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Este es el año, es el año más caro para ir al Estadio Universitario

@MariaAlesiaSosa

Juego Caracas-La Guaira, 14 de octubre de 2015

Va gritando: “¡Tequeños, tequeños!”. Un fanático le hace señas para pedirle una ración. La samba de La Guaira no permite escuchar nada. “¿Cuánto?”, pregunta el joven subiendo la voz y elevando la cabeza por encima de la fila en la que está sentado. El vendedor, desde la escalera, le responde con la mano abierta y los cinco dedos.

El joven, no entiende, y le pregunta dibujando una cifra en el aire: “¿Ciento cincuenta?”.

—¡Quinientos! ¡Quinientos!— repite el vendedor.

—¡No, pana! ¡Te volviste loco!

Alberto Jaimes, quien vende tequeños en el estadio Universitario desde hace cinco temporadas, dice que las ventas han bajado porque el año pasado la ración costaba 150 bolívares y este año subió a 500. “Las ventas están flojas por los precios, la gente no quiere comprar. Este año ha sido el peor, es una locura, los precios de la comida y las entradas”.

Jaimes cuenta que en una noche de temporadas anteriores vendía entre 150 y 200 raciones, y este año en el quinto inning sólo le habían comprado 30.

“Antes, la gente me compraba de a dos raciones, y ahora me compran sólo una, si es que compran”, se queja.

En uno de los encuentros más populares de la Liga Venezolana de Béisbol Profesional (LVBP), un Caracas-La Guaira, las gradas están casi vacías. Y en las tribunas se ven decenas de sillas sin gente. El precio de las entradas también ha subido considerablemente. En los bleachers, un boleto cuesta 530 bolívares, mientras que en sillas, dependiendo de la zona, los precios oscilan entre 450 y 2.000 bolívares.

No se trata de que la fanaticada ya no crea en sus equipos, asegura Alberto Gómez, aficionado a los Tiburones de La Guaira. “La inseguridad y los precios de las entradas no invitan al fanático a ir al estadio. ¡De que es el año es el año!”, reitera con la tradicional frase de los guairistas.

Edgar Trejo, está abonado con los Tiburones desde hace 4 años, y por primera vez —dice— que ha tenido que limitarse en sus consumos. “Tomar menos cerveza y no comer absolutamente nada en el estadio. Tengo que venir comido. Antes invitaba a otra persona pero ahora es imposible. Está súper caro todo, desde la cerveza, la comida, la mercancía, los precios son exorbitantes”.

Tarcisio Gómez es estudiante de ingeniería, está abonado y dice que también ha tenido que limitarse en sus consumos. “Trato de venir comido, y ahora restrinjo las cervezas a la mitad, porque de 36 bolívares que pagaba el año pasado, ahora cuestan 100”. Otro gasto que tiene es el estacionamiento del parque universitario, que hace un año costaba 50 bolívares, y ahora aumentó 150.

“Es inviable venir a todos los juegos de la temporada. Este fin de semana hay juegos todos los días y es una locura. Es imposible”, comenta el estudiante de ingeniería.

El peor en 30 años para el cervecero

Alí Molina lleva 30 años trabajando como cervecero en el Universitario. Este año le ha pegado la crisis, dice, porque pasó de servir 15 cajas de cerveza, a sólo 5 cajas en una noche. “Es fuerte, mis ingresos han bajado mucho, lo que hago en un juego es muy poco. Por cada caja que sirvo, me pagan 80 bolívares. Me redondeo con las propinas”.

Además la fanaticada a la que siempre atendía en la zona A3 y A2 ya no es la misma, porque el costo de los abonos ha subido. “Mis clientes de siempre han tenido que irse a otros puestos más baratos”.

José Manuel González trabaja para la empresa que presta seguridad en el evento deportivo, y se atreve a calcular que la asistencia ha disminuido más de 40%. “Antes un Caracas-La Guaira se llenaba casi todo el estadio pero ya no. Será por los ingresos, el sueldo no alcanza ya”.

Un empleado de las tradicionales Areeipas del estadio, confiesa que el movimiento “está bajo, para ser un Caracas-La Guaira”. Dice que debería haber más gente, pero reconoce que les ha ayudado tener un punto de venta para pasar tarjetas, porque otros locales de comida sólo aceptan efectivo.

