Neo-totalitarismo o socialismo del siglo XXI por Andrés Hobaica
Neo-totalitarismo o socialismo del siglo XXI por Andrés Hobaica

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Los horrores ocasionados por el establecimiento de regímenes totalitaristas, tanto fascistas como comunistas, fueron contemplados por el mundo entero después de la segunda guerra mundial, a lo largo de la guerra fría e inclusive hasta nuestros días.

El Totalitarismo se traduce en una absorción de la sociedad al Estado, ésta desaparece como organización civil libre, pasando el Estado pasa a monopolizar la política, la economía y todo aspecto de la vida cotidiana del individuo. El hombre cesa de tener vida fuera del Estado. El desiderátum totalitarista es el sometimiento de la sociedad, transformar un grupo de individuos en una masa uniforme obediente a los caprichos de una cúpula política. Se trata de la desnaturalización del Estado como institución política cuyo fin es frenar o limitar el poder (arbitrario).

Los distintos regímenes totalitarios que surgieron a lo largo del siglo XX se valieron de múltiples métodos coactivos para someter a la población civil. Sin embargo, en su mayoría fueron medidas que buscaban infligir miedo/terror en la sociedad y controlar las necesidades más básicas del hombre: alimentos, vivienda, etc.

Los soviéticos, durante la Revolución rusa exterminaron todo vestigio monárquico para la implantación de su modelo comunista, pero, fue durante el mandato de Stalin que los rusos vieron el despliegue de la ideología Marxista-Leninista en su máxima expresión. Stalin estableció una política de control férreo, donde cualquier discrepante era asesinado o enviado a campos de trabajo forzoso (Gulags). Entre 1932 y 1933 mediante la colectivización (forzosa) de la agricultura murieron de hambre hasta 7 millones de personas. En la misma década, durante la llamada Gran Purga, exiliaron y ejecutaron a más de un millón de personas acusadas de ser saboteadores, espías y traidores a la patria. El Estado soviético hizo uso indiscriminado de la coacción pública para controlar a la población. Hay que distinguir de las medidas dirigidas abiertamente para la exterminación de la disidencia y lograr la sumisión mediante el terror (genocidio directo); y las medidas económicas para lograr la sumisión mediante la necesidad (genocidio indirecto), pues entendieron a la perfección que no hay nada más maleable que un pueblo hambriento.

Mao se valió de métodos similares a los soviéticos, fue de tal magnitud su crueldad, que su sistema de control se ha llamado Marxista-Leninista-Maoista. La implementación de su modelo político trajo como consecuencia más de 50 millones de muertes, a través de trabajo forzado, hambrunas, como consecuencia de la colectivización de la agricultura y ejecuciones de disidentes; siendo, demográficamente, el genocida más despiadado de la historia.

Los soviéticos y los chinos esparcieron su modelo por el mundo, principalmente al tercer mundo, anexando naciones y financiando conflictos armados para deponer gobiernos “capitalistas”, tal como ocurrió en Corea, Cuba, Vietnam, etc. El caso más particular es el de Pol Pot y el Khmer Rouge en Camboya durante los 70’s. El mandato de Pol Pot entre 1975-1979, en lo que llamaron la República Democrática de Kampuchea, es quizá el más crudo ejemplo de un sociedad distópica. Tras años de conflicto, el Khmer Rouge asciende al poder en Camboya en 1975. Pol Pot, el Hermano No. 1, educado en Francia y miembro de Cercle Marxiste, inicia rápidamente la ejecución de su modelo político: una “utopía agraria colectiva”. Pocos meses después de ocupar la capital camboyana y ascender al poder, el Khmer Rouge abolió la banca, sacó de circulación el dinero e inició el desplazamiento forzoso de millones de personas al campo. Paralelamente exterminaron a la clase comerciante, industrial y profesional, y de la misma manera los intelectuales, donde era suficiente que una persona utilizara anteojos para ser tildado de “intelectual”, y fuera, por ende, ejecutado. El resto de la población fue hacinada en centros de trabajo forzado, donde era separada de su familia, no existía propiedad privada. Al cabo de unos meses fueron abolidas todas las instituciones capitalistas, sometiendo a los camboyanos a vivir en una sociedad feudal. Se inició el más drástico proceso de colectivización: vestimenta, raciones y horas de descanso idénticas; en fin, se perdió cualquier rasgo de individualidad y así la población camboyana pasó a formar parte de una gran masa sometida a la voluntad arbitraria de sus crueles lideres. Claro que implantar una sociedad agrícola a través del secuestro de una población de la ciudad al campo ocasionó una hambruna descomunal. Bien fuese de hambre, ejecutados o agotamiento por las crueles condiciones de trabajo, fueron asesinadas casi 3 millones de personas, un cuarto de la población de Camboya del momento. El genocidio camboyano es prueba de la extensión de la crueldad humana.

