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Torres Gemelas

Cotufas y lealtades… (escrito en 11 de septiembre)
Conspiraciones, traiciones, arreglos por intereses son el pan de cada día en las mesas de discusión de los grandes poderes fácticos del mundo

 

@juliocasagar

Por una curiosa coincidencia, un 11 de septiembre ocurrieron dos acontecimientos importantísimos para la historia contemporánea. Uno en el año 1973 que fue el derrocamiento de Salvador Allende en Chile y otro, el año 2001, el atentado terrorista que derribó las Torres Gemelas en Nueva York.

Sobre el primero ha quedado claramente establecido, luego de la desclasificación de muchos documentos, que se trató de un pronunciamiento militar apoyado y planificado por la CIA, al cual le dio un correlato, que vino como anillo al dedo, las “vacaciones” en las que convirtió Fidel Castro su viaje al país austral.

Sobre el segundo evento, basta decir que desde el ataque a Pearl Harbour, dirigido por el almirante Yamamoto, los Estados Unidos no habían sufrido un impacto moral tan grande y contundente. Dos fallos de inteligencia, ocasionados ambos por la arrogancia de gran potencia que suele nublar el entendimiento y la comprensión de quienes se sienten invulnerables.

Ambos acontecimientos, bien que espaciados en el tiempo y en la geografía, tienen, no obstante, un hilo conductor que merece ser puesto de relieve.

Ese sustrato común tiene que ver con el quiebre de lealtades de los círculos íntimos del poder que son tan viejos como las piedras y cuyo máximo exponente en la historia antigua fue la frase de Julio Cesar, dirigida a su hijo, cuando caía apuñalado “¿Tú también, Brutus?”

Para ilustrar el primer caso hay que remontarse a la época en la que los talibanes combatían la invasión soviética a Afganistán y que ocurrió en la primavera de 1979, con el argumento de la defensa del “gobierno revolucionario” de Kabul.

La intromisión soviética alerta a los Estados Unidos y sus servicios de inteligencia ponen en marcha la llamada Operación Ciclón, mediante la cual se aporta ayuda militar, política y económica a los “combatientes por la libertad” a quienes, el propio Ronald Reagan llega a recibir en su despacho en la Casa Blanca.

La lealtad de los yihadistas llegó hasta que se produjo la retirada de los soviéticos. Los talibanes, armados por los Estados Unidos, emprendieron la segunda etapa de su proyecto. Tomar el poder de Afganistán y continuar su guerra santa contra occidente. El propio Osama Bin Laden, perteneciente a una rica familia saudí, intermediario financiero en el armamento de su guerrilla, comienza a dar los pasos para la constitución de Al Qaeda, organización que reivindica los atentados del 11 S en Nueva York.

En el caso chileno, la ruptura de la cadena de lealtades fue aun más evidente. El general Rene Schneider, comandante del Ejército y ministro de la Defensa de Eduardo Frei, un oficial demócrata que había desarrollado una doctrina muy similar a la doctrina Betancourt, era partidario del respeto de la voluntad popular de los chilenos. Schneider es asesinado en un atentado, como parte de un movimiento para impedir lo que parecía inevitable: la elección de Salvador Allende. En sustitución, el presidente Frei designa a Carlos Prats, muy allegado a Schneider y a su doctrina.

En los convulsos días de la presidencia de Allende, un incidente callejero con manifestantes provoca la reacción del general que dispara contra un automóvil conducido por una mujer. El escandalo lleva a su dimisión. Es en ese momento cuando, en consulta con el propio Salvador Allende, resuelven que el oficial de mayor confianza era Augusto Pinochet. Es así designado comandante general del ejército y ministro de la defensa. Lo demás es cuento sabido. Prats, a su vez, sería también asesinado junto con su esposa en un espantoso atentado en Buenos aires, unos meses después.

Todos estos acontecimientos, como sacados de un filme de suspenso y espías, son parte del “Juego de tronos” con el que la geopolítica del mundo suele sorprendernos. Conspiraciones, traiciones, arreglos por intereses son el pan de cada día en las mesas de discusión de los grandes poderes fácticos del mundo.

No cabe duda, no obstante, que en este 11 de septiembre para los venezolanos hay muchísimas razones para comprar cotufas y esperar los desenlaces que el show nos sigue deparando. Se ha producido la captura del Pollo Carvajal en Madrid, donde se sentía relativamente seguro por sus antiguos nexos con la inteligencia de ese país y por la particular composición del gobierno español.

Alex Saab acaba de recibir la noticia de que ya terminaron sus recursos contra la extradición hacia los Estados Unidos. En muchos medios se especula sobre la posible extradición (esta vez a Venezuela) nada menos que de Rafael Ramírez. Todos estos hechos podrán a prueba lealtades y nos revelarán los pliegues desconocidos de grandes intereses (hasta Rusia se ha mezclado con el tema de Saab).

No quisiera estar en los zapatos del círculo íntimo de Miraflores esperando ver de dónde vienen las puñaladas y hasta donde todo esto puede desestabilizar al régimen.

A los venezolanos de a pie, que observamos este espectáculo y no podemos influir en él, no nos queda sino una cita con la responsabilidad. Este 21 de noviembre tenemos que hacer lo posible para que los votos contra Maduro sean más que los votos a favor de Maduro. Necesitamos que el mundo entero sepa que él es una ínfima minoría del país. Por ello, hay que seguir trabajando la unidad y yendo a cada rincón de la geografía nacional para explicar la importancia del compromiso. Esa es nuestra manera de ayudar a que el enredijo mundial y los juegos de lealtades se resuelvan en favor de nuestra democracia y nuestra libertad.

