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Iván Duque y Mike Pence acuerdan mantener la presión sobre Venezuela

EL PRESIDENTE DE COLOMBIA, IVÁN DUQUE, y el vicepresidente de Estados Unidos, Mike Pence, acordaron ayer en la noche «mantener la presión» sobre el Gobierno de Nicolás Maduro para afrontar «el colapso de la democracia» en Venezuela.

En una llamada telefónica que informó la Casa Blanca, los dos líderes «hablaron sobre la crisis humanitaria en Venezuela y sus efectos en toda la región, comprometiéndose a mantener la presión sobre el régimen de Maduro».

En la conversación, Pence también «reconoció los esfuerzos iniciales realizados por Duque -que asumió el poder hace apenas un mes- en la importante lucha contra las drogas ilegales, y subrayó esto como una prioridad en el futuro».

Estados Unidos se había mostrado crítico con la estrategia antidrogas del Gobierno de Juan Manuel Santos y su presidente, Donald Trump, puso hace un año el narcotráfico como el «área más importante» de cooperación entre los dos países, después de calificar de «muy alarmante» el aumento de cultivos ilícitos en Colombia.

Hace unos días, de hecho, Trump señaló que Colombia se está quedando atrás en la erradicación de cultivos ilícitos y que es necesario ver pruebas que demuestren avances en el tema. A pesar de las críticas no descertificó al país, como había amenazado el año pasado.

Además de la lucha contra el narcotráfico y Venezuela, Pence y Duque también hablaron sobre comercio bilateral y sobre la Asamblea General de las Naciones Unidas que se celebrará a finales de mes en Nueva York.

 

Las vibraciones y temblores no eran infrecuentes; pero, no parecían peligrosos. Algunos pocos visionarios supieron que no era un estremecimiento más, sino un verdadero y devastador terremoto que tenía lugar en las entrañas de esta nación, con cada vez más intensos y frecuentes desplazamientos de las capas tectónicas y sus derrumbes, huidas, miedos y espantos.

Venezuela vio derrumbar sus instituciones y el derretimiento de su tejido social. Todo el sistema de relaciones familiares, amistosas, comerciales, empresariales, religiosas, culturales, laborales fue sometido a su inclemente fractura. El país se deshizo. No lo destruyeron las bombas de la aviación enemiga sino la tropa roja que solo ha podido apoderarse del Estado y la sociedad mediante la ruina y el crimen.

Esa operación fue realizada en nombre de un proyecto redentor que, como todo salvacionismo, termina en el terror. Así, la aniquilación institucional trituró igual a Pdvsa que a la industria nacional, al BCV y la Fuerza Armada, el comercio y la esperanza, la justicia y la seguridad. Dentro del país los ciudadanos han hecho todo lo que han podido, y más, para expulsar la dictadura: centenas de muertos, heridos, presos, exiliados y millones lanzados hacia esa emulación de la “emigración a Oriente” ante el avance del pendenciero y asesino vástago de Boves.

Las fuerzas internas de resistencia existen, pero están mermadas. Es una realidad. Por esta razón y ante el impacto del sismo venezolano en otras naciones es por lo que este territorio es escenario de una lucha de carácter mundial. Las mafias internacionales tomaron el Estado venezolano y el combate contra ellas es de los venezolanos y también de las democracias del mundo.

No hay que extrañar que el caso venezolano alcance las primeras páginas de los medios de comunicación del planeta, así como los despachos de los jefes de Estado de América Latina y el Caribe, de Estados Unidos, Canadá, Europa, de Rusia y de China. La migración de millones es el corolario de la devastación de las mafias chavistas sobre este exhausto país.

El impacto mundial de la catástrofe ha obligado a los gobiernos del mundo a tomar previsiones en dos sentidos: para paliar los efectos en los países destinatarios del caudal de venezolanos que les llega, azotados por la necesidad, el hambre y la enfermedad, y para procurar restablecer la democracia y la libertad en Venezuela.

Estoy convencido de que se prepara una acción multilateral de paz, tal vez bajo el auspicio de la ONU o de un grupo de países amigos. No lo aseguro, pero me huele.