En el Winche de Petare hay clases de resiliencia

Kent Acevedo, graduado en la tercera cohorte del programa “Educación y Emprendimiento” que la ONG Alimenta La Solidaridad ha puesto en marcha en varios de los comedores de su red nacional, se ha convertido en un refugio de aprendizaje para los niños y niñas en el barrio “El Winche” en Filas de Mariche
@ldmiquilena
Fotos: Juan Calero @jbcalero
La cita fue temprano. En la puerta de la sede de Alimenta La Solidaridad Petare está su coordinadora, Ivonne Velasco, recibiendo a los periodistas invitados para compartir con ellos una historia que la tiene encantada desde hace semanas: la del maestro Kent. Empeñada en resaltar lo positivo y quitarle las etiquetas con connotación negativa que por años le han impuesto al barrio más grande de Caracas y de América Latina, Velasco organizó un encuentro con los medios de comunicación para dar a conocer el ejemplo de buena voluntad y resiliencia que ha significado la pasión por la educación de los más jóvenes en el barrio.

Kent Acevedo tiene 28 años. Vive con su abuela en una casa de la Misión Vivienda que fue construida hace más de 20 años. Desde muy pequeño sufrió ataques de epilepsia y eso compromete hoy sus capacidades motoras. Desde hace muchos meses no ha podido ir a sus citas con el neurólogo, las cuales necesita para mantener su tratamiento al día y mejorar su movilidad. Sin embargo, no ha parado un solo día y hoy adelanta, junto a una red de colaboradores, las reparaciones que necesita en su salón para poder ofrecer clases gratuitas a los más pequeños en su comunidad.
Las redes sociales fueron el medio por el cual se dio a conocer la historia de este joven venezolano, empeñado en vencer la adversidad a través de la lectura y la escritura.
Por su condición especial, él es uno de los beneficiarios del programa de alimentación del comedor “Sirviendo con amor”, ubicado en Filas de Mariche, en el barrio conocido como “El Winche”, de la parroquia La Dolorita, municipio Sucre, estado Miranda. En el año 2021 se acercó a Ivonne Velasco, coordinadora de Alimenta La Solidaridad Petare, quien se encontraba visitando el mencionado comedor, para expresarle su preocupación por la deserción escolar que notaba en la zona, producto de la pandemia y sus estragos en su comunidad. Conmovida por la humildad de este muchacho, de su biblioteca personal recopiló la mayor cantidad de textos que pudo y que, en su momento, formaron a sus 3 hijos. Juntó cuadernos, lápices y se los mandó a Kent.
En un precario e improvisado salón, pequeño y con algunos problemas de infraestructura tales como goteras en los techos, fallas en las bases que sostienen la estructura en general, paredes con grietas y sin pintar, entre otras, Kent comenzó a dar clases a 5 niños de su comunidad, interesados en aprender a leer y escribir. “Tiene un ángel, tiene luz propia”, comentó Velasco sobre la primera impresión que le causó el muchacho, al pedirle apoyo para, a su vez, poder ayudar él a estos infantes.

Debido al déficit que existe en lo concerniente al personal docente, en enero del 2022, Alimenta La Solidaridad ofreció un programa para formar en la docencia a personas de la comunidad, entre las cuales estaba Kent, quien completó satisfactoriamente dicho entrenamiento. Es uno de los graduandos de la tercera cohorte de este proyecto y de los pocos hombres que se aventuran a tomar dicho curso.
Las formaciones de Kent eran en la Universidad Católica Andres Bello, del otro lado de la ciudad y la ONG le proveía el transporte desde Petare hasta Antímano, sede de la UCAB. El viaje de Kent desde el Winche hasta el punto de encuentro tiene sus dificultades y dura aproximadamente una hora. El transporte público es escaso en el barrio y veces toca caminar para poder llegar a la parada de buses más cercana, lo que implica un esfuerzo mayor para una persona con la condición de Kent.
Y llegaron las lluvias…
Tiempo después de la donación de libros que se le hizo en el último trimestre del año pasado, Ivonne recibe la noticia de que, debido a las lluvias y al mal tiempo, la escuela de Kent comenzó a presentar fallas a nivel estructural y debido al riesgo que esto representaba, el maestro se vio obligado a suspender las clases. El salón donde comenzó esta escuelita improvisada forma parte de la iglesia de la comunidad y fue donado por un vecino de la zona.
El fotógrafo Leo Alvarez, amigo de la Red Nacional de Alimenta la Solidaridad, visitó en septiembre del 2021 la comunidad de El Winche y, al igual que Ivonne, quedó conmovido por el empeño de Kent de ayudar a los chamos del barrio. Hizo una publicación que tuvo un buen impacto en sus seguidores, quienes comenzaron a donar libros y ponerlos a la orden para poder ayudar a Kent en su labor.
Al ver las publicaciones en los perfiles de Ivonne y Leo, Juan Calero, ingeniero de profesión y fotógrafo del proyecto Inside Out, en donde Velasco tuvo una participación, quedó enganchado por la historia y quiso ayudar como pudiera y justo en ese momento fue contactado por un amigo arquitecto y, entre ambos, consiguieron los materiales de construcción que se necesitaban para comenzar las reparaciones de la escuelita y se sumó junto a Velasco y Álvarez a esta red de apoyo que comenzó a tejerse en torno al caso particular de Kent.
“Creo en el destino, no creo en las casualidades”, comenta Calero sobre ese mensaje que le llega justo en el momento en el que se encontraba hablando con Álvarez sobre la publicación que había hecho de Kent. Se confiesa feliz por el apoyo que ha podido darle a quien hoy considera su amigo, el maestro del Winche. “Ese chamo brilla con luz propia”, nos comenta.
Red de voluntades
Jeslin Valbuena, comunicadora social y amiga de una de las hijas de Ivonne, siempre estuvo presente en los proyectos de labor social de la Universidad Monteavila. Al graduarse, decidió ser mamá y se apartó un poco del tema social para dedicarse a su familia, pero la necesidad de ayudar siempre estuvo latente. “Es como mi misión de vida”, comenta la joven madre. Tiene un amigo que quería ayudar en algún tema social y, al ver la publicación en redes sociales sobre Kent, se puso en contacto con Velasco para ver qué podía hacer para aportar su grano de arena en toda esta historia.

