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Venezuela se convierte en el país más desigual de América
La desigualdad se traduce en un obstáculo para el crecimiento en un país que tras la caída de la renta petrolera necesita más que nunca de una población capaz de aumentar la productividad

Tras la debacle de la economía, la quiebra del Estado y la incipiente recuperación focalizada en pocas áreas de la producción toma cuerpo una sociedad de mayor contraste con una brecha sideral entre el ingreso de la mayoría y los más adinerados.

La Encuesta de Condiciones de Vida (Encovi), elaborada por la Universidad Católica Andrés Bello, con datos a julio de este año, afirma que bajo el parámetro del índice de Gini Venezuela es el país más desigual de América y muestra un marcado retroceso en la distribución del ingreso.

El índice Gini es un indicador de desigualdad que es igual a cero cuando una sociedad es completamente igualitaria y todos obtienen el mismo ingreso, o igual a uno cuando la desigualdad es absoluta y una sola persona recibe todo el ingreso de la economía.

El termómetro del Gini registra un aumento desde 0,40 en 2014, cuando comenzó la recesión que duró 32 trimestres consecutivos y redujo a la economía a su cuarta parte, hasta 0,60 este año: “Venezuela está en el continente más desigual del Mundo y en 2022 es el país más desigual de América”, dice la Encovi.

Datos del Banco Mundial indican que esta desigualdad es comparable con la de Namibia en 2015, cuando el índice de Gini se ubicó en 0,59 y supera el 0,54 de Colombia en 2020 que, junto a Brasil, es de los países menos equitativos del continente.

Para tener una idea menos abstracta basta observar que, en promedio, cada integrante del diez por ciento más rico de la población de Venezuela cuenta con un ingreso mensual de 553 dólares y el diez por ciento más pobre de solo 7,9 dólares: una diferencia de setenta veces.

El índice de Gini no mide el patrimonio de las familias como el dinero depositado en los bancos, acciones de empresas o terrenos. Este dato es relevante porque el patrimonio genera ingresos y aumenta la brecha entre las familias de los distintos estratos.

Cae la pobreza

Tras el colapso del Socialismo del Siglo XXI el gobierno de Nicolás Maduro liberó los precios, permitió la libre circulación del dólar, destrabó las importaciones y abrió espacios a la empresa privada. El viraje acabó con la escasez, desaceleró la inflación y la economía inició un frágil crecimiento focalizado en nichos como la producción de alimentos básicos y artículos de cuidado personal.

Al mismo tiempo, mejoró la producción de petróleo, las exportaciones de ron, cacao y camarones mostraron signos de vida y las importaciones nutrieron las tiendas dirigidas a la capa de mayor ingreso.

Quienes pueden subirse al tren de la nueva economía respiran. La Encovi señala que gracias al aumento del ingreso y al descenso del desempleo por primera vez en siete años la pobreza disminuyó.

Para medir la pobreza extrema la Encovi determina cuántas familias no obtienen el ingreso suficiente para comprar una canasta de alimentos básicos. Luego, añade a los alimentos básicos servicios esenciales como luz eléctrica y transporte para determinar las que se encuentran en pobreza no extrema.

Bajo este criterio, la pobreza extrema disminuyó desde 68% de la población en 2021 hasta 53,3% en 2022 y la pobreza no extrema desde 90,9% hasta 81,5%.

Las consecuencias

La pobreza sigue siendo enorme en Venezuela pero, por primera vez en siete años, se reduce a la vez que aumenta la desigualdad: ¿Importa que exista una sociedad donde pocos ganan mucho y muchos ganan poco?

Luis Pedro España, sociólogo y parte del equipo que elabora la Encovi, explica que la desigualdad importa “cuando se convierte en un obstáculo para el crecimiento de la economía y afecta la posibilidad de que siga reduciéndose la pobreza, porque hay una fracción muy grande de la población que no tiene capacidades productivas”.

“Hay países donde la desigualdad es relativamente alta, como Estados Unidos, pero es una sociedad donde evidentemente la desigualdad de los deciles más bajos no compromete la productividad del país”, dice Luis Pedro España.

