En el inevitable escepticismo que aturde, apabulla, se dialoga con un dirigente opositor en busca de esperanza
Si se encuentra con un madurista no le hablará del hambre y miseria, ni de las fallas en el sistema de salud que mantienen la pandemia; y menos del 20 % vacunado tras promesas, cifras y alardes. Al chavismo lo sustentó la incompetencia cubana y el despiporre venezolano, intento de borrón y cuenta que tachó lo bueno e hizo nuevos balances de lo malo.
Tampoco conversará sobre la industria petrolera otrora líder y ejemplo, que apenas sobrevive, sin sacrificar los envíos a la infamia castrista, o lo que va quedando en manos del sustituto acordado. Menos de la industria pesada, hoy sin peso ni calidad. No hablará del sector militar con más generales y cargos, profusos en ganancias, pero atiborrados en derrotas ante la delincuencia, narcoguerrilla y complicidades de ocupantes extranjeros.
Departirá, con ignorancia autoritaria, sobre las sanciones perversas impuestas por el imperialismo como freno del gran desarrollo revolucionario. Un país donde nada funciona, con el orden social quebrantado, al cual manejan con bagatelas, represión, prontuarios inventados. Todo por culpa de los “enemigos de la revolución”.
Sin embargo, un patético grupo minoritario se atribuye título, nombre y tratamiento del que carece, y acude indebidamente en representación de la mayoría ciudadana. Por eso, y con razón, los llaman representación de la claudicación. Y, algunos estultos no conformes, exigen paciencia, impunidad, silencio y comprensión, reclamando al país hacerse el loco ante la ignominia que padece y vive.
En el inevitable escepticismo que aturde, apabulla, se dialoga con un dirigente opositor en busca de esperanza. Dirán que el cambio está en las elecciones regionales para recuperar espacios, pese a una dictadura poderosa, aferrada al mando, groseramente enriquecida por la corrupción, señalada de narcotraficante y cómplice en delitos de toda índole. Dirán que tendrá una aplastante derrota, y seguidamente caerá por un referendo revocatorio. ¡Ilusos, manipuladores!
La explicación de años de fracasos, desunión entre partidos sin militancia y aceptación suficiente para ser al menos una llamativa minoría, será ni siquiera mencionada. Al igual que el robo de símbolos y tarjetas. El interinato fue rodeado por el oficialismo, sus cómplices infiltrados y el respaldo de la comunidad internacional es solo conveniencia y necesidad.
Hablará orondo de las maravillas que harán con los cargos burocráticos adjudicados, de cómo doblaran las patas al régimen y los cambios a su favor que saldrán de las negociaciones en la cuales el oficialismo cederá lo que le convenga siempre y cuando eliminen las sanciones y la persecución de la Corte Penal Internacional. Sin ese compromiso el régimen reconocido no tendrá necesidad de cambiar nada.
Coincidencia fatal, echan en saco roto años de fracasos, errores, y destrucción; pedirán olviden lo malo y vayan a votar el 21N. Esta vez el CNE es de confiar, las máquinas que han distorsionado elecciones esta vez están blindadas. Y el Registro Electoral Permanente es puro y virginal. Ahora, las cosas se arreglarán, volveremos a ser el país de la democracia, libertad y prosperidad. ¡Cínicos, embusteros!
Pero la intranquilidad no se oculta, está allí, cuando llegan al extremo de anunciar al tesorero y negociante con alcahuetería oficial, como diplomático miembro delegado de la desesperación. Proponerlo en las lentas y silenciosas negociaciones, cuando la justicia prepara su extradición, solo puede ser interpretado como un gesto de impotencia encolerizada.
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Un trago amargo, señal de miedo y pretexto para patear la mesa. Se observan las costuras, incluso el fraude electoral como bandera de generosos demócratas, que será entre ellos, sin la participación de más del 70 % de la ciudadanía. Son primarias de segunda vuelta entre el PSUV-PUV,
El arresto y la peculiar decisión de la Audiencia Nacional sobre el Pollo en Madrid, donde hay que explicar, cuando se anuncie el amanecer en un gallinero estadounidense, de lo malo, perverso del retorcido castrosocialismo y enredado populismo del fallido socialismo español.
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