Rompan todo en la Venezuela rockera: crónica de una ausencia - Runrun
Rompan todo en la Venezuela rockera: crónica de una ausencia

@narrativaoral

Venezuela es la gran ausente de la serie documental Rompan todo: la historia del rock en América Latina. Con la excepción de cortos testimonios de dos músicos venezolanos (José Luis Pardo, guitarrista de Los Amigos Invisibles, y Héctor Castillo, bajista de Sentimiento Muerto), el rock nacional es totalmente ignorado por los realizadores de la serie de Netflix.

La premisa de Rompan todo es que hay un paralelismo entre la historia política y social contemporánea del continente y la evolución del rock latinoamericano. Esto se ilustra señalando los eventos que marcaron a países como México, Argentina, Chile y Colombia (y de refilón, al Uruguay). Sus matanzas (la de la mexicana plaza de Tlatelolco en 1968); sus dictaduras (la “perfecta” del partido único PRI –Mario Vargas Llosa dixit -;  las juntas militares argentina y chilena); la represión, torturas y desapariciones, y el retorno a la democracia, con sus altos y sus bajos (sobre todo los bajos de la injusticia social y el tutelaje militar en Chile), y el narcoterror de Pablo Escobar y las violencias subversivas colombianas. 

Venezuela pareciera no ofrecer nada interesante para los productores de la serie.

Los llamados “cuarenta años” de relativa estabilidad democrática que empezaron con la reinstauración de la democracia en 1958, la decadencia del bipartidismo al final de los 90, y la llegada al poder del chavismo con sus veinte años de destrucción, no cuadran en la narrativa cuasi heroica de Rompan todo: rockeros contra políticos y militares malvados y corruptos.

Como si en Venezuela la música rock (y sus variantes pop, caribeña, jazzística y electrónica) no hubiera mantenido una relación dialéctica con la sociedad y la política. Pero hay otra posible explicación para esta ausencia: Venezuela no ofrece hoy en día un mercado muy interesante para la miniserie, así que para qué incluirla.   

Este corto texto no pretende contar la historia del rock venezolano, que ya contó Félix Allueva en su libro Rock Vzla, 1959-2019. También está la tesis que escribió Javier Weyler en 1997 para obtener el título de Comunicador Social en la Universidad Católica Andrés Bello intitulada La historia del rock en Venezuela. Vale la pena, sin embargo, recordar algunos momentos destacados de una saga rica en inventiva musical.

Del génesis a la revelación

Para hacer justicia al rock nacional es necesario empezar por el principio. Al igual que en México y en Argentina, en Venezuela nacieron bandas que hacían versiones de los éxitos de Los Beatles y de otras bandas británicas y de los Estados Unidos. Los Supersónicos, Los Memphis, Los 007, Los Darts, Los Impala, y otros grupos, marcaron el inicio de la historia rockera en el país. Estas bandas sonaron en los años 60 en las radios y en la televisión con covers como Tú la vas a perder, El último beso y Dónde, dónde.  

Al principio de los años 70 algunos soñaron que podían conquistar Londres, la meca del rock mundial. Los hermanos Charles y Jorge Spiteri se mudaron de Caracas a la capital británica, donde grabaron algunos discos, actuaron en clubes y conocieron a un jovencito tecladista venezolano que para eso entonces todavía se llamaba Ilan Czenstochowski (que después pasaría a ser Ilan Chester). Mientras tanto en Venezuela, el pop local iba echando raíces: Édgar Alexander y su Azúcar, Cacao y Leche (banda en la que tocara Ilan) sonaban con temas propios; el cantante Ivo versionaba el tema Hush (traducido como No) de Deep Purple; Trino Mora pretendía ser el Tom Jones criollo liberando su mente, y el grupo Syma pegaba una canción en inglés intitulada I don’t know why que cantaba con su gran voz un joven Guillermo Carrasco (quien después cantaría con otro grupo llamado Tinajas temas como Lazos de amistad e hiciera una carrera solista).  

