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Omar Hernández

¿Cumbre de varias Américas? por Omar Hernández

En medio de ingentes refuerzos de seguridad, los mandatarios del continente electos por la vía del voto popular se congregan en la turística localidad colombiana de Cartagena, en la costa caribeña, para afianzar lazos políticos y concertar mecanismos de cooperación en distintos ámbitos. O al menos, esa es la idea.

El mismo sustantivo de la reunión llama la atención: las Américas. Como si el continente no fuese uno sólo. Quizás se deba a que en la realidad de las cosas, de facto este lado del mundo se caracteriza más por sus diferencias que por sus símiles. Así como se hablaba y habla de las dos Europas o las Europas a varias velocidades (en relación a la admisión de nuevos miembros a la Unión Europea), en América hablamos en términos parecidos.

Resulta que esta Cumbre es uno de los pocos escenarios donde la complicada América Latina se reúne con sus vecinos hemisféricos, aunque distantes por momentos, EEUU y Canadá. Para algunos, la noción de una América unida es una mera ficción geográfica originada por una simple coincidencia de latitudes. Para quienes eso opinan, Latinoamérica siempre se ha visto, y la han visto desde afuera, como algo distinto.

Y quizás no priven en dicha concepción criterios idiomáticos o culturales, es decir, la idiosincracia nadie tiene que ver. Veamos el viejo continente como referencia, donde cada país es un mundo, un universo aparte, más allá de ciertos valores y principios comunes.

Pero es que Latinoamérica ni se entiende a sí misma y ello explica el por qué de las asimetrías, de la pléyade de mecanismos de integración ineficaces y de la existencia de bloques de poder dentro de la misma subregión, que impiden a la misma hablar como un todo y posicionarse como un polo de poder, dejándole esa tarea a países en solitario con elementos suficientes para ello, como Brasil o México.

Dejemos de lado el inexplicable debate sobre la presencia o no de Cuba. Un tema álgido pero inútil, considerando que la mayor de las Antillas no siendo parte de la OEA (organización convocante de la Cumbre), no puede obviamente participar. Es que la Cumbre no posee siquiera una agenda temática clara. En Cartagena se habla y hablará hasta mañana de todo, desde tratados de libre comercio hasta narcotráfico, pasando por los derechos humanos y los grupos indígenas, así como las amenazas reales que penden sobre la democracia de unos cuantos.

A la falta evidente de consenso sobre la mayoría o todos los puntos de discusión, se suma el hecho cierto de que Washington ha ignorado a su vecindario y se concentra en temas más apremiantes, como Siria, Irán y Corea del Norte. Obama se halla inmerso además en una contienda electoral que le hace concentrar su atención en labores domésticas que poco o nada tienen que ver con el hemisferio. Aunque, hemos de recordar, que en las primarias republicanas varias veces se ha tocado a América Latina en ocasión de algunos debates protagonizados en estados con amplias comunidades hispanoparlantes.

Habrá momentos para fotos oficiales y para importantísimas reuniones bilaterales. Habrá espacio para continuar o iniciar interesantes debates. Pero la de Cartagena, será una reunión diplomática más. Una lástima, considerando que en todo el año no habrá cita internacional más relevante para muchos de los países de la región, incluyéndonos. La falta de voluntad política, las ideologías trasnochadas traídas a colación y el exceso «cumbrístico» está minando los esfuerzos de unión en el continente.

 

Omar Hernández
Internacionalista
Sendai Zea Mar 24, 2012 | Actualizado hace 12 años
Guerra Santa en Europa por Omar Hernández

El viejo continente vive momentos complejos y tiempos de incertidumbre, provocados por las inclemencias de la crisis financiera, cuyo impacto social se ha sentido, y con fuerza, poniendo a prueba el institucionalismo comunitario y los mecanismos de integración.

La islamofobia, un tipo particular de xenofobia cuyo foco de atención ha sido la población musulmana, es una paradoja en un contexto como el europeo que ya vivió el Holocausto judío y su correspondiente antisemitismo.

Parece que entonces y ahora, hay que achacarle los problemas a alguien, y sacar provecho de esas «diferencias culturales» a las que con ahínco se refiere Huntington en su célebre «Choque de Civilizaciones».