“Aparte de lo caro que está todo, tenemos que traer fajas de billetes muy gruesas, porque aquí casi todo es en efectivo, y los bancos te dan billetes de dos y de diez, lo que lo hace aún más peligroso”, explica el fanático Juan Castro.

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Seguirán asistiendo

Joseph Rosanes, otro estudiante, asegura que no dejará de asistir a los juegos. “Trataremos de seguir viniendo porque es de los pocos planes que quedan, pero hay que cuidar los gastos, es imposible comer aquí”. Otro fanático, Edgardo Omaña, abonado desde hace 4 años, y coincide en que seguirá yendo a los juegos, porque ya tiene el abono pero no va a consumir igual que lo hacía en otras temporadas. “Todo subió casi el triple, una cotufa de 100 pasó a 350. La arepa de 250 a 500, la cerveza ya son 100”.

Edinson Rizales fue al juego con sus dos hijos de 6 y 4 años. Son pocas las familias que se ven en el estadio de béisbol. Explica que traer a sus dos pequeños a un juego, le representa un gasto de entre 5.000 y 6.000 bolívares. “Comparado con el año pasado lo veo demasiado caro. Se me complica para venir con los niños, pero como es su entretenimiento, tengo que hacer el esfuerzo. Los traigo a dos o tres juegos y más nada”.

Hilda Oviedo es la gerente de ventas de la tienda de los Tiburones, y reconoce que la inflación ha golpeado las ventas de la mercancía. Una gorra nueva del equipo cuesta 9.500 bolívares, más de un sueldo mínimo; mientras que una camisa está en 23.500, o sea, casi tres sueldos mínimos. Oviedo resalta que, aunque venden menos, la gente sigue comprando, “porque la fanaticada de La Guaira es la más arraigada”.

Los precios en la boutique de los Leones del Caracas son muy parecidos: Una gorra cuesta 10.000 bolívares y una camisa para adultos de la nueva temporada 23.000.

Para el aficionado Eleuterio Gallardo, los precios de la comida y bebida en el Universitario están acorde a la situación del país. “Yo veo que todo está como en la calle, más caro pero la gente sigue viniendo”. Lo mismo opina, Julio Hevia, a quien no le sorprenden los precios, porque cree que están ajustados a la realidad.

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Denuncian apartheid universitario en nuevo sistema de ingreso
Jóvenes reclaman que se quedaron sin cupo en la universidad a pesar de que sus promedios son mayores a los de estudiantes que sí salieron en las listas de la OPSU. Han calificado al nuevo sistema como “Dakazo” universitario

 

@MariaAlesiaSosa

ALIZ HAMID CHÁVEZ TIENE 17 AÑOS y desde los 8 sabía que quería ser médico, como su mamá. Sus planes se vieron truncados el 15 de mayo de 2015, cuando recibió los resultados de las admisiones de la Oficina de Planificación del Sector Universitario (Opsu): “Usted no fue asignado (a) en ninguna de sus opciones de carrera. Si desea verificar la posición que ocupó, consulte la Lista de Cola de las carreras”.

Los 20 puntos de promedio que mantuvo durante todos los años de bachillerato, no fueron suficiente para cumplir su sueño de estudiar medicina en la Universidad Centro Occidental Lisandro Alvarado (UCLA), en Barquisimeto.

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La UCLA era su primera opción, pero también se apuntó en la Universidad Central de Venezuela (UCV) y en la Universidad de Los Andes (ULA). En las tres quedó en lo que la OPSU llama “Lista de Cola”, pero muy atrás como para tener alguna esperanza: en la Lisandro Alvarado su puesto en la lista de espera es el 764. Mientras, en la UCV, Hamid le asignaron el número 3.778, y si quisiera inscribirse en la ULA de Mérida, 3.627 bachilleres están en la cola antes que ella.

En mayo de 2015 se concretó la decisión que había sido tomada el 16 de diciembre de 2014, por el ministro de Educación Universitaria, Ciencia y Tecnología, Manuel Fernández: La OPSU se atribuyó la asignación de al menos 70% de los cupos en las universidades autónomas del país.

Hasta este año, las universidades concedían 30% de sus cupos a los que ingresaban por esa vía. Ese porcentaje —conforme a lo que dice la Ley de Universidades—, lo decide el Consejo Universitario de cada casa de estudios.

