CASTRO & CHAVEZ es la más reciente obra de Edgar C. Otálvora. Aparece en momentos cuando el tema de las relaciones entre Hugo Chávez y Fidel Castro nuevamente se ha colocado en la agenda noticiosa del Continente. La dependencia de Chávez hacia Castro, a quien llama y trata como a un “padre”, es ya un tema de carácter político con impacto más allá de Cuba y Venezuela.
Edgar C. Otálvora, economista e historiador venezolano, se hizo conocido en toda Latinoamérica con su “Informe Otálvora” publicado semanalmente en Caracas por varios años y reproducido en decenas de portales. Su más reciente producción combina la clave periodística que le es usual, repleta de información y detalles, con su perfil de historiador, para reconstruir el proceso que condujo a que el líder de la revolución cubana se hiciera con uno de sus más codiciados objetivos: los ingresos petroleros venezolanos.
CASTRO & CHAVEZ lo distribuye de forma exclusiva la empresa AMAZON vía Internet, en ediciones en español y en inglés. El sitio para adquirirlo es Amazon bajo el nombre de “CASTRO & CHAVEZ”.
El libro se suministra en formato Kindle de Amazon y es reproducible en los tablet Kindle, pero también en cualquier PC, laptop, iPad, iPhone, Blackberry y equipos con sistema operativo Android.
Aquí el “capítulo cero” del libro que los dejará con ganas de comprar la versión completa:
Capítulo Cero. Fe de vida de dos enfermos
La muerte de Fidel Castro debe ser una de las noticias más publicadas en la historia del periodismo. Es improbable que existan estadísticas a este respecto, pero de haberlas, seguramente quedaría palpable el número de veces en las cuales medios de prensa han informado sobre la muerte o enfermedad terminal de quien ha ejercido una dictadura política en Cuba desde mediados del siglo XX. Incluso, por un obvio error, en el 2003 la cadena CNN publicó la nota necrológica que guarda en sus archivos para cuando sea un hecho la muerte de Castro.
Por varias décadas los rumores sobre la salud de Castro se basaban en deseos o temores, todos ellos imposibles de confirmar dada la celosa custodia con que la familia dominante en Cuba mantiene los detalles de su vida. Pero comenzando el mes de agosto de 2006 las noticias sobre una grave enfermedad de Castro adquirió visos de hecho cierto.
En octubre del 2004 el mundo pudo ver el momento cuando el anciano dictador se había caído durante un acto público en Santa Clara. El traspié le produjo lesiones óseas que lo obligaron a ser sometido a tratamiento quirúrgico y a un inusual reposo. El hombre fuerte de Cuba pudo ser visto esta vez como un anciano que perdía sus facultades físicas y debía recurrir a una silla de ruedas. Pero lo ocurrido el 26 de julio del 2006 era algo más grave que un accidente de huesos rotos. Según contara el propio Castro, había sufrido “una crisis intestinal aguda con sangramiento sostenido” que lo “obligó a enfrentar una complicada operación quirúrgica”. En una comunicación oficial difundida el 31 de julio, el enfermo notificó que “la operación me obliga a permanecer varias semanas de reposo, alejado de mis responsabilidades y cargos”. Con estas palabras obviamente el aparato propagandístico cubano buscaba bajarle relevancia a la enfermedad presidencial. Pero en el mismo pronunciamiento, Castro procedió a delegar, en su hermano Raúl Castro, las funciones como Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y, como Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas Revolucionarias. Ya no cabía duda alguna sobre la gravedad de Castro.
Pocos días después, el 13 de agosto, día del cumpleaños número 80 de Fidel Castro, Hugo Chávez aterrizó en La Habana. Fue recibido por Raúl Castro e inmediatamente llevado hasta el lugar donde el mayor de los Castro estaba convaleciente. Las célebres fotografías que por primera vez mostraron a Castro acostado en una cama clínica, datan de aquel día. En alguna toma aparecen juntos Castro y Chávez comiendo yogurt, en otra sostienen juntos una daga obsequio de Chávez al cumpleañero.
En los siguientes años Chávez se convirtió en el garante planetario sobre la supervivencia de Castro. Cada rumor, muchos de ellos con piso sólido, sobre el deterioro de la salud de Castro era rápidamente atendido por Chávez con alguna declaración o con alguna prueba de vida. Las visitas de Chávez a Castro fueron las únicas permitidas a mandatarios extranjeros hasta el 2009, cuando el nicaragüense Daniel Ortega estuvo en La Habana por lo menos en dos ocasiones, aunque la divulgación de las fotografías de sus encuentros con Castro sólo fue autorizada en febrero del 2010.