Naturalmente, hacer paralelismos entre el exterminio de los judíos y la discriminación contra los musulmanes es infame, por decir lo menos, habida cuenta de la obvia distancia entre ambos fenómenos. Pero ambos, tienen un rasgo común: el temor a la diferencia, el rechazo a lo distinto.

Los musulmanes se han convertido en el centro del debate en Europa. Se les acusa de «islamizar» el continente, y recordemos el reciente rechazo de los suizos a los minaretes en las mezquitas. Se les acusa de romper los cánones de laicismo y quebrar la igualdad de género, y traemos a colación las polémicas «leyes del velo», que imponen restricciones a cierto tipo de vestimenta.

Y pues lo anterior es sumado al terrible perfil que en el imaginario colectivo tienen a cuestas, según el cual todo musulman es un terrorista en potencia.

Los hechos en Toulouse son graves. Por un lado, el fanatismo religioso es llevado al corazón mismo del republicanismo: Francia. Se desea implantar una especie de «jihad» en propio suelo europeo, llevando a otros rincones enconados conflictos que desangran el Medio Oriente.

Pero peor aún, las víctimas de los abominables sucesos recientes fueron niños inocentes que nada tienen que ver con pugnas ancestrales e intereses políticos. Los niños judíos fallecidos, nada tienen que ver con las erráticas y condenables represalias israelíes a los igualmente condenables ataques sin sentido que desde Gaza se lanzan hacia los civiles hebreos del sur de Israel.

Otro aspecto significativo es cómo la misma persona ataca dos veces seguidas. Allí cabe cuestionarse la labor de las agencias de inteligencia francesas aunque luego el trabajo de las fuerzas de seguridad haya sido correcto, a decir de los entendidos.

En todo caso, es increíble que en la Europa del siglo XXI aún exista el antisemitismo. Increíble además, que algunos quieran sacar rédito electoral en vísperas de los comicios presidenciales franceses. Pero así es el mundo…

@omarhun

Kony y Lubanga: el peor rostro de la guerra por Omar Hernández

Desde inicios de este mes, las redes sociales han estado copadas por el video viral titulado «Kony 2012» realizado por Invisible Children -una ONG activista-. Un fenómeno que ha trascendido la esfera de los derechos humanos para convertirse en todo un suceso mediático.

El documental «Kony 2012» ha sido visto más de 100 millones de veces alrededor del mundo. Su objetivo, a decir de quienes lo hicieron y divulgaron, es sensibilizar a la población sobre los crímenes cometidos por el ugandés Joseph Kony, prófugo de la justicia internacional y líder del infame Ejército de Resistencia del Señor, que busca implantar un gobierno teocrático en Uganda y que emplea diversos métodos brutales en su campaña militar.

Kony se proclama vocero de Dios y representante del «Espíritu Santo». Es culpable del reclutamiento de casi 70 mil niños soldados y de provocar el desplazamiento forzado de más de 3 millones de menores de edad.

El caso de Joseph Kony tiene varios paralelismos con el de Thomas Lubanga. Sobre este último, la Corte Penal Internacional en La Haya emitió un veredicto histórico esta misma semana, no sólo por la magnitud del crimen del que se acusaba a Lubanga sino por ser el primer veredicto que emite este tribunal, desde la entrada en vigor del Estatuto de Roma en 2002.

Lubanga fue declarado culpable, en calidad de co-perpetrador, del crímen de guerra de reclutar niños menores de 15 años y utilizarlos para participar directamente en las hostilidades, durante el conflicto armado interno en el que estuvo inmersa la República Democrática del Congo, y que enfrentó a la Fuerza Patriótica para la Liberación del Congo, dirigida por el propio Lubanga, y al Ejército Popular Congolés.

Aún la Corte debe dictar sentencia. Según el artículo 77 del Estatuto de Roma, a Lubanga se le pueden imponer penas privativas de libertad de hasta 30 años o a perpetuidad, si se justifica “la extrema gravedad del crimen”. Y sin duda, este crimen califica desde todos los puntos de vista como grave.

No se trata únicamente del reclutamiento de menores no sólo de 15 años sino de incluso hasta 9 años de edad, separados de sus padres por la fuerza y obligados en muchos casos a matarlos ellos mismos. Es que además, Lubanga organizó una extensa red de esclavas sexuales para satisfacer los abominables instintos de la cúpula militar que él dirigía y de las tropas bajo su mando.