La publicación de los nombres seleccionados por la OPSU se hizo en una acto público en el que participó el ministro Fernández, así como el Presidente de la República. “Primera vez que esto se hace en la historia de Venezuela y tenía que hacerlo la revolución bolivariana. Queremos democratizar constitucionalmente el acceso a las universidades”, dijo Nicolás Maduro en el evento. Agregó que si “alguna universidad se opone a la Constitución, allí están las instancias judiciales para que diriman cualquier intento de desconocer este sistema de democratización”.

El ministro Fernández también defendió el nuevo sistema de ingreso, con el argumento de que era parte de una estrategia para “democratizar” la educación superior. El diputado del Psuv por el estado Trujillo, Manuel Briceño, declaró que la asignación de cupos universitarios por la OPSU “no es un asunto de Gobierno, sino políticas del Estado venezolano en esa materia”. 

La Asociación Venezolana de Rectores Universitarios (Averu) pidió, el 9 de junio, la anulación del nuevo sistema de asignación de cupos. La rectora de la UCV, Cecilia García Arocha afirmó que la propuesta de la OPSU viola la Carta Magna y la Ley de Universidades.

El vicerrector académico de la UCV, Nicolás Bianco, declaró que la intención del Estado no es democratizar. “Lo que quieren es masificar la educación, y hacerlo fraudulentamente”.

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 ¿Cuánto valen las notas?

En los últimos 40 años, las notas del alumno representaban 97% del índice para entrar a las universidades. Ahora, con el nuevo sistema nacional de ingreso, el peso de los criterios que conforman el índice se distribuyen de la siguiente forma: 50% las notas de bachillerato, 30% las condiciones socioeconómicas, 15% la territorialidad y 5%, la participación en procesos anteriores y en actividades sociales. 

El rector de la ULA , Mario Bonucci, alertó que no hay estudios que respalden las recientes decisiones, y catalogó los nuevos criterios como subjetivos. “Hace seis meses le pedimos al ministro que nos mostrara el estudio para cambiar el criterio, y no nos ha mostrado nada”, señaló.

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Enrique Planchart, rector de la Universidad Simón Bolívar (USB), coincide. “Quitando la nota de bachillerato, todos los criterios son subjetivos ¿Cómo se miden esas cosas?”, se preguntó. 

Bonucci considera que el cálculo de la condición socioeconómica a través de una encuesta en Internet brinda una variable ilustrativa que no puede ser validada. Destacó además, que el nuevo criterio produce un sesgo “en el cual el buen estudiante de liceo público o privado va a ver obstaculizado , o incluso imposibilitado su ingreso a la universidad”.

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Representante de Asociación Venezolana de Rectores Universitarios

Es el caso de Aliz Hamid. El nuevo sistema de admisión le negó un cupo en las tres universidades a las que aspiró ingresar, a pesar de que 100% de los estudiantes que fueron admitidos, tienen un promedio menor que el de ella. Ninguno tiene 20.

Hamid estudió en Las Colinas, uno de los colegios privados más exigentes de Barquisimeto, estado Lara. “Mi familia hizo un esfuerzo muy grande para que saliera bien preparada. Que yo venga de un colegio privado no significa que tenga mucho dinero, de hecho no lo tengo. No tomaron en cuenta para nada mi empeño”, explicó la alumna de quinto año.

Dice que, aunque no le guste al ministerio, la actitud y el esfuerzo se manifiestan en las notas, y no en el tipo de vivienda del alumno. 

“Tienen que empezar por mejorar la educación de bachillerato, no tengo problemas en que entren personas de colegios públicos, pero no nos pueden rechazar a nosotros con ese criterio”, reclamó. 

Aliz confiesa que ya pasó por una etapa de llanto, molestia y ahora lo que siente es frustración. Además ya es muy tarde, todas las pruebas de admisión cerraron. Ahora tendrá que esperar, al menos un año, para poder presentar una prueba interna en otra universidad. “Yo jamás me imaginé que después de fajarme cinco años para mantener mi promedio de 20 puntos, iba a ser población flotante al salir de bachillerato”, repite incrédula. 

Alfonzo Chávez, tío de Aliz, trabaja en la UCLA, y confiesa que lo que más molestia le causa es que en su  casa, siempre le inculcaron la superación a través de los méritos. “Hace algunos años cuando ella me comentó que quería estudiar Medicina, le dije que, ni porque yo trabajara aquí, ni porque su mamá fuera médico egresada de la UCLA iba a entrar a la universidad. Insistí: ‘Sólo lo harás si te esfuerzas y estudias”. Pero ni siquiera con la máxima nota, fue premiada con el cupo. 