A comprar cotufas entonces y a defender la voluntad que expresemos en las urnas.

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad. Y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

El 11 de septiembre, la inutilidad del terror, la ira y la fuerza
El costo de la «guerra contra el terror», por el 11 de septiembre, es 2 de billones de dólares y más de cien mil vidas humanas

 

@fariasjoseluis

A las 8:55 de la mañana de aquel martes, el repique del teléfono celular interrumpió mi modorra. Era el día de mi cumpleaños y en ese entonces la celebración –aún se podía– comenzaba con la semana. Entenderán por qué la llamada me sorprendió en la cama.

Creí que eran mis hijas para llenarme de alegría con sus felicitaciones, deseos y parabienes, pero todavía adormecido recordé que lo habían hecho a las 12 en punto de la noche, como solían.

Se trataba de mi buen amigo «negro Blanco», siempre entre los primeros en llamar, esta vez no para felicitarme sino para pedirme, con voz agitada y nerviosa, encender el televisor y enterarme de lo que sucedía en Nueva York.

Me pregunté en ese momento qué podía estar pasando tan lejos que fuera de mi interés y sin alcanzar a interrogarlo vino la respuesta:

Un avión acaba de estrellarse contra las Torres Gemelas.

Sin dar crédito a sus palabras, sintonicé CNN en español -su señal todavía era posible por acá- y pude ver de inmediato en repetición cómo un avión, que después supe era un Boeing 767, el vuelo 11 de American Airlines con 92 pasajeros a bordo y 32.500 litros de combustible en sus alas, viajando a 600 kilómetros por hora, se incrustaba entre los pisos 94 y 99 de la torre norte del World Trade Center, desatando una inmensa ola de polvo y una horrenda tormenta de fuego.

Era el primero de cuatro aviones secuestrados por 19 miembros de Al Qaeda para cometer un increíble acto de terrorismo en «pleno corazón del Imperio», según expresión posterior de su principal inspirador, por aquellos días un tal Osama Bin Laden.

A las 9:03, vi la transmisión en vivo de un segundo Boeing 767 de United Airlines estrellarse contra la torre sur. Poco después supe que a las 9:37 el vuelo 77 de American Airlines impactaba la fachada del edificio del Pentágono, en Washington, y que a las 10:03 el vuelo 93 de United Airlines se estrella en un campo de Shanksville, en Pensilvania.

¡Increíble! El más trágico atentado terrorista de la historia. Según datos de la Federal Emergency Management Agency (FEMA), en total murieron 2996 personas, incluyendo a los 19 secuestradores y a las 24 personas desaparecidas:

2606 muertos en el World Trade Center.

189 fallecidos en el Pentágono.

44 muertos en Pensilvania.

El susurro de Card y «el aparente ataque terrorista» de Bush

Días después, en mi afán por informarme de todo lo relacionado con el abominable atentado, pude leer en la crónica de William March, reportero del Tampa Bay Times, publicada el mismo 11 de septiembre, que: «El presidente George W. Bush se enteró del ataque al World Trade Center a las 9:07 a. m. de hoy mientras leía a 18 estudiantes de segundo grado en una escuela primaria de Sarasota para destacar un nuevo programa de lectura». No es ocioso el detalle: unos doce minutos después de mí y de millones de personas más.

La fotografía que acompañaba la crónica de March, por demás elocuente, reseñaba en su nota: «En esta foto del 11 de septiembre de 2001, durante una visita al Emma E. Booker, escuela primaria en Sarasota, el jefe de gabinete de la Casa Blanca, Andrew Card, le susurra al oído al presidente George W. Bush acerca del accidente aéreo en el World Trade Center. (AP/Doug Mills, File).

Refiere March que a las 9:30, Bush se acercó a la audiencia congregada en el centro educativo para dar una breve declaración:

–»Este es un momento muy difícil para Estados Unidos. Hoy hemos tenido una tragedia nacional. Dos aviones se estrellaron contra el World Trade Center en un aparente ataque terrorista en nuestro país».

Y dio cuenta de que el presidente informó que había hablado con el vicepresidente Dick Cheney, el director del FBI y el gobernador de Nueva York:

–He ordenado que todos los recursos del gobierno federal ayuden a las víctimas y sus familias, y que realicen una investigación a gran escala para perseguir y encontrar a las personas que cometieron este acto”.

Por último, Bush pidió un momento de silencio y cerró diciendo:

–Que Dios bendiga a las víctimas y sus familias, muchas gracias.

«La caravana presidencial partió inmediatamente de la escuela y lo llevó al aeropuerto internacional de Sarasota-Manatee. El presidente abordó el Air Force One y el avión partió a las 10:55 a. m.», narra Card.

Ya en Washington, el Bush desconcertado y de rostro sombrío de la escuela había tomado aire para elevar el tono en su segunda declaración del día:

–No se equivoquen, los Estados Unidos cazará y perseguirá a los responsables de estos actos cobardes.

«Incredulidad» e «ira inquebrantable»

Doce horas más tarde, desde la Casa Blanca, es el momento del discurso estructurado. Bush dispone de información para delinear con más claridad la respuesta de su gobierno. Va su breve discurso:

Buenas noches. Hoy, nuestros estimados ciudadanos, nuestro estilo de vida, nuestra misma libertad fueron atacados en una serie de actos terroristas deliberados y mortales. Las víctimas estaban en aviones o en sus oficinas; secretarias, hombres y mujeres de negocios, miembros de las fuerzas armadas y trabajadores federales; mamás y papás, amigos y vecinos. Miles de vidas fueron destruidas por actos de terror malvados y despreciables.

