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Encuestas de Condiciones de Vida Encovi

Los “huérfanos” de los que se quedan y de los que se van son los más vulnerables

@franzambranor

El 3 de octubre de este año, el llanto de un niño a las puertas del edificio Vakero en la avenida Sanz de El Marqués, en Caracas, llamó la atención de un grupo de vecinos. El sollozo provenía de una caja de cartón: una criatura de apenas un año había sido abandonada como si se tratase de una versión venezolana de Oliver Twist.

Diez días más tarde, funcionarios de Polichacao encontraron a una bebé recién nacida envuelta en una franela en la Plaza de Los Palos Grandes. Fue el cuarto niño abandonado en el año en la capital luego de que una mujer tropezase con uno dentro de un vagón del Metro de Caracas en marzo y otro fuese hallado por efectivos de la Policía Nacional Bolivariana detrás de la iglesia Candelaria entre las esquinas de Candilito y Urapal.

En septiembre, Ana de la Cruz, de 90 años, falleció a la espera de una ambulancia luego de que la dejaran en el Terminal de Pasajeros de Maracaibo. Una semana después, el adulto mayor Felipe Santiago López fue abandonado en el mismo sitio con un cuadro severo de desnutrición.

El abandono de personas vulnerables como niños y ancianos se ha convertido en una práctica cada vez más frecuente en un país donde según la Encuesta de Condiciones de Vida (Encovi), correspondiente a 2017, 87% de los hogares está en condición de pobreza producto de la pérdida del poder adquisitivo de los salarios y la acelerada inflación.  

Dejar a un recién nacido o a un miembro de la tercera edad en la calle tiene sus consecuencias. El artículo 435 del Código Penal es claro: “El que haya abandonado un niño menor de doce años o a otra persona incapaz de proveer a su propia salud, por enfermedad intelectual o corporal que padezca, si el abandono estuviese bajo la guarda o al cuidado del autor del delito, será castigado con prisión de cuarenta y cinco días a quince meses”.

Para la psicólogo social Soraidee Romero Sandoval, el abandono responde a varios estados emocionales. “No es posible generalizar y cada caso responde a una historia familiar particular. Se presentan estados emocionales de angustia vital, desasosiego, miedo al futuro, a desconocer cómo resolver una situación determinada, carencias económicas, falta de alimentos para todo el núcleo familiar, ausencia de apoyo e incremento de embarazos en adolescentes”, dijo.

“El abandono de los niños y de los adultos mayores, los dos sectores más vulnerables de la población, no hace más que reflejar la realidad de un país que vive una gran crisis económica”, dijo el demógrafo y coordinador académico de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales (Faces) de la Universidad Central de Venezuela, Javier Fernández.

Lejos de cumplir la promesa hecha por el fallecido presidente Hugo Chávez de erradicar a los niños de la calle, la Red de Casas Don Bosco informó que hubo un aumento de 40% de menores de edad en situación de calle en el último trimestre de 2017.

“El abandono de los niños se hace de manera consciente. Son desamparados por sus padres por no contar con los recursos económicos para su alimentación y el cuidado adecuado. Ellos esperan que el Estado los recoja y les dé una supuesta mejor calidad de vida en los albergues”, sentenció Fernández.

Romero Sandoval aseveró que antes recluían a los ancianos en casas de reposo, pero muchas de esos establecimientos han cerrado y algunas personas no tienen para pagar una mensualidad en un centro de atención. Asomó que en la psicología social se habla de ejemplos. “Como fenómeno social, el abandono puede estar siendo replicado, por eso vemos que suceden uno detrás de otro”.

Javier Fernández indicó que la diáspora ha potenciado la exclusión y autoexclusión de quienes dependían de un tercero en el hogar. “Muchas familias se han visto en la necesidad de salir del país en búsqueda de oportunidades que aquí no existen o son escasas. Eso ha obligado a dejar a familiares aquí muchas veces con sus nietos, limitados por la escasez de medicinas y alimentos apropiados, mientras esperan que sus hijos se estabilicen en otros países y les puedan enviar remesas”.

“En este momento hay un incremento de niños abandonados y ancianos, no solo en las calles, también en las mismas maternidades y hospitales. Niños y abuelos desamparados porque los hijos están fuera de Venezuela trabajando para tener una mejor vida”, salió al paso Romero Sandoval.

