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Dialogar

¿Dialogar? mucho reunir y poco resultar, por Armando Martini Pietri

INEVITABLE PREGUNTARSE QUÉ Y CÓMO SE DISCUTE en reuniones de los opositores a la dictadura. Es vieja historia, a los políticos les encanta un cenáculo, y aún mejor si es a puertas cerradas para después cada uno dar su versión y contar su interesada interpretación.

Es tema primitivo, viene de tiempos antiguos, cuando Pericles en Atenas y Jonia, por ejemplo, Filipo en Macedonia, Julio César en Roma, para sólo citar tres muestras históricas, les dieron sendas lecciones a sus políticos siempre reunidos hablando pomposidades, que son los mismos en griego antiguo, latín o cualquier idioma de estos tiempos.

Hoy se está al corriente que las reuniones abundan, las disculpas “estuve reunido” sobran, lo malo es que después de años de tertulias no se observan resultados que hagan pensar, “valió la pena”. Es un mito, con excepciones, lo de la astucia política, en realidad van preparando sus planteamientos a tambor de conversadera, cada palabra le llega al cerebro, da vueltas, choca, se entrecruza y vuelve a salir diferente de como entró.

No se modifica por ideología, lo único que cambia es quién y qué son los perjudicados por las reuniones sin tregua y diálogos que en realidad son “multiálogos” siempre hay mucha gente -partidos y representantes de la MUD (años atrás, Coordinadora Democrática), hoy Frente Amplio o del Polo Patriótico, y comprenderán lo que son, multitudes reformando, distorsionando ideas y propuestas.

Llevamos al menos treinta años desde que se deshizo aquél bipartidismo escueto y eficiente que diseñó Rómulo Betancourt, adaptó y adoptó Rafael Caldera en medio de la habitual confusión de Jóvito Villalba, y los enamoramientos suicidas de la izquierda. Fueron tiempos, en los cuales se consolidó en el país una democracia con fallas pero con eficiencia y resultados, a tal punto que las posteriores equivocaciones y confusiones que terminaron con la peor de todas, apoyar al grupo de fracasados populistas sin más pensamiento que sus propias ambiciones y errores de interpretación, que no han podido borrarla del todo, más bien están vigorizando nuevamente la esperanza en ella, y la convicción de que los llamados “notables” sólo lo eran por su soberbia y desconocimiento de la realidad popular venezolana.

De nuevo se pretende -irresponsablemente- regresar improvisados sin método ni procedimiento, a una negociación cuyos participantes son los mismos que sin consentimiento, ni apoyo ciudadano y ninguna representatividad, insisten en sentarse con quienes los han engañado y burlado una y otra vez, despreciando el clamor popular por comida y medicinas, que más de un 85% quiere cambio ya. No importa, las obsesivas estupideces sólo están pendiente de reuniones y viajadera, sin considerar que los tiempos de los políticos no son los mismos tiempos del hambre.

La gran mayoría coincide que la solución del conflicto que vive Venezuela no será con diálogos, negociaciones o elecciones convenidas, porque ésta no es una dictadura convencional, sino una banda de delincuentes que se apoderó del poder. Y ése sí es un problema para cuya solución todos deberían unirse no en base a qué nos puedes dar sino a qué podemos aportar. No es “dando y dando”, sino dando todos como se quita uno de encima a los enemigos venenosos y con las garras aferradas al poder.

El dialogo no se realiza entre timoratos, sino entre los dispuestos a pelear. El diálogo, propuesto por quienes han profanado la ley, sólo buscan convertir ese delito en un derecho. Pedir diálogo es una forma de decir que no tengo valor para aceptar me equivoqué, y mucho menos para reconocer que los otros tenían razón. Es una forma de salir corriendo a esconderse detrás de una palabra que los pueda salvar de la vergüenza dadas las connotaciones positivas en la sociedad, todos entienden el dialogo como algo bueno.

El diálogo en política implica cesiones por ambas partes para llegar a un acuerdo, a la salida negociada, como la vende el establishment, supone transar con muchos y exige un nivel de impunidad, que hará difícil cualquier cambio hacia un país de ley sea irreversible. ¿y qué más vamos a ceder? si ya todo está cedido.

El diálogo entre el régimen y la supuesta oposición durante años ha sido una farsa donde unos vivos ególatras saciaban sus ansias de tener un predio propio para salvaguardar sus oscuros y mezquinos intereses. Y unos tontos cedían hasta la camisa por miedo y aquella infame tesis de los espacios. Hoy son los mismos que piden diálogo; porque necesitaban legitimar los votos para amigos, militantes, gobernar concejalías y mantenerse en el poder de sus parcelas, y claro, donde esté el poder para negociados partidistas y personales; quítense la paja y tontería esa de ser estadistas y anteponer los intereses del país a los del partido.

Si partimos del principio que las competencias están todas cedidas, entonces dialogar de qué, ¿del concepto de nación? ¡Por favor! esa excusa para pendejos, Una nación tiene su origen en la historia, es algo que viene dado, que no pueden ponerse a discutir cuatro rufianes. Una nación es el fruto de años de vida en común. Aquí cualquier borracho pasado de cerveza, cocuy, anís, ron o whisky se pone a pintar un trapo, se inventa una bandera y un país.

Dialogar ahora con los que han llevado a Venezuela al abismo, con quienes están jugando con el futuro de millones de personas y su bienestar, con quienes se llenan los bolsillos mientras mandan a la calle a buscar comida y medicinas, a mujeres, niños y ancianos es de cobardes.