Las imágenes de los aviones que volaban hacia los edificios, de los incendios que ardían, del colapso de inmensas estructuras, nos han llenado de incredulidad, de una tristeza terrible y de una ira callada e inquebrantable. Se pretendió que estos actos de asesinatos masivos asustaran a nuestra nación, llevándola hacia el caos y la retirada. Pero han fracasado; nuestro país es fuerte.

Un gran pueblo ha sido llevado a defender a una gran nación. Los ataques terroristas pueden sacudir los cimientos de nuestros mayores edificios, pero no pueden tocar los cimientos de los Estados Unidos. Estos actos destrozaron acero, pero no pueden mellar el acero de la determinación estadounidense.

Estados Unidos fue blanco de un ataque porque somos el faro más brillante de la libertad y oportunidad en el mundo. Y nadie hará que esa luz deje de brillar.

Hoy, nuestra nación vio la maldad, lo peor de la naturaleza humana. Y reaccionamos con lo mejor de los Estados Unidos –con la audacia de nuestros trabajadores de rescate, con el cariño de los extraños y vecinos quienes acudieron a donar sangre y a ayudar en la manera en que pudieran.

Inmediatamente después del primer ataque, implementé los planes de respuesta a emergencias de nuestro gobierno. Nuestras fuerzas armadas son poderosas y están preparadas. Nuestros equipos de emergencia estaban trabajando en la Ciudad de Nueva York y en Washington, D.C., para ayudar con los esfuerzos de rescate locales.

Nuestra primera prioridad es llevar ayuda a aquellos que fueron heridos, y tomar todas las precauciones para proteger a nuestros ciudadanos en casa y por todo el mundo de más ataques.

Las funciones de nuestro gobierno continúan sin interrupción. Las agencias federales en Washington que hoy tuvieron que ser evacuadas volverán a abrir esta noche para el personal esencial, y estarán abiertas para operaciones mañana. Nuestras instituciones financieras permanecerán sólidas, y la economía estadounidense también estará lista para operaciones.

La búsqueda de aquellos que están detrás de estos actos malvados está en camino. He encauzado todos los recursos de nuestra inteligencia y nuestras comunidades que velan por el cumplimiento de la ley para encontrar a aquellos responsables y enjuiciarlos. No haremos distinción alguna entre los terroristas que cometieron estos actos y aquellos que los protejan.

Estoy muy agradecido a los miembros del Congreso que se me han unido en condenar firmemente estos ataques. Y en nombre del pueblo estadounidense, agradezco a los muchos líderes internacionales quienes han llamado a ofrecer su condolencia y asistencia.

Los Estados Unidos y nuestros amigos y aliados se unen con todos aquellos que quieren la paz y la seguridad en el mundo, y somos solidarios para ganar la guerra contra el terrorismo. Esta noche, pido sus oraciones por todos aquellos quienes se acongojan, por los niños cuyos mundos han sido deshechos, por todos aquellos cuya sensación de seguridad ha sido amenazada. Y rezo por que los consuele un poder superior a cualquiera de nosotros, el que se ha pronunciado a través de las eras en el Salmo 23: ‘Aunque camine por el valle de la sombra de la muerte, no temeré mal alguno; porque Tú estás conmigo’.

Este es el día en que todos los estadounidenses estamos unidos por nuestra determinación a favor de la justicia y la paz. Estados Unidos ha aplastado a nuestros enemigos anteriormente, y volveremos a hacerlo esta vez. Ninguno de nosotros olvidará jamás este día. Seguimos hacia adelante para defender la libertad y todo lo que es justo y bueno en nuestro mundo.

Gracias. Buenas noches y que Dios bendiga a los Estados Unidos.»

«El bien contra el mal»

En sus declaraciones a la prensa del día 12 de septiembre, el presidente Bush dijo: «Los ataques deliberados y mortales que se produjeron ayer contra nuestro país fueron algo más que meros actos terroristas. Fueron actos de guerra”.

La respuesta del gobierno norteamericano ganó forma rápidamente dentro del esquema de valores absolutos: bueno y malo, blanco y negro con los que Bush veía al mundo.

El concepto fue presentado con concisión y claridad: “Estamos en una lucha monumental del bien contra el mal”.

Así, el anterior combate de su admirado Ronald Reagan contra el «imperio del mal» devino en la «Guerra contra el terror».

El 15 de septiembre, en su programa radial, Bush sentenció: «Quienes hacen la guerra contra los Estados Unidos han escogido su propia destrucción».

Advirtiendo:

La victoria contra el terrorismo no se logrará en una sola batalla, sino en una serie de acciones decisivas contra organizaciones de terroristas, y contra los que les dan asilo y los apoyan. Estamos planeando una campaña amplia y sostenida para asegurar a nuestro país y erradicar el mal del terrorismo.  Y estamos empeñados en ver este conflicto hasta su final».

«Nuestro duelo se ha convertido en ira y la ira en resolución»

Pero el anuncio definitivo de la «guerra contra el terror», la declaración formal del presidente George W. Bush, tras considerar que «el 11 de septiembre los enemigos de la libertad cometieron un acto de guerra contra nuestro país», fue el 20 de septiembre, en sesión conjunta del Congreso estadounidense.

En su discurso están los trazos generales de cómo concebía el conflicto que estaba por iniciar: “Esta noche estamos en un país consciente del peligro y llamado a defender la libertad. Nuestro duelo se ha convertido en ira y la ira en resolución».

