A finales de 2022, el Foro de Sao Paulo y el Grupo de Puebla presumían del retorno avasallador de la marea roja al poder en Latam; hoy la brisa chavista amaina
A finales de 2022, el Foro de Sao Paulo y su extensión, el Grupo de Puebla, presumían del retorno avasallador de la marea roja al poder en diferentes países de América Latina. Esto desató la euforia característica de la vocería de la tiranía madurista, que anunció en tono risueño y cínico la expansión de la “brisa bolivariana” en el continente.
Ese talante prepotente se origina en la supuesta capacidad infinita de una izquierda corrupta para disfrutar del poder y atar la voluntad de los pueblos a su redil, absortos por su discurso populista. Mediante este, se vanaglorian de ser los únicos defensores de la patria ante la “agresión incesante del imperio”, al que culpan de todos los males, la pobreza y la precaria condición de vida de la población.
La matriz de ese discurso se posiciona al presentarse como “víctimas de las acciones de las potencias capitalistas”, para evadir la responsabilidad del fracaso de sus políticas económicas, del derrumbe de los indicadores socioeconómicos, de la caída brutal de los servicios públicos y, en fin, de la precariedad de la vida en cada uno de los países que gobiernan. Todo esto se origina en la trama planificada de descomposición institucional y de rapiña del erario público.
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A finales de 2022, el Foro de Sao Paulo y el Grupo de Puebla presumían…
En resumen, son expertos en solidarizarse con sistemas acordes a sus alianzas ideológicas internacionales, así sean violatorios de los derechos humanos y los valores democráticos. De esta manera, asumen la causa palestina desde la justificación del terrorismo de Hamás y, al mismo tiempo, avalan la invasión de Putin a Ucrania, que ha reducido al país a la ruina, destruido su economía e infraestructura y asesinado a decenas de miles de ciudadanos y niños.
En ese mismo tenor, mantienen absoluta complicidad con la represión brutal del dictador Xi Jinping contra la minoría musulmana uigur, sometida en campos de concentración y adoctrinamiento por no aceptar el régimen opresor del Partido Comunista Chino. Igualmente, apoyan irrestrictamente al dictador turco Erdogan, que le niega al pueblo kurdo el derecho a existir como nación.
Por otro lado, se erigen como defensores de los derechos de la mujer y su participación integral en la sociedad, para luego ignorar la represión brutal del régimen iraní de Ebrahim Raisi, responsable del asesinato de 200 manifestantes en 2022 por protestar contra la imposición obligatoria del hiyab y la muerte de Mahsa Amini.
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A finales de 2022, el Foro de Sao Paulo y el Grupo de Puebla presumían…
En ese glosario universal de tiranías apoyadas por estos gobiernos “progresistas” de América Latina, también hay que agregar las dictaduras de Siria de Bashar al-Asad y de Corea del Norte de Kim Jong-un, cuyas atrocidades son casos tratados por la Corte Penal Internacional.
En pocas palabras, “en nombre de la revolución todo vale”, incluso la permanencia en el poder, hasta que la población se harta. Eso es lo que acaba de ocurrir en Argentina con la humillación sufrida por el peronismo al elegir como presidente al libertario Javier Milei, quien augura un rumbo desconocido para el país.
El resultado de este proceso electoral desata muecas y contorsiones en el madurismo. Los aires triunfales de 2022 retroceden de cara al 2024, ante los triunfos de Guillermo Lasso en Ecuador, el cuestionamiento creciente a Gustavo Petro en Colombia, la parálisis del gobierno de Gabriel Boric en Chile y el fracaso de Lula da Silva en pretender erigirse como líder sureño global.
Los pueblos son pacientes a la hora de saldar cuentas con proyectos políticos estafadores y gobernantes incapaces y corruptos. Quizá sean lentos en reaccionar, pero al final cuenta la lucha incesante de los ciudadanos por obtener su libertad y la democracia. Esa es la tarea a cumplir para los venezolanos en las próximas elecciones presidenciales de 2024 con un CNE autónomo frente al resto de poderes.
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