La década de los setenta también fue la época del nacimiento de un rock con sabor venezolano. Vytas Brenner y su Ofrenda crearon un género muy original de fusión donde se combinaba rock y folclor venezolano, en su amplia gama desde la música llanera hasta los tambores negros de la costa (nada que envidiarle a la fusión chilena de Los Jaivas que aparecen en Rompan todo). El arpista Alexis Rossell y su Venezuela Joven también contribuyeron con el rock fusión, lo que hoy sería calificado como world music antes de que naciera este género. Y aunque no entra en la calificación de rock, el grupo Uno, dos, tres y fuera representó una curiosa innovación al combinar música tuyera con elementos de jazz

Con ese toque de fusión venezolana nacieron otros grupos como Frank Quintero y Los Balzehaguaos, con una orientación hacia el jazz rock. Y los menos conocidos Sietecuero con fuertes influencias caribeñas (ese sería el semillero del Daiquirí de Alberto Slezynger, la Adrenalina Caribe de Evio Di Marzo, y del mismísimo Yordano). También hubo en los setenta varias bandas de prog rock: Aditus (que después derivaría al pop), Témpano y Estructura (cuyo bajista Agni Mogollón grabaría algunos éxitos como cantante).

A finales de los setenta también se formaron bandas de hard rock y metal como Arkángel, un grupo de Valencia que ha tenido proyección nacional y algún reconocimiento en Colombia y Ecuador. El grupo tuvo como primer vocalista a Paul Silvestre Gillman, hoy convertido en figura del chavismo rockero. El rock duro (y su variante trash) se ha manifestado en Venezuela con bandas como Necropsia, Nihil o Noxius (la ene es una inicial popular entre los pesados).

La década de los 80 está marcada por el lanzamiento de un verdadero movimiento de la canción venezolana de la mano del productor y compositor Alejandro Blanco Uribe y Sonográfica, de Empresas 1BC.

A los ya mencionados Ilan Chester (quien ya había grabado un disco muy bueno con su grupo Melao), Yordano, Daiquirí, Adrenalina Caribe, hay que agregar a Elisa Rego, Colina (quien había traído de Inglaterra un bagaje musical new wave y reggae que supo integrar a su estilo muy venezolano), Franco De Vita, Sergio Pérez, entre otros, que formaron parte de una ola de éxitos resultado del talento musical, la calidad de grabación, y bien elaboradas campañas de marketing que incluyeron los video clips que se difundían en Radio Caracas Televisión. Tampoco hay que olvidar a La misma gente que grabó Lluvia, una canción que sonó mucho en esos años, a pesar de que no contaban con el apoyo de la maquinaria de mercadeo de otros grupos. Y debemos incluir aquí a tres pioneros de la música electrónica en el país: Vinicio Adames, Miguel Ángel Noya y Rada, que comenzaron a grabar a principios de los ochenta.

Decadencia política, auge de nuevos talentos

En los 90, los años de la decadencia de la democracia civil, irrumpen nuevos talentos. Sentimiento Muerto introduce en Venezuela un punk gótico con letras de corte existencial. Desorden Público, con un energético ska, denuncia la violencia y la corrupción que ya reinaban en ese entonces (pero nunca al nivel delirante que las ha llevado el chavismo). Los Amigos Invisibles (la obvia referencia al escritor Uslar Pietri no deja de ser irónica) interpretan su disco-funk nacional para presentar The New Sound of the Venezuelan gozadera en el mercado de los Estados Unidos de la mano del fundador de Talking Heads, David Byrne.

El Festival Nuevas Bandas, creado en 1991 por Félix Allueva  (historiador del rock venezolano), ha sido una incubadora de grupos. Aunque la lista es muy larga (disculpen las omisiones de una memoria imperfecta), podemos recordar a Caramelos de Cianuro, Zapato 3, Dermis Tatú, Skabiosis, y más recientemente La Vida Boheme, Viniloversus, Charliepapa. Podríamos seguir mencionando bandas y tendencias, en un país donde el talento musical nunca ha faltado. Es bueno decirlo para cubrir esa omisión en la crónica del rock latinoamericano.  

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