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Parlamento inglés da luz verde por amplia mayoría a los «bebés de tres padres»

bebés

El Parlamento Británico aprobó este martes, por 382 votos a favor y 128 en contra, la reforma legal que permite concebir bebés empleando el material genético de tres personas diferentes, lo que se ha pasado a conocer coloquialmente como «los bebés de tres padres».

La decisión es histórica, pues se convierte en el primer país del mundo que lo permite, pero llega tras un controvertido debate moral y con la oposición firme de las Iglesias Católica y Anglicana. Los detractores de la práctica dicen que abre la vía a crear «bebés a la carta». Pero los partidarios lo defienden como un modo de evitar a muchas familias la tragedia de traer al mundo niños con malformaciones. Los ministros que hablaron durante el debate a favor de la reforma la defendieron como «una luz al final del túnel para las familias». La técnica ha sido desarrollada en un laboratorio de Newcastle. Los primeros niños concebidos con ella nacerían el próximo otoño.

El Reino Unido ha estado siempre en la vanguardia de las modificaciones en laboratorio del origen de la vida. En 1978 nació en Cambridge la primera persona fecundada in vitro, Louise Brown, que hoy tiene 36 años y es madre de un hijo de 9 años, concebido de manera natural. Aquella técnica, que suscitó en su día enormes dudas morales, ahora es rutinaria en todo el mundo.

En 1996 nació en Edimburgo la ya difunda oveja «Dolly», el primer mamífero adulto clonado. Hoy, el Reino Unido se ha convertido en el primer país del mundo que aprueba la creación de bebés que comparten el ADN de tres personas.

Los diputados votaron en conciencia, con libertad de voto y el Gobierno conservador de David Cameron había dado a entender que apoyaba la reforma

La Iglesia Anglicana y la Católica se oponían por motivos morales de seguridad científica de la técnica. La califican de «irresponsable» y contraviene su doctrina sobre la vida. Sin embargo cinco premios Nobel británicos respaldan la vía que ha abierto la ciencia, que comparan con «sustituir las baterías de un coche cuando no funcionan».

Lo que se acaba de aprobar es una enmienda a la Ley de Fertilización Humana y Embriología del 2008. En la práctica daría luz verde a lo que popularmente se conoce como «el bebé de tres padres», una técnica de donación de óvulo que evitaría enfermedades genéticas que en Reino Unido pueden transmitir unas 2.000 mujeres. Las madres con problemas presentan defectos en el ADN de las mitocondrias de sus óvulos, lo que puede provocar que los niños nazcan con daños cerebrales y musculares, problemas cardíacos severos o ceguera.

Explicado a grandes rasgos, se trataría de extraer el núcleo del óvulo de la madre e implantarlo en el óvulo de una donante sana, cuyo núcleo se habría extraído previamente. Una vez que gracias a la donante se ha creado ese óvulo modificado y sano, sería fertilizado con el esperma del padre e implantado en el útero de la madre. El «bebé de tres padres» tendría en realidad solo un 0,1% del ADN de la donante, pero se habrían eliminado las enfermedades genéticas hasta ahora inevitables.

La mayoría de los científicos aplauden el paso. Cuarenta científicos de catorce países han salido a respaldarlo y también el presidente de la prestigiosa Royal Society británica. La Autoridad de Fertilización Humana y Embriología, el órgano gubernamental que entiende del tema, ha presentado tres estudios científicos que avalarían la seguridad del procedimiento, aunque algunos de sus colegas replican que esos trabajos no ofrecen plenas garantías. La sociedad está dividida, aunque quienes están a favor van por delante: 40% frente a 30% que dicen «no».

Los primeros bebés, en otoño

Otro 30% reconoce que le falta información. Si la reforma sale hoy adelante, en octubre se iniciarían los primeros experimentos y los bebés pioneros nacerían en otoño. Lo que se quiere hacer en Gran Bretaña fue prohibido en Estados Unidos en 2012, aunque se cree que hace quince años una clínica recurrió ya a ese sistema en la gestación de 17 niños.

Los científicos partidarios enfatizan que abre una esperanza a evitar enfermedades terribles y se permitirá que muchos padres condenados por la lotería genética puedan ahora tener hijos sanos. Pero al fondo se levanta el miedo al «Mundo Feliz» de Huxley, un horizonte inquietante, donde los más pudientes podrán programar sus bebés a la carta, más inteligentes, más atractivos, más sanos. Por ahí apunta la diputada tory Fiona Bruce, que se ha erigido en la líder opositora a la reforma, contraviniendo las directrices de su premier: «Estamos hablando ni más ni menos que de legalizar la ingeniería genética. La nueva técnica consiste en alterar el futuro del ser humano reemplazando unos genes por otros».

Las Iglesias, en contra

Las Iglesias cristianas concuerdan. Los anglicanos hablan de una iniciativa «irresponsable», porque «no hay seguridades ni éticas ni científicas». La organización Human Genetics Alert teme un mundo de «bebés a la carta». David King, uno de sus portavoces, ha advertido en la BBC que «una vez que se cruza la línea ética es muy difícil no dar el siguiente paso, los bebés de diseño». A su juicio, «estamos siendo empujados a ese precipicio por miles de personas a los que se les paga por ello», añade en alusión a los lobbies científicos.

Sin embargo, algunos de los investigadores partidarios llegan a decir que es algo tan sencillo «como una transfusión de sangre ante una grave anemia». El doctor Gillan Lockwood, por ejemplo, explica que «es un pequeño cambio en la legislación que solo hará que las pilas trabajen bien, no cambiará el peso, color de ojos, inteligencia…». Las asociaciones en defensa de la vida se declaran en cambio «horrorizadas».

El punto de emoción humano lo aportó la presencia en el Parlamento deJessica Newel, una niña que padece el síndrome de Leigh, una enfermedad neurodegenerativa. Acudió junto a sus padres, Keith y Vicky, de 38 años, que ya ha dicho que intentaría ser la primera madre que alumbra un hijo sin problemas gracias a la nueva técnica. Otro caso que ha dado la vuelta al Reino Unido es el de Sharon Bernard, una madre que perdió a sus siete niños por sus problemas mitocondriales.