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El drama seguirá luego del 10 de enero

Un entorno de ecos, sin demasiado contenido, gravita en las redes sociales planeando la inminencia de un cambio político en el país. Esta sensación de expectativa aumenta cuando Edmundo González Urrutia insiste en afirmar que tomará posesión como presidente este 10 de enero

10 de enero
Alonso Moleiro
Hace 4 semanas

2025 se aproxima con nubarrones: Nicolás Maduro y los jerarcas de la revolución bolivariana están decididos a tomar de nuevo posesión del poder político, independientemente de las protestas y los cuestionamientos; y el liderazgo de la oposición venezolana no abandona el tono de ultimátum, desde el exterior, pero también dentro del país, dispuesta a reclamar su victoria electoral y enviando mensajes motivadores a la ciudadanía.

Donald Trump, el presidente electo de Estados Unidos, acaba de declarar en términos malhumorados sobre Venezuela, uno de los nudos problemáticos que orbitan sobre su agenda. “Van a tener que recibir a los delincuentes que han migrado para acá. Y si no lo hacen, habrá duras consecuencias económicas. Venezuela y otros países no se portaron bien con nosotros en mi primer gobierno, pero ahora sí van a tener que hacerlo”.

Trump se mostró especialmente despreciativo ante la eventualidad de comprarle petróleo al país (una de las herramientas fundamentales que cree tener Miraflores para negociar espacios políticos), haciendo una afirmación que ha sido muy poco usual entre los mandatarios estadounidenses de estas décadas frene a la oferta petrolera nacional, y que atiende a la agenda de su nacionalismo económico: “No tenemos por qué comprar energía a Venezuela cuando tenemos 50 veces más que ellos, es una locura lo que estamos haciendo. No descansaremos para hacer de los Estados Unidos un país más rico, más seguro y más fuerte de lo que hemos sido”.

Las rudas afirmaciones de Trump plantean que los Estados Unidos viene a imponer a Venezuela sus términos en términos migratorios y energéticos, le guste o no el asunto a Nicolás Maduro, pero con independencia de cuál pueda ser el destino de la democracia en el país y la presencia en el chavismo en el poder.

Lo dicho por Trump viene acompañado del nombramiento de Marco Rubio y otros halcones del partido Republicano en cargos neurálgicos de la administración del gobierno, aparentemente dispuestos a llegar hasta zonas impensadas en materia de sanciones internacionales al país. Con algunos de ellos, a diferencia de lo que ocurrío en los tiempos de Biden, María Corina Machado tiene bastantes simetrías en política y en el diagnóstico frente al adversario.

Un entorno de ecos, sin demasiado contenido, gravita en las redes sociales planeando la inminencia de un cambio político en el país. Esta sensación de expectativa aumenta cuando Edmundo González Urrutia insiste en afirmar que tomará posesión como presidente este 10 de enero, una eventualidad que, bien vista, luce más bien bastante remota, independientemente del agravamiento de la situación.

Todo parece indicar, por el contrario, que el dramático pulso entre el chavismo y la oposición puede conocer una grave escalada después de ese día, una vez que el enunciado de González Urrutia no se concrete y no arribe a la presidencia este 10 de enero, sino que asuma el mando de nuevo Nicolás Maduro, cambiándose a sí mismo la banda presidencial y acompañado del tinglado dirigente cívico-militar de la revolución bolivariana.

Acaso deberá González Urrutia evitar las consecuencias de algún “efecto Guaidó” por continuar con esa tradición de la oposición venezolana que consiste en hacer anuncios triunfales sobre cosas que no se van a concretar.

Puede que Trump no aguarde demasiado para endurecer su política de sanciones al país una vez que asuma Maduro, y esta circunstancia por supuesto que tendrá un enorme impacto sobre los ingresos nacionales, la estabilidad de la moneda, la inflación y el crecimiento económico de 2025. Los problemas económicos podrían alimentar el descontento popular.

Luego del colapso socioeconómico de 2014-2019, la economía venezolana había ofrecido algunas señales de vida, que han tenido alentado al gobierno, con un tipo de cambio relativamente estable y una inflación que promedió dos dígitos por primera vez en casi diez años.

La historia no se acaba el 10

El pasado mes de julio, el Índice de Precios al Consumidor había alcanzado 1%, logro que se concreta por primera vez en 12 años en el país. La economía puede haber crecido 5 por ciento en 2024, de acuerdo al cálculo de algunos analistas privados, un digito todavía muy insuficiente para una nación devastada, pero que casi duplica el desempeño del PIB en 2023.

Todo eso podría venirse abajo a partir del primer semestre de 2025, una vez que Maduro asuma el gobierno, dispuesto a penalizar a quien no lo acepte en el mando, y al mismo tiempo se institucionalice su desconocimiento en varios escenarios internacionales, en los Estados Unidos y el vecindario latinoamericano.

Machado y Rubio parecen estar esperando que una política restrictiva fortificada y ejercida desde varios frentes le achique el piso político a Maduro y le imponga las condiciones para negociar la aceptación de su derrota. Un cálculo que se hace, probablemente, calibrando la existencia de un objetivo descontento popular en el país, muy taimado ahora con la represión.

Parece más probable que el chavismo acepte el desafío y se dedique a resistir el embate de mayores sanciones, haciendo política y organizando seminarios con la circunstancia, endureciendo hasta zonas no imaginadas la represión política, y procurando fortalecer, entretanto, sus contactos internacionales con otros focos de poder para lograr sobrevivir (un entorno en el cual tampoco existe para el chavismo un campo particularmente fértil ni prometedor en el mediano plazo)

El drama seguirá en desarrollo luego del 10 de enero.

Presos políticos de antes y de ahora

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