Andreína Mujica / París, Francia
La cita estaba prevista, 18 horas (Francia), 6 de la tarde para el otro lado del planeta. A las cuatro ya había un centenar de manifestantes, en su mayoría jóvenes estudiantes, a la estatua de la República la rodean, lápices, plumas, ramos de flores, peluches, rosas solitarias, cientos de dibujos, caricaturas, impresiones caseras, plotters, pancartas, fotocopias, máscaras. No existen límites para mostrar el dolor convertido en apoyo para los caricaturistas y las victimas de la masacre de Charlie Hebdo.
«Disculpe, tal vez le molesto», «le puedo ayudar», «mejor me aparto, ¿usted necesita algo ?». «Ese periodista ¿de dónde viene?». «¿Le puede decir que le agradecemos mucho?».
Era increíble ver a miles de parisinos en una «manif» con un orden y una calma nunca vista, después de casi 5 años asistiendo a manifestaciones en París (mínimo, hay una por semana) nunca había presenciado algo parecido.
Se sabe cuando es una «manif» por Palestina, contra una guerra, a favor del matrimonio gay, por un sindicato. De hecho hace apenas un año pasando por La Bastille asistí a una manifestación que no estaba anunciada ni siquiera por el organismo de transporte público, pregunté de qué iba y la respuesta fue maravillosa : «Es una PRE-manifestación», por si acaso se les ocurre quitarnos un derecho.
Arrechos los franceses.
La gente está absolutamente entregada a vivir el dolor desde el respeto al otro, la tristeza no permite paso a la violencia, a la intolerancia, todo lo contrario, se ha roto algo en Francia que va más allá de la masacre. Pero que los está uniendo por un bien común, el significado de la república para todos. Libertad, igualdad y fraternidad.
El horror ha unido a Francia. No se aceptan extremismos, no hay pancartas contra el Islam, todo es a favor de los que han sido asesinados, esta es la primera «manif» que no tiene que ver ni con efémerides y menos protestas por lo que ocurre en otros países. Esta vez atacaron a lo más querido en Francia, ni siquiera son sus monumentos, es su gente, sus artistas, escritores, cantantes, políticos.
He presenciado como en la «Fiesta de la Música» persiguen a un alcalde para aplaudirlo por lo bien que ha hecho su trabajo, he visto como se agotan revistas por tener en la portada a artistas fallecidos hace dos décadas o un mes ; para los franceses no hay nada más valioso que sus representantes en los distintos ámbitos de lo público, sea por proyección o un amor cursi, pero con absoluta seriedad. Si un Jhonny Holliday fue guapo y exitoso en los 70 y luego la «mala vida» lo atrapó, no dejarán de aplaudirle, llenar sus conciertos y comprar sus revistas. Son incondicionales con su gente.
Preguntando a los jóvenes si compraban el semanario, en su mayoría respondían que no, pero no es posible que los maten, era la respuesta común. Los sexagenarios, TODOS, simplemente lloraban y decían «he perdido a mis amigos», gente de otras naciones que estaban de visita se contagiaban de la tristeza, decían «Todos somos Charlie». «Qué museos ni que paseo por el Sena, tenemos todos que estar aquí, este es un momento único, histórico… Todos Somos Charlie».
Pasadas las 4 horas de estar en la «manif», atrapada en la estatua de la República, llegó abriéndose paso entre la multitud el muy querido Ex-Alcalde de París, Bertrand Delanöe acompañando a la alcaldeza actual Anne Hidaldo. Una primera pierna engarrotada por el frío y el tiempo dio paso a la otra, gracias al apretujamiento quedé sostenida entre muchos periodistas y fotógrafos de cara a los funcionarios, casi no podían hablar, estaban en estado de conmoción, la alcaldesa dio una condena firme y brindó todo su apoyo a los parisinos, dejó una rosa ante una de las tantas pancartas por Charlie Hebdo.
Una vez que me pude liberar, entre consignas «¡No tenemos miedo!». «¡Charlie no ha muerto!». «¡Todos juntos somos Charlie!». «¡Libertad, libertad!, pasó una bandada de aves blancas sobre la Plaza de la República. La gente hizo una ovación como si un milagro estuviera sucediendo; más adelante una chica que parecía un dibujito logró la hazaña de treparse en la estatua de la Mariane de la República, cantaron por tercera vez La Marsellesa. Siguen prendiendo velas, siguen gritando consignas, siguen apareciendo lágrimas y los musulmanes franceses no paran de anunciar su respaldo a la justicia francesa y negar conexión posible con los terroristas. París ahora no es una fiesta, pero gracias a los lápices tampoco una guerra.
El próximo miércoles el semanario saldrá como siempre, la verdad, como nunca, ya anunciaron un tiraje de un millón de ejemplares, (normalmente no pasan de 200 mil). Cuando el escándalo de Mahoma vendieron 400 mil. Se cree que de los 65 millones de personas, unos cuantos van a querer comprar un ejemplar. Se imprimirá y veremos.