Pero más allá de la condena de la que sea objeto Lubanga (y Kony, cuando algún día sea capturado y eventualmente juzgado por la misma Corte Penal Internacional), la reparación de las víctimas es un punto clave. ¿Cómo lograr la reinserción de quien ha empuñado armas y ha masacrado desde edades tan tempranas? ¿Cómo borrar las huellas de abusos sexuales de niñas que en vez de jugar lo propio de su edad son introducidas al oscurantismo de los más bajos deseos de los adultos? Son preguntas complejas cuyas respuestas poseen más sombras que luces.

Ojalá la humanidad logre deslastrar estos horrendos crímenes. Pero mientras Ud. lee estas líneas, a muchos menores de edad en escenarios de conflicto armado, se les está privando de su inocencia.

@omarhUN

Jurisdicción universal: ¿Una utopía? por Omar Hernández

A pesar de que aún en ciertos países el paradigma de la universalidad de los derechos humanos es rechazado de plano con argumentos poco convincentes, anclados en el «determinismo cultural», soy de los que cree que la humanidad comparte un sistema de valores y principios, muy básicos pero también, muy fundamentales, que nos definen como civilización, muy a pesar de las evidentes -e incluso plausibles- diferencias que nos separan en los órdenes racial, étnico, lingüístico y tantos otros.

Con esfuerzos loables de muchos, se ha instaurado un sistema penal internacional cuya cima es el tribunal homónimo en La Haya, que funciona en paralelo -por ahora- con los tribunales ad hoc para la ex Yugoslavia y para Rwanda.

Sin embargo, menos conocida es la doctrina sobre la jurisdicción universal.Según el Diccionario de la Real Academia, el término jurisdicción (del latín ‘iurisdictio’), significa «poder o autoridad que tiene alguien para gobernar» o, una acepción más acorde con lo que deseamos plantear, «territorio en que un juez ejerce sus facultades de tal» o incluso «poder que tienen los jueces y tribunales para juzgar y hacer ejecutar lo juzgado».

La jurisdicción de los tribunales domésticos o nacionales se limita en principio al territorio del país en el que se encuentran, y sobre los delitos y crímenes tipificados como tales en la legislación vigente aplicable. Bien es cierto que con frecuencia los tribunales (o al menos eso deberían) introducen en sus consideraciones para emitir fallos disposiciones jurídicas internacionales, en particular, en materia de derechos humanos, a modo de referencia o para consolidar su argumentación a la hora de decidir. Pero eso, no suele pasar de allí.

La jurisdicción universal (también llamada internacional), es la capacidad de un tribunal de cualquier país para juzgar o iniciar procesos judiciales contra cualquier persona por crímenes cometidos fuera de su propio territorio jurisdiccional, sin importar la nacionalidad del acusado (o investigado, vale decir) o de las presuntas víctimas, ni el lugar donde hayan ocurrido los hechos.

Esta es una práctica poco extendida y que encuentra férrea resistencia en muchos países, por el temor de afectar vínculos diplomáticos o relaciones comerciales, o de crear lo que algunos consideran, polémicas innecesarias.Esto sin duda, es un hecho desafortunado.

Una de las maneras de hacer valer la jurisdicción universal es la de adaptar la legislación nacional para que los tribunales se amparen en ella. Aún si ello no es posible, la jurisdicción universal podría aplicarse bajo una premisa que pudiese ser utópica pero que responde al planteamiento inicial: hay crímenes que afectan a la humanidad en su conjunto, la ofenden como un todo, y por tanto, son «perseguibles» en cualquier rincón del planeta.

Hablamos de crímenes de lesa humanidad por ejemplo. Imaginemos por un instante, a uno de los ministros del régimen sirio de al Assad visitando Venezuela y siendo apresado en nuestro país, en virtud de una orden emanada de un órgano judicial nacional. Lástima, que en lo que a nosotros atañe, eso sí sea una utopía.

@omarhun

Corea del Norte nuclear: ¿Repliegue táctico? por Omar Hernández

 

La imagen se repite una y otra vez en el imaginario colectivo asiático, sobretodo en la próspera y occidentalizada Corea del Sur, así como en el archipiélago nipón. Los temibles Taepodong-2 (misiles de largo alcance norcoreanos) surcan los cielos llevando su fatídica carga atómica.