En junio de 2007 Chávez llegó a La Habana en lo que era su sexta visita desde el momento cuando se hizo pública la enfermedad de Castro. El mutismo sepulcral del gobierno cubano sobre la salud de Castro era roto en cada estadía del venezolano, en quien prácticamente quedó delegada la tarea de convencer al mundo de que Castro seguía con vida. Esa vez Chávez aseguró a la prensa que había conversado seis horas con Castro pero que aún “no está listo para salir al montículo” de pitcher. Chávez no dejó de mostrar su pesar por las limitaciones físicas de Castro: “No es fácil para mí venir a un acto público en La Habana sin Fidel, sin Fidel físicamente, no es fácil”.
En agosto del 2008, Chávez negó las versiones que corrían en la prensa internacional sobre la muerte o, en todo caso, el agravamiento de Castro. Poco menos de un mes después, en declaraciones ofrecidas desde Manaos, Brasil, Chávez notificó al mundo que Castro había estado a punto de morir, tras “una operación, dos operaciones, tres operaciones”. “A Fidel le cambiaron casi toda la sangre, está vivo porque es Fidel. Le hicieron no sé cuántas transfusiones, (…) le cambiaron casi toda la sangre”. Según Chávez ha narrado en infinidad de ocasiones, cuando los médicos de Castro temían un desenlace inminente, éste en su lecho tomó las manos del venezolano y le dijo: “Chávez, estoy listo para morir, pero tú no puedes morirte…”. Sea cierta o falsa la anécdota, no deja de transmitir el mensaje sobre el carácter de heredero de Castro que el propio Chávez se adjudica.
El enfermo es el otro
Las alarmas sobre el estado de salud de Chávez sonaron el lunes 6 de junio de 2011 en Brasilia.
Hugo Chávez, quien ha hecho de la omnipresencia mediática y personal parte sustancial de su esquema de dominación en Venezuela, comenzó en el mes de abril del 2011, a reducir la periodicidad de sus presentaciones tanto personales como en televisión. El 30 de marzo había hecho referencia a exámenes médicos a los cuales se había sometido recientemente. Habló de algunos dolores que había sentido y de una resonancia magnética que le fue hecha en horas de la madrugada en un centro de salud oficial en Caracas. El comentario formó parte de su alocución de más de dos horas ante un variopinto público izquierdista en la Facultad de Medicina de la Universidad de la República, en Montevideo. La referencia pasó desapercibida. El comentario parecía más un acto de auto-publicidad a su gobierno y no una noticia real sobre su estado de salud.
El programa dominical “Aló Presidente”, desde el cual anuncia medidas de gobierno, ataca a sus enemigos, narra una y otra vez anécdotas familiares o, entretiene con canciones a su auditorio, fue suspendido en todos los fines de semana del mes de abril. Las excusas para no transmitir el programa fueron varias, incluyendo el inicio de la Semana Santa y el Domingo de Resurrección. Comenzando el mes de mayo, la ausencia de Chávez de sus usuales rutinas mediáticas ya era notoria en Venezuela y objeto de toda clase de interpretaciones.
El día 9 de mayo, el gobierno venezolano anunció la suspensión de una muy planeada visita de Chávez a Brasil que incluiría los formales encuentros oficiales, pero también una conferencia que la Embajada de Venezuela en Brasilia había gestionado ante la Universidad de Brasilia y a la cual ya estaban convocando las más diversas organizaciones izquierdistas brasileñas. La de mayo fue la tercera ocasión en la cual se frustraba un encuentro personal entre Chávez y la nueva presidenta de Brasil, Dilma Rousseff. Existe una impresión bastante generalizada sobre la distancia que separa a Chávez y la pupila de Lula da Silva. Entre ellos no existe la química que abunda entre Lula y Chávez. En enero había causado sorpresa que el venezolano, intempestivamente, se marchara de Brasilia la noche luego de la toma de posesión de Rousseff, suspendiendo la cita prevista para la mañana siguiente. Por ello la visita de Chávez a la capital brasileña marcada para el mes de mayo era de alta importancia: se trataba de retomar los contactos entre los dos gobiernos. Pero Chávez suspendió su periplo de mayo alegando razones médicas, posponiendo igualmente sus previstas visitas a Ecuador y Cuba.