Le habla al país, al mundo y a los terroristas:

Los estadounidenses se preguntan: ¿Cómo lucharemos y ganaremos esta guerra? Dedicaremos todos los recursos bajo nuestro poder (…) a la interferencia y derrota de la red global de terror.

Esta guerra no será como la guerra contra Irak hace una década, con una liberación decisiva del territorio y una conclusión rápida. No será igual a la guerra aérea sobre Kosovo hace dos años, donde no se utilizaron tropas terrestres y donde no se perdió un solo estadounidense en combate».

Bush preparaba al pueblo norteamericano para una guerra larga, como en efecto lo ha sido:

Nuestra reacción involucra mucho más que la retaliación instantánea y los ataques aislados. Los estadounidenses no deben esperar una batalla, sino una campaña larga, distinta a cualquier otra que hemos visto. Posiblemente incluya ataques dramáticos, que se puedan ver en la televisión, y operaciones encubiertas, que permanecerán secretas aún tras el éxito».

El resto del mundo no podía quedar fuera de la cruzada contra el terrorismo:

«Privaremos a los terroristas de financiamiento, pondremos a los unos contra los otros, los haremos ir de un lugar a otro, hasta que no haya refugio o descanso. Y perseguiremos a las naciones que ayuden o den refugio al terrorismo.

Toda nación, en toda región del mundo, ahora tiene que tomar una decisión. Están de nuestro lado, o están del lado de los terroristas. A partir de hoy, cualquier nación que continúe albergando o apoyando al terrorismo será considerada un régimen hostil por los Estados Unidos.

Nuestra nación ha sido advertida: No somos inmunes a los ataques. Tomaremos medidas defensivas contra el terrorismo para proteger a los estadounidenses».

«Los estadounidenses no deben morir…»

Como enseñanza para quienes por estas latitudes asientan sus esperanzas en una fuerza militar norteamericana o internacional que nos libere de la opresión, va la rotunda declaración del presidente Biden: «Los estadounidenses no deben morir en una guerra que los afganos no están dispuestos a luchar por sí mismos».

La peregrina idea de que los actos de fuerza aseguran soluciones estables es desmentida una vez más, quedando sujeta, si acaso, a circunstancias muy específicas que puedan hacerlas posibles.

«La difusión de valores e instituciones –asienta Eric Hobsbawm– así nunca puede materializarse por medio de la imposición súbita de unas fuerzas externas; a menos que en su punto de aplicación se den ya las condiciones capaces de adaptarlas al entorno y de hacer que se acepte su introducción». Y nos recuerda: «existen muy pocos atajos en la historia: una lección que el autor ha aprendido, entre otras razones, por haber vivido y reflexionado sobre buena parte del siglo pasado».

Veinte años después de «guerra contra el terror», según Los Ángeles Times, el costo es de 2 de billones de dólares y compromisos por 2 billones de dólares más por pagos en atención médica, discapacidad, entierros y otros costos para los aproximadamente 4 millones de veteranos de las guerras de Afganistán e Irak.

El costo humano en vidas, hasta abril de 2021, es de 2448 militares estadounidenses, 3846 contratistas estadounidenses, 66 000 militares y policías afganos, 1145 miembro de fuerzas aliadas, incluidas de la OTAN, 47 245 civiles afganos, 51 191 combatientes del Talibán, 444 trabajadores humanitarios y 72 periodistas.

El argumento humanitario para justificar la invasión armada, sustentado en la promesa de reconstruir el país y dotarlo de instituciones democráticas firmes y duraderas, tiene poderosos mentís en la realidad: en Afganistán la mortalidad infantil se redujo solo en 50 % y apenas un 37 % de las niñas aprendieron a leer.

Aaaahhh, la «Guerra contra el terror» se echó diez años para dar de baja, ahora sí, al «diabólico» Osama Bin Laden. Pero los talibanes han regresado al poder sembrando el terror, destruyendo inhumanamente todo el whisky y el vino que encuentran a su paso y lo peor: cubriendo el rostro de sus hermosas y sensuales hembras.

Al parecer se cierra una era de la seguridad nacional y la política exterior estadounidense dominadas por la ira…

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad. Y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

Recuerdo del 11 septiembre se remueve con temor a nuevas amenazas terroristas
Se cumplen 20 años de los ataques  en Estados Unidos que dejaron casi 3 mil muertos, 25 mil personas heridas, miles de millones de dólares en pérdidas materiales y pánico en la población 
El regreso de los talibanes al poder en Afganistán enciende las alarmas sobre posibles  atentados contra occidente

@franzambranor

El 11 de septiembre de 2001, el nadador australiano Ian Thorpe se levantó temprano con la intención de subir a lo más alto de una de las torres gemelas de Nueva York. En la puerta de uno de los rascacielos, el ganador de medallas olímpicas y campeón mundial se percató de que  había olvidado su cámara fotográfica y se devolvió al hotel donde se hospedada, encendió la televisión y miró  una de la torres arder en llamas. “Eso le salvó la vida”, dijo su entonces representante Frank Turner, quien añadió que, de no ser por ese descuido, el apodado “Torpedo” hubiese sido una de las casi 3 mil personas que perecieron luego que dos aviones fueron estrellados contra el World Trade Center en el mayor atentado terrorista de la historia.

A 20 años de la fatídica fecha, todavía se tejen teorías sobre la preparación de estos ataques, sus protagonistas y la supuesta negligencia de las autoridades de inteligencia estadounidense.

El suceso alteró los protocolos de seguridad en los aeropuertos y desató la invasión de las fuerzas armadas estadounidenses a Afganistán, ocupación que apenas hace un mes se dio por terminada y produjo el regreso de los talibanes al poder. 

