Es hora de los camaradas sepultureros, por Armando Martini Pietri
Es hora de los camaradas sepultureros, por Armando Martini Pietri

 

Ambos iniciaron sus tareas cuidándose mucho de no lastimar el pasado, por el contrario, lo exaltaron, prometieron continuidad y juraron lealtad. Y aunque perpetúen la enmohecida consigna vociferando “Patria o muerte, socialismo o muerte, ¡venceremos!”, con el tiempo comenzarán a construir su propio legado y enterrarán la vieja estulticia. No se presenta nada fácil, aunque el venezolano lo está haciendo de manera magistral y puede ser ejemplo a seguir.

Maduro, desciende en La Habana para reunirse con Miguel Díaz-Canel, ratificar la alianza, felicitar a un hermano, darle un abrazo de solidaridad y apoyo. El jefe de Estado cubano agradece el gesto y se comprometió a continuar con la revolución y, a la vez, impulsar reformas para actualizar el modelo económico. El venezolano y sus atrevimientos los orientará en la revolución económica. Uno y otro concuerdan que ese tema medular los tiene perturbados y muy nerviosos. Recordaron a Bill Clinton y la frase: «It’s the economy, stupid». Pero fueron formados para creer estúpidos a los demás sin saber de economía -la de verdad, no la del partido comunista.

Tendrán que enderezar sus naciones con severos problemas económicos, producción interna en el suelo, paupérrimos salarios, inflación desbordada e indetenible, unificación monetaria y la obligada homogeneización de los tipos de cambio. Deberán lidiar con graves errores de gestión interna, corrupción, inseguridad, hambruna, escasez de medicinas, y, además, la decidida hostilidad Trump y otros gobiernos. Corresponderá enfrentar las dificultades de su principal proveedor causadas por la profunda crisis generalizada que implosiona en silencio y la salida del mapa geopolítico de aliados regionales. Grandes retos para los herederos designados.

El meollo de la cuestión será cómo encarar los desafíos, para construir el indispensable consenso político. Los críticos cuestionan que cambiar el semblante sin modificar el fondo político, no tiene efectos y por eso, señalan a los fiduciarios de simples marionetas.

No es coincidencia sino escuela, tradición que comenzó por los tiempos de Stalin. Que durante 31 años rigió con mano de hierro y sin la menor piedad lo que había sido una Rusia llena de vodka, leyendas e injusticias, grandes músicos, escritores, bailarines y desafuero social, una monarquía y nobleza alejadas del pueblo sobre cuya ignorancia y resignación medraron por siglos, hasta que la rebelión leninista los fusiló.

Sobre cadáveres de zares y nobles se construyó una deplorable dictadura del proletariado, y sobre el desastre la fuerza cruel de Stalin, un conquistador a quien el demente tirano austríaco Adolf Hitler, dueño de una Alemania que enloqueció, le hizo el favor de atacar a Rusia para que los rusos, entre asesinos, cerraran filas alrededor del propio, mientras el invasor embestía cometiendo errores históricos, sepultando ambiciones y estrategias. Abstracción histórica que se convirtió en realidad. Con la derrota y muerte del déspota criminal Führer y el pueblo ruso bajo su mando, Stalin avanzó y consolidó lo que se conoció como la Unión Soviética, bajo su empuñadura férrea, sangrienta y despiadada.

Los soviéticos de Stalin, con notas de León Trotski, Lenin y otros muertos del comunismo, diseñaron dos escuelas. Una, feroz, sin piedad, que aplicaron puertas adentro, y otra que ocultaba la crueldad con aromáticas flores de retórica y banderas flameantes de justicia para el pueblo con la embustera, patrañera y falsaria expresión, aquí todos somos iguales, que difundían en el resto del mundo. Dos caras, pero un mismo corazón: aplastar, humillar y devastar para gobernar.

Sin ampliarnos en lo histórico, centrémonos en ese estilo que aplicó y duplicó con asombrosa exactitud Fidel cuando colapsó la dictadura de Fulgencio Batista, y los castristas, rosario al cuello, entraron triunfantes en La Habana en enero de 1959.

Desde ese momento, hacia el extranjero ha tenido numerosos pupilos, no todos con éxito, pero ruidosos. Algunos se han suicidado, otros han sido militarmente atrapados y asesinados, muchos envejecido con austera -a veces no tanta- dignidad, más de uno se cansó de sacrificios y palabreríos sin sentido, y ciertos se hicieron adeptos por ignorancia, porque al ignorante que además es ingenuo luce fácil deslumbrarlo haciéndole creer que no lo es; un abrazo, halagos y muchos aplausos pueden hacer milagros, creando fanatismos hechizados hasta el punto de entregar un país y la vida para no renunciar a los cariños melosos y seductores con morbosa fascinación.

Ha pasado el tiempo, y aquellos orígenes dieron base y experiencia para ir formando sucesores, difusores, y los llamados “cuadros”. La mayoría fracasaron en lo político porque el comunismo proclama popularidad y justicia para todos, pero ni es justo ni logra la suficiente notoriedad, salvo excepciones que llegaron al poder, mintiendo, timando e ilusionando con imposibles.

Se incorporan nuevas generaciones entrenados y amaestrados de edades y destinos parecidos. Son “cuadros”, aleccionados por el castro marxismo, formados en el ejercicio político que empieza por aferrarse a un jefe. Díaz-Canel a Raúl Castro, Maduro a Chávez.

Aprendieron, lisonjearon y se enchufaron, luego se dejaron aguijonear terminando al frente del poder. Maduro, porque la existencia castigó a Chávez con un cáncer feroz que decretó su muerte y una medicina cubana desactualizada, que enterró sus posibilidades. Ahora viene Díaz-Canel, a causa de los 86 años de Raúl Castro, un muerto insepulto que piensa y gruñe.

A los dos, les ha tocado heredar una crisis de consecuencias impredecibles, fueron impuestos por sus jefes, y llevarán a las revoluciones cubana y venezolana a su final, serán los sepultureros de la última perversión castrista y tiranía que los aleccionó. En eso está siendo francamente eficiente Maduro. Con Díaz-Canel, veremos. Aunque Cuba no es Ecuador, el fantasma de Lenin Moreno flota en el ambiente. Curioso nombre bautismal para quien no profesa comunismos ni cree en correazos, ignorando, a quien trató de borrar realidades y enterrar la democracia en su país.

Los muertos que entierran a sus muertos

 

@ArmandoMartini