Corrupción pone en aprietos al gobierno de Brasil
Corrupción pone en aprietos al gobierno de Brasil

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RIO DE JANEIRO (AP) — Una economía que cada día se hunde un poco y un escándalo de corrupción de proporciones gigantescas no sólo amenazan con derrocar a la presidenta de Brasil Dilma Rousseff, sino con echar abajo el legado del gobernante Partido de los Trabajadores y su lucha por empoderar a la izquierda latinoamericana.

Especialistas consultados concuerdan que el partido sufre el peor momento desde su creación principalmente por un escándalo de corrupción y sobornos en la estatal Petrobras, que coincidió con un bajón en los precios de las materias primas, cuyas exportaciones habían impulsado el desarrollo del país en los últimos años.

El entramado de corrupción transcurrió durante más de una década y ha involucrado a unos 60 políticos y a las más grandes empresas del sector petrolero y de la construcción en momentos en que la economía reportaba fuertes caídas en los últimos tres trimestres.

Según economistas entrevistados por el Banco Central, el PIB se contraerá un 3,6% en 2015.

Todo esto puede derrumbar el trabajo de años del Partido de los Trabajadores, o PT como se le conoce popularmente, que construyó su liderazgo lentamente, desde inicios de los 80 cuando la dictadura brasileña (1964-1985) languidecía. En ese entonces, el partido encontró su base política en sindicatos y movimientos sociales y su discurso, basado en el ejercicio ético de la política, caló entre el electorado.

También, durante años, se fue granjeando la simpatía de las clases populares con sus programas sociales que sacaron de la pobreza a millones de brasileros y los insertaron en la clase media.

«Era visto como un ejemplo de la izquierda moderna en América Latina», dice Christopher Sabatini, profesor de Asuntos Latinoamericanos en la Universidad de Columbia. «Ahora está en una verdadera crisis. Está involucrado en corrupción y es víctima de una falta de renovación en sus liderazgo».

Su principal activo político y fundador del PT, Luis Inácio Lula da Silva, fue reconocido como un mandatario carismático que defendió a los pobres y fortaleció a la clase media brasileña.

En su época de oro era común verlo viajando a lo largo y ancho del país inaugurando carreteras, plantas eléctricas, fuera de haberle dado apoyo económico a Cuba y Bolivia, lo que le valió una imagen de líder de la izquierda moderada latinoamericana, a lo que se sumó la escogencia de Brasil como sede del Mundial de 2014 y de los Juegos Olímpicos de Río que arrancan en agosto.

«Era visto como un líder global», señaló Sabatini.

Ahora, la autoridad que se granjeó en la región y el mundo es motivo de indagación tras revelarse que fiscales federales brasileños están investigando acusaciones de tráfico de influencias cuando el ex mandatario viajó a países como Angola y Cuba tras dejar la presidencia.

Lo mismo sucedió con el PT, cuyos sueños de liderar una coalición que redefiniera el orden global quedaron aplastados. Según Sabatini, el partido fue sobrevalorado y ahora corre el riesgo de arruinar su legado a largo plazo de promover la agenda de izquierda moderada entre los países en desarrollo del mundo.

«Tenían mucha credibilidad internacional y poder», dijo Sabatini. «Todos eso se ha echado a perder».

El declive del PT y el desplome de la economía brasileña se suman a otros fracasos de gobiernos de izquierda de la región. La expresidenta de Argentina, Cristina Fernández, enfrenta causas por enriquecimiento ilícito y su movimiento peronista, de corte izquierdista, fue relevado en el poder por Mauricio Macri, un tecnócrata conservador.

En Venezuela, el gobierno de Nicolás Maduro sufrió una gran derrota en los comicios legislativos del pasado seis de diciembre y perdió el control de la Asamblea Legislativa.

Lula mantiene su carisma y popularidad entre las familias pobres de Brasil, pero su legado en Brasil ha sufrido y su liderazgo es rechazado por la mayoría del electorado, según encuestas de opinión que miden su popularidad como posible candidato a la silla presidencial en 2018.

La misma situación enfrenta El PT y Rousseff, por verse involucrados directamente en el entramado de corrupción de Petrobras.

El ex tesorero del PT, Joao Vaccari Neto, fue condenado por aceptar al menos un millón de dólares en sobornos que utilizaba para hacer campañas políticas. Su líder en el Senado, Delcidio do Amaral, enfrenta cargos de obstrucción de justicia en el mismo entramado de corrupción. Y su miembro más reconocido, Lula da Silva, podría ser interrogado por la fiscalía federal como testigo en la misma investigación del caso denominado Lava Coches.

«Ahora el PT no tiene cómo limpiarse de esa imagen de partido corrupto a corto plazo», dijo Luis Tejero, un analista y autor de «La construcción de una presidenta», un libro sobre la transición de poder de Silva a Rousseff. «No se ve cómo puede salir» de la crisis.

El PT también se debilitó a nivel interno al tomar medidas de austeridad como recortes de gastos, aumentos de impuestos y recorte de personal que Rousseff se vio forzada a tomar a pesar del rechazo de muchos miembros de su partido. Un paquete de leyes aún más profundo en materia fiscal continúa pendiente de aprobación en el Congreso.

«Todo indica que el partido va tener grandes dificultades para mantener el poder en plano nacional», dijo Rafael Cortez, analista de la empresa de consultoría Tendencias. «Este es un desafío inédito».

Por ello, según Tejero y otros analistas, el PT quiere que la discusión acerca del juicio político avance lo más rápido posible.

«El tiempo corre en contra de Dilma», dice Tejero y agrega que el descontento en las calles crece entre más suben las tasas de desempleo y de inflación y más cae el Producto Interno Bruto. «Si el viento empieza a soplar hacia la caída de Dilma, eso ya sería suficiente para escalar la balanza» para el juicio político.

El argumento principal de la solicitud de juicio político contra Rousseff es que violó leyes de responsabilidad fiscal por usar fondos de bancos estatales sin el aval del Congreso cada vez que se quedaba sin presupuesto.

Varios grupos organizaron manifestaciones desde marzo para exigir el juicio político de la mandataria. Reclamaron que Rousseff había descuidado la gestión de Petrobras ya que como ministra de Minas y Energía y jefa de gabinete dirigió paralelamente el Consejo Administrativo de la estatal de 2003 a 2010, período que comprende el caso de corrupción. El mal desempeño de la economía ya era parte de las quejas.

Hace unas semanas, el líder de la Cámara de Diputados Eduardo Cunha, enemigo implacable de Rousseff, abrió el procedimiento de juicio político y comenzó a formar la comisión especial para debatirlo.

La Corte Suprema ordenó hacer una nueva selección de legisladores que integrarían dicha comisión al revocar la forma en la que la cámara efectuó la elección de sus miembros al escoger una mayoría de opositores de manera secreta. De lograr aprobarse en comisión, el juicio se iría al pleno de la cámara y ahí necesitaría dos tercios para ser avanzar al Senado.

Expertos dicen que el juicio político podría tardar hasta ocho meses y, de seguro, distraer al Congreso.

Por ahora la Cámara entró en receso por las festividades, pero a Rousseff y al PT les espera un año largo y difícil año.