Chávez vive … por Andrés E. Hobaica
Ya van más de dos años desde la muerte (física) de Hugo Chávez. Sin embargo, hoy, su presencia se ve más patente que nunca.
Venezuela atraviesa la peor crisis de su historia republicana, quizá sólo comparable a la desolación post-independentista y la destrucción que causó la Guerra Federal. Nuestro país se convirtió en un paradigma (o anti-paradigma) económico internacional: como arruinar un país con las reservas comprobadas de petróleo más grandes del mundo, inclusive en el medio de la bonanza petrolera más grosera de la historia.
En un lapso de 2 años llegamos a una inflación que rosa los 3 dígitos. Nuestra moneda se ve devaluada diariamente, oficial y extra-oficialmente; la tasa de cambio oficial tiene un margen de casi 180 Bs./$ de diferencia con la marginal. Ni hablemos de la tasa “paralela”. Pero la crisis no es sólo económica, pues tenemos una sociedad absolutamente polarizada, con unos índices de criminalidad, ya institucionalizada, que nos acerca progresivamente a un escenario de ingobernabilidad, perfilándose Venezuela cada vez más como un Estado fallido.
Se prefirió liquidar a los acreedores internacionales que satisfacer la demanda interna: un default selectivo. Y cuando pareciera que no hay un dólar ni para importar papel toilette, se destapó una hoya en Suiza, ahora una en Andorra y otra por Dominicana. 12.000 millones de dólares en una cuenta a nombre de un teniente, que estuvo a cargo por casi una década, nada más y nada menos, que de la Tesorería Nacional, gracias a un desafortunado juego de chapita con el Comandante Presidente. Esto no se compara con las hazañas del propio Comandante, cuya agenda experialista no se limitaba a la expoliación fiscal y filantropía internacional, sino que se extendía a una fantasía de propagar su versión de comunismo tropical por toda Hispanoamérica.
Así se resume el legado de Chávez: en odio, miseria, corrupción y deuda, la ruina de un país con un potencial inmenso. Saqueo en su expresión más sublime. Rapacidad pura y simple. Maduro es simplemente el infeliz portavoz de dicho legado. Chávez despilfarró la mayoría de los ingresos de casi 10 años de bonanza petrolera, sus subalternos malversan el resto. Se desmanteló el Estado venezolano, para sustituirlo por un Estado narco-terrorista. La complicidad del Gobierno actual de la situación que vivimos se debe a su obstinación por conservar este fracasado modelo. Creer que Maduro es el responsable de la crisis actual es un juicio sumamente miope, y pensar que con Chávez la situación fuese otra es una reflexión desquiciada.
Y así Chávez vive, a través de su deplorable legado. Su presencia es inmanente en cada cola de supermercado, cada empresa que cesa sus negocios, cada persona que huye del país, cada delito que queda impune, etc. Pero su legado se proyectará en el futuro por el inmenso costo de oportunidad que representó su mandato: el desperdicio de una coyuntura (económica) única para enrumbar a nuestro país al primer mundo… Basta comparar a Caracas, después de 16 años de chavismo-socialismo del s. XXI, con Abu Dhabi.
Heráclito decía que el hombre no puede bañarse en el mismo río dos veces, significando que la oportunidad que se pierde, permanece perdida para siempre…
Quizá otra oportunidad surgirá en el tiempo, pero, por ahora nos toca a nosotros, los legatarios Chávez, hacer que este período sombrío no sea más que un período efímero en la historia venezolana; pero, sobre todo, una advertencia al peligro de los políticos populistas y las consecuencias apocalípticas de un Estatismo desenfrenado.