A inicios de octubre de este año, la Organización de las Naciones Unidas estimó que cerca de 5 mil venezolanos cruzan a diario las fronteras. 2,6 millones están desplazados y la cantidad de personas que optan por una condición de refugiado ha aumentado un 2000% desde 2014 al presente.

Para junio de 2018, la Oficina de la ONU para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA) indicó que 2,3 millones de personas han salido de Venezuela a otras regiones de América Latina, sin precisar la fecha de inicio del éxodo.

El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) informó que unos 133 mil venezolanos han solicitado refugio en otros países entre 2014 y 2017, aunado a 363 mil que se han apegado a otras alternativas legales de migración.

Fernández indicó que, aunque es un fenómeno relativamente nuevo, la diáspora ya está teniendo efectos en Venezuela. “El impacto de esas migraciones desde el punto de vista económico, ya se está viendo. Aparte de los problemas per se de la obtención de materias primas, está la pérdida de la mano de obra, que afecta la capacidad de producir bienes y servicios. Del mismo modo, muchas empresas se han quedado sin personal calificado para el trabajo y se han visto imposibilitados de contratar a otros por no tener la preparación adecuada. Todo esto influye directamente en el crecimiento económico del país y agrava la crisis que tenemos”.

 

Un país joven que podría producir y no lo hace

Según datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), para 2017 un 65,79% de la población en Venezuela, estimada en 31 millones de personas, tenía entre 15 y 64 años, rango de edad considerado como “económicamente activo”.

27,59% de la población era menor de 15 años y apenas 6,61% tenía 65 años o más.

Del universo total, 56,4% era menor de 35 años.

De acuerdo a estas cifras y las recolectadas por el Instituto Nacional de Estadística en el censo de 2011, Venezuela goza de un bono demográfico, fenómeno que se da cuando la población en edad de trabajar supera a la población dependiente (niños y ancianos).

“Al bono demográfico lo determinan varios aspectos: mortalidad, fecundidad y migración”, apuntó María Di Brienza, miembro del Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales de la Universidad Católica Andrés Bello.

Efectivamente aún somos un país joven, pero disminuido. Se estima de manera no oficial que aproximadamente un 10% de la población venezolana ha emigrado a diferentes latitudes, de ellos la gran mayoría son jóvenes menores de 30 años, muchos de ellos son profesionales universitarios con cierta experiencia o recién graduados que buscan oportunidades que este país no les ofrece: una mejor calidad de vida, seguridad y trabajo bien remunerado”, dijo el profesor universitario, Javier Fernández.

Datos socio-demográficos extraídos de la Cepal estiman que la tasa anual de crecimiento en Venezuela entre 2015 y 2020 es de 1,2%, la tasa de natalidad es de 17,9%, la de mortalidad de 5,7% y la esperanza de vida es de 75 años (79 mujeres y 71 hombres).

“La mortalidad infantil va en ascenso. Tenemos cifras muy parecidas a la de los años 90, estamos viviendo una especie de retroceso”, acotó Di Brienza

Un estudio efectuado por el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) publicado en septiembre de este año, indicó que la tasa de mortalidad en niños menores de 5 años en 2017 fue de 61 decesos por cada 1.000 nacimientos, parecida a la de 60 fallecimientos por cada 1.000 alumbramientos en 1990.

Se desprendió también de este análisis que la tasa de mortalidad neonatal se incrementó de 7 mil muertes por cada 1.000 recién nacidos en 1990 a 12 mil por cada 1.000 en 2017.

Estadísticas extraídas de informe de Unicef

Di Brienza dijo que en la década de los 60, cuando se produjo lo que cataloga como el “baby boom”, en Venezuela cada mujer tenía en promedio 6,7 hijos, hoy en día esa cifra se redujo a 2,2 hijos. “No tenemos la misma fecundidad que teníamos hace cinco décadas. Hay menos niños”.

La esperanza de vida también ha descendido, números de la Organización Mundial de la Salud apuntan a que en 2015 la expectativa se ubicaba en 74,39 años, para 2017 la cifra bajó a 74,1, ubicando al país en el puesto 88 a nivel mundial.

