El dueño de la pelota por Pedro X. Valverde Rivera
El pasado domingo, durante el emblemático clásico de las grandes ligas entre los Yankees y los Medias Rojas, en el Fenway Park de Boston, el deporte nos dejó una nueva lección de vida.
Con estadio lleno, justo cuando los “patirrojos” lideran la división y, en contraste, los Yankees atraviesan por una de sus peores temporadas de la década, le tocó tomar su primer turno del partido a Álex Rodríguez, seriamente cuestionado por la hinchada de los “mulos del Bronx”, por su bajo rendimiento.
Para colmo de males, el popular A-Rod actualmente enfrenta una sanción que lo alejará de las canchas hasta el 2014, debido al supuesto uso involuntario de sustancias para evitar el envejecimiento, que están prohibidas en la Mayor League Baseball, sanción que ha sido apelada, razón por la que aún puede jugar.
En este ambiente, el lanzador Ryan Dempster envió tres bolas muy pegadas al cuerpo de Álex Rodríguez, que este pudo esquivar para, finalmente, con la cuarta, impactarlo de manera incuestionable.
Los lanzamientos en las grandes ligas usualmente desarrollan una velocidad superior a los 140 km por hora. Imagine usted, amigo lector, una bola pesada, como la de béisbol, a esa velocidad, impactar en su cuerpo.
A nadie le quedó la duda de que el lanzador no erró. ¿Cuatro lanzamientos dirigidos a la humanidad de Rodríguez consiguieron su objetivo: golpearlo?, ¿humillarlo?, ¿asustarlo?
Lo cierto es que, en ese momento, Dempster era el dueño de la pelota, y decidió destruir, no construir; manchar la pelota, en lugar de honrarla.
Álex Rodríguez no reaccionó; simplemente avanzó a primera base en silencio; no podía hacer nada, no debía hacer nada. El estadio en su contra; la opinión pública pendiente de él, y muchos, esperando que pierda la cabeza y sume un problema más a su vida.
Su momento de ajustar cuentas llegó en el sexto inning, cuando puso la pelota en las tribunas ante la ira e impotencia de todo un estadio, y de su otrora “verdugo” Dempster, que tuvo que sumar dos derrotas a su carrera: la deportiva (Yankees ganaron el partido) y la moral, pues será recordado como el mal deportista que fue castigado por A-Rod con un jonrón.
Cuento esta historia porque el béisbol es como la vida: comienza y termina; una parte alta y otra baja.
El lanzador tiene sus momentos de “dueño de la pelota” y otros en los que se para a enfrentar la pelota; momentos en que domina a bateadores, y otros, en que los buenos lanzamientos se agotan y debe afrontar los palazos del rival. Momentos de defensa y otros de ataque.
Y de lo que hagamos, cuando somos “dueños de la pelota”, depende el trato que recibamos cuando nos toque batear. No importa cuánto dure el inning; tarde o temprano, a todos les llega su turno.
Recordemos, sobre todo, que la vida es más que un inning, que un partido, que una serie o una temporada. La vida es toda una trayectoria que se valora en su conjunto, y es así como pasa al implacable e ineludible archivo de la historia.
Así lo dijo Mohandas Karamchand Gandhi, líder político y espiritual que guio al pueblo de la India a su liberación:
“Nadie puede hacer el bien en un espacio de su vida mientras hace daño en otro. La vida es un todo indivisible”.
Fuente: El Universo (Ecuador)