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Pablo Picasso

Camarada Ernesto Villegas, por Sebastián de la Nuez

Ahora resulta que Pablo Picasso era chavista. La apropiación de un icono del arte universal es otro crimen de lesa humanidad por parte del régimen. Al “Guernica” hay que endosarle el carnet de la patria

 

@sdelanuez

 

Este artículo refleja inquietud sobre dos cosas: por qué en Twitter la gente no habla de lo que debe hablar y qué hace de Ernesto Villegas un hombre equilibrado.

El grupo de periodistas Alianza por la Libertad de Expresión debería tener mayor resonancia, más voz. Los trabajadores de la Prensa sufren continuamente penalidades, censura, violencia. Se la pasan ejerciendo el oficio bajo peligro, bajo presión o bajo amenaza de jaqueo. Sin embargo, lo que tratan de hacer es muy simple: dar plena vigencia a los artículos 57 y 58 de la Constitución, que garantizan la libertad de expresión y el derecho de información. Las 18 organizaciones de la Alianza por la Libertad de Expresión denuncian una y otra vez los abusos y desmanes gubernamentales pero sus quejas no llegan a ninguna parte.

Otra vez esta semana, el Gobierno dispone de lo que se habla y de lo que no. No se habla de las inundaciones, de la tragedia del Estado Apure, del posible involucramiento de los hijos de Cilia Flores en el lavado de dinero proveniente de PDVSA. No. Se habla, antes bien, de que si uno debe o no debe inscribirse en el carnet de la patria.

Es verdad: a los periodistas se les niega el acceso a la información pública. Debería discutirse públicamente, en televisión, por todos los medios, cómo fue posible el lavado de mil 200 millones de dólares que sacaron de la petrolera de los exhuevos de oro.  Hay un banquero de origen alemán en Miami echándole los cuentos a la justicia pero no se dan por enterados, los chavistas. El Gobierno niega la existencia del escándalo como antes ha negado transacciones harto sospechosas con Odebrecht. Es que ni siquiera niega nada; ignora olímpicamente estas cosas. Simplemente el escándalo no existe. Cuando se habla de un caso de corrupción es porque, en realidad, le quieren cobrar cuentas personales a un chavista demasiado chavista, nada madurista. A un real caso de corrupción no se le otorga entidad, no figura en el radar oficial ni tiene fecha en el calendario como el amor del caballo viejo. No es nueva esa política, es una lección aprendida desde temprano de los cubanos, otro rubro en el que han desarrollado su experticia. Del Proyecto Biyuyo 2000 jamás se habló, los desmanes de ese operativo donde ya los militares sacaban sus colmillos duermen el sueño de los justos en archivos polvorientos, si es que los hay en esta Venezuela del arrase. Por todos los Diablos, ¿es que quienes tuitean sobre si sacarse o no el carnet de la patria no leen, al menos, Armando.Info? A Walid Mackled lo enterraron vivo para que el hombre no pudiese hablar nunca más. Ni los sobrinos narcotraficantes existen, ni tampoco las razones que tuvo el buenazo de Ruperti para correr con sus gastos.

El país sigue olvidando los filones jugosos porque está distraído con las nuevas medidas “económicas” y con el carnet de la patria. Y ha vuelto a caer en la antipolítica. Es una tendencia muy común entre la clase media venezolana, esté dentro o fuera del país. Y ya se sabe cuán infelizmente errada puede andar la clase media cuando se obnubila con algo (por ejemplo, con un capataz golpista). La antipolítica es una gripe recurrente. En las redes sociales pululan los insultos contra Borges, Capriles, Ramos Allup en momentos en que el país necesita unión y más unión, solidaridad y más solidaridad, foco y más foco.

Cierto, el otro tema es Ernesto Villegas, el equilibrio en pasta. Villegas y Jorge Rodríguez. No se puede hablar del uno sin hablar del otro, como bien dice Goyo Salazar. Andan juntos desde los tiempos en que Jorge Rodríguez era alcalde (es un decir, en realidad era cualquier cosa) y su acólito el ambiciosillo comandante de un pasquín regalado en el centro de la capital.

¿Qué falla telúrica hubo en la democracia venezolana entre 1958 y 1998 para que pariera a personajes como Ernesto Villegas y Jorge Rodríguez? El segundo lleva por dentro un drama del cual uno ha tomado nota; pero del primero no hay explicación posible. Es un mutante.

Más de medio millón de personas protagoniza el éxodo a través de las peligrosas carreteras andinas para huir del infierno planeado por el supremo. Hubo esta semana un gran reportaje del periódico El País y un artículo bellísimo de la autora de libros para niños, Yolanda Reyes, en El Tiempo de Bogotá. Ese infierno se encuentra en su apogeo al alcanzar el régimen la mayoría de edad. Los emigrantes a pie, expulsados de su tierra por la emergencia, son mártires. Circulan fotos tremendas por las redes, como la del joven padre que oculta su rostro entre los pliegues de la manta con la que arropa a su hijita, en medio de ninguna parte. ¡Ah!, pero mientras tanto, en cierto sitio bien acomodadito del poder inventan una estratagema: los 89 que se fueron y volvieron hartos del maltrato en un avión de Conviasa, cantando el Himno Nacional. ¿No estuvo Ernestico en esa movida, en ese bulo, en ese montaje burdo?

Seguro que sí. Aunque en estos días anda muy ocupado con su “Camarada Picasso”, seguro que se dio un momento para pergeñar la trapisonda de los retornados. Villegas, ahora en afanes culturosos, quiere que el pueblo vea el lado del pintor más PSUV. No importa que haya fallecido en 1973. De vaina no pidió prestado el “Guernica” al Museo Reina Sofía para echarle un velo rojo-rojito encima y luego mostrarlo en la principal sala del MAC. Claro, habría tenido que ir alguien a explicarle cuál es el lado derecho del cuadro.

La política cultural del gobierno de Nicolás Maduro con Ernesto Villegas a la cabeza no puede ser otra cosa sino una melcocha de fake-news. Ya el cinéfilo Sergio Monsalve comentó la muestra en un post de Facebook, no hace falta más. Como perla, el detalle: no dar crédito a quien lo merece porque ha sido enemigo. En este caso, enemiga (Sofía Ímber). “La muestra no indica el origen de la adquisición de los cuadros. Por tanto, es otro ejercicio de la mezquindad y censura de la gestión cultural del chavismo”, dice Monsalve en su nota.

Lo que sí haría falta es ir de noche con un pote de pintura a las inmediaciones de Parque Central y hacer justicia pues el nombre real, actual, de una muestra que recoja el espíritu del régimen, su profunda índole conceptual, debería ser llanamente “Camarada Krull”, apellido del banquero de origen alemán que está cantando de lo lindo en Miami. Por cierto, muy amigo, al parecer, del flamante dueño de Globovisión. ¡Qué casualidad!

Ernestico, como se ha dicho al principio, es un profesional equilibrado y eso nadie se lo quita. Tenía un programa de opinión que se llamaba “Buscando el equilibrio” en la emisora Jazz 95.5. Tenía cuatro anunciantes, todos ellos empresas o instituciones del Estado. O sea, del Gobierno, O sea. Uno de sus anunciantes era PDVSA. En efecto ha debido encontrar allí el equilibrio. Entre el cinismo y la plata.