La ayuda que le ofreció a Ivonne va más allá de un tema de infraestructura, pues entre sus planes, está un apoyo más cercano a Kent, el ser humano, para hacerle la vida más fácil con el tema de su discapacidad. Citas médicas, tratamientos y terapias físicas son algunas de las posibilidades que Valbuena quiere ofrecer al maestro.
Mientras él esté bien y podamos mejorar de la manera en que podamos la calidad de vida de Kent, sabemos que eso se traducirá en un beneficio inmediato para sus alumnos”, declaró la comunicadora social.
El maestro Kent
Al llegar al Winche, luego de 50 minutos de viaje, Kent recibe el jeep con una visible emoción en su rostro. Su mirada está impregnada de esperanza y de emoción al ver que la posibilidad de abrir nuevamente la escuela se va convirtiendo en una realidad. Ivonne le había comentado días atrás que habían conseguido más materiales para las refacciones que se están haciendo al espacio que le fue donado y que hace las veces de salón. “Ha sido una contribución mancomunada y un trabajo en equipo”, comenta Kent sobre las reparaciones que, junto a vecinos y amigos de su comunidad, ha logrado poner en marcha.
Estoy sumamente agradecido porque cada uno ha puesto su granito de arena y el fin es el mismo que ha sido siempre, que los niños y niñas puedan tener aquí la oportunidad de seguir educándose y de seguir creciendo a nivel académico”.
Sobre su motivación para convertirse en maestro en la comunidad, responde: “Esto es algo que no planifiqué como tal. Me inquietó ver que muchos de los niños que hacen vida en la comunidad tenían problemas de lectura, escritura y lenguaje y pensé primeramente en una especie de taller de lectura para poder ayudarlos, pero con el pasar del tiempo, se fue convirtiendo en un centro educativo ya que los mismos chamos querían aprender más”.
Es por eso que decide formar parte, a principios de año, de la tercera cohorte del programa que ofrecía la ONG Alimenta La Solidaridad, pues si bien es cierto que no tenía entre sus planes convertirse en un maestro, entiende el compromiso que supone impartir conocimientos y formar las mentes de la generación de relevo en su zona.
Cree fielmente que todos tienen las mismas capacidades de aprendizaje y el mismo potencial y que lo único que falta es que se les dé la oportunidad de aprender. “En los estudios tienen un mejor futuro para ellos y allí encontrarán un crecimiento personal, con el cual van a poder salir adelante y ayudar a sus familias a superar todos los obstáculos con los que se enfrentan en su día a día”, comenta Acevedo.
El pequeño salón, de aproximadamente 4×4 metros cuadrados, fue cedido por su dueño a la iglesia de la comunidad y en la cual Acevedo profesa su fe. Aunque este vecino ya no vive en la comunidad, de vez en cuando los visita y se complace al ver el uso que se le está dando al mismo. Debido a las lluvias en la zona y al tiempo de construcción de la estructura, la misma comenzó a presentar fallas y un marcado deterioro. En ese momento y sin titubeo alguno, por el bienestar de los asistentes, se toma la difícil decisión de suspender las clases de forma temporal y comenzar a tocar puertas para poder conseguir los fondos y materiales necesarios para reabrir el espacio. Acevedo aclara que ese espacio no le pertenece. Es de la comunidad para el bien de la comunidad”. La iglesia ha colaborado no solo con el permiso para poder usarlo, pues también prestó algunos pupitres para que los estudiantes estén más cómodos.
Sobre la metodología que usa para las clases, comenta: “Es variada y me adapto de acuerdo al grado de instrucción de los que vienen. Procuro que lo que se enseñe sea lo más global posible y que lo pueda absorber un niño de sexto grado o uno de cuarto. Quiero que estas clases los mantenga enfocados en aprender, refuerce lo que aprenden en sus escuelas y los aleje de otras distracciones”.
Kent quiere que todos los pequeños de la zona sientan que ese espacio es para ellos y que, si no sienten que tienen el apoyo o interés de parte de su núcleo familiar con el tema de la educación, aprender a leer o a escribir, allí tienen la oportunidad de hacerlo.
“Si bien es cierto que yo no puedo ofrecerles un certificado académico, puedo ofrecerles la orientación que necesitan para entender que tienen cualidades y potencial para poder desarrollarse en distintas áreas”, expresa.
Al ser consultado sobre sobre si percibe algún tipo de remuneración por esta labor, enfáticamente declara que no, que jamás ha recibido pago alguno por el tema. “Esto comencé a hacerlo sin considerar un lucro o ganancia, y aunque algunos representantes han querido reconocer mi labor de esa forma, les aclaro que yo solo comparto con ellos la experiencia y lo poco que sé”.
Desde el mes de noviembre del año pasado, cuando se vio forzado a parar las clases, ha sido abordado por sus alumnos, quienes esperan ansiosos el regreso al aula en el que hoy se adelantan, con el apoyo de sus vecinos y amigos, todas las reparaciones necesarias para reabrir el espacio. “Ya tenemos los materiales que necesitamos para poder estar activos nuevamente y espero en unas 3 semanas poder recibir de nuevo a los chamos”, finaliza afirmando con una amplia sonrisa en su rostro.
Ayudando a Kent en las reparaciones del salón también están Daniel Castro y su esposa, Jessica Montañez, sus vecinos, quienes apenas tienen 4 meses viviendo en la zona. Se mudaron con 2 de sus 3 hijos al Winche hace poco, ya que en Catia no podían seguir debido a temas de vivienda. Consiguieron una casita que está justo al lado de la de Kent. “Él quiere ayudar, sin recibir nada a cambio, y eso nos motivó a mi y a mi esposo a venir a apoyarlo en lo que podamos, a pesar de que lo conocemos poco, nos conmueve su entrega con los chamitos del barrio”, contó una emocionada Jessica.

