Oscar Ettedgui, el cantante venezolano que despega en España: “Mi vida ha sido una montaña rusa, y estoy agradecido”
Foto: Francisco Ferrer Bahri/ @zimavisuals
Exparticipante de la edición española del programa de concursos La Voz, el venezolano Oscar Ettedgui se prepara para lanzar una canción que Luis Fonsi ha producido para él. Nacido en Caracas en 1994, en esta entrevista habla sobre cómo ha llegado hasta aquí y de la vida que lo acompaña
@diegoarroyogil/ Valencia, España
El conductor del autobús recibió una llamada telefónica en la que le decían que tenía que dar la vuelta y coger rumbo de regreso al canal de televisión, Antena 3. Había partido de allí 15 o 20 minutos atrás y se dirigía a la estación de trenes más concurrida de Madrid, la estación de Atocha. Trasladaba a participantes que ese día, luego de una jornada larga y estresante, habían dado todo su talento para continuar en La Voz España, un exitoso programa de televisión en el cual cantantes prácticamente anónimos buscan ocupar un espacio de reconocimiento ante una audiencia de varios millones de personas.
Apenas pudo y como pudo, mientras daba la vuelta en una salida de la autopista, el conductor se giró y señaló a uno de los concursantes: un concursante que, luego de varias semanas invicto, esa noche acababa de ser eliminado y se iba para su casa, en la ciudad de Valencia, a una hora y media en tren desde Madrid. El conductor se giró y le dijo: “Nos devolvemos porque Fonsi quiere hablar contigo”.
Fonsi: el conductor se refería a Luis Fonsi, uno de los miembros del jurado de La Voz España. Fonsi: cantante puertorriqueño, originalmente baladista y ahora famoso en todo el planeta gracias a su archiconocida “Despacito”, una canción que acumula, a día de hoy, casi ocho mil millones de reproducciones en Youtube.
–¿Qué pensaste cuando el conductor se volteó y te dijo eso?
Es común que en España se tome un vermouth para hacer estómago antes de almorzar. Oscar Ettedgui, el chico en cuestión de toda esta historia, escucha la pregunta mientras pide un vermouth para él. Nació en Caracas y tiene 27 años de edad.
–Fue rarísimo, man. –A veces Oscar se dirige a sus interlocutores como man o papi, en plan sabor caribe–. Yo estaba molesto porque me habían eliminado, estaba seguro de que lo había hecho bien. Además, cuando te eliminan te hacen una entrevista y te vas y ya. Se acabó. Y entonces ahora Fonsi quería hablar conmigo. La gran incógnita era para qué, pero eran demasiadas emociones juntas y yo no podía pensar con claridad.
–¿Qué pasó cuando regresaste al canal?
–Me senté a esperar a que Fonsi terminara de grabar mientras me comía un bocadillo con una Coca Cola y tenía la cabeza loca. Pasaron como dos horas y llegó. Entró al lugar donde yo estaba y pidió que lo dejaran solo conmigo para hablar en privado. Me dijo que a pesar de la eliminación él confiaba en mi talento y me quería ayudar. En eso llegaron David Bisbal, Malú, Alejandro Sanz y Pablo Alborán, los otros jueces, y me abrazaron y me animaron. Fonsi y yo intercambiamos nuestros números de teléfono y quedamos en volver a hablar, y me fui. Yo no podía creer lo que me estaba pasando, que Fonsi me estuviera apoyando así, pero como todo ha sido tan incierto en mi vida, en ese momento preferí no dar nada por sentado.
–Pero era verdad: el resultado es que acabas de grabar una canción con él.
–¡Sí! Qué locura, ¿no? No tengo palabras para agradecerle todo lo que está haciendo por mí. Sin pedirme nada, ha tenido la generosidad de producir una canción para mí. Pero todavía no ha salido y no puedo hablar mucho de ella.
–¿Nada de nada?
–Solo que es una canción producida por Fonsi. Lo demás, top secret. Cuando salga, que estimo será pronto, ya verás.
–Decías que todo ha sido incierto en tu vida, ¿qué tanto? Tienes 27 años y estás viviendo un sueño que es imposible para millones de personas.
–Es que mi vida ha sido una montaña rusa. En ocasiones anteriores me ha parecido que va a pasar algo increíble y no pasa, así que he aprendido a administrar mis expectativas. No porque no aspire a lo mejor, sino porque quiero tener los pies sobre la tierra. Así, si las cosas no pasan, no me pegan tan duro.
–¿Has pasado por cosas muy duras?
–Por algunas, sí. Un secuestro en Caracas. Emigrar no una sino varias veces, a distintos países, por circunstancias difíciles. Tener que cantar en la calle. Y luego asuntos más personales. Llegar aquí no ha sido fácil, pero esta es mi vida y no quiero dar la impresión de que me estoy quejando. Todo lo contrario, estoy muy agradecido. Yo nunca creí que era bueno, pensaba que no cantaba bien, pero me esforcé en corregir lo que no me gustaba. Yo me siento destinado a esto.
–¿Hay otros músicos en tu familia?
–Sí. Mis padres son pastores evangélicos y mi mamá cantaba en la iglesia. Tiene buen oído, pero nunca se ha dedicado a la música profesionalmente. Además, mis dos hermanas también cantan y mi hermano toca la batería y la guitarra. Por otro lado, soy sobrino de Marco Antonio Ettedgui, una persona a la que no conocí porque murió antes de que yo naciera. Era un gran artista, un gran actor de teatro en Venezuela, y toda la gente que me ha hablado de él ha hecho que lo sienta cerca.
–¿Tus padres estuvieron de acuerdo con que hicieras una carrera musical?
