la oposición (y no me refiero solo a la oposición política de la MUD) se le ha hecho más grande, esta dirigencia se inclina más al autoritarismo. La resolución es una muestra. ¿Cuál sigue?

 

@AAAD25

26,5% de la fuerza laboral juvenil del país está desempleada

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“Estoy manejando un taxi porque no encuentro trabajo en mi carrera, que hice con mucho sacrificio”, relató Eduardo Martínez, de 25 años de edad. Se graduó hace dos años de ingeniero en la Universidad Central de Venezuela, casa de estudios en la que tuvo que pasar por los paros de profesores y empleados reclamando mejoras laborales. “Inicié los estudios con muchas expectativas de progreso personal. No quiero perder la esperanza, pero se me cierran las puertas y la situación se hace más difícil cuando vives con tu pareja, que tampoco consigue trabajo, en casa de los suegros”, dijo.

Haber egresado de una universidad o de un instituto técnico universitario no es garantía de estabilidad laboral para los jóvenes en estos tiempos. Como es el caso también de Antonio José Bermúdez, de 23 años de edad. Se graduó en el Instituto de Nuevas Profesiones, pero piensa irse a Ecuador donde dos de sus amigos emigraron y consiguieron empleo. “Soy técnico superior en computación y ando buscando desde hace tres años un empleo en el que paguen un buen salario, porque donde he ido me ofrecen un poco más del sueldo mínimo”, dijo.

Estos jóvenes son ejemplos de lo restringido que está el mercado laboral venezolano para quienes ingresan por primera vez. Las últimas cifras sobre la fuerza de trabajo del Instituto Nacional de Estadística corresponden a diciembre de 2015 y reflejan una tasa de desocupación de 14,7% en los jóvenes de 15 a 24 años de edad.

Tomando como base los datos del INE y con estudios en centros de mayor concentración laboral del país, los asesores de las organizaciones sindicales colocan en 26,5% el índice de desempleo en la población joven en edades comprendidas entre 15 y 30 años.

Dick Guanique, del Frente Autónomo de Defensa del Empleo, el Salario y el Sindicato, señaló que el ingreso de los jóvenes al mercado laboral ha caído dramáticamente. Hasta 2015 los nuevos ingresos eran 150.000 y 200.000, pero en los primeros meses de 2016 el número es de 70.000 a 100.000.
Cifras

12% es el desempleo actual del país según los sindicatos. Para el INE fue 6% a finales de 2015

4.006.303 personas integraban la fuerza de trabajo en diciembre pasado, según el INE