El presidente estadounidense, Barack Obama, ya no oculta su creciente frustración ante un Congreso cada vez más reacio a considerar sus propuestas, cuando se le agota el tiempo para concretar las promesas de su segundo mandato.
En general los años electorales son poco propicios para lograr avances legislativos importantes en Estados Unidos. En seis meses habrá elecciones legislativas que determinarán el margen de maniobra del que dispondrá el 44º presidente estadounidense para los dos últimos años de su mandato.
Esta latitud ya ha sido reducida a cero por los republicanos, que desde su bastión de la cámara baja, bloquean desde inicios de 2011 las reformas fiscales y del sistema migratorio propuestas por Obama.
El presidente, que ya debe compartir el espacio mediático con los potenciales candidatos a sucederlo en 2017, en primer lugar con su correligionaria Hillary Clinton, deja entrever con frecuencia su decepción con el estancamiento polÃtico en Washington, que él habÃa prometido superar en su campaña de 2008.”Tengo los cajones llenos de ideas que sabemos crearÃan empleos, ayudarÃan a la clase media, incrementarÃan los ingresos y nos harÃan más competitivos”, afirmó la semana pasada ante ricos patrocinantes del partido demócrata.
“Pero del otro lado, hay un partido adepto a una ideologÃa que dice no a todo”, lamentó Obama. Pese a una mejorÃa espectacular del mercado del empleo en abril, la cota de confianza del presidente se mantiene estancada en 43% desde hace seis meses, cuando el accidentado lanzamiento de la reforma del sistema de salud afectó su imagen.
Las encuestadoras dan solamente una mÃnima chance a los demócratas de recuperar la Cámara de Representantes en noviembre. La Casa Blanca se encuentra también a la defensiva en el caso del ataque a su representación diplomática en Bengasi (Libia) en 2012, que dio lugar a la formación de una comisión investigadora propuesta por los republicanos, aunque el entorno de Obama la denuncia como una maniobra polÃtica injustificada.
Tono decepcionado
“¡Oh, qué año!”, admitió Obama a inicios de mayo durante la cena con corresponsales de la Casa Blanca donde, más allá de sus bromas habituales, llamó la atención su matiz de decepción. Como para soslayar el bloqueo del Congreso, Obama denominó 2014 el “año de la acción” y multiplicó las medidas administrativas para enfrentar el calentamiento climático, ayudar a la clase media y renovar la infraestructura del paÃs.
Pero en ausencia de apoyo de los congresistas, tales medidas tendrán un efecto muy limitado. Con frecuencia los segundos mandatos presidenciales en Estados Unidos están signados por una reducción de las ambiciones de reforma en el plano interno en favor de un mayor activismo en materia de polÃtica exterior.
Pero Obama también experimentó en ese plano fracasos rotundos en los últimos meses. El proceso de paz israelo -palestino volvió a punto muerto; el régimen de Bachar al Asad logró avances importantes en la guerra civil en Siria y el Kremlin se apoderó de la penÃnsula ucraniana de Crimea sin disparar un solo tiro. Un eventual acuerdo con Irán sobre su programa nuclear constituirÃa una victoria mayor para Obama, pero todavÃa está lejos.
Obama parece haber tomado conciencia de las limitaciones que comporta su cargo de hombre supuestamente “más poderoso del mundo”. “Yo tengo actualmente ese tÃtulo formidable, presidente de Estados Unidos, y sin embargo todos los dÃas me despierto y pienso en las niñas (secuestradas) en Nigeria o en los niños atrapados en el conflicto en Siria (…) que querrÃa poder salvar”, confesó recientemente en California.
“Pienso que ‘poco a poco’ podemos erosionar y debilitar esas fuerzas que son tan destructivas”, agregó, lejos de sus fantasÃas de 2008, cuando se proponÃa nada menos que “cambiar el mundo”.
Esta caÃda de las ambiciones de Obama no pasó desapercibida. “En lugar de generar los acontecimientos mundiales, con frecuencia solamente reacciona a ellos”, afirmó el Senador por Florida Marco Rubio, posible candidato a la investidura republicana para 2016.