–Al principio les daba miedo, porque esta es una profesión muy inestable. Querían que primero estudiara otra cosa, pero yo me negué. Recibí clases de canto en Caracas y después, sin que mis padres supieran, de loco apliqué a Berklee, el college de música de Boston, y me aceptaron.
–¿Optaste a Berklee sin que tus padres supieran, tú solo, adolescente, desde Caracas?
–Sí –se ríe con orgullo, como quien dice: Si no te arriesgas, ni ganas ni pierdes.
–¿Y qué hicieron cuando se enteraron?
–¿Mis padres? No les quedó más remedio que apoyarme y gracias a Cadivi pude ir a estudiar allá. Si no, imposible, porque es carísimo. En cierto momento, Berklee me dio la oportunidad de hacer un semestre fuera de los Estados Unidos y como tienen una sede en Valencia, me vine para acá y me quedé. Tengo la nacionalidad europea y esta ciudad es mucho más barata. Un día, ya estando aquí, un profesor de Berklee escuchó una grabación mía y me puso en contacto con Juan Luis Giménez, el cantante, guitarrista y productor de Presuntos Implicados, la banda española, y trabajé un tiempo con él, a quien le debo y de quien aprendí muchísimo. Fue como un mentor para mí. Luego pasé un tiempo en Londres, donde pagan muy bien por cantar en bares y en fiestas, pero no aguanté. En medio de todo eso hay detalles que no te cuento porque estaríamos aquí varios días. ¿Viste que mi vida es una montaña rusa?
–¿Por qué no aguantaste Londres?
–Porque se atravesó la pandemia y porque Londres es muy gris, papi. Cuando sale el sol, sale por 15 minutos. Todos mis amigos estaban siempre deprimidos, incluso aquellos a los que les iba bien. Además, con el dinero que había ahorrado podía vivir unos pocos meses allá, en cambio en Valencia me iba a rendir más y tenía a Daniel, mi hermano, que está instalado aquí y que ha sido uno de los soportes más importantes de mi vida.
–Leí que aunque tocas bien el piano y la guitarra y te consideras “más músico que cantante”, lo que quieres es cantar. ¿No es contradictorio?
–Es que cantar es lo que me hace feliz. Si eres cantante, el instrumento está dentro de ti, el instrumento eres tú, y eso te permite sacar todo lo que sientes. No hay nada más único que la voz. Hay voces muy parecidas, pero igual son distintas: el tono, el timbre, la textura de la voz son solo tuyos. Por eso yo quiero cantar hasta que me muera, ¡pero tampoco quiero entrar en El Club de los 27! –Con El Club de los 27 Oscar se refiere a un grupo de intérpretes así conocidos popularmente que, por coincidencia o por caídas del destino, se han muerto a esa edad: Brian Jones, Jimi Hendrix, Janis Joplin, Jim Morrison, Kurt Cobain, Amy Winehouse–. No me estoy comparando, ojo. Amy Winehouse es mi cantante favorita. Cuando haces música con tu propio cuerpo, como lo hacía ella y como trato de hacerlo yo, no solo salen notas: salen emociones. Y eso es sanador tanto para el que canta como para el que te está escuchando.
–De hecho fue gracias a “Back to black”, la canción de Amy, que fuiste aceptado como concursante oficial de La Voz
–Exacto. Regresé de Londres y estando otra vez en Valencia un día me salió en Instagram una publicidad de las audiciones de La Voz. Yo no estoy en contra de ese tipo de programas, aunque tampoco es que me gusten demasiado. Yo quiero ser conocido por mi voz, no por mi cara ni por mi personalidad ni por nada que se preste a que uno haga un show en el mal sentido. Pero como no tenía nada que perder, mandé un video y les gustó mi trabajo. Superé las etapas de preselección y finalmente llegué al programa. Cuando me llamaron para decirme que iba a aparecer en televisión abierta en España pegué un grito, te imaginarás. Para mí fue como una nueva señal de que sí tengo algo que ofrecer. Me presenté en el programa, canté “Back to black” delante de los jueces y entré.
–Has dicho que tus padres son pastores evangélicos. ¿Eres creyente como ellos?
–Nadie es creyente como otra persona. Cada quien cree a su modo y según su sentir. Pero sí, amo a mis padres y creo firmemente en Dios y estoy convencido de que él me ha llevado de la mano en cada paso de mi vida. Uf. –Se emociona un poco–. Cada tropiezo ha sido un aprendizaje y cada cosa buena una consecuencia de ese aprendizaje. Yo le hablo y le canto a Dios como si fuera mi amigo, pero lo hago a mi manera, no a la manera de nadie más.
–Tú eres medio rebelde, ¿no?
–Ja, ja, ja. Qué risa, man… ¿Sabes qué pasa? Que durante un tiempo yo sentí que me decían lo que tenía que ser o cómo tenía que ser. Hasta que me di cuenta de que eso es algo que solo decido yo.
–Y sientes que hay algo dentro de ti que necesita un canal de expresión.
–Sí, por eso hago lo que hago. Cantar no es más que hablar afinado, es llorar afinado, es gritar afinado. Literalmente a veces estoy gritando, pero bonito. Cuando canto yo quiero sacar el alma. No creo que haya ningún artista que no tenga un océano por dentro.
–Ahora viajas a México, según supe, para cantar en Puerto Vallarta.
–Sí, me contrataron en un complejo turístico para dar conciertos diarios hasta mediados de 2022. Y de aquí allá habrá salido también la canción que hice con Fonsi.
–¿Cuántos meses faltan para que salgas del peligro de El Club de los 27?
Oscar suelta una carcajada:
–En octubre cumplo los 28. Pero no te preocupes: yo no me voy para ningún lado.
–¿Cómo que para ningún lado?
–De la tierra –dice, y sonríe.
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