No se trata sólo de la posesión de armas nucleares, algo de por sí proscrito en el Derecho Internacional y cuyo uso fue declarado -aunque hay quienes lo objetan- ilegal por la Corte Internacional de Justicia a través de una opinión consultiva suya en la que explica lo obvio: tal tipo de armamento viola los principios fundamentales del Derecho Humanitario, en particular, los de distinción y proporcionalidad.

Se trata de un país con un régimen comunista de corte monárquico (que ya va por la tercera generación, con la reciente asunción al «trono» de Kim Jong Un), con uno de los ejércitos más grandes del mundo, con una visión muy sui generis de su entorno y con un aislamiento autoimpuesto, reforzado por las sanciones internacionales.

Es decir, el miedo de sus vecinos en la región era fundado y ni su aliada China (aliada en términos relativos), ya sabía cómo hacer.

Para sorpresa de muchos, Pyongyang anuncia de modo poco ortodoxo y en simultáneo con su némesis estadounidense, una moratoria o suspensión de su programa nuclear que pasa por la interrupción del enriquecimiento de uranio y de la operatividad de sus misiles.

Recordemos que, a diferencia del caso iraní (con el cual hay ciertos paralelismos), de Corea del Norte no se sospecha nada. Está comprobado, ensayos nucleares de por medio, que tiene capacidad nuclear, que ha producido bombas nucleares y que tiene los dispositivos para colocarlas fuera de sus fronteras -los misiles-.

Esta «reconciliación» con el mundo de Pyongyang podría verse como no sólo un regreso a la mesa de negociaciones sino como un «picar adelante» de la nueva cara del régimen, que para muchos sigue siendo un completo desconocido pero que ha tenido mayor contacto con Occidente que sus antecesores.

También, significa de facto el retorno de este país al Tratado de No Proliferación Nuclear, el cual denunció (es decir, se salió del mismo), en 2003 siendo hasta ahora el único país signatario de dicho instrumento que ha hecho tal cosa.

Pero el cese de su programa nuclear no viene de gratis. Corea del Norte pide a cambio una muy necesitada ayuda humanitaria, que luego habrá que ver cómo se distribuye a quienes más lo necesitan. Y es que, el país asiático vive una auténtica y grosera disonancia entre la opulencia de la un gobierno comunista que vive en los lujos -oximoron común por demás- y una población no sólo empobrecida sino hambrienta.

Ello podría significar empero un riesgo pues puede verse como un chantaje. Vale decir, si no hay ayuda humanitaria hay reanudación del programa nuclear.

Introducir este elemento en la dinámica de las negociaciones internacionales puede sentar un peligroso precedente.

 

@omarhun

Sendai Zea Feb 11, 2012 | Actualizado hace 12 años

Luego de varios debates, negociaciones a puerta cerrada, y maratones diplomáticos incluso a nivel de las capitales, se produjo finalmente la votación en el Consejo de Seguridad de la ONU sobre Siria.

Sobre la mesa, un proyecto de resolución contundente pero adecuado a las circunstancias. Un borrador largamente discutido que pretendía sentar las bases para la solución definitiva de lo que ya es un conflicto en toda regla. La idea, era apoyar la iniciativa árabe, unánimemente respaldada por la comunidad internacional.

Pero intereses comerciales y geopolíticos privaron, y Rusia y China volvieron a ser piedra de tranca y a obstaculizar la acción del Consejo -y en el interim minar su credibilidad-, mediante el siempre polémico veto. Las críticas llovieron desde todos los costados al punto que Moscú tildó la reacción de «histeria».

Quizás para salvar su imagen, casi en simultáneo el canciller ruso Lavrov fue hasta Damasco y el gobierno chino recibió a los opositores sirios en Beijing.

De la reunión ruso-siria se destaca la promesa hecha por al Assad a su principal proveedor de armas, de acelerar el proceso de reforma constitucional y detener la violencia «venga de dónde venga». Promesa silenciada con el acoso de los tanques sobre las ciudades de Homs y Aleppo.

Lo cierto es que el régimen sirio acrecienta su arremetida contra la población civil. Lo cierto es que cada vez el Ejército Libre de Siria gana más adeptos. Lo cierto es que el número de muertos crece exponencialmente. Y lo cierto, es que el aislamiento de Siria es cada vez más evidente (un país cerró su Embajada -EEUU- y otros 20 –árabes y europeos- suspendieron de facto sus vínculos diplomáticos).

