"Chuo" Torrealba: "Estamos viviendo el final de la polarización"
Chuo Torrealba: «Estamos viviendo el final de la polarización»

EL SECRETARIO EJECUTIVO DE LA MESA DE LA UNIDAD DEMOCRÁTICA (MUD) afirma que la oposición “ha aprendido” y sus diferentes sectores se acercan a un consenso como alternativa política. Ratifica la importancia de que las fuerzas democráticas ganen las parlamentarias para “evitar la disolución del país”

Jesús “Chuo” Torrealba aspira a que el acto conmemorativo del 23 de enero próximo trascienda a la foto que reúna -de nuevo- a todos los líderes de la oposición. El secretario ejecutivo de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) visualiza que a partir de ese día se consolide una narrativa común que represente la verdadera alternativa política con una estrategia definida por consenso. En fin, que acuerde una hoja de ruta que canalice la competencia de la oposición por el poder.

Torrealba le otorga a las elecciones parlamentarias una importancia límite. “Si pierde la oposición, no ganará el gobierno sino el proceso de disolución del país. La alternativa democrática tiene necesariamente que obtener la mayoría en la Asamblea Nacional para iniciar la reinstitucionalización de Venezuela”.

Luego de cuatro meses al frente de la plataforma unitaria, Torrealba ofrece un diagnóstico frente a las parlamentarias, la gravedad de la crisis económica y las diferencias entre los diversos sectores de la MUD (que ha debido apaciguar), sin dejar de reconocer los retos que deberá enfrentar en los próximos meses. “La movilización tiene que ir al encuentro de la gente, más allá de las grandes concentraciones o barricadas“.

– ¿Cuál es la estrategia de la MUD ante la crisis nacional?

El hombre de a pie o la ama de casa están claros de que esta situación tiene que cambiar. No se refieren a un golpe de estado, sino al cambio de gobierno, porque el que está ahora no le sirve, no le garantiza gobernabilidad, ni siquiera acceso a los bienes básicos de consumo. La oposición tiene que convencerse de que lo que está en juego es el poder. Es necesario que la oposición se reinvente y se inserte en esa dinámica social, que conecte con los problemas de la gente.

Existen dos climas culturales dentro de la oposición, que no se reduce a partidos o grupos. Por una parte, los que conciben la sobrevivencia política como un logro en si mismo y están dispuestos a negociar cuotas con el poder. Por otra, se ubican quienes le rinden culto a las barricadas como un fin en sí mismo cuando en realidad son un instrumento más de lucha, que por cierto no se inventaron en febrero de 2014 ni en 2007 con el cierre de RCTV. Son mecanismos que se remontan a una larga batalla por la libertad y democracia en Venezuela.

En este momento vivimos el final de la polarización. Ya no podemos hablar de la existencia de dos bloques, ni siquiera de 51% frente a 49%. Estamos ante el rechazo de 80% de los venezolanos a un gobierno y una oposición que tiene que salir al reencuentro de la gente. Ahora hablamos de una dinámica distinta: no se trata de la lógica de los sobrevivientes políticos ni la autocomplaciencia de la barricadas. Es importante que ambos sectores comprendan que el camino es el cambio de poder en democracia y libertad. Necesitamos una oposición que se convierta en verdadera alternativa.

– Las diferencias dentro de la MUD están a la vista. Se hicieron más patentes luego del planteamiento de “La Salida” en febrero de 2014. Ahora, con el reciente pronunciamiento de los diferentes líderes de la oposición, se respira un consenso. ¿Cómo se ha logrado?

 Se han producido cambios dentro la oposición venezolana. Uno de ellos es la ubicación del liderazgo frente a las demandas del país. Se trata de un proceso lento (más de lo que quisiera), pero progresivo. Hay que hacer llamados a la movilización más allá de las grandes marchas o las barricadas. Creo que se están avanzado en la construcción de una coherencia, no de identidad. No se trata de que todos dentro de la oposición sean igualitos, sería negar la condición elemental de la democracia, que es el respeto a la diversidad.