No tardó mucho para que estos ideales cruzaran el Atlántico. Los cubanos, afianzados en el poder por más de 50 años, fueron receptores de la ideología soviética y afinaron su propia versión de totalitarismo latinoamericano, valiéndose de medidas mucho menos genocidas, pero no por eso menos efectivas. Igualmente, la Revolución cubana ocasionó miles de muertes y a lo largo de 5 décadas cientos de miles de exiliados. Vale decir que hasta hace poco, en Cuba el único Partido (comunista) no tenía disidencia, siendo aquella ilegalizada y paulatinamente exterminada. Cuba persistió en la continuidad de su modelo totalitarista-comunista, que si bien tuvo su auge en el siglo XX, fue prácticamente erradicado con el desmantelamiento de la Unión Soviética, la posterior caída del muro de Berlín, y recientemente con la apertura económica china.

El colapso de la Unión Soviética comprobó la inviabilidad del modelo comunista, quedando comprobado que la existencia de ciertas instituciones capitalistas son indispensables para el progreso. Tras el ascenso de Hugo Chávez en el poder, los Castro vieron una oportunidad dorada para seducir a este gobernante y apoderarse de una de las riquezas más vastas del mundo, mediante el establecimiento de un nuevo régimen totalitario, adaptando un modelo inviable al orden imperante en el siglo XXI.

El régimen chavista que detenta el poder en Venezuela desde 1998 rompe con el paradigma totalitarista-comunista del siglo XX. El auge del Estado social como equilibrio entre la intervención estatal y la libertad de mercado fue el espejo en que se reflejó el Estado venezolano por más de una década, por lo menos nominalmente. Pues utilizan la fachada de un Estado democrático de Derecho, aun cuando su núcleo es totalitarista-comunista. Se habla de separación de poderes, cuando estos se encuentran secuestrados por un partido político; se mantiene un supuesto esquema democrático con procesos electorales viciados y con un pluralismo político inexistente. Se trata de una perversión generalizada al Estado como institución liberal, degenerando la esencia y naturaleza de toda institución, pero manteniendo su nombre.

Se superaron las políticas genocidas por un terrorismo estatal más sutil. Intervención económica como mecanismo de control a la población y el despilfarro de la riqueza petrolera al servicio de la suprema felicidad del pueblo. A través de expropiaciones se desincentivó cualquier emprendimiento productivo en el área agrícola, aunado al intento de colectivización del campo, que al igual que sus predecesores en el siglo XX fue infructuoso. La escasez de alimentos e insumos básicos ha sido maquiavélicamente administrada, nuevamente el sometimiento de la población a través del hambre.

Finalmente, el régimen venezolano ha sido bastante frontal en cuanto a la erradicación de la disidencia, especialmente en los últimos años. Sin embargo, sus métodos han variado con respecto a las medidas tradicionales de los regímenes totalitaristas del siglo pasado. Adoptaron la impunidad procesal y penitenciaria como políticas estatales para el crecimiento desenfrenado de la criminalidad, gestionando prácticamente un genocidio indirecto: cientos de miles de muertes producto de la delincuencia y la emigración de miles más.

La complejidad de este régimen nos lleva a la conclusión que el modelo político adoptado por los revolucionarios venezolanos no es el totalitarismo-socialismo puro del siglo XX. Si bien la esencia y finalidad son las mismas, Venezuela (aun) no es Cuba, ni Corea del Norte. Hemos generado nuestra versión de un totalitarismo tropical, enfocado principalmente en el saqueo de la renta petrolera y en posicionar a Venezuela como el eje del narcotráfico mundial. Lo que carecen de sanguinarios, en principio, lo compensan en corrupción. En fin, se trata de un modelo sui generis, una fachada democrática que oculta un régimen autocrático y criminal; orquestado por los propios cubanos, cuya formación socialista estuvo en manos de los propios soviéticos. En fin, tenemos un intento de adaptar el modelo totalitarista, superado en el siglo XX, a las exigencias del nuevo milenio: un neo-totalitarismo, o como lo han llamado sus supuestos creadores, socialismo del siglo XXI.