Para finalizar un ejemplo: llegas a tu casa y te encuentras con el ladrón que forzó la puerta, agredió, humillo a tu familia y se robó el dinero producto del trabajo honesto, y ¿qué haces? ¿Lo invitas a comer? No, les das un coñazo, y luego llamas a la policía.

Imagínate que se asoma el vecino chavista de afiliación castrista, y te llama agresor, asesino y te pide diálogo, o mejor, se ofrecerse ser mediador entre las dos partes. ¿Qué haces? Darle otro coñazo, por entrometido y hablador de pendejadas.

Al día siguiente, viendo televisión, aparece en el noticiero tu vecino con el ojo morado entrevistado y con la inscripción en pantalla: «Vecino agredido por radical sólo por querer mediar en una disputa». ¿Cómo lo ves? Nos guste o no, eso es Venezuela en estos momentos.

 

@ArmandoMartini 

Dilma Rousseff: “Es obligación del Gobierno escuchar a la calle y dialogar”

DRBrasil

 

En un chiste de Folha de São Paulo, aparecido este lunes, el dibujante Jean Galvao presenta a la presidenta Dilma Rousseff en un rincón oscuro del palacio, abrumadoramente sola, mirando hacia un amplio ventanal desde donde se ven las multitudes que protestaron el domingo en las calles contra ella. La presidenta, vestida de rojo, con gesto de enfado, se limita, impotente, a contar señalando con el dedo: “Uno, dos, tres, cuatro…”. El dibujo refleja medianamente bien la actual situación política de la presienta: aislada, sola, parapetada en su residencia de Brasilia y cada día con menos apoyos con los que contar. Los centenares de miles de personas que salieron el domingo a protestar en São Paulo y otras ciudades brasileñas (algunos los cifran en un millón, otros los elevan a dos) corearon, sobre todo, un eslogan claro y rotundo: “Fuera Dilma”.

Más allá de las cifras, la respuesta de la población —en su inmensa mayoría perteneciente a clase media y urbana — fue masiva, contundente e inesperada. De ahí que la presidenta brasileña atraviese su peor momento, con una popularidad que ya de por sí se iba a pique: sólo un 23% consideraba, según una reciente encuesta hecha antes de la protesta, que la gestión de Rousseff es buena. Todo esto, en un tiempo récord y a tres meses y medio de haber tomado posesión de su segundo mandato.  Este lunes, en un acto institucional en Brasilia, la presidenta ha asegurado que la obligación del Gobierno “es escuchar la calle”. «Yo soy la presidenta de todos los brasileños. Tenemos que oír y dialogar, pero también mantenernos firmes en lo que consideramos que es esencial, como la lucha contra la corrupción y el ajuste fiscal”.

Los analistas y especialistas recuerdan el cada vez más escaso margen de maniobra de la presidenta y su cada vez más exigua lista de aliados, a excepción del último círculo de colaboradores y de ministros fieles.

Desde el Partido de los Trabajadores (PT), formación a la que ella pertenece, ya se han oído voces críticas: el senador Walter Pinheiro, personaje histórico del partido, denunció al Gobierno por no saber reconocer los errores y escuchar a la sociedad.

No es sólo él. Una parte del partido de Rousseff y de Lula critica, de una manera más general y desde hace tiempo, que la presidenta haya asumido desde el principio las teorías económicas del ministro de Economía, Joaquím Levy, proclive a un ajuste fiscal, a la subida de impuestos y a la contención de gasto.

El partido aliado del Gobierno, el PMDB (Partido do Movimento Democrático Brasileiro), de ideología poco clara, tampoco es un aliado fiable. Es cierto que varios de sus miembros están en el Gobierno, entre ellos el vicepresidente, Michel Temer. Pero la lista hecha pública hace dos semanas de implicados en la corrupción de Petrobras, entre los que se cuentan el presidente del Congreso, Eduardo Cunha y del Senado, Renán Calheiros, ambos de este partido, han envenenado esta relación y la han sembrado de minas que pueden explotar en cualquier momento.

El mismo Lula, mentor de Rousseff, referencia del PT (y de la izquierda brasileña), la persona que la eligió para el cargo y que en la última y decisiva parte de la campaña electoral puso su carisma y su tirón electoral al lado de la candidatura de Rousseff, permanece ahora o por ahora callado y ausente. Desentrañar cómo se llevan Rousseff y Lula es un capítulo interminable de la política brasileña contemporánea, debido a que las relaciones entre el fundador del PT y la presidenta siempre han sido complicadas: caracteres distintos, dos egos poderosos frente a frente, intereses a veces encontrados, falta de confianza en ocasiones por las dos partes…

Hasta ahora, el PT ganaba en las calles. Ya no. La multitudinaria protesta del domingo, la más numerosa en la reciente democracia brasileña, con un millón cuando menos de manifestantes por todo Brasil, hace palidecer la marcha de apoyo a Rousseff que se convocó el viernes, con 40.000 seguidores (e insultos al ministro de Economía añadidos).

Al aislamiento de los demás se suma el ensimismamiento interior: quienes conocen a Rousseff la describen como a una persona solitaria, desconfiada, poco amiga a reconocer errores y tendente a establecer entre el mundo y ella una cámara protectora o aislante. Así, todos los factores sumados hacen que la Dilma Rousseff de verdad se parezca cada vez más a la Dilma Rousseff del dibujo.