“Fue una conmoción desde lo personal, entre el pánico, la conciencia de vulnerabilidad y la indignación, hasta lo gubernamental, en cuanto revelación de vulnerabilidad e incertidumbres en materia de seguridad nacional”. dijo la internacionalista Elsa Cardozo. 

Cardozo expuso que aún hay decenas de preguntas sobre los hechos. “Ha habido desde entonces mucho análisis ex post facto sobre las señales no atendidas, los errores y omisiones en las políticas de seguridad y la idea de invulnerabilidad cultivada desde la superioridad de Estados Unidos como potencia militar tras la disolución de la Unión Soviética y la primera Guerra del Golfo”.

Esa mañana siniestra 

Tres cuartos de hora después de haber despegado del aeropuerto internacional de Logan en Boston (a las 8:46 de la mañana), el vuelo 11 de American Airlines con destino a Los Ángeles y con 92 personas a bordo se estrelló contra la torre norte del World Trade Center en Manhattan. Al principio, los organismos de inteligencia y los medios de comunicación pensaban que se trataba de un accidente, pero el impacto de un segundo avión contra la torre sur del complejo 15 minutos después les hizo caer en cuenta de que la nación estaba bajo ataque. El vuelo 175 de United Airlines, que chocó contra la torre sur, también partió de Boston hacia Los Ángeles y llevaba a bordo 65 personas. 

Luego de una hora del primer atentado, el vuelo 77 de American Airlines que iba de Washington hacia Los Ángeles con 64 personas impacta contra una de las alas del Pentágono, sede militar ubicada en la capital estadounidense y a las 10 de la mañana, la aeronave 93 de United Airlines con 44 personas, cuyo destino era la Casa Blanca, se precipita a tierra en un campo de la localidad de Shanksville, Pensilvania.

Aparentemente, los pasajeros dominaron a los secuestradores e hicieron que el aparato cayera antes de llegar al hogar del presidente de los Estados Unidos.

Mientras todo esto sucedía, el entonces mandatario George W. Bush se encontraba en una actividad con niños en una escuela en Sarasota, Florida. Antes del mediodía de ese 11 de septiembre, las dos torres habían colapsado, ordenaron a todos los vuelos sobre cielo estadounidense aterrizar en el aeropuerto más cercano. El Congreso, la Casa Blanca y el edificio de la Organización de las Naciones Unidas fueron evacuados y Bush declaró “alerta máxima”. 

“Hubo efectos inmediatos y consecuencias mundiales que aún no cesan de manifestarse humana, material e institucionalmente, así lo revelaron las expresiones de solidaridad y los acuerdos y resoluciones internacionales con apoyos de Rusia y China en el Consejo de Seguridad de la ONU, para responder a esos ataques y promover cooperación para prevenir y evitar nuevos atentados”, indicó Cardozo. 

Los responsables

Apenas 72 horas después de los atentados, el FBI identificó a los 19 secuestradores que formaron parte de la operación y revelaron su vinculación con la célula terrorista Al Qaeda y su líder, Osama Bin Laden

En un comunicado que emitió la cadena Al Jazeera, Bin Laden negó su participación en el 11S, pero en noviembre de 2001 soldados estadounidenses encontraron una cinta de video en la ciudad afgana de Jalalabad donde este habla de los ataques y sus implicaciones.

Según funcionarios de inteligencia estadounidense en principio planeaban secuestrar doce aviones para estrellarlos contra las torres gemelas, el Pentágono, la Casa Blanca, el Capitolio, el Empire State en Nueva York, la torre Sears en Chicago y otros cuatro edificios en Boston, Los Ángeles, San Francisco y Seattle

Luego del 11S, Estados Unidos emprendió una guerra al terrorismo que no solo abarcó la ocupación a Afganistán por parte de tropas americanas sino la caceria y posterior muerte a Bin Laden diez años después de los sucesos, el 2 de mayo de 2011, durante el mandato del presidente, Barack Obama. 

La internacionalista Elsa Cardozo aseveró que los atentados del 11S modificaron la política internacional estadounidense.

“En primer lugar, alentó la movilización colectiva, a través de las Naciones Unidas, ante un problema de seguridad propia y mundial, estimuló prevenciones, definiciones y medidas que alentaron confusión y radicalismos frente al mundo islámico y desde éste y en tercer lugar, pero de mucha gravedad, las violaciones de derechos humanos en la guerra contra el terrorismo restaron eficacia y legitimidad a las acciones de la alianza occidental y al liderazgo de Estados Unidos, particularmente en Irak y en Afganistán”, sostuvo Cardozo.

Las consecuencias

Además de los casi 3 mil muertos, 24 desaparecidos y 25 mil heridos, los atentados terroristas del 11S dejaron pérdidas económicas por un aproximado de 10 mil millones de dólares y la adopción de una férrea política de seguridad en aeropuertos y terminales marítimas y terrestres en Estados Unidos.  

La economía americana entró en fase de recesión, bajó la demanda de vuelos comerciales y el consumo, especialmente en sitios con alta concentración de gente. Para aliviar la situación, el Congreso estadounidense aprobó 15 mil millones de dólares para el sector aéreo y adelantó un recorte a los impuestos. 

El polvo originado por las miles de toneladas de escombros causaron enfermedades respiratorias en centenas de personas. Familiares de la cantante Donna Summer dijeron que la muerte de ésta a causa de un cáncer de pulmón en mayo de 2012 se produjo debido a la inhalación de gases tóxicos luego del derrumbe de las torres gemelas. 

