Las horas difÃciles por las que atraviesa el paÃs llanero, son la consecuencia de una suma de errores cometidos por su dirigencia durante décadas. Confiados en la relativa estabilidad polÃtica que les brindaba un acuerdo que les permitÃa alternarse en el poder, la vieja dirigencia vivió alejada de los problemas de cientos de miles de venezolanos que, a pesar de los millonarios ingresos que recibÃa el erario por la venta de petróleo, no veÃan mejoras ostensibles de su situación. Literalmente los cerros se le vinieron abajo a Carlos Andrés Pérez cuando intentó, tÃmidamente, dar un vuelco a la situación tocando el sagrado precio de la gasolina, que constituye una de las aberraciones más grandes de la economÃa, puesto que tal regalo estatal, vÃa subsidio, beneficia a los más acomodados en vez de servir de fuente de recursos para asistir a las reales necesidades de los más pobres. De esto se aprovechó un coronel, que alzándose en armas en contra de la democracia alcanzó notoriedad, para convertirse luego en otro autócrata más de los que tantas veces se ha visto en el continente. Pero en esta ocasión él esgrimió un discurso tÃpicamente tercermundista, para atraer para sà a todas esas fuerzas capaces de pensar que los males de los latinoamericanos son producto de la acción de terceros, que no han podido mirarse a sà mismos y realizar la autocrÃtica necesaria que permita encontrar el camino para vencer el atraso y el subdesarrollo.
Desaparecido hace un año, su sucesor, con más limitaciones que el primero, para tratar de cubrir las consecuencias derivadas de sus desastrosas polÃticas que han convertido a ese rico paÃs en territorio desabastecido, con una de las inflaciones más altas del orbe, no ha considerado mejor opción que ampliar la represión, descalificar a los contrarios, seguir dividiendo a la familia venezolana, utilizar a mercenarios entrenados que con el nombre de “brigadistas” disparan o apalean a los que se pronuncian en contra de semejante desgobierno.
De esto están hartos cientos de miles de venezolanos. Principalmente la fuerza verdaderamente transformadora: la juventud. Los estudiantes copan las calles y resisten las agresiones del Régimen. No son terroristas ni marionetas de ningún imperio. Son seres que les duele el destino de su patria, cuya suerte es administrada por asesores extranjeros. Son la verdadera vanguardia que reclama el constante deterioro de las libertades. No desean que sus hijos crezcan sin oportunidades como en esa isla pauperizada a la que sostienen sus gobernantes, con recursos de todos los venezolanos.
Y la hipocresÃa cunde. El silencio de los demás dirigentes de la región ofende. No se entiende cómo pueden callar ante la represión lÃderes polÃticos e intelectuales que, cuando jóvenes, sintieron en carne propia el peso de las dictaduras. El complejo latinoamericano es grande y conlleva a que, aun cuando constaten que se cometen atrocidades, si estas son ejecutadas por populistas que enarbolan banderas de un mal entendido nacionalismo, no se atreven a condenarlas como corresponde.
 Manuel Terán