Hay mucha indignación en la familia Hamid-Chávez . La madre de Aliz, Liz Chávez, fue a la OPSU a reclamar por el caso de su hija y lo que consiguió fue una cola de personas afectadas por lo mismo, pero ninguna solución. Sólo en la promoción de Aliz, hay cuatro alumnos con promedios de más de 18 puntos que querían estudiar medicina y no tienen cupo en la universidad.

Aliz nunca había pensado irse del país, pero reconoce que las circunstancias la obligan a contemplar posibilidades con becas en el exterior. “Preferiría quedarme aquí, yo quiero ser médico para ayudar a mi país, aquí veo la necesidad, pero esta situación lo obliga a uno a pensar otras cosas”.

 

ENTREVISTA

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LUIS FUENMAYOR TORO: «Se está premiando la pobreza»

Por: Víctor Amaya

«Como no hay electrodomésticos, repartieron cupos». Luis Fuenmayor Toro cree que el nuevo método del Sistema Nacional de Ingreso Universitario tiene trasfondo político, y electoral. El exrector de la Universidad Central de Venezuela (1988-1992) recuerda que el debate por la equidad en los nuevos ingresos es de vieja data, pero ya se había comenzado a corregir hace más de una década.

Fuenmayor rescata la expresión «aptitud académica», porque ella determina las potencialidades de formación de cualquier persona y está «poco influenciada por condicion social, género, etc».

Citando un estudio que realizó y publicó en 1999 para comprar el ingreso universitario entre 1984 y 1998, sostiene que en aquél primer año «no había discriminación». «El 75% de quienes entraban lo hacían por la Prueba de Aptitud Académica (PAA), que era un examen nacional, en todos los colegios y liceos del país». El asunto cambió -dice- a finales de la década siguiente cuando «solo el 19% de quienes entraban a las universidades lo hacían por la PAA».

Es la consecuencia, asegura Fuenmayor, de que las propias instituciones académicas asumieran en control del ingreso, mediante pruebas internas. «Ya en 1995 se notaban cambios en las tendencias (que favorecían a los estudiantes de las ciudades, de mayor poder adquisitivo y provenientes de planteles privados). Fue la consecuencia de esas pruebas internas que se hacen las sedes de cada universidad. Imagínate que un estudiante de Apure quiera entrar en la UCV: Tendría que viajar, pagar estadía, traslados. No es justo», sostiene el exrector.

«Controlar el ingreso da poder», asegura el profesor, quien puntualiza en la Universidad Simón Bolívar, por ejemplo, define quién estudia en su campus sin participación de la Oficina de Planificación del Sector Universitario (OPSU). Aclara, no obstante, que no se trata de «unos profesores perversos» que quieren exluir a la gente, como muchas veces se ha señalado. Apunta además que la calidad de los estudiantes hará que se aprovechen mejor los recursos y hasta que la universidad resulte mejor evaluada cuando se distingan sus promedios académicos, de permanencia y de graduaciones.

En 1999, Luis Fuenmayor asumió la presidencia de la OPSU, mientras Hugo Chávez se instalaba en Miraflores. Desde allí, dice ahora, intentó corregir las iniquidades de ingresos fortaleciendo la PAA. «Pudimos hacer cosas porque Chávez no se metía en eso, básicamente». Confiesa que con el mandatario solo pudo reunirse una vez.

La nueva PAA se dividía en dos partes: habilidad numérica y habilidad verbal, «que pasó a ser comprensión lectora y se le comparaba era con su propia cohorte y no en promedio nacional», apunta quien estuvo en la OPSU hasta 2004. Tres años después, la PAA fue «ilegalmente eliminada» y se pasó a un sistema multivariable «donde el 97,5% del peso lo tenía el promedio de notas», priorizando el rendimiento académico. Ello significó que «no se siguió avanzando en el plan que habíamos formulado, cuyo objetivo era eliminar las pruebas internas».

Ahora, con el nuevo sistema de ingreso «dejaron por fuera a la gente de estrato D, los menos pobres, y a todo el que no sea considerado excluido. Los ricos tienen tanto derecho a ingresar como los demás. Se está premiando la pobreza».

El exrector cree que lo peor de la película está por verse, en septiembre, cuando toque iniciar el año académico y pudieran verse algún tipo de enfrentamiento entre quienes ingresaron y los nuevos excluidos.

 

 

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