3×3 | ¿El humor debe tener límites? - Runrun
Andrea González May 25, 2020 | Actualizado hace 4 años
3×3 | ¿El humor debe tener límites?
Algunos humoristas han protagonizado polémicas y han sido criticados por hablar sobre ciertos temas que para algunas personas no deben tomarse como parte de un chiste
El comediante y guionista Ricardo del Búfalo cree que ningún humorista tiene la “obligación de dejar un mensaje moral”

@Andrea_GP21

 

“Los humoristas no son evangelizadores y no deben pedir permiso; de hacerlo, perderían uno de los mejores ejes del humor, la posibilidad de burlarnos de nosotros mismos, de burlarnos de lo que vamos siendo”, consideró la sociólogo y periodista Naky Soto, en cuanto a algunas críticas y polémicas de las que el comediante venezolano, en algunos casos, ha formado parte.

En Venezuela, durante muchos años, ha existido diversidad de humoristas que siempre han buscado transmitir a las personas momentos de esparcimiento y entretenimiento, desde sus propias estrategias para hacer reír.

El humor es una manifestación de arte y programas como Radio Rochela, Cheverísimo, Bienvenidos y A que te ríes, son algunos que a pesar de que son de distintas épocas y canales televisivos, tenía cada uno su propia esencia y audiencia. Muchos humoristas en la actualidad se han refugiado en el ‘stand up comedy’, de manera que pueden seguir trabajando y la gente los sigue escuchando.

Ahora, independientemente de la edad y la época de la que vengan, cada humorista tiene su estilo y personalidad a la hora de hacer su show, aunque muchas veces no sea del agrado de todo el público. Así fue el caso del humorista George Harris, quien protagonizó una polémica en redes sociales tras difundirse un fragmento de un show que realiza en un teatro en Miami y que también se transmite por Internet.

En el pasado reciente ocurrieron otros episodios que generaron discusión en redes sociales. Mientras unos los consideraban que el humorista había incurrido en excesos y sobrepasado los límites de la discriminación, para otros era intolerancia por parte de la crítica. Chucho Roldán, Verónica Gómez, entre otros fueron objeto de airadas críticas, aunque también defendidos por otra parte del público que no ve problemas en sus rutinas.

Runrun.es consultó a tres especialistas en el tema para saber su opinión sobre cuáles deben ser las formas en que estas personas puedan trabajar, o si el público debe ser más tolerante.

Ricardo del Búfalo, comediante y guionista; Joaquín Ortega, libretista, locutor y productor en radio y televisión; y la socióloga Naky Soto ofrecieron su punto de vista.

¿Poner límites a la comedia es equivalente a la censura o la autocensura?

Ricardo del Búfalo:

Poner límites a la comedia es equivalente a limitar la libertad de expresión. Los límites de la libertad de expresión están claramente expresados en la ley y aplican para la comedia o para cualquier otro discurso.

Joaquín Ortega:

Ningún creador puede separarse de su contexto vital, geográfico o cultural. Ya sea que utilices la realidad para hacer ficción, drama o humor siempre existen límites evidentes: los legales y los comúnmente llamados convencionalismos sociales.

Si trabajas en un programa para toda la familia tendrás que manejar contenidos y vocabulario acorde al público y al horario. Si lo haces para un programa para adultos las licencias serán mayores. En el arte y en la vida real hay que combinar sabiamente la libertad con la responsabilidad.

Yo soy libre de decir lo que quiera, pero también soy responsable para asumir las consecuencias de eso que digo o escribo. Si violo la ley o disgusto a alguien de las audiencias (sean éstas de mi público o les llegue mi contenido sin haberlo pedido) debo enfrentar las consecuencias.

Naky Soto:

Sí. El comediante, como los buenos voceros, aprende con su exposición, y el humor necesita contexto para tener sentido. Cuando sacas al chiste de contexto, crece el riesgo de que resulte hiriente para alguien, y en este mundo de redes cundidas de gente pendiente de errores para desatar susceptibilidades e indignaciones, la factura es altísima.

Un comediante construirá sus límites con su audiencia, los aprenderá del silencio, del bostezo, de la falta de comentarios o likes. Cada chiste sin respuesta es un coquito, un lepe y un aprendizaje, para explorar otras áreas, para no repetir “errores”, para darle la vuelta. Si se censura de entrada, no hay giros posibles.

¿El comediante tiene una obligación de moralizar o dejar mensaje en sus rutinas?

Ricardo del Búfalo:

No, el comediante no tiene la obligación de dejar un mensaje moral. Tiene la obligación de hacer reír. Cuando toca temas delicados, tiene que tener el suficiente respeto por el público de dominar el tema.

