DDHH olvidados | “Yo quiero limpiar el nombre de mi hijo” - Runrun
DDHH olvidados | “Yo quiero limpiar el nombre de mi hijo”

José Gregorio César había regresado de Cumaná después de obtener su clasificación en las eliminatorias nacionales para representar al país en un campeonato de boxeo. Llegó a su casa en Caracas y de inmediato comenzó a preparar sus maletas para el viaje a República Dominicana. 

“Mi hijo ganó su primer campeonato a los nueve añitos. Formaba parte de la selección de boxeo de Venezuela, representó al país tres veces y acumuló 153 peleas”, cuenta su madre Milagros César. 

Cuando no estaba entrenando, el joven trabajaba como mototaxista. Aunque no le hacía falta porque sus primos le compraban lo que él quisiera y como atleta estuvo becado, hacía carreras en la ciudad para ayudar a su madre y a sus hermanas. 

El 26 de marzo de 2013, un día después de llegar de viajar, se dispuso a ir a entrenar. Aunque su madre y sus hermanas vivían en Las Adjuntas, José Gregorio vivía en El Paraíso junto a su tío y un primo, porque le quedaba muy cerca del estadio Brígido Iriarte. 

Al prender su moto, un hombre llegó a la parada de mototaxi y le pidió que le hiciera una carrera. En principio dijo que no pero después lo pensó mejor y aceptó. Llegaron a la UD2 en Caricuao, cerca del Instituto de Tránsito Terrestre. El pasajero le estaba pagando el servicio cuando José Gregorio fue rodeado por funcionarios del Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas (CICPC)

Segundos después se encontraba sobre el asfalto con un disparo mortal en el tórax. Eran las once y media de la mañana. Solo tenía 19 años. 

Al dispersarse el grupo de policías, un hombre que atendía un quiosco azul en la calle de enfrente vio al muchacho tendido, se acercó y lo reconoció en el acto: “Es Luna”, dijo, porque así lo conocían en el mundo del boxeo. Quiso levantarlo, pero los funcionarios no se lo permitieron: “Déjalo ahí”. El señor declaró al inicio del proceso que no vio a José Gregorio César armado y además repitió las palabras que el joven le dirigió: “Me estoy muriendo, quítame la moto de encima que me está quemando”. 

Cuando la hermana del boxeador acudió al cuerpo policial en búsqueda de información sobre su “detención”, le informan que resultó muerto en un enfrentamiento con la policía porque lo sorprendieron robándose una moto. 

El señor del quiosco y otros testigos fueron disuadidos porque no volvieron a declarar, afirma Milagros César, madre del joven. “Yo estoy luchando con un fantasma, porque no sé quiénes fueron ni mucho menos por qué. El mismo fiscal que recibió el caso me dijo que él estaba robando. ¿Robando? Robado salió él. Mi hijo tenía encima 800 dólares que se trajo cuando compitió en Ecuador. ¿Dónde están sus dólares? ¿Dónde está su tarjeta de débito, su teléfono, su cadena de oro, su carnet de la Selección? Después me devolvieron la moto vuelta nada, inservible. Según los testigos a él le dieron un solo disparo, pero cuando me entregaron el cuerpo tenía dos. ¿Cómo lo explican?”.

La mujer cuenta que el fiscal de su caso ha sido cambiado varias veces en la misma Fiscalía 83. “Llegó otra y me aseguró que me iba a ayudar. Yo le creí. Un día fui a hacerle seguimiento al caso y ella me notificó que estaba lista para acusar. A la semana la cambiaron y llegó otro diciendo que no, no hay pruebas, no podemos acusar. Ahí sí me puse a llorar”. 

Después de la ejecución extrajudicial de su hijo, Milagros César no quiso hablar más. No quiso escuchar sobre la necesidad de denunciar ni hacer justicia. Aunque eso solo fue al principio. 

“Tienes que denunciar. Tu hijo era un deportista, no un delincuente. No te encierres, tienes que luchar para hacerle justicia, me dijo Aracelis Sánchez de Orfavideh. Me convenció. Fuimos a la televisión, a los periódicos, pero a mí me costaba mucho hablar. Entonces, me di cuenta: si tú no luchas, olvídate. La justicia no te va a llegar sola. Hay que demostrar que uno no les tiene miedo a esos funcionarios”. 

Milagros quiere que su hijo sea recordado como un campeón. Como lo que era: un buen muchacho. Por eso a donde va porta una carpeta con recortes de prensa sobre el desempeño deportivo de José Gregorio César Luna y ni una sola reseña sobre el día fatídico, ningún titular que lo mencione como asesinado o “presunto delincuente abatido”. No es porque esas noticias no hayan sido publicadas, es que Milagros César se indigna de saber que existen. “No las puedo ni ver porque son una gran mentira”. 

Milagros recuerda lo especial que siempre fue su muchacho, sobre todo con ella. “Era un muchacho normal, alegre, sí iba a sus fiestas, pero en su cumpleaños se tomaría dos tragos y ya. Lo suyo era su deporte y si no estaba entrenando jugaba fútbol. Cuando a mi hija la llamaron para notificarle que José Gregorio estaba detenido en el Cicpc, ella se fue para allá sin decirme. Al llegar, preguntaron si estaba buscando al boxeador. Respondió que sí, y el funcionario le dijo: ʻA ese lo tienes que buscar en la morgueʼ. No hay claridad en nada, lo quieren tapar todo y decir que nuestros hijos son delincuentes. Cuando yo pude revisar mi expediente me di cuenta de que estaba viciado”. 

Lo que Milagros carga consigo son las evidencias de que la vida de su hijo estuvo siempre alejada de los malos pasos que la Policía y las instituciones de Justicia insisten en dar por ciertas para justificar su ejecución. “Los funcionarios y el Estado quedan limpios y la persona queda sucia. Yo quiero limpiar el nombre de mi hijo”. 

La tarea no ha sido sencilla, pero no se rinde. “El que insiste, vence. A veces nos han tirado la puerta en la cara. ʻNo, señora, no queremos saber nada de esoʼ, se excusan. Pero los volvemos a llamar, vamos a sus casas. Nos hemos metido en cerros de pura tierra solo para decirle a las madres que luchen por sus hijos. No importa si eran ladrones o no, todos tienen derecho a la vida, y nadie tiene derecho sobre la vida de nadie. Sean o no sean culpables de algo, son seres humanos”. 

N de R: El testimonio forma parte del informe “Víctima a víctima”, disponible en el portal de Cofavic