La pregunta que subyace es qué hacer, en particular, en el ámbito de la ONU. El panorama luce sombrío pero aún el organismo internacional está llamado a jugar un rol, siempre que la voluntad política de sus miembros lo permita.

Es claro que la propia ONU ha deslegitimado al régimen. La Secretaría General no duda ya en hablar de los crímenes que se suceden en Siria y la Oficina de la Alta Comisionada para los Derechos Humanos exige contundencia a la par de abrir procesos penales en La Haya.

Dos caminos son viables. Uno, seguir insistiendo en el Consejo de Seguridad para lograr respaldar a la misión árabe e incluir la participación de la ONU. Naturalmente, ello puede toparse con el muro de contención ruso-chino pero hasta cuándo ambos países soportarán la presión y sostendrán al Assad, siendo cómplices de sus crímenes? Pues está por verse. En todo caso, el llamado a la transición lo ha hecho el mismo Embajador ruso ante la ONU.

Otro camino, es emplear el mecanismo político de la Asamblea General pues aunque sus resoluciones no sean vinculantes, su peso en la opinión pública internacional no ha de ser desestimado. De hecho, está previsto que este Lunes dicho órgano se reúna en Nueva York para debatir sobre Siria.

Mientras el multilateralismo discute y los intereses colidan entre sí, el pueblo sirio espera que el mundo no los abandone.

@omarhUN

La cooperación internacional quizás nunca había sido tan apremiante y necesaria. Pocos pueden imaginar la magnitud del desastre en Haití, en términos de costos económicos y humanos. En segundos, la precaria infraestructura de todo un país se vino abajo. En segundos, 300.000 personas perdieron la vida. En segundos, un país que ya estaba en los últimos puestos de prácticamente todos los índices, se hundió al fondo de la tabla.

Haití es un caso de estudio único. Algunos le llaman «Estado fallido» pero en conceptualización precisa, quizás ese no sea un término adecuado. Aunque no existe una definición universalmente aceptada o consensuada del mismo, un Estado para calificarle como «fallido» debe presentar una o más de estas variables: nula gobernabilidad, presencia de múltiples actores de poder por la fuerza, pérdida de control del territorio, violación masiva de los derechos humanos, incapacidad para garantizar los servicios básicos mínimos a la población y corrupción generalizada. Haití a simple vista, pareciera que calza con lo anterior. Pero Haití no es Somalia (caso de libro cuando hablamos de esto de los «fallidos»).

Haití tuvo y tiene un gobierno legítimo, apoyado por la comunidad internacional. El problema de Haití es que desde su génesis antiesclavista contra la metrópolis francesa hasta el Sol de hoy, ha sufrido de todo cuanto puede sufrir un país. La violencia sectaria y la perenne tensión política provocó que Haití fuera un lugar de pobreza extrema, aún teniendo un potencial humano enorme. Y para añadir, sus vecinos inmediatos y el resto de la región simplemente decidió ignorar ese pedazo del mapa hemisférico. Haití nunca importó ni fue tomado en cuenta por nadie salvo en coyunturas muy precisas.

Tuvo que venir el fatídico movimiento telúrico para despertar la solidaridad internacional. Lamentablemente, el despliegue y ejecución posterior de la ayuda humanitaria no se hizo de la manera más correcta. Se puede argumentar mucho. Falta de coordinación entre los donantes y las agencias sobre el terreno, falta de unas autoridades que de facto tengan el control… o simplemente, la magnitud del desastre hizo que la «emergencia» (que por definición, es temporal) se prolongase en el tiempo. Muestra de lo anterior es que hoy, aún miles de haitianos viven en inhumanos campamentos.

Hay quien dice de hecho que el Haití de ahora no dista mucho del Haití pre-terremoto. Pero no todo es malo. Muchas organizaciones internacionales -la ONU a la cabeza- y organizaciones de la sociedad civil, destacan los logros obtenidos, que sin duda los hay. Pero mucho queda por hacer. El mismo Secretario General de la ONU lo dijo, «a pesar de los considerables logros, en particular en la remoción de escombros y la reubicación de los desplazados, muchos haitianos todavía necesitan ayuda internacional».

El haitiano común espera que su país pueda ser refundado y nazca, cual Ave Fénix, un nuevo Haití. De las tragedias surgen experiencias exitosas. ¿Será el país caribeño una excepción?