Los atentados también ocasionaron daños en la salud mental de los estadounidenses, especialmente en la de los neoyorquinos, acostumbrados a asistir a lugares concurridos donde hay una economía pujante. 

“Las consecuencias se extienden hasta el presente, como lo remueven, para la memoria de la inseguridad y para las políticas de seguridad, la persistencia de ramificaciones de Al Qaeda en la península arábiga, Siria, Libia, el Magreb musulmán e India, así como los temores de su fortalecimiento en Afganistán. De modo menos directo, la huella de aquellos ataques también se encuentra en la dificultad para desarrollar políticas y cooperación internacional en materia de seguridad y de atención al desafío migratorio para evitar el aliento a radicalismos y actitudes antioccidentales”, opina la experta. 

Según Cardozo, el regreso de los talibanes al poder en Afganistán pone en alerta a las naciones de occidente, especialmente al gobierno de Estados Unidos, en torno a una posible nueva amenaza terrorista.

“Ese es un fundado temor, visiblemente confirmado desde el atentado en el aeropuerto de Kabul perpetrado el pasado 26 de agosto por el llamado Isis-K (la vertiente afgana del estado islamico). Fue un ataque no solo contra la operación de evacuación organizada por Estados Unidos y sus aliados de la OTAN, sino también contra el propio régimen de los talibanes, con quienes llevan tiempo enfrentados, cada vez con más frecuencia y violencia. De allí que quepa esperar tanto más enfrentamientos en Afganistán como la continuación del fortalecimiento del Isis-K”.

Elias Pino Iturrieta Abr 30, 2020 | Actualizado hace 3 semanas
El miedo a los musulmanes

@eliaspino 

Erasmo escribe así sobre los musulmanes en 1530: “Raza bárbara, de un oscuro origen. ¿Con cuántas matanzas no han afligido los turcos al pueblo cristiano? ¿Qué trato salvaje no han tenido con nosotros? ¿Cuántas ciudades, cuántas islas, cuántas provincias no han arrancado a la soberanía cristiana?”. El célebre humanista machaca el discurso de las autoridades religiosas de la Europa de los tiempos modernos, que levantan la alarma frente a un poder que las avasalla y por cuya presencia temen tribulaciones generalizadas.

El miedo por la penetración de un tipo de infieles belicosos y con vocación imperial se establece entonces en las sociedades del mundo occidental, para no desaparecer del todo.

Tienen razones de sobra para sentir pavor. Los cristianos sufren la derrota de Kossovo en 1389, son abatidos en Nicópolis en 1396 y, por si fuera poco, contemplan con estupor la caída de Constantinopla en 1453. A la pérdida del símbolo de la cultura bizantina, que incluye la transformación de la imponente catedral de Santa Sofía en mezquita, siguen luego la destrucción del imperio griego de Trebisonda, la invasión de las islas del Egeo y el dominio de Belgrado por el sultán entre finales del siglo XV e inicios del siglo XVI. La influencia otomana llega entonces hasta Bagdad, el Nilo, Crimea y África del Norte, mediante sucesos que impactan la imaginación de la cristiandad. Entre ellos la masacre de los caballeros húngaros y de su comandante, el rey Luis, que llena las páginas de las crónicas y los lamentos de los trovadores de toda Europa. Entre ellos la fundación de los califatos españoles, que llaman la atención por su importancia económica y cultural. “Ahora somos golpeados en nuestra patria, en nuestra casa”, afirma Eneas Silvio Piccolomini, futuro papa Pío II.

Pero el terror no solo obedece a la represión de los conquistadores, o a su enemistad con la Iglesia romana, sino también a un hecho que los líderes cristianos no pueden comprender, o se niegan a observar con ecuanimidad. Los territorios dominados por los musulmanes se llenan de “renegados”, es decir, de cristianos viejos que prefieren la suavidad de los conquistadores al rigor de los dominios señoriales. No son pocos los pobres y los humillados que viajan de las comarcas de sus padres a las jurisdicciones ganadas por fuerzas extrañas. Cuando arranca el siglo XVI aumentan las conversiones al Islam porque los campesinos y los siervos, aunque deben cancelar impuestos que no dejan de ser gravosos, se libran de los servicios personales, algunos muy pesados, que debían cumplir para los propietarios de villas y campiñas desde la Edad Media. No solo se sienten más cómodos con el infiel, sino que también trabajan de buen grado en sus despachos. Algunos llegan a ser visires en la red de las administraciones otomanas. En pueblos de Castilla, Córcega, Cerdeña, Calabria y Venecia se producen importantes migraciones de gentes de diversa condición, que reniegan de la Biblia para recitar el Corán. Como prefieren hacerse de la vista gorda ante explicaciones que puedan comprometer, en las iglesias y en las cortes de occidente se habla de una campaña premeditada para llevar a cabo hechizos diabólicos, que ordenaba el turco para conducir enjambres de cristianos ingenuos al infierno.

Pero no solo provoca pánico ese supuesto nexo entre el diablo y el sultán, sino especialmente las historias que circulan sobre masacres espantosas: carnicerías en la España del sur, matanzas perpetradas en la toma de Otranto, holocausto de millares de campesinos en Hungría, la decapitación de 2000 personas en Mohacs, la emigración forzada de otros millares de personas en Linz, por ejemplo. La narración de los desastres no escapa a la exageración, es multiplicada por la fantasía de los vecinos desgarrados y por las pinturas sobre la persecución de los santos inocentes que se ponen de moda en los templos, pero crean un clima de sobresaltos difícil de disipar. Aunque no para los gobernantes y los negociantes más espabilados, como el rey francés Francisco I, dispuesto a tratar con el turco para dominar a sus rivales cristianos; o como los comerciantes de la Serenísima Venecia, más interesados en los negocios con sus colegas de turbante que en la preparación de una nueva cruzada; o como los miembros de las dietas de Spira y Nuremberg, que se niegan a colaborar con los vecindarios que claman por auxilio ante la proximidad de las “fuerzas bárbaras”. No ha lugar, no sean tan escandalosos, dicen los representantes de ambas comunidades a los aterrorizados solicitantes. Tal vez no les faltara razón, porque en definitiva los musulmanes salen de la empresa europea con las tablas en la cabeza.

