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El Día de los Difuntos no hay que olvidar los derechos fallecidos

En este Día de los Muertos Runrunes rinde también homenaje a los vestigios de la democracia y el estado de derecho que han desaparecido, pero que viven en el recuerdo de los que siguen en el país

Redacción Runrun.es
Hace 1 mes

El 2 de noviembre se conmemora el Día de Difuntos o de los Muertos  en el mundo católico y es una celebración enfocada en aquellos que ya no están, pero que son recordados con cariño y se honra su memoria, sean personas o sean derechos que corren el riesgo de quedar en el olvido.

La tradición del Día de los Muertos trata de una jornada dedicada a la veneración y a celebrar con los seres queridos la alegría de haber coincidido con esos que ya no están y tener presente su espíritu con algunos rituales específicos. Es un día festivo religioso en memoria de los fallecidos y su objetivo es orar por aquellos fieles que han acabado su vida terrenal .

En Venezuela, además de las personas que se han ido, también podría ser una buena ocasión para rendir homenaje a los vestigios de la democracia y el estado de derecho que han desaparecido, pero que viven en el recuerdo de los que siguen en el país. Es mucho pedir que brille para ellos la luz perpetua, porque los apagones continuos no lo permitirían, pero que en su altar no falta una vela por estos memorables recuerdos.  En Runrun.es quisimos recordar algunos de esos difuntos que tanto se extrañan en esta tierra de gracias.

El salario digno

Se dice que una vez los venezolanos no solamente tenían un salario que les permitía cubrir todas sus necesidades, sino que también generaba prestaciones sociales que garantizaban un colchón en caso de cesantía. Hay algunos que hasta refieren la existencia de seguros médicos colectivos y otros beneficios que hacían que la gente deseara un empleo fijo como nada en el mundo. En la actualidad se necesitan al menos 177 salarios mínimos para adquirir la cesta alimentaria.

La paridad cambiaria

Nada más inestable que la relación de los venezolanos con el dólar. Sin embargo, en los últimos meses, nos habíamos acostumbrado a un cambio de más o menos 35 bolívares por cada moneda imperial que hasta nos estábamos creyendo eso de que se podía planificar. Pero de lo bueno poco y hoy el valor del dólar oficial ya ha tenido más de 20% de devaluación en menos de un mes. La presión sobre el dólar aumenta y en el discurso oficial reaparecen viejos fantasmas como el de la crítica a las importaciones suntuarias.

La institución del voto

Aunque su agonía fue larga, terminó de morir el 28 de julio. Hoy luce algo difícil convencer a la gente de volver a hacer la cola un domingo electoral después de lo ocurrido con el Consejo Nacional Electoral y su negativa a mostrar las actas y el desglose de votos de las últimas elecciones presidenciales. 

El libre tránsito

La idea de poder recorrer por el país sin temor a ser detenido por una alcabala o poder salir de Venezuela vía Maiquetía sin que un funcionario te diga que el pasaporte fue anulado también son de esos derechos que descansan en paz. Y aquí no hay mucha recomendación que valga. La única estampita que funciona en las alcabalas es la que tiene la cara del señor Jackson, porque $20 pa los frescos no empobrecen ni enriquecen, pero a veces salvan.

El derecho a la defensa

También tenía tiempo dando señales de que no gozaba de buena salud, pero a partir de agosto de este año, con las miles de detenciones arbitrarias y los procesos judiciales tan kafkianos a los que se han sometido a las víctimas -sin abogados privados, ni acceso a los expedientes- queda claro que la defensa también tendrá su vela en los altares venezolanos. 

La libertad de expresión

A partir de este año, el censor embistió también contra el derecho del ciudadano común a expresarse libremente. La curiosa práctica de revisar celulares para convertir memes en pruebas de terrorismo y traición a la patria trajo silencio a un país acostumbrado a la estridencia y la algarabía. Ya la cosa no es solamente contra los medios independientes y los periodistas, pero también siguen añorando a este difunto.

El agua por tubería 

Hubo una época en la que uno abría el grifo y por allí salía agua cristalina, sin importar el día o la hora. La gente podía lavar ropa cuando quería y darse un baño sin hacer turno. Pero hace mucho tiempo que no hay zona del país en la que no se hable de racionamiento. Ni siquiera los hospitales se salvan.

Los 180 días de clases

Hasta hace algunos años el Ministerio de Educación fijaba el calendario escolar para que cuadraran esos 180 días hábiles a lo largo del año. Había vacaciones por montón y feriados cada tanto, pero más o menos la meta se cumplía. Eran tiempos en que nadie sabía de horario mosaico y mucho menos de días para que los docentes pudieran rebuscarse. Ahora un año normal, la pérdida de día de clases supera un tercio de lo planificado.

Comer completo

Es verdad que pasamos la época del mango y la yuca, pero decir que la gente está comiendo completo ya es otra cosa. Hace algunos años el debate era si la comida del venezolano era lo suficientemente balanceada o si cubría todos los requerimientos. Eran los días en que comer no era sinónimo de espantar el hambre porque la realidad es que a 8 de cada 10 habitantes del país no les alcanza el presupuesto para comprar alimentos.

La salud gratuita

Cuando hablamos de la salud de la capilla ardiente no se salvan ni los hospitales ni los módulos de Barrio Adentro. Todo el sistema público es una calamidad y no precisamente porque el suero se haya usado para endulzar el café. Pero lo cierto es que cualquier visita a un centro de salud público cuesta dinero. Lo de gratuito forma parte de esas estrofas muertas de la Constitución Nacional.

El altar de los derechos fallecidos podría ser más grande, pero hasta aquí la muestra es representativa. Así como la película “Coco” celebra la tradición del Día de los Muertos y señala que al mantener vivos los recuerdos de los fallecidos, se fortalece el vínculo entre generaciones y se les da a los que ya se fueron un lugar especial en la vida de los que siguen respirando, no podemos olvidar los elementos que nos conectan con la libertad, la democracia y el estado de derecho. Si los dejamos en el pasado, será más difícil que vuelvan.

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