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Iniciativas ciudadanas para el presente y el futuro

@AAAD25

Mucho he escrito desde hace un buen tiempo sobre política venezolana desde una especie de realismo pesimista. O, si se quiere, desde un pesimismo activo. La expresión la tomo prestada de un artículo de la escritora Jennifer Senior en The New York Times que leí el año pasado. Es una actitud de reconocimiento de la fatalidad por venir, pero no para echarse a llorar y dejarse llevar por una espiral de desgracias, sino para actuar preventivamente y orientarse lo mejor posible entre las tinieblas. El estancamiento de la política venezolana, con un chavismo que se adapta a nuevas realidades y una oposición valiente pero estratégicamente desorientada, no me ha permitido otra cosa. Además de una sociedad que en su inmensa mayoría, por desencanto con los asuntos públicos, se ha retraído a su entorno privado para seguir con su vida, pase lo que pase en el país.

Mi impresión es que los que seguimos interesados en la política venezolana somos muy pocos, aunque a veces las redes sociales amplifiquen nuestras voces. Somos en cualquier caso mucho menos que lo necesario para exigir efectivamente un cambio. Pero he aquí la paradoja positiva del pesimismo activo. Al reconocer la complicación de un entorno, podemos identificar asimismo formas de darle la vuelta. En tal sentido, es mejor un número reducido de ciudadanos aún preocupados por el devenir político venezolano, que cero. Esos pocos, lo digo sin ínfulas de héroe, podemos empezar a volver a hacer de la política algo de interés masivo, para bien de Venezuela.

Esa es la atesorada impresión que me dejaron dos eventos recientes organizados por entes de la sociedad civil, en los que tuve el honor de participar, en uno como forista, y en otro como uno más del público. En ambos se habló de temas políticos: la crisis venezolana actual, sus causas en el pasado, los desafíos del futuro, las virtudes de la democracia en general y los peligros que corre, etc.

Más específicamente, se discutió la naturaleza de las estructuras de poder que gobiernan Venezuela, los cambios económicos de los últimos años, los errores de la oposición, y por supuesto, la disyuntiva entre votar en las venideras elecciones o abstenerse, siempre reconociendo que son comicios sin democracia. Me gustó mucho apreciar un amplio consenso entre los asistentes en cuanto a la futilidad de este pretendido dilema, puesto que al final, ni el voto ni la abstención sirven para el cambio político sin una estrategia que los trascienda, cosa que ninguna facción opositora ofrece hoy. A veces la base política exhibe mayor sindéresis que las elites, situación que lleva a crisis de representatividad como la que hoy padecemos. También concordamos en que la sociedad civil debe hacer más para presionar a dichas facciones para que desarrollen una estrategia común, sea cual sea el camino que escojan para luchar por la redemocratización del país.

No solo es importante preocuparse por corregir el rumbo de Venezuela hoy, sino que además hay que estar preparados para cuando llegue el momento de la gran transformación que nos urge.

Para que nunca volvamos a perder la democracia, hay que entender su naturaleza, sus fortalezas y debilidades.

Al respecto pude hablar como ponente en uno de los foros referidos. Otros panelistas, mucho más versados que yo en aquellos temas, trataron el feminismo y el movimiento Lgbtiq. Una vez que las riendas de la nación vuelvan a la ciudadanía, deberíamos usarlas para otros cambios, en aras de una sociedad más justa y libre de discriminación.

Algo que me satisfizo mucho fue la edad de los asistentes. Había de todo, pero sobre todo juventud. Hay entre las nuevas generaciones de venezolanos un interés en la política, marcado (creo) las más de las veces por fuertes convicciones democráticas y sin ninguna militancia partidista. Eso contrasta con la generación de nuestros padres, criada al calor de la democracia y que quizá la dio por asegurada para siempre, sin necesidad de velar por ella. En su adultez temprana, para ellos “meterse en política” era cosa de aspirantes a jerarcas adecos o copeyanos, o de comunistas tirapiedra. No pasa lo mismo con quienes hemos visto los que se supone que deben ser los mejores años de nuestras vidas transcurrir sin democracia ni Estado de derecho. Me esperanza pensar que las inquietudes políticas adquiridas temprano, durante las etapas más definitorias de socialización, serán para toda la vida. La juventud será un divino tesoro que se nos irá, como a todo el mundo. Pero si recuperamos la democracia, podemos esforzarnos para que permanezca.

En fin, creo que por los momentos este es el papel que nos corresponde desempeñar a los civiles que queremos un país mejor. El chavismo no nos lo va a dar, obviamente. La dirigencia opositora trata, pero no hay garantías de su éxito. Mantengámonos entonces activos, presionando al liderazgo de la causa democrática para que enmiende el rumbo y pensando desde ya en los retos que tendremos por delante cuando Venezuela empiece a cambiar para bien. Los dirigentes opositores pueden tomar parte, pero como oyentes. Hoy nos toca hablar a nosotros.

He ahí pues, mi invitación. Espero que iniciativas como estas no solo se mantengan, sino que se multipliquen a lo largo y ancho del país. Claro, no todo el mundo las puede organizar. Pero cada uno puede poner su granito de arena con alternativas individuales como las redes sociales. Por ahí también se puede poner todos aquellos temas sobre el tapete y crear espacios de discusión. Manos a la obra.

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