Por órdenes del emperador Carlos V, en las ciudades católicas y protestantes de Alemania se debía tocar durante todas las jornadas de cada año, en todas las iglesias a mediodía, “la campana de los turcos”, para que nadie olvidara jamás el peligro que ellos significaban. Hoy sabemos de la concordia predicada en las profecías de Mahoma y de los sentimientos fraternales de la inmensa mayoría de sus fieles; pero, después de la fundación de las repúblicas islámicas, del derrumbe de las Torres Gemelas, del sangriento atentado contra los periodistas de Charlie Hebdo y del surgimiento de milicias terroristas como ISIS, ramificadas allá y acullá, quizá no pierdan el tiempo las orejas atentas a las señales de los viejos campanarios. Estamos ante un miedo sin motivos para desaparecer.

 

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

10 detalles que no sabíamos sobre el 11 de septiembre

september11

El 11 de septiembre de 2001, el mundo se paralizó y fue testigo de uno del ataque terroristas más grande de la historia moderna, dos aviones piloteados por extremistas islámicos impactaron contra las torres gemelas del World Trade Center en Nueva York, causando la muerte de 3 mil personas e hiriendo a otras 16 mil.

A la par otra secuestrada aeronave se estrelló contra una ala del Pentágono y una cuarta se precipitó a tierra antes de llegar a su destino: la Casa Blanca.

16 años después la página #EsTrending nos enumera 10 hechos posteriores a la tragedia que todavía enluta a los estadounidenses:

1- Solo 18 personas fueron sacadas con vida de los escombros del World Trade Center

2- Tomó 100 días a los bomberos apagar todos los incendios en la zona de los atentados en Nueva York

3- Un total de 3051 niños perdieron a sus padres. 17 nacieron de viudas cuyos progenitores murieron en los ataques

4- Se recuperaron 65 mil artículos personales entregados a los familiares de las víctimas: 437 eran relojes y 144 anillos de matrimonio

5- 8 millones de toneladas de escombros fueron retirados de la Zona Cero. La operación tardó 9 meses

6- Dueños de botes privados sacaron a 500 mil personas de Manhattan, en lo que se conoció como el «9/11 Boatlift»

7- Canadá tomó 255 vuelos desviados de Estados Unidos el 11S y alimentó gratuitamente a todos los pasajeros

8- Con el acero proveniente de las Torres Gemelas se construyó el USS New Yorknombrado en honor a las víctimas del atentado

9- El 11S, la Reina de Inglaterra rompió el protocolo y ordenó tocar el Himno de Estados Unidos durante el cambio de la Guardia Real

10- Los perros de salvamento encontraron tan pocas víctimas vivas que se deprimieron, por lo que los oficiales se escondían entre los escombros para que los canes los hallaran y estuvieran motivados

 

El papa reza con líderes de otras religiones en la ‘zona cero’ de Nueva York

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El papa Francisco se unió el viernes a representantes de otras religiones en una “oración por la paz” pronunciada en la “zona cero” en homenaje a las víctimas de los atentados en ese lugar el 11 de septiembre de 2001.

El pontífice mencionó al comenzar a dirigirse a los presentes la mezcla de “sentimientos, emociones”, por estar en ese lugar, “donde miles de vidas fueron arrebatadas en un acto insensato de destrucción”.

“Aquí el dolor es palpable”, añadió el pontífice, quien dijo que el agua que cae en el monumento creado donde estuvieron las Torres Gemelas “nos recuerda todas esas vidas que se fueron bajo el poder de aquellos que creen que la destrucción es la única forma de solucionar los conflictos”.

El papa aseguró después: “en las diferencias, en las discrepancias, es posible vivir en un mundo de paz. Frente a todo intento uniformizador es posible y necesario reunirnos desde las diferentes lenguas, culturas, religiones”.

E instó a “alzar la voz a todo lo que quiera impedirlo. Juntos somos invitados a decir ‘no’ a todo intento uniformizante y un ‘sí’ a una diferencia aceptada y reconciliada”.

“Necesitamos desterrar de nosotros sentimientos de odio, venganza, de rencor”, agregó el papa, que pidió “paz en este mundo vasto que Dios nos ha dado como casa de todos y para todos”.

Al acto asistieron además representantes del hinduísmo, el budismo, el jainismo, el sijismo, el judaísmo, los nativos americanos, los musulmanes y de otras ramas del cristianismo.

Comenzó esta ceremonia en el Memorial de la “zona cero” con las reflexiones del rabino Elliot Cosgrove y de un imán de la mezquita de Nueva York y del imán Jaled Latif, de la Universidad de Nueva York.

Luego se recitó una oración en recuerdo de las 2.983 víctimas de los atentados de hace catorce años, seguidas de meditaciones sobre la paz, cada una de la cuales quedó marcada al final por el tañido de una campana.

El coro “Young People’s Chorus” de la ciudad de Nueva York interpretó al final del acto “Let there be peace on earth” y los diez líderes religiosos presentes se dieron la paz.