La baja presencia de Chávez en los medios y en actos públicos continuó durante todo el mes de mayo, salvo alguna corta aparición en la cual se mostró caminando valiéndose de un par de muletas para caminar. Oficialmente se insistía que su ausencia mediática se debía a una lesión en una de sus rodillas. Sólo el 22 de mayo y el 05 de junio realizó Chávez su programa “Aló Presidente” y, en ambos casos, la transmisión se originó desde el propio Palacio de Miraflores, con lo cual se evitó que el Presidente tuviera que desplazarse a alguna locación externa, como usualmente lo hace para su show dominical.
La importante visita a Brasilia fue programada para el lunes 06 de junio, con lo cual brevemente cesaron los rumores sobre la salud presidencial. Pero extrañamente la agenda en Brasilia se limitó a las reuniones de Chávez y su comitiva con sus homólogos oficiales, un almuerzo de Estado en el Palacio de Itamaraty, sede de la Cancillería y, a una rueda de prensa en la sede de la Embajada venezolana. Chávez arribó a Brasilia en la noche del domingo 05 de junio utilizando una muleta para ayudarse a caminar y, abandonó la ciudad antes de 24 horas. Dos hechos causaron curiosidad en los observadores. El encuentro entre los presidentes que usualmente, por razones de ceremonial brasileño, tienen lugar en el presidencial Palacio de Planalto, estuvo a punto de ser trasladado al más discreto Palacio de La Alvorada, residencia oficial presidencial, aunque esto no se concretó. Otro dato causó sorpresa. La rampa principal que da acceso al presidencial Palacio de Planalto es un lugar de culto para la izquierda latinoamericana, que recuerda con regocijo que por allí ascendió en 1961 el Ché Guevara, cuando en su condición de ministro cubano fue recibido por el presidente brasileño Janio Quadros. Chávez desechó esta vez el honor de ingresar al Palacio de Planalto por la ruta antes usada por su héroe el Ché Guevara, en la cual se forma un callejón de honor por parte de los granadeiros de la Guardia Presidencial brasileña. Chávez optó por la prosaica vía de un ascensor interno.
La prisa de Chávez para abandonar Brasilia quedó manifiesta en por lo menos dos fotografías oficiales en las cuales se les ve observando su reloj de pulsera. Para un viajero que no tiene restricciones en cuanto a horarios de vuelos por contar con su propia flota de aeronaves, la gestualidad de Chávez demostraba ansiedad. En la madrugada del martes 07 de junio Chávez aterrizó en el aeropuerto Ulpiano Páez de la ciudad balneario de Salinas en el litoral ecuatoriano. Allí permaneció hasta la media tarde cuando, tras reunirse con el presidente Rafael Correa y sus respectivos equipos, partió rumbo a La Habana donde llegó en la madrugada del miércoles 08 de junio. Al pie de la escalerilla lo esperaba Raúl Castro, iniciándose la visita número 57 que Chávez realizaba a Cuba desde que fue electo Presidente de Venezuela.
La visita de Chávez a Cuba coincidía con la realización de la XI Comisión Intergubernamental de Cooperación Cuba-Venezuela, mecanismo en el cual ambos gobiernos concretan los servicios que Venezuela compra a Cuba y los contratos que serán suscritos en consecuencia. Por confesiones del propio Chávez se sabe que él no participó en las deliberaciones. Tras su usual largo encuentro con Fidel Castro, Chávez se declaró enfermo.
El silencio sobre la situación de Chávez fue absoluto hasta que el día 10 de junio, comenzando la noche, Nicolás Maduro, el ministro de Relaciones Exteriores venezolano, en un video grabado en Cuba por el gobierno cubano, leyó un comunicado informando que el presidente de Venezuela había sido sometido a una operación quirúrgica, supuestamente ese mismo día, de un “absceso pélvico”. Dos días después, con Maduro ya en Caracas, el canal de TV oficial Telesur transmitió una conversación telefónica entre el Canciller y su jefe, sin imágenes de Chávez, en la cual éste aseguró que estaba recuperándose, que las biopsias habían sido negativas, pero que su regreso a Venezuela aún no se concretaría.
Los rumores sobre una grave enfermedad sufrida por Chávez se multiplicaron. El periodista venezolano Nelson Bocaranda, haciendo gala de excelentes fuentes de información, afirmó que Chávez padecía cáncer y había tenido que ser sometido a una segunda intervención quirúrgica. Los gobiernos de Venezuela y Cuba permanecían mudos. Los dirigentes del chavismo en Venezuela acusaban a la prensa de estar inventando una enfermedad o la muerte de Chávez.