Ambos coinciden en que en el maestro ven algo que es difícil de encontrar en la zona: inspiración y vocación para ayudar. Comenta que puede sentir la emoción de los niños al ver los trabajos que adelantan en la escuela junto a su esposo: “Los chamos están muy emocionados. Esto les ha hecho mucha falta. Se acercan, cogen los libros y preguntan cuándo podrán volver”. La generosidad del joven maestro y las ganas de enseñar sin pedir nada a cambio han motivado a esta pareja a ser más que espectadores de esta historia.

“Ahora los niños tienen comida, pero muchas veces no tienen en donde estudiar”
Andreina Reyes, gerente nacional de desarrollo comunitario de Alimenta La Solidaridad, comenta que han podido observar como se ha ido complicando el tema de la educación en las comunidades en donde tienen sus comedores. Servicios públicos en detrimento, inseguridad y otros factores tiene una incidencia directa en la alta deserción escolar.
“No importa de dónde vengan los chamos, estamos empeñados en que todos tengan las mismas oportunidades de poder desarrollarse y que aprendan a leer y escribir”, comentó.

Es por eso que nace el proyecto de formación escolar “Educación y Emprendimiento”, el cual consta de nueve sesiones en donde se imparten 3 módulos y en donde se graduó Kent. Tiene como propósito darle las herramientas a personas de la comunidad para que puedan enseñar lectura y escritura. Previo a la pandemia, estas personas iban a colegios y escuelas amigas de la Red Nacional de ALS a formarse, pero cuando se decretó la cuarentena, se vieron en la necesidad de cumplir con el distanciamiento social. Aún así, siempre mantuvieron estos programas de formación. Con la flexibilización de la cuarentena, ya están en conversaciones con especialistas e instituciones para retomar estas alianzas.
Mucho más que un comedor
Estos programas de formación y diagnóstico en las comunidades han servido como un motor impulsor de acción. Los padres y madres que hacen vida en estos comedores, al darse cuenta de que muchos de sus hijos no podían escribir sus nombres, menos leer un párrafo, encendieron sus alarmas e intensificaron el entrenamiento para poder ponerle freno a esta problemática.
“Nosotros tenemos que hacer algo”, es la conclusión a la que llega la comunidad y por la que deciden entonces inscribirse en estos programas y ser parte de la solución, comenta Reyes, satisfecha de poder generar estos cambios y el impacto que los mismos representan.

“Estos programas no tienen intención alguna de sustituir la responsabilidad que tiene el Estado en lo referente a la educación en estas comunidades, ” aclara Reyes, mientras comenta que la intención es dar respuesta a las múltiples solicitudes de padres y madres que desean contribuir de una manera más completa con la formación de sus hijos.
Informática, programación y otras áreas de formación son parte de los planes que tienen a futuro en Alimenta La Solidaridad para complementar los ya existentes en materia de educación básica, algunos incluso ya se encuentran en fase piloto.
Si luego de leer este reportaje, usted desea sumarse a este tejido de personas que buscan apoyar este tipo de iniciativas, ya sea mediante la donación de textos y bibliografía o con materiales para mejorar las condiciones del salón, puede hacerlo poniéndose en contacto con Alimenta La Solidaridad Petare en este enlace
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