“Todos están ganando en esperanza de vida en América Latina, salvo Venezuela. Eso responde a que enfermedades que estaban erradicadas y controladas como la malaria, paludismo, difteria, sarampión y tuberculosis hayan reaparecido producto de políticas públicas erradas. No hay vacunas ni medicamentos, gente que puede seguir viviendo, muere por desidia del Estado”, añadió Di Brienza.

La esperanza de vida también se ve pisoteada por la tasa de homicidios en Venezuela, la más elevada de la región, según InSight Crime: 89 por cada 100 mil habitantes en 2017, superando a El Salvador y Honduras.

El informe más reciente del Observatorio Venezolano de la Violencia indica que hubo 26 mil 616 homicidios en 2017, 5.535 de ellos a manos de cuerpos de seguridad del Estado. De acuerdo a cifras del Observatorio Venezolano de Seguridad, organismo adscrito al Ministerio de Interior, Justicia y Paz, un total de 6 mil 363 homicidios se cometieron del 1ero de enero al 15 de julio de 2018.

Un bono que no es eterno

Para Javier Fernández el hecho que Venezuela sea una nación relativamente joven hoy en día, no quiere decir que lo vaya a seguir siendo en un futuro. Especialmente el fenómeno de la migración masiva puede modificar el patrón. “Una de las características que tiene un país cuando la población joven migra es que indirectamente envejece. Así mismo ocasiona la disminución de la tasa de natalidad, en otras palabras, reducimos la población de relevo del país”.

El profesor universitario dijo que la desmovilización aunada al deterioro de la calidad de vida serán determinantes en la demografía de años venideros. “Nos encontramos ante un futuro en el que  tendremos a una población muy disminuida en sus capacidades, en especial, el del aprendizaje, esencial para la inserción laboral exitosa”

Di Brienza opinó que no es que Venezuela se va a volver vieja. “La diáspora podría acelerar el proceso de envejecimiento”.

La también profesora universitaria indicó que el bono demográfico es finito y a partir de 2040 empezará a cambiar si las condiciones de vida en Venezuela continúan como van. El propio censo del INE en 2011 arrojó que este colchón demográfico duraría 20 o 30 años más. Pero sin planes para desarrollar la economía, la salud y la educación el país corre el riesgo de no poder atender a una masa de la población que depende de pensiones y servicios sociales. “Debemos tener condiciones socioeconómicas que suban y no que bajen. Tiene que haber planificación familiar, métodos reproductivos confiables, es absurdo que una parturienta muera por complicaciones que se pueden prevenir”.

Di Brienza posee una alta expectativa con el censo anunciado por el ministro de planificación, Ricardo Menéndez, para 2019. Aspira que aclare y no oscurezca. “Eso podría darnos una nueva foto del país y ojalá que esa fotografía sea fidedigna. El problema en este sentido es la opacidad con la que se maneja el gobierno, el Saime no informa cuánta gente sale y entra del país, el INE solo ha publicado cifras de nacimientos hasta 2012 y el Ministerio de Salud maneja estadísticas de mortalidad hasta 2014, de esa forma es muy difícil establecer una variable demográfica”

 

OVV: La violencia va sobre ruedas

Además del estrés, el deterioro y el ajetreo, la violencia también está presente en el transporte público, casi a diario se escuchan testimonios de lo que sucede dentro de una unidad.

“Ese día iba muy apurada, apenas llegué a La Yaguara pude agarrar el bus y cuando me monté, arrancó” dijo Claret Gallardo, habitante del kilómetro 8 de El Junquito. Ese día eran las dos de la tarde y a esa hora no es común ver a tantas personas. Parecía que iba a llegar más rápido de lo esperado hasta que en el kilómetro 6, se levantaron cuatro muchachos de mal aspecto. Dos de ellos tenían pistolas, uno apuntaba al chofer y le gritaba que se metiera por la vía de Lomas de Paya en el kilómetro 7. El otro apuntaba a cualquier lugar de la camioneta pidiendo los bolsos y los teléfonos.

“Cuando llegamos a Lomas de Paya, nos obligaron a bajar de la camioneta y nos quitaron todo lo que teníamos”, relató. Gallardo expresó que estaba muy asustada, se bajó temblando de la camioneta. Al chofer lo tenían retirado y le estaban apuntando, le indicaban que no mirara hacia donde se encontraban los pasajeros. Luego de 20 minutos, cuando recogieron todo, se fueron. Para los pasajeros ya se ha vuelto algo común, pues esto pasa todos los días a toda hora.