Si en 1958 Caldera hubiese propuesto por su parte una constituyente, Betancourt un congreso ciudadano y Jóvito Villalba unas parlamentarias, Perez Jiménez todavía seguiría gobernando. Esos tres ciudadanos no se querían, pero se respetaban como líderes y pactaron un acuerdo político para el cambio en el país.

Un acuerdo es lo que el país le esta pidiendo a los liderazgos de la MUD. Hay avances en ese sentido. Es importante que la alternativa democrática transmita un mensaje poderoso y claro para actores internos y el mundo: que hay crisis del gobierno, mas no del país. Venezuela tiene recursos para garantizar la gobernabilidad y la reconstrucción en un clima de libertades.

– Cuando asumió la secretaría de la MUD en septiembre de 2014, llamó a un Plan Nacional de Movilización que no tuvo mayor resonancia. ¿Tendría éxito un llamado a la movilización justo ahora?

La oposición ha aprendido. El primer semestre de 2014 estuvo signado por la protesta de los estudiantes y la juventud opositora exigiendo sus derechos, que fue respondida por el gobierno con represión y tuvo su correspondiente salgo trágico. Y en el segundo trimestre de 2014 (del cual casi nadie habla) también hubo una movilización intensa, protagonizada por obreros de Sidor, Bolipuertos, centrales azucareras expropiadas, cementeras. Puro pueblo alzado reclamando sus derechos económicos y sociales. Si revisamos todo el año pasado, el pueblo venezolano estuvo peleando, pero por distintas razones, en lugares distintos y sin objetivo común.

Entonces, debemos hacer converger la protesta legítima por un cambio político que reivindique los derechos económicos y sociales. Tenemos que reinventar las formas de protesta. Si el pueblo está en las colas de los supermercados, hay que ir hasta ellas pero sin provocar disturbios, lo que sería un contrasentido con respecto a las prioridades de esa población.

– A comienzos de año habló de activar la operación “indignación y esperanza”. ¿Cómo ofrece la MUD esperanza frente a las amenazas, abusos de poder y el clima de resignación generalizada?

Es un tema clave. La desesperanza es una de las herramientas fundamentales de los regímenes autoritarios para garantizar su preservación y lograr desmovilización. Durante mucho tiempo, un error estratégico de la oposición venezolana fue regalarle la esperanza como herramienta al gobierno. Mientras voceros económicos y políticos opositores explicaban con profundidad las razones del caos, Chávez ofrecía el paraíso. Le regalamos la droga más barata y adictiva que existe: la esperanza.

Ya que creemos en la movilización, fomentaremos la esperanza. Entre muchos radicales de la oposición, hay una actitud derrotista. Piensan que todo está programado para que el gobierno gane siempre. También se apoyan en esa actitud como pretexto para justificar su propia inamovilidad.

No creo que la desesperanza haya cundido en toda la población. Hay gente dispuesta a movilizarse por causas nobles y razonables. Hay que lograr sintonía con la mayor parte descontenta del país, ese 54% que vive en barrios y 17% en zonas populares. Siete de cada 10 venezolanos habitan en espacios deprimidos y socialmente segregados.

– Dice que la gente está movilizada porque ya esta en la calle haciendo cola e indignada desde hace tiempo. Sin embargo, no tiene conducción política. ¿Qué hacen los partidos opositores para capitalizar el descontento?

Más que impactar con simpatía, hay que conectar con empatía. En una campaña tradicional, los políticos asisten a eventos masivos o van a programas de televisión para entrar en contacto con la gente. Pero en un país en crisis como Venezuela, con el avance de la hegemonía comunicacional por parte del Estado, hay que construir empatía, lo cual exige mucho más que mercadeo electoral. Implica acompañar a la gente en su lucha diaria. Es una de las demandas que la gente hace al liderazgo. Así como dice el Papa Francisco: “el que quiere ser pastor, tiene que oler a oveja”, quien pretenda ser líder popular tiene que oler a pueblo.

Los sectores de base de la oposición deben entender que hay que capitalizar el descontento. Se trata de un cambio cultural que desarma a aquellos actores que conciben el ejercicio de la política como ganar o perder elecciones. Todo liderazgo político tiene que ser más sensible con lo que pasa en el país. Eso no se logra leyendo encuestas y preguntando a asesores, sino acompañando a la gente.

 

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