Finalmente en la noche del 28 de junio, las televisoras oficiales de Cuba y Venezuela transmitieron un video basado en fotos fijas, tomadas por “Estudios Revolución”. Al día siguiente, fue televisado un video con audio. En ambos casos Hugo Chávez, visiblemente, aparecía junto a Fidel Castro quien le hacía una suerte de entrevista sobre hechos lejanos. Castro mostró repetidamente la primera plana del diario Granma de ese día e hizo que una hija y una nieta de Chávez, allí presentes, leyeran trozos de aquel periódico. Como en los años anteriores lo había hecho Chávez, en el 2011 fue Fidel Castro quien ofreció las primeras pruebas de vida del venezolano. La escena remedaba otra protagonizada también por Fidel Castro, quien en el 2006 apareció en la Tv cubana, leyendo un periódico de la fecha, para demostrar que estaba vivo.
El 30 de junio en la noche fue difundido un video, elaborado por el gobierno cubano y cuya fecha de grabación aún es un misterio, en el cual apareció Chávez pálido, débil, demacrado, extrañamente circunspecto, raramente leyendo un mensaje que confirmaba “la existencia de un tumor abscesado (sic) con presencia de células cancerígenas, lo cual hizo necesaria la realización de una segunda intervención quirúrgica que permitió la extracción total de dicho tumor”.
Fidel Castro no era sólo quien suministraba las pruebas de vida de Chávez, dirigía el equipo propagandista que producía imágenes y sonidos del presidente venezolano, también era quien dirigía el equipo médico que atendía al paciente. Castro, antes que decírselo al propio Chávez, fue quien le informó de la grave enfermedad al alto gobierno venezolano y a los familiares. “Fidel es mi médico superior”, afirmó Chávez el 03 de julio desde Cuba y lo repitió incasablemente esos días.
Fidel Castro, el hombre que había intentado una frustrada alianza política en 1959 con los demócratas venezolanos, que luego organizó y financió acciones militares contra la democracia venezolana hasta bien entrada la década de los años sesenta, el mismo que a la caída del imperio soviético no dudó en ir a Caracas en 1989 a pedir ayuda de sus antiguos enemigos, ese Fidel Castro, mediando el año 2011, había logrado que el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, desarrollara una dependencia emocional hacia el cubano quien visiblemente reemplazaba la figura paterna. Fidel Castro logró que Chávez se sometiera con total entrega a la conducción cubana de su propia vida y que convirtiera a La Habana en virtual sede del gobierno venezolano.
Estas páginas tratan de aquellos polvos que trajeron estos lodos.
—
Chapter 0. Proof of Life for Two Patients
Fidel Castro’s death must be one of the most widely reported news in the history of journalism. While it’s unlikely that any such statistics exist, if they did, they would surely show the number of times that the media has reported on Castro’s death or a terminal illness plaguing Cuba’s long-standing dictator. In fact, in 2003 CNN mistakenly published the pre-drafted obituary it keeps in store for the day when Castro’s death becomes a reality.
For many decades the rumors surrounding Castro’s death were based on people’s hopes or fears, both impossible to confirm given the carefully guarded secrecy that Cuba’s ruling family maintains on the details of their lives. But beginning in August 2006, headlines declaring that Castro was suffering from a serious illness reflected known facts.
In October 2004, the world witnessed the elderly dictator’s fall during a public appearance in Santa Clara, Cuba. The accident resulted in injuries to his bones that forced him to undergo surgery and maintain an unusual level of bed rest. Cuba’s strongman was being seen for the first time as an elderly man who was fast losing his physical strength and needed to rely on a wheelchair for movement.
But what happened on July 26, 2006 was much more than a bone fracture. As Castro himself declared, he had suffered from an “acute intestinal crisis with sustained bleeding” which “forced [him] to endure a complicated surgery.” In an official press release on July 31, Castro stated, “The surgery forces me to remain resting for several weeks, away from my responsibilities and posts.” With these words the Cuban propaganda machine obviously sought to soften the blow of the presidential illness. Yet in the same statement, Castro proceeded to delegate his leadership as First Secretary of the Central Committee of the Cuban Communist Party and Commander in Chief of the Armed Revolutionary Forces to his brother, Raúl Castro. There was no longer any doubt about the severity of the matter.