Según el informe del Observatorio Venezolano de Violencia (OVV) del año 2017, ocho de cada diez venezolanos temen ser víctimas de la delincuencia tanto en autobuses públicos como en rutas interurbanas.

Como explicó la coordinadora del OVV Región Capital, Iris Rosas, en lo que va de año, los medios de transporte público ocupan un tercer lugar con mayor ocurrencia de delitos violentos en la región capital. Esto de acuerdo con el monitoreo de prensa que se ha mantenido desde que se constituyó observatorio de la región capital en el 2016.

A partir de ese año, los observadores determinaron que las rutas más peligrosas del municipio Libertador son El Paraíso, La Vega, Antímano, La Yaguara y El Junquito.

Robos y secuestros
De acuerdo con el informe de violencia 2018 los choferes de busetas denuncian secuestros de sus colegas con el fin de robar unidades. Si bien es una situación preocupante, Rosas asegura que muchos conductores se niegan a hacer denuncias por miedo a recibir represalias. “Encontramos que esos delincuentes los persiguen”, señaló.

El 26 de septiembre del 2017, Ramón Artiga salió en la madrugada con su mayor disposición, ese día su hija estaba de cumpleaños. Como todo día habitual, tiene que cumplir la ruta de Antímano-Esquina de Salas. Faltaban 10 minutos para la seis de la mañana cuando pasaba por la estación de Metro de Capitolio, solo faltaba dejar a un pasajero. Luego de pasar la estación, un muchacho abordó la unidad de forma vertiginosa, así como sus dos cómplices de delito. “Me obligaron a darles el vehículo en el puente de Carmelitas. Me levantaron del asiento, me llevaron a la parte de atrás del autobús, me taparon la cabeza y me amarraron manos y los pies”, explicó.

Artiga relató que uno de los muchachos conducía mientras que los otros desvalijaban el autobús. “Pensé que me iba a morir, pensaba en mi niña”, enfatizó. El autobús se detuvo y escuchaba que desarmaban la parte de abajo de la unidad. De pronto hubo silencio, Artiga dedujo que se habían ido y salió como pudo del vehículo. Ya en la calle cerca de la iglesia en La Pastora una persona acudió a él y lo desamarró. “Al autobús le quitaron la transmisión, la batería, la computadora y la punta de eje”, indicó.

La cultura se torna violenta
Una tasa de 89 muertes violentas por cada 100.000 habitantes, según el Informe OVV de violencia 2017,es razón suficiente para considerar a Venezuela como un país violento, así lo afirma la especialista Rosas.

Además de la pobreza, un factor ligado a la supervivencia, el entorno familiar, la falta de educación, el desempleo y la corrupción son algunas razones por las cuales se lleva a cabo la delincuencia. Aún así, la principal teoría que ha desarrollado el OVV es la falta de institucionalidad. “Esa ausencia está reflejada en la desconfianza que se tiene hacia las mismas autoridades que justamente son los responsables y los que designan el Gobierno para que se pueda llevar a cabo una política de planes sociales”, indicó Rosas.

De hecho, las Encuestas de Condiciones de Vida Encovi del año 2017 arrojan que: “el 22% de la población fue víctima de algún delito. Sin embargo, el 65% prefirió no denunciar ante las autoridades por la desconfianza en las instituciones”.

En este sentido, Rosas destacó que el Gobierno debería enfocarse en planes para la seguridad social en vez de colocar esta problemática en un segundo y hasta, tercer plano, ya que se está violando el derecho a la vida.

Según el artículo N° 43 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, “el derecho a la vida es inviolable. El Estado protegerá la vida de las personas que se encuentren privadas de su libertad, prestando el servicio militar o civil, o sometidas a su autoridad en cualquier otra forma”.

La violencia en el transporte público no solo se ve reflejada en la delincuencia, de acuerdo con el informe de la OVV las peleas entre usuarios, conductores y colectores cada vez son más frecuentes. Como menciona Rosas, el Metro que se ha convertido en una salida ante la escasez e inseguridad del transporte público superficial, hoy presenta condiciones precarias que también contribuyen a la delincuencia. En este sentido, el deterioro del transporte contribuye al crecimiento de la cultura violenta en el país.