¡Una mujer fea! por Carlos Dorado
Carlos Dorado Jul 17, 2016 | Actualizado hace 8 años
¡Una mujer fea! por Carlos Dorado

mujer

 

En la universidad, yo tenía una compañera de estudios, que podría haberse definido como una mujer cuasi perfecta, ya que era una de las más inteligentes de la clase, muy estudiosa, amable, con una educación exquisita, siempre dispuesta a ayudar; y con una amplia cultura donde cualquier tema lo conversaba con tal destreza y conocimiento, que siempre resultaba fácil y lógico de entender para el interlocutor.

¿Cuasi perfecta? Sí, porque a pesar de todas sus virtudes, físicamente no era muy agraciada, tenía unos cuantos kilos de más, bajita y para colmo de males siempre con un acné en la cara. Un día me confesó, lo mucho que sufría por el hecho de no ser una mujer bella, y que por eso no asistía a ninguna de las fiestas que se organizaban. Primero, porque casi nunca la invitaban, y segundo; porque las pocas veces que lo hacían, y se arriesgaba a ir, irremediablemente quedaba siempre en una esquina con la mirada perdida, aburrida, y con ganas de irse, ya que se sentía rechazada.

En la actual sociedad (después de casi 40 años), ese rechazo habría aumentado y sería muy crítico; pues pareciera que es casi obligatorio el ser altos, bellos, jóvenes y delgados. Ello conlleva a que la mayoría de las personas traten de lograrlo, para no correr el riesgo de ser discriminados socialmente.

¿Una sociedad vacía? Quizás; pero en este caso lamentablemente el vacío ocupa más espacio que cualquier lleno. La socióloga norteamericana, Evgenia Goldman publicó recientemente un artículo en el Journal of Social Policy Studies, donde concluía que la cultura occidental ha comercializado completamente la belleza, hasta convertirla en un estatus social, y donde hay toda una manía colectiva para lograrla, ya que se ha convertido en un termómetro social.

Hay una obsesión por las dietas, por los productos biológicos, por los gimnasios, por las aplicaciones que monitorean el ejercicio, por las calorías, y por la cirugía plástica, en una búsqueda desesperada por lograr ese cuerpo perfecto. Quien no luce bello se considera “de segundo nivel”, afectando inclusive al plano profesional.

La belleza, ha superado ampliamente a la salud; pues se está dispuesto a sacrificarla por la belleza. Comer sano y balanceado, hacer deporte, y cuidar la salud debe ser una obligación más que una necesidad; pero llevarla más allá del plano normal y racional puede convertirse primeramente en un estilo de vida extremo, en una segunda etapa puede ser una obsesión, hasta convertirse en un problema psicológico e inclusive físico.

Cuando todo lo que queremos de una persona es su cuerpo, sin importarnos   su mente, su personalidad, su corazón, y su espíritu; reducimos esa persona a un objeto.  Amamos más la belleza corporal que las virtudes. Estamos más preocupados por el físico que por la mente; por lo que tener mente y no buen físico, significa exponerse a ser rechazados y heridos en muchas oportunidades. ¡La belleza  da mucho; pero no da todo!

Me la reencontré después de varios años. Nos invitó a comer en su bella casa, con su esposo que se veía enamorado de ella, y es un famoso médico. Nos habló de sus logros profesionales con pasión, de sus dos hijos ya profesionales; y uno de ellos a punto de darles un nieto. Se veía feliz, derrochaba entusiasmo, se sentía un hogar. Habían desaparecido esos complejos de antaño.

No todo está perdido, pensé; y me vino a la mente las palabras que decía mi madre: “La belleza que atrae, raramente coincide con la belleza que enamora”

cdoradof@hotmail.com