Joaquín Ortega:

El comediante, el humorista, el escritor de humor como cualquier creador no tiene ningún deber más allá de su propia propuesta artística. Eso sí, insisto debe ser responsable. Verdugo no pide clemencia. Lo que sí debe tener es un código de ética mínimo: no agredir a menos que se busque hacer reflexionar, a través de un ejemplo surreal o actual. No robar material ajeno, respetar a las audiencias en temas de horario y en función. Debe conocer a su público y no debe ser el que rompe la vajilla simplemente por el deseo de hacerlo. Eso no es ni irreverente ni punk es una explosión hormonal. Adolescencia en estado puro. Lo ideal es que se cultive, que sepa que no inventó la rueda y que no sea un ignorante con micrófono, cosa que vemos con más frecuencia cada vez.

Naky Soto:

No, y el ejemplo más reciente lo dejó muy claro: un comediante jugó con lo extraordinario que le resultaba a su “provinciano criterio venezolano de doña nacida en los 40”, la autonomía que sobre su sexualidad tiene ahora un niño en EEUU. Llovieron centenas de insultos e injurias contra él. Pasada la bulla, apareció una de las madres más famosas de un niño trans, y habló como la mejor vocera del tema, prescindiendo del error y abierta a ofrecer más información a quien la necesite. Eso hace una buena activista. No se trata de “moralizar”, sino de enseñar desde la mejor plataforma de aprendizaje que tenemos todos: el amor por los nuestros, la empatía, y la promesa de hacerlo mejor.

¿Qué opciones tiene alguien que se sienta ofendido por una rutina de un comediante?

Ricardo del Búfalo:

Tiene la opción de dejar de consumir esa comedia, tiene la opción de alzar la voz en contra de lo que escuchó, tiene la opción de criticar su trabajo. De lo que no tiene opción es de censurarlo, pedir que lo despidan o le quiten un trabajo. El público tiene el derecho de pedir que se aplique la ley y un juez se encarga de determinar si hubo perjuicio o no. Para eso está la justicia.

Joaquín Ortega:

Quien se sienta ofendido lo primero que debe hacer es revisarse y ver si esa fragilidad no es más que un efecto de la baja de las defensas intelectuales y morales de una civilización en franco deterioro, producto de una educación que no prepara para la vida real. Es el mal entendimiento de la cultura del Bullying. Fíjate, a lo mejor en mi colegio nadie me grita y nadie me pone sobrenombres, pero cuando salgo a la calle el malandro me atraca solo con decirme dos groserías.

Hasta el día de hoy la evolución es supervivencia y por decreto no voy a lograr que el pez chico sea el desayuno del pez grande. Las palabras no ofenden más allá de que tú le des poder a esa palabras. Levantar calumnia puede juzgarse en un tribunal. Un sobrenombre o una rutina sobre gente que se parece a uno, todavía no es un hecho punible. Si no te gusta algo, ponlo por escrito eso es derecho a disentir, derecho a réplica o derecho a la libre opinión. Si no te gusta algo y está en TV, entonces cambia de canal.

Si está en redes y no te gusta bloquéalo y siléncialo para que no llegue a tu Time Line por el Retweet de alguien más. El humor es la única venganza simbólica que nos queda frente al poder y el poder lo sabe, por eso no quiere que nos riamos de nosotros mismos. Todo autoritarismo le teme a la broma porque debajo de cada chiste hay un ciudadano despierto que sabe quién lo engaña.

Naky Soto:

Cada error que cometa alguien sobre la agenda de mi preocupación, abre la escena para hacer pedagogía sobre ese tema, lo que supone que, además de la sensibilidad para leer errores, debo desarrollar la sensibilidad para saber cómo enmendarlos, cómo quiero que sea tratado, qué espero de otras personas cuando hablan de él, y cómo pueden colaborar con mi causa.

La libertad de expresión no puede ser entendida como una enorme ponchera de cristal que cargamos con tacones sobre un piso recién pulido. La corrección política se aprende cuando hacemos a otros sensibles a nuestra causa, cuando logramos que nuestra causa sea también suya, y para eso necesita motivos, conectores, incentivos. Un insulto jamás será un buen motivo, como una historia desgarradora no es un incentivo.

Si sé lo que no me gusta, tengo que saber lo que sí, tener suficiente información para compartir con otros y buenas razones para que esos otros me acompañen en mi causa. Usa el error para exponer de manera correcta tu tema, tu causa, tus procuras. Usa el error como un corcho para exponer lo que sabes.