Francisco visitó luego la parte del museo creado en ese lugar en donde se conserva el resto de una columna de acero en forma de cruz procedente de una de la torres del World Trade Center y una biblia que se encontró durante los trabajos de rescate.

 

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El complejo de la “zona cero” cuenta con un monumento conmemorativo y un museo, que ocupan la mitad del espacio del lugar con el que se rinde homenaje a las víctimas de los atentados contra el World Trade Center del 26 de febrero de 1993 y el 11 de septiembre de 2001, así como a las que se registraron en esta última fecha en Pensilvania y el Pentágono en sendos ataques simultáneos.

En enero de 2004 se eligió el proyecto para construir el monumento a las víctimas. El diseño ganador fue el denominado “Reflejando la Ausencia”, del arquitecto Michael Arad y del paisajista Peter Walker, seleccionado por un jurado entre 5,201 propuestas presentadas a concurso, procedentes de 63 países.

El memorial está formado por dos estanques, con un fluir constante de agua, ubicados donde estuvieron las Torres Gemelas, con los nombres inscritos de todas las víctimas en sus paredes y rodeados de una extensa arboleda. Este memorial se inauguró el 11 de septiembre de 2011, coincidiendo con el décimo aniversario de los atentados.

El de hoy fue el segundo acto del día del papa en Nueva York, después de su discurso ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, y antes de trasladarse a una escuela del barrio de Harlem para mantener un encuentro con niños y familias de inmigrantes.

Pope Francis visits 9/11 Memorial and Museum in New York

Obama encabezó minuto de silencio por las víctimas del 11-S

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Nueva York. El presidente estadounidense Barack Obama y su esposa Michelle encabezaron este viernes en el jardín de la Casa Blanca un minuto de silencio para recordar el 14º aniversario de los atentados del 11 de setiembre de 2001 que dejaron unos 3.000 muertos.

El momento de silencio fue observado a las 08: 46 horal local, cuando el primer avión de línea secuestrado por terroristas de Al Qaeda se estrelló contra la torre norte del World Trade Center (WTC) en el sur de Manhattan.

En Nueva York, la ceremonia se llevaba a cabo en el National September 11 Memorial Plaza, inaugurado en el 2011 en el lugar donde se levantaban las Torres Gemelas del WTC, con la presencia del alcalde Bill de Blasio, sus predecesores Rudolph Giuliani y Michael Bloomberg y el jefe de la policía Bill Bratton.

En una mañana parcialmente nublada y no tan calurosa como las últimas semanas, el acto en el predio arbolado con los dos enormes piletones negros construidos en los cimientos de las torres comenzó con el sonido de tamborileros de la policía, que ingresaron al lugar acompañando una enorme bandera estadounidense.

El lugar quedó sumido en un silencio sobrecogedor a las 08:46 y a continuación sonaron las gaitas de las policía y los familiares de las víctimas empezaron a leer en orden alfabético los nombres de las 2.983 personas fallecidas entre los ataques del 2001 y el atentado contra el WTC en 1993.

«Emociones y recuerdos del 11-S están con nosotros de manera tan viva hoy y siempre. Nunca olvidaremos a nuestros seres queridos y socorristas», dijo De Blasio en un mensaje en su cuenta Twitter.

El presidente del Memorial del 11-S, Joe Daniels, recordó de su lado que es «un honor solemne y una obligación nacional reunirse para leer los 2.983 nombres que están grabados para siempre» en ese lugar.

Los ataques del 11-S provocaron la invasión de Afganistán por parte de una coalición liderada por Estados Unidos para desalojar al régimen talibán, que había ofrecido santuario al líder de Al Qaeda, Osama bin Laden.

Dos años más tarde, en 2003, los estadounidenses lanzaron otra guerra contra Irak, acusando al por entonces presidente de ese país Sadam Hussein de ocultar armas de destrucción masiva.

Bin Laden fue eliminado por fuerzas especiales estadounidenses en una operación secreta en mayo del 2011 en Pakistán.

 

[EE UU] Obama decretó tres días de oraciones en recuerdo de las víctimas del 11-S

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El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, decretó hoy que el viernes 11, sábado 12 y domingo 13 de septiembre de este año serán días nacionales de oración en recuerdo de las víctimas de los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York y Washington.

«Yo, Barack Obama, presidente de EE.UU., en virtud de la autoridad que me confieren la Constitución y las leyes de EE.UU., proclamo desde el viernes 11 hasta el domingo 13 de septiembre días de oración y conmemoración nacional», indicó el mandatario en un comunicado.

«Pido a los estadounidenses que honren y recuerden a las víctimas del 11 de septiembre de 2001 y a sus seres queridos a través de los rezos, la contemplación, la visita a homenajes, el doblar de las campanas, las vigilias a la luz de las velas y otros homenajes y actividades», apuntó, para añadir que también «invita» a la gente de todo el mundo a participar en esta conmemoración.

«Hace 14 años, la paz de una bonita mañana se rompió. Los acontecimientos del 11 de septiembre de 2001 dejaron una marca permanente en el espíritu de todo estadounidense, y nuestra nación cambió para siempre. Se perdieron casi 3.000 valiosas vidas, y sus seres queridos debieron afrontar una aflicción inimaginable», indicó el mandatario.

El 11 de septiembre de 2001 EE.UU. sufrió el peor ataque terrorista de su historia, cuando dos aviones secuestrados por Al-Qaeda impactaron contra las Torres Gemelas en Nueva York, otro contra el Pentágono en Washington y un cuarto se estalló contra el suelo en Pensilvania.