Ureña el día después: Las huellas de la represión y el miedo de los que quedan - Runrun
Ureña el día después: Las huellas de la represión y el miedo de los que quedan

«Nos humillaron», dice una comerciante colombiana que vive en Táchira. Otro comerciante cuenta el asedio de la Guardia Nacional

@loremelendez 

 

A ella se le quiebra la voz cuando comienza a hablar del 23 de febrero en la fronteriza Ureña. Recuerda a las “Damas de blanco” ahogadas con los gases lacrimógenos, al vecino que los guardias nacionales tumbaron en el piso para golpearlo, las marcas de los perdigones que le dispararon a un conocido en la espalda, a su esposo que le rogaba que no fuera a la marcha. “A nosotros nos agredieron muy feo, nos humillaron”, sentencia mientras se pasa el borde de su dedo índice por uno de sus ojos. Está llorando. 

Ella, una comerciante colombiana que lleva casi dos décadas en Ureña, en Táchira, y que nunca había ido a una manifestación, decidió asistir este sábado porque «ya no aguanta”. Mientras conversa, sentada sobre una silla metálica en el casco central del pueblo, en las calles se aglomeran jóvenes que miran hacia los militares que bloquean el puente fronterizo Francisco de Paula Santander. Más temprano, varios de los muchachos quemaron cauchos frente a los uniformados para exigir la reapertura del paso, pero fueron reprimidos con las mismas armas de ayer sábado.

«Primera vez en mi vida que yo salgo a esto y ayer lo hice porque me da dolor lo que está pasando. Las ‘Damas de blanco’ decían ‘paz, paz’ y ellos (los militares) nos tiraron las bombas esas. Había un sacerdote cubriendo a varias de las abuelitas. Nosotros les rogábamos que no siguieran, que no teníamos armas. Eso fue terrible”, comenta decepcionada. No esperaba que los guardias nacionales respondieran con violencia a una manifestación pacífica que exigía el ingreso de la ayuda humanitaria que está almacenada en Cúcuta, Colombia, para atender la emergencia que vive el país.

De esa represión quedaron marcas en las calles que todavía se veían en la mañana de este domingo: los restos del autobús incendiado en la avenida que conecta con el puente estuvieron allí casi hasta el mediodía, luego de que varios de los habitantes lo desvalijaran para aprovecharse de las piezas de cobre que tenía («En Cúcuta, el kilo vale 12.000 pesos y aquí´no hay trabajo”, justificaba una mujer que los veía de lejos). 

En el suelo había cartuchos plásticos de perdigones, pedazos de vidrio y de botellas, piedras apiladas en las esquinas. Solo algunos de los habitantes barrieron los restos. En algunas calles, incluso, se mantuvieron barricadas hechas con bloques y ramas de árboles. Las imágenes, los olores y las palabras eran una remembranza de las protestas de 2017, cuando la represión del Estado dejó más de 150 muertos.  

Más temprano, el día de la marcha, la guerrilla que controla el pueblo le había ordenado a ella que mantuviera cerrado su negocio. «¿Y quién va a abrir?”, se pregunta tan indignada como indefensa. Semanalmente, debe pagarles su “vacuna” a cambio de “seguridad” y de su vida. Es lo único que se atreve a soltar sobre los grupos irregulares colombianos que desde hace años hacen vida en los pueblos limítrofes.

Reclama la mujer que, para mantener su negocio tenga que traer del lado colombiano todos los implementos con los que trabaja, que para hacer mercado deba cruzar el puente varias veces a la semana, y que este lunes, cuando la frontera continuará cerrada en Colombia y Venezuela, no pueda enviar a su hija menor al colegio, ni que la mayor pueda ir a sus clases de la universidad. Ambas estudian en Cúcuta. 

“Si hoy tuvimos algo para vender, mañana no sabemos”, afirma preocupada. Admite que pronto dejará Ureña para instalarse en Colombia. «Mi esposo trabajaba mucho e hizo mucho dinero, pero ahora no tenemos nada”, cuenta. Antes no había pensado en emigrar porque quería seguir en Venezuela, con esa familia extendida que son sus vecinos. Ahora, está desesperada por salir. 

“El que traiciona a la patria es el soldado»

Un vecino interrumpe la conversa para hablar de los guardias que reprimieron el sábado. “Por ahí anda diciendo (Freddy) Bernal que los que desertaron son traidores a la patria. Yo creo que el que traiciona a la patria es el mismo soldado que está a favor de una cuerda de bandidos”, declara.

Aunque su establecimiento no se vio afectado, varios en el pueblo sufrieron la represión cuando los guardias nacionales se desplegaron por las calles al mediodía de este sábado. Él asegura que en una frutería de la tercera calle, donde se concentró el conflicto, los uniformados se robaron varios guacales con alimentos. A él mismo le tocaron la puerta y, al no abrir, le quebraron un vidrio con una piedra.

“Para comprar un vidrio hay que ir para Cúcuta y pagarle al guardia nacional que está en el puente 2.000 pesos, a otro que está más allá 2.000 pesos, y al que está en la aduana otros 2.000 pesos», denuncia en medio de un apagón. Durante tres o cuatro horas al día se va siempre la luz. “Es que esto ya se volvió un hábito”, completa.