Los economistas coinciden en que una condición esencial para que un país eleve el nivel de vida a o largo del tiempo depende de su capacidad para aumentar la producción por trabajador. Estudios de la OCDE indican que una mayor brecha en la distribución del ingreso hace que las familias poco favorecidas inviertan menos en educación y formación.

“Esto probablemente perjudique el crecimiento al reducir el número de trabajadores calificados —y mucho más productivos— disponibles para su contratación en la economía”, dice la OCDE en el libro Desigualdad de ingresos: la brecha entre ricos y pobres.

Luis Pedro España destaca que la productividad de un país «depende de las personas no de los marcianos»: «Cuando teníamos renta petrolera abundante era posible sobre remunerar a los sectores más pobres y desiguales que no tenían capacidad productiva, pero ese ya no es el caso”.

Agrega que la Venezuela que va camino acelerado hacia el posrentismo y hacia la sociedad pospetrolera «es un país que va a depender de su capacidad productiva y si tienes una desigualdad que impide a muchos ser productores entonces difícilmente vas a poder seguir creciendo”.

Ronald Balza, decano de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales de la Universidad Católica Andrés Bello, señala que hay que comprender bien qué significa la actual reducción de la pobreza: “Parte de la población, con un cambio mínimo en las condiciones, podía superar el umbral, pero dejar de ser pobre no es lo mismo que ser rico. Es poder comprar la canasta alimentaria”.

“Tenemos que preguntarnos de dónde viene la desigualdad y si esa desigualdad implica mantener a parte de la población en pobreza”, dice Ronald Balza.

El economista Branko Milanovic, una de las voces más acreditadas en temas de desigualdad, escribe en su blog que la gente que es relativamente pobre (que es lo que quiere decir la desigualdad) «no es capaz, aunque no sea pobre en términos absolutos, de proporcionar a sus hijos una fracción de beneficios, desde educación y herencia a capital social, que los ricos sí consiguen darles a sus hijos”.

Agrega que esto significa que la desigualdad tiende a persistir a lo largo de las generaciones : «Y,por lo tanto, que las oportunidades son enormemente diferentes entre los que están en la cima de la pirámide y los que están abajo”.

También, vincula la desigualdad con la política y afirma que en todo sistema político, incluso en una democracia, «los ricos tienden a tener más poder».

«El peligro es que este poder se utilice para promover políticas que consoliden aún más el poder económico de los ricos. Cuanto mayor es la desigualdad, más probable es que nos alejemos de la democracia y nos acerquemos a la plutocracia”, explica.

Lo que viene

Tras el impacto inicial en la economía de la eliminación de los controles, la mayoría de las consultoras y entidades financieras espera que el crecimiento se desacelere si no hay reformas estructurales que permitan al país contar con un gobierno reconocido en el exterior, acceso al financiamiento internacional e inversiones masivas.

Luis Pedro España señala que, a su vez, el crecimiento perderá efectividad para reducir la pobreza. “La reducción de la pobreza va a ser mucho menos de la alcanzada este año al toparse con el gran obstáculo que supone que gran parte de la población, me atrevería a decir más de 40%, no tiene capacidades productivas”.

“La pobreza tiende a crecer mucho cuando hay recesión económica, y cuando el crecimiento económico aumenta, tiende a ser muy inelástica a la baja”, dice Luis Pedro España.

Para lograr que una mayor franja de la población pueda insertarse de mejor manera en la economía y aprovechar el crecimiento se necesita un Estado que diseñe políticas efectivas, pero la Venezuela que pasó de producir 3 millones de barriles diarios de petróleo a solo 700 mil el petroestado, al igual que el resto de la sociedad, se empobreció.

Entre 2005-2013 los ingresos del gobierno central fluctuaron entre 19,3% y 29,7% del PIB y actualmente, de acuerdo con Ecoanalítica, equivalen a 9% del PIB, algo que se traduce en el deterioro de la calidad en los servicios de salud y educación públicas que son vitales para reducir la desigualdad.

Las transferencias gubernamentales, afirma la OCDE, son esenciales para garantizar que las familias con bajos ingresos no se queden demasiado atrás

Durante los últimos cien años, la economía venezolana giró en torno a la distribución que hacía el Estado de la riqueza petrolera. Hoy la renta es mínima y sin cambios profundos se solidificará una sociedad de extremos: muy pocos arriba y muchos descolgados por debajo.