La Unidad está a favor del diálogo, por lo mismo que está por la democracia y contra la hegemonía. Cuestión de principios. Está dicho y repetido. Ningún dirigente unitario se ha pronunciado, dentro ni fuera, contra dialogar, como tampoco lo ha hecho contra protestar, porque en este país el pueblo tiene mucho qué reclamarle al gobierno por la inseguridad, la escasez y la inflación; protesta, claro está, pacífica, cívica, democrática. Sin violencia. Un derecho que nos reconoce la Constitución.
Precisamente por estar por el diálogo, no concurrimos a la invitación que horas antes se nos hizo al evento de Miraflores. Porque el diálogo es una práctica, no un montaje, y menos puede confundirse con una operación de propaganda. Al que quiso aprovechar la convocatoria oficial para decir en cadena lo que le ha dicho en privado y por los medios al gobierno sin éxito, lo respetamos, y deseamos que esta vez dé en el blanco, por el bien del país. Atender esos planteamientos requiere rectificaciones hondas. Ojalá se den. Vamos a ver. Claro que faltaron esa noche sectores fundamentales, como los estudiantes, cuyo reclamo encendió la chispa de la protesta y deben ser escuchados, así como los trabajadores organizados. El gobierno quiso sumergir las voces independientes en un coro de los suyos, pero no le resultó porque la noticia fueron las verdades que se dijeron y no el coro que repite. ¡Hasta tuvo que aceptar la creación de la Comisión de la Verdad Económica! Paréntesis forzoso en la “guerra económica” del guión.
Hay mucho que hablar con el poder. La regularización constitucional de los poderes públicos, la libertad de los presos, el desarme de los grupos paramilitares mal llamados “colectivos”, el respeto a todos los ciudadanos y todos sus derechos. Podríamos resumirlo en la vigencia efectiva de la Constitución en todos los órdenes, lo cual en algunos casos significa su restauración. Estos son temas que, por su importancia política, afectan todo y a todos. Por ejemplo. La vigencia del Estado de derecho tiene que ver con tribunales y ministerio público imparciales e idóneos, y eso influye en la economía por el lado de la confianza en la inversión, la empresa y el trabajo.
El gobierno, de seguro, tendrá cosas que plantear. Y nosotros el deber de escucharlas. Como somos sinceros, para que el diálogo sea relevante, útil, y no termine cuando se vayan los fotógrafos y los camarógrafos, pensamos que debe asistir a ellos un tercero de buena fe, sea a facilitar, a garantizar o a mediar si hiciera falta.
Para dialogar de verdad se cuenta con nosotros. Como para la democracia verdadera. Para simulacros, no, gracias.
Ramón Guillermo Aveledo
rgaveledounidad@gmail.com