Some days later, on August 13, Castro’s 80th birthday, Hugo Chávez landed in Havana. He was welcomed by Raúl Castro and immediately taken to the location where the eldest Castro was convalescing. The famous photographs that depicted Castro lying in a hospital bed for the first time were taken that day. In some shots, Castro and Chávez appear together eating yogurt; in others, they are holding the dagger that Chávez gifted his friend; and in a third, they are shown with Raúl Castro admiring a portrait of Castro, another one of the presents brought from Venezuela.
In the years that followed, Chávez became the global guarantor of Castro’s prolonged survival. Each rumor, many based on solid footing, was rapidly tended to by Chávez with a speech or some proof of life. The visits between Chávez and Castro were the only ones Cuba allowed with foreign leaders until 2009, when the Nicaraguan president Daniel Ortega came to Havana—although the photographs showing him with Castro were not released until February 2010.
In June 2007, Chávez arrived to Havana in what was his sixth visit since Castro’s illness was made public. The sepulchral silence of the Cuban government regarding Castro’s health was broken on each visit by Chávez, who was practically tasked with convincing the world that Castro remained alive. This time, Chávez assured the press that he had talked to Castro for six hours but that still, “he was not ready to come to take the mound.” Chávez did not fail to express his grief over Castro’s health: “It’s not easy for me to come to a ceremony in Havana without Fidel, without Fidel physically, it’s not easy.”
In August 2008, Chávez denied the rumors in the international media about the death, or at least, the worsening condition of Castro. Less than a month later, in declarations made from Manaos, Brazil, Chávez informed the world that Castro had been on the verge of dying, after “one surgery, two surgeries, three surgeries[…] They replaced almost all his blood, he is alive because he is Fidel. They performed I don’t know how many transfusions, […] they replaced almost all his blood.” According to Chávez, when Castro’s doctors feared an imminent downturn, Castro took Chávez’s hands and told him: “Chávez, I am ready to die, but you cannot die…” Whether the anecdote is true or not, it still transmits the view of being Castro’s heir that Chávez assigns to himself.
By 2010, pictures of Castro began to circulate anew in the Cuban press. Photographs with his foreign visitors, as well as almost daily opinion columns, were proof that the caudillo had succeeded in escaping this health crisis.
A different patient
The alarms about Chávez’s state of health first rang on June 6, 2011 in Brasilia.
Chávez, who has made his omnipresence in the media a substantial part of his strategy of domination in Venezuela, began to decrease the frequency of his personal and television appearances in April 2011. On March 30, he mentioned in passing some medical exams which had recently been performed. He spoke of pain he had been experiencing and of an MRI that he had done in the middle of the night in a government health center in Caracas. The commentary formed part of his more than two-hour long speech before a diverse, left-leaning audience at the University of the Republic School of Medicine in Montevideo, Uruguay. The reference went unnoticed. The speech seemed just one more act of self-publicity for his government and not any news on the state of his health.
The Sunday show “Aló Presidente,” from which he announces government measures, attacks his enemies, narrates time and again family anecdotes, and entertains his audience with songs, was suspended each weekend in April. The excuses for not airing the program were many, including the start of Holy Week and the Sunday of Resurrection practiced in largely Catholic Venezuela. Beginning in May, Chávez’s absence from his typical media routine was noticeable in Venezuela, and the subject of many a speculation.
On May 9, the Venezuelan government suspended a long planned visit to Brazil, which would include not only the usual formal meetings between officials, but also a conference that the Venezuelan Embassy in Brasilia had organized with the University of Brasilia in which various leftist Brazilian groups were scheduled to participate. This was the third time that a personal meeting between Chávez and Brazil’s new president, Dilma Rousseff, had been canceled. There is a general sense of a distant relationship between Chávez and Lula da Silva’s pupil. They do not seem to share the same chemistry as Chávez and Lula. It had come as a surprise when, in January, Chávez had unexpectedly left Brazil’s capital the night before Rousseff’s inauguration, thus canceling the meeting that was to take place the following morning. For this reason, Chávez’s visit to Brasilia in May was of special importance: it was a matter of reconnecting the two governments. But Chávez cancelled his journey, alleging medical reasons, also postponing his planned visits to Ecuador and Cuba.
Chávez’s decreased presence in the media and public events continued during the entire month of May, except for a short appearance in which he walked using a pair of crutches. Officially, he insisted that his absence from the media was due to a knee injury. He aired his weekly program “Aló President” only on May 22 and June 5, and in both cases, the broadcast was taped from Miraflores Palace, his residence, to keep him from moving to an extreme location, as he tended to do for his show.
