Se ha dicho que no pueden gobernar quienes ni siquiera aprendieron administrar una cantina militar -en la cual no hay que reponer, con pedir basta. No falta razón, a la vista los resultados de una gestión de fracasados militares en afanes político partidistas y difusión ideológica.
Ni las comunas ni otras trampas ideológicas son idea propia. Imitación de tradiciones comunistas que vienen angustiando e importunando al mundo desde mediados del siglo XIX. Lo que hizo el sinvergüenza de Marx fue dejar de atender necesidades de su familia y ponerlas bajo responsabilidad de Federico Engels.
Lenin trabajó con empeño en países política y socialmente oscuros y atrasados; Stalin apagó las luces y dejó las rojas después de que el patriotismo e inmensidad rusa derrotaron la soberbia nazi, matando a sus campesinos a cuenta del comunismo, del poder comunal. Mao, en China, desató una guerra civil contra el derechista pro-estadounidense Chiang Kai Shek y transformó una masa de campesinos miserables y esclavizados en una de agrarios oprimidos por el Partido Comunista. El mismo que tras la muerte del líder cambió de posición respecto a la economía, pero se mantuvo aferrado al poder político.
Castrismo sin originalidad
La Unión Soviética terminó derrumbándose porque sus jefes jamás supieron manejar la economía, comprometiéndose en una carrera armamentista, controladora y sustentadora de autócratas tiranos como Castro; mientras competía con Estados Unidos en la persecución del espacio. Hoy la mayoría de los países de la URSS, otrora sumisos, prosperan libre por su cuenta. Y Rusia crece lenta, arrastrando el peso de su geopolítica empecinada.
En otros comunismos borrados, las comunas se han transformado en empresas y cooperativas privadas consagradas a la prosperidad de sus integrantes, libres de órdenes arcaicas, engorrosas y deficientes; mientras en Venezuela el castro-chavismo, que se sabe fracasado en la popularidad, quiere rescatarlas y usarlas como formas de control social.
Este saca cuentas primero para los bolsillos afectos y, después, si sobra, para el país. Lo hemos visto y seguimos viendo en cada detalle de la gestión «revolucionaria», como está pasando con las vacunas.
Y aunque tengamos a perseverantes que siguen peleando por sus vidas, el país se sigue hundiendo con todo y comunas.
De prohibiciones para los de a pie, actividades reservadas para el fracasado Estado castrista, ahora quedan en las torpes y delincuentes manos oficiales. El régimen cubano, tras entrometerse en lejanías mientras fracasaba en su patio, para tranquilidad mental ciudadana se encuentra sin los aburridos discursos, latosos e interminables de Fidel; dependiendo de lo que le envían los discípulos castro-venezolanos cuya producción petrolera contribuyeron a hundir. Agotados por la ancianidad de tiranos, derrota socioeconómica de puro y simple avasallamiento político policial.
El ya octogenario hermano sin carisma ni originalidad, obediente ejecutor, y sus también íntimos longevos camaradas del Partido Comunista se resquebrajan por sequedad, víctimas del estruendoso fracaso, para ser contrastados por recuerdos de bienestar, agradecimiento, buenos sentimientos y dolor de la ausencia.
El derrotado modelo estatista
No fue la payasada de Obama, ni la devoción dócil e ignorante de Chávez, ni el petróleo y dólares puestos a disposición sin preguntas, reclamos, o rendición de cuentas.
La humanidad avanza con alzas y bajas, choques y acuerdos, pero siempre hacia adelante; en electrónica que no espera autorizaciones sino pasos diarios de desarrollo con tan avanzado y potente poderío militar para el que la isla caribeña es un escollo a dejar de lado.
Chinos y estadounidenses compiten por supremacía económica y comercial; los rusos gruñen como osos solitarios mientras se saben débiles, demasiado lejanos y escasos de dinero como para continuar regalando migajas. Ahora los castro-cubanos, arrumados contra la pared, se deciden a empezar lo que debieron haber hecho hace sesenta años: dejar que los ciudadanos se las ingenien y crezcan por sí mismos.
Cuba empieza a transformar su feroz tiranía represora comunista, económicamente dependiente, chula de pendejos. Finalmente pudieron sepultar a Fidel para que se pudriera en una roca, lo que marcó un cambio importante en la economía y destino de la isla. La Cuba castrista no ha tenido más remedio que seguir avanzando en el camino de la apertura; mientras en Venezuela, agobiada, devastada, con veinte años de fracasos, los castrocomunistas tienen que permitir la libre circulación de la moneda imperialista. Les guste o no.
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