SUDÁN DEL SUR: NUEVO ESTADO, VIEJOS PROBLEMAS Por @VMijares
Coincidiendo con las celebraciones de independencia que durante este mes se llevan a cabo en algunos países americanos, mañana sábado, 9 de julio, nace un nuevo proyecto histórico-político: la República de Sudán del Sur (RSS). Hija del referéndum de enero de este año, la RSS pareciera exenta de violencia natal, pero nada más alejado de la realidad, pues el nuevo Estado deberá su vida al genocidio de Darfur, otra región de Sudán ubicada al oeste, en dónde entre 2003 y 2006 fuerzas pro-independentistas y las fuerzas armadas y para-policiales de Sudán libraron una guerra civil. El conflicto arrojó: 400.000 muertes; 2.000.000 de desplazados (internos y hacia Chad y la República Centroafricana); una resolución de alto al fuego del Consejo de Seguridad de la ONU; una orden de captura al presidente sudanés, Omar al-Bashir, bajo el cargo de genocidio; y en la práctica, la retoma del control de Darfur por parte del gobierno central sudanés de Jartum.
Afirmamos que la RSS deberá su nacimiento al genocidio de Darfur por una razón ligada a la negociación con grandes potencias (como es usual en la política internacional). Desde 1997, China ha venido invirtiendo en el sector energético sudanés, no sólo elevando la producción de 2.000 a 500.000 barriles diarios de petróleo, sino además construyendo un gigantesco oleoducto hacia los puertos del Mar Rojo, y una represa en el recorrido del Nilo. Sudán recibe apoyo diplomático y armas, mientras China extrae materias primas fundamentales para su acelerado crecimiento. El peso político y económico chino ha evitado que prospere el proceso penal contra al-Bashir, y el nacimiento de la RSS amenaza con quebrantar la hegemonía de Beijing en Sudán, pues son los territorios del sur los más ricos en hidrocarburos.
Al posicionamiento geoeconómico chino, se suma el posicionamiento geoestratégico estadounidense. Aunque sean los principales socios, y ambos compartan el interés por la estabilidad de las instituciones financieras y la seguridad internacional, China y los EEUU están compitiendo agresivamente por espacios de influencia. Activado en octubre de 2008, el Comando Africano de las Fuerzas Armadas de los EEUU (el equivalente al Comando Sur para nuestro hemisferio) se encuentra ubicado en Stuttgart, Alemania, y actualmente lleva adelante su primera operación en la intervención sobre Libia. África había estado históricamente bajo la responsabilidad del Comando Europeo de los EEUU, pero la importancia creciente del continente, y las incursiones políticas y financieras chinas, hacen que Washington le dedique un comando entero al continente (exceptuando Egipto, que queda bajo responsabilidad del Comando Central).
Hacia finales de 2010 comienzas las conversaciones entre Sudán y EEUU. Obama le pide a al-Bashir que permita la realización del referéndum secesionista y que respete los resultados, y a cambio EEUU se retiraría de la demanda de genocidio en su contra. Al-Bashir cumplió, pero no sin resistencia, pues sus tropas han hostigado al nuevo país desde antes de nacer, y bandas armadas, presumiblemente a la órdenes de Jartum, azotan la región con la esperanza de hacer ingobernable a la RSS. Por su parte, la nueva república ha tenido con convenir con China el respeto a sus inversiones, un acuerdo vital para la economía y estabilidad del Estado naciente, pero el Partido Comunista Chino sabe que la RSS se queda con el grueso de las reservas de Sudán y que EEUU podría ubicar fuerzas de su Comando Africano en la región, lo que le hará perder la influencia que adquiría en el África oriental, además de condicionar el suministro de petróleo a la vigilancia de las armas estadounidenses.
En este contexto nace Sudán del Sur. Un nuevo Estado que generará traumas geopolíticos, dado que Sudán dejará de ser el país africano más grande, y la RSS se unirá al nada apetecido club de naciones sin costas, pero que podría ser esperanzador refugio para los perseguidos de al-Bashir. En suma, un nuevo estado que nace con viejos problemas.