The visit to Brasilia was rescheduled for June 6, temporarily putting to rest the rumors regarding the president’s health. But strangely, the visit was strictly limited to his official counterparts, a state lunch at Itamaraty Palace, and a press conference from the Venezuelan embassy. Chávez arrived in Brasilia the night of June 5 using crutches and left the city less than 24 hours later. The presidential meeting, which due to Brazilian tradition usually takes place in Planalto Palace, was almost moved to the more discreet La Alvorada Palace. And although the ramp leading to Planalto Palace is a place of worship for the Latin American left, which recalls with joy that Ché Guevara once ascended the same ramp in 1961, Chávez refused the honor of entering Planalto Palace through the path once taken by his hero. Chávez instead opted for an unromantic route through an internal elevator.
Chávez’s rush to abandon Brasilia was recorded by official photographs that show him looking at his wristwatch. For a traveler who is not restricted by flight times, as he has an aircraft fleet at his disposal, Chávez’s gesture showed anxiety. The dawn of June 7, Chávez landed in Ulpiano Páez airport in the spa town of Salinas, Ecuador. He remained there until the afternoon when, after meeting with President Rafael Correa and his team, he left to Havana, where he arrived on June 8. At the foot of the steps, Raúl Castro was awaiting Chavez for his 57th visit to Cuba since he was elected president of Venezuela.
Chávez’s visit to Cuba coincided with the 11th Cuba-Venezuela Intergovernmental Cooperation Commission, in which both governments would decide the services that Venezuela would buy from Cuba and the contracts that would be signed. According to Chávez, he did not participate in the deliberations. After his usual, long meeting with Castro, Chávez declared himself ill.
The silence surrounding Chávez’s situation was absolute until the night of June 10, when Nicolás Maduro, the Venezuelan Minister of Foreign Relations, in a video filmed by the Cuban government, read a press release informing the world that the Venezuelan president had undergone surgery, allegedly that same day, due to a “pelvic abscess.” Two days later, with Maduro back in Caracas, the government network Telesur broadcast a telephone conversation with Chávez, without any images of the president, in which he assured that he was recuperating well, that the biopsies had come out negative, but that he could not specify his return to Venezuela.
The rumors about a grave illness multiplied. The Venezuelan journalist Nelson Bocaranda, citing excellent sources, said that Chávez had cancer and that he had undergone a second surgical procedure. Both the Venezuelan and Cuban governments remained silent. The Chavista leaders in Venezuela accused the media of making up lies about his health and speculating about his death.
Finally, on the evening of June 28, the official networks of Venezuela and Cuba broadcast a video based on still shots taken by “Estudios Revolución” [“Revolution Studios].” The next day, a video with audio was broadcast. In both cases, Hugo Chávez appeared next to Castro, who conducted an interview on foreign affairs. Castro repeatedly showed the camera the front page of the Cuban newspaper Granma published that day and made Chávez’s daughter and granddaughter, who were present, read parts of the newspaper aloud. Just as Chávez had done in past years, in 2011 it was Castro who offered the first proofs of life of the Venezuelan president. The scene mirrored one starred also by Castro, who at the end of October 2006 had appeared on Cuban television reading the newspaper printed that morning to show that he was in fact alive.
A video created by the Cuban government, whose date of taping remains a mystery, was broadcast on the evening of June 30 in which Chávez appears pale, weak, gaunt, oddly circumspect, reading a message that confirmed “the existence of an abscessed tumor presenting cancerous cells, which necessitated a second surgical procedure that allowed the extraction of said tumor.”
Castro not only provided proofs of life and directed the propaganda team to produce images and sounds of the Venezuelan president, but also directed the medical team that tended to the patient. Castro, without telling Chávez, was the first to inform the Venezuelan government and his family of his grave state. “Fidel is my head physician,” said Chávez on July 3 from Cuba.
Castro, who had attempted a thwarted political alliance in 1959 with the democratic government of Venezuela, who later organized and financed military actions against the Venezuelan democracy well into the 1960s, who upon the fall of the Soviet Union did not hesitate to go to Caracas in 1989 to ask for help from his former enemies—that Castro, in the middle of 2011, had made Chávez develop an emotional dependence that visibly replaced a paternal figure. Castro succeeded in making Chávez submit himself completely to Cuban control of his life and in converting Havana into the virtual seat of the Venezuelan government.
The following pages deal with the dust that became this mud.