Omar Hernández
@omarhUN

El “eje del mal” del que llegó a hablar George W. Bush pasó al cabo de cierto tiempo a incluir a Siria, un país con quien nos hemos empeñado en estrechar vínculos a pesar de las críticas. Visitas de alto nivel y un sinfín de acuerdos bilaterales dan fe de estos lazos que se han tercamente establecido con Damasco.

El nacionalismo árabe de al-Assad no le ha dejado muchos amigos. Más allá de la injerencia siria en asuntos domésticos del Líbano y la relación amor-odio que mantiene con Turquía, Siria hoy forma parte de la agenda global por su situación de derechos humanos.

La “primavera árabe” en Siria nació el 26 de Enero del año en curso y no cesa. La respuesta de un régimen que gobernaba bajo un anacrónico decreto de emergencia desde hace cuatro décadas no podía ser otra que la antítesis del Derecho Internacional.

El Consejo de Seguridad de la ONU se ha reunido tres veces para tratar el asunto sirio. Primero fue el 27 de Abril, y un largo debate estuvo precedido por una exposición del Lynn Pascoe, de la Secretaría General, quien subrayó que “la represión no es la solución”. El representante sirio consideró que el hablar sobre su país lo que hacía era darle alas a los “extremistas” que cometían “acciones ilegales”.

La represión aumentó y el 3 de Agosto el Consejo se reunió para adoptar una Declaración donde se “condena las violaciones generalizadas de los derechos humanos y el uso de la fuerza contra civiles”. Luego, el 4 del mes pasado se presentó un proyecto de resolución contra el Gobierno de al-Assad que encontró el veto de Rusia y China. Dicho proyecto, si bien no hablaba de un embargo de armas como tal, exhortaba a los Estados para que ejercieran “comedimiento respecto del suministro, la venta o la transferencia a Siria (…) de armas y materiales conexos”. A pesar de su voto, Rusia habló de un “cambio pacífico” -pero cambio de régimen al fin-. Y Siria pues, habló de “colonialismo” y “pensamiento esclavista”.

Al pie de los Alpes, el Consejo de Derechos Humanos de la ONU también ha discutido el tema sirio dos veces. El 29 de Abril adoptó la resolución S-16/1 donde se “condena inequívocamente el recurso a la violencia letal contra manifestantes pacíficos” y se solicita al ACNUDH el envío urgente de una misión al terreno para “investigar todas las presuntas violaciones” de derechos humanos. Ante el aumento de la violencia y la renuencia de Damasco a dialogar -y mucho menos a investigarse a sí mismo-, el Consejo decide aprobar la resolución S-17/1 el 22 de Agosto, que además de “deplorar los continuos ataques indiscriminados contra la población siria” asume como válidas las conclusiones de la misión de la ONU enviada al país.

Esta resolución crea una comisión internacional de investigación que debería dar resultados antes de que culmine este mes y, se le da un mandato para que identifique a los responsables de violaciones de derechos humanos “incluyendo aquellas que puedan constituir crímenes contra la humanidad”. De comprobarse la comisión de tales crímenes se podría: 1) aplicar el recurso a la fuerza como lo prevé el capítulo VII de la Carta de la ONU (invocando la Doctrina de la Responsabilidad de Proteger) y 2) remitir el caso a la Corte Penal Internacional. En cualquier caso habrá que pasar por el Consejo de Seguridad, donde ya sabemos las dificultades que hay para aprobar decisiones de tal envergadura.

Cuando uno oye a algunos defender a un personaje como al-Assad, es menester recordar el mandato constitucional en materia de política exterior. La Carta Magna dice que las relaciones internacionales de Venezuela tienen dentro de sus principios el “respeto de los derechos humanos” (art. 152). La defensa de los derechos humanos no puede ser una prédica ocasional sino una constante de nuestra Diplomacia. Es imposible hablar de libertades fundamentales mientras se produce un alineamiento con países con los peores récords de derechos humanos. ¿Está eso en sintonía con nuestro interés nacional? Un no, es la respuesta obvia.

Quizás la razón se halle en el Plan de Desarrollo Económico y Social de la Nación 2007-2013 en el que se plantea como objetivo, en lo que atañe a los vínculos con Irán, Siria y Bielorrusia: “Consolidar la alianza política integral emergente con base en los intereses comunes antiimperialistas” (sic). Cabe preguntarse entonces si el alineamiento político está por encima de los derechos humanos…

Omar Hernández

@omarhUN