Autonomía Universitaria: Terror de dictaduras, por Antonio José Monagas - Runrun
Autonomía Universitaria: Terror de dictaduras, por Antonio José Monagas

ES POSIBLE QUE EN VENEZUELA LA SOBERBIA, la prepotencia y la indecencia se hayan juntado para actuar en búsqueda de criterios a partir de los cuales puedan articularse procedimientos que favorezcan la acción de gobernantes tiranos en contra del conocimiento. Pero no de cualquier conocimiento. Sólo de aquel que procura fundamentar la verdad que aviva la conciencia del hombre que con su trabajo reivindica los derechos que avalan su dignidad, su libertad y su calidad de vida. Estas realidades, anudan condiciones que exhortan la democracia como sistema político de una nación. En consecuencia, amordazan la discusión de ideas sobre las cuales descansan los valores morales que requiere el hombre en su defensa ante las contingencias que le rodean.

Mucho más que la incidencia de intereses que puedan resistirse a la adopción de enfoques claros y novedosos. Sin embargo en medio de tan persistentes contradicciones, la universidad venezolana no ha dejado de valerse de su autonomía para al menos mantenerse en el sitial que por ley le corresponde.

Justamente, es cuando ante el rescate que a diario le plantea el concepto de autonomía universitaria, la universidad moviliza sus mayores y mejores esfuerzos para equilibrarse en medio del zarandeo que le propina cada decisión gubernamental. Más, cuando la autonomía se observa como el requisito indispensable para la realización plena tanto de los derechos del hombre en medio de la sociedad civil, como de los objetivos de la Universidad. Es precisamente la razón por la que la condición autonómica de la universidad, se torna incomoda a los ojos del régimen. Y así ha sido siempre. Sólo que ahora, la situación se ha intensificado ampliamente.

Así que el régimen, apoyándose en la fuerza que le concede leyes amañadas o resoluciones giradas desde un Poder Judicial sumiso, incluso mediante decretos emitidos por el Ministerio de Educación Superior, hace gala de su superioridad y verticalidad. Es decir, de la intolerancia y la negación del pluralismo político para atropellar el estoicismo que caracteriza a la universidad autónoma.

A decir del sentido y dirección de buena parte de las medidas a manera de argucias tomadas por el gobernante empeñado en maltratar a la Universidad, pareciera que lo que las mismas encubren tiene que ver con la reducción de la educación superior a un simple mecanismo de reproducción de desigualdades. Además, la tendencia a ver en la labor académica un “complot” contra la autoridad ejecutiva nacional. Es lo que incita el miedo que caracteriza todo aquello que tiene pleno conocimiento de estar actuando con ojeriza y resentimiento.

Esta situación ha facilitado un comportamiento institucional manejado por el temor de intervención que como amenaza, anuncian instancias del mundo gubernamental educacional sobre la universidad autónoma. Aunque también, parte de dicha actitud se halla relacionada con la manera con la cual el Estado venezolano ha venido introduciéndose en los más variados niveles de la estructura social y económica nacional.

Por consiguiente, la postura de controlador que ejerce el Estado provoca decisiones que en poco o nada se ajustan al ordenamiento jurídico. De hecho, este estatismo, por demás desproporcionado, ha devenido en caras y negativas consecuencias encabezadas por la sustitución y anulación de la iniciativa de la sociedad por adecentar las instituciones del Estado. A ello, naturalmente, se pliega la universidad toda vez que se ve confinada desde la menguada asignación de su presupuesto anual.

Sin embargo, no todo puede determinarse según esquemas de reactiva negatividad. O de radical pesimismo. La Universidad autónoma nacional ha hecho ver al país que bien sus años de historia le han permitido demostrar la pujanza de las ideas de su comunidad al momento de darle forma y voz al debate universitario a fin de uniformar una protesta que de seguro será punta de lanza para validar y valorar acciones que sacudan la sordera y ceguera del autoritarismo hegemónico convertido en gobierno.

Deberá reconocerse que el proyecto revolucionario endilgado a través de engañosas ofertas propias del más rancio populismo, le quedaron pequeñas a la sociedad venezolana. El enorme tamaño del aparato estatal, pese al esfuerzo hecho en dicha dirección, no ha podido seguir controlando la creciente complejidad de la sociedad y de sus instituciones. La Universidad autónoma así lo entendió, razón por la cual vio la necesidad de arreciar en su llamado a concienciar la libertad como razón de ser de una Venezuela democrática, capaz de motivar sus capacidades en aras de un futuro cierto y promisorio.

Deberá también saberse que la sociedad venezolana no está inerme, así como tampoco es indiferente a los cambios que la actual crisis pone de manifiesto. Asimismo, la Universidad cuya capacidad de adaptación comenzó a evidenciarse. Sobre todo, cuando hay conciencia del temor que vive todo régimen dictatorial cuando encarna el despotismo. O como bien puede inferirse al destacar tan directa realidad cuando da cuenta de una consideración históricamente corroborada: